Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
03 de junio, 2009
Quienes la semana anterior tuvieron la paciencia de seguir este espacio, muy probablemente pensarán que el tema Silvio Berlusconi se está convirtiendo en una obsesión. Probablemente tienen razón. Pero en este caso no se trata de una idea fija personal, sino de un pensamiento colectivo que, para bien o para mal, está haciendo reflexionar a más de uno acerca de la inconveniencia de que una sociedad permita concentrar tal cantidad de poder en una sola persona.
Porque a decir verdad, el grave problema de Berlusconi no es otro que el exceso de poder. No es razonable que una sola persona pueda al mismo tiempo poseer la segunda fortuna más grande de Italia, las redes de televisión, un equipo de fútbol importantísimo y las casas editoras, y ser el presidente del Consejo de Ministros, operativamente el puesto más importante de representación popular.
Por la casi inverosimilitud de la situación y por los escándalos que se han generado en las últimas semanas, hoy como hace mucho tiempo no sucedía, los ojos del mundo están puestos en Italia. Y no precisamente como objeto de admiración, sino como ejemplo de lo que la democracia no debe ser y de cómo los ciudadanos debemos pensar muy bien antes de dejarnos llevar por las campañas políticas en busca del voto.
Y es que la cosa más triste es saber que si el premier está en el poder, es porque fue votado, porque fue electo legítimamente por los ciudadanos que no una, sino cuatro veces han considerado a Berlusconi como la persona con los atributos necesarios para llevar las riendas del gobierno del país de la bota.
Si utilizamos un poco el sentido común y confiamos en que los italianos han llegado al límite de lo soportable, es posible que vivamos los últimos momentos de la era Berlusconiana. De lo contrario, corremos el riesgo de seguir siendo el hazmerreir del planeta entero y de continuar recibiendo críticas despiadadas.
Dos comentarios han llamado la atención en los últimos días. El primero, publicado por el diario inglés Financial Times el pasado 27 de mayo, señala a Silvio Berlusconi como “un peligro, en primer lugar para Italia. Y un ejemplo dañino para todos”.
Y no sólo, la publicación inglesa afirma además que el hecho de que Berlusca sea tan dominante es también culpa “de una izquierda dudosa, de instituciones débiles y a veces politizadas, de un periodismo que demasiado frecuentemente ha aceptado un papel subalterno... pero sobre todo la culpa es de un hombre muy rico, muy poderoso y cada vez más despiadado”.
El Financial Times de cualquier manera consuela al pueblo italiano diciendo que “el fascismo no está en el futuro probable... Berlusconi claramente no es Mussolini, él tiene escuadras de estrellitas de televisión, no de camisas negras”.
Completa el desfile de comentarios contra el premier, lo escrito por el premio Nobel de Literatura 1998 José Saramago, quien además ha sido censurado por la Enaudi, una de las casas editoras de Berlusconi que se ha negado a publicar un libro del escritor, a causa de las opiniones vertidas por éste en su libro titulado El Cuaderno, donde afirma que “en la tierra de la mafia y de la camorra, ¿qué importancia puede tener el hecho comprobado que el primer Ministro sea un delincuente?”
Una afirmación seria, difícil de digerir para el pueblo italiano, pero inaceptable para el premier, que ha decidido seguir el principio tan conocido de “yo no pago para que me peguen”.
Saramago no se limitó en sus comentarios que son tan agudos como verdaderos. Originalmente publicadas en su blog, las opiniones del premio Nobel son serias, preocupantes y vergonzosas para los italianos, que sin embargo no deberían cerrar los ojos, sino intentar -al menos tratar- de reflexionar y ponerse en movimiento.
Porque leer que “en una tierra en que la justicia nunca ha gozado de buena reputación, ¿qué más da que el primer ministro consiga que se aprueben leyes a medida de sus intereses, protegiéndose contra cualquier tentativa de castigo a sus desmanes y abusos de autoridad?”
Es preocupante saber que ni más ni menos José Saramago escribe un artículo que bajo el acertado título “¿Qué hacer con los italianos? resume la penosa situación que quienes aquí vivimos ignoramos y solapamos.
Saramago dice que el pueblo del país de la bota ha permitido Berlusca ser “el amo y señor absoluto de Italia, para regocijo de una mayoría de derecha cada vez más insolente”. Ni más ni menos.
Y mientras, la historia de Berlusconi y la joven Noemí Lerizia sigue dando material a la prensa. Ahora no solamente la joven napolitana habla de papi. Otra joven de la región Emilia Romagna, de nombre Elisa Alloro, ha escrito un libro de 100 páginas llamado “Nosotras, las chicas de Silvio”, en el que en una especie de larga carta dirigida a la casi ex esposa de Berlusconi, Verónica Lario, defiende a las jóvenes que gozan de la amistad y los favores del Cavaliere, de quien dice “es una mina de sabiduría y que “cada minuto pasado con él debe ser considerato un don divino”
Tan sabio hombre ha resultado además un casi mártir, pues habría soportado -solamente por el bien de la familia- una presunta relación extra conyugal de Verónica Lario con un guardaespaldas de nombre Alberto Orlandi. Obviamente el terrible secreto fue develado por una incondicional de Berlusconi, Daniela Santanché, líder de una corriente política de derecha llamada Movimiento por Italia.
Eso, sin contar que el rico empresario Claudio Briatore ha expresado su aprobación hacia la conducta de su amigo Berlusca, de quien dice “es soltero desde hace años”, pues vive separado de Verónica Lario y “tiene derecho” de hacer con su vida lo que mejor le parezca.
Total, que enmedio de información digna de las mejores emisiones de Ventaneando, continúa la historia de un premier que no hace honor al puesto que desempeña y que parece no darse cuenta de que su cargo le fue conferido por un pueblo que parece que no se avergüenza de ser la comidilla de la aldea global.
Como sea, bien dice el refrán: cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Mi mejor deseo para México es que a los montones de problemas que ya tiene, no deba agregar un día las aventuras de algún lindo Don Juan, de esos que aspiran a la presidencia y son más conocidos por aparecer en las revistas del corazón y gastar su dinero en promover su linda cara que en preocuparse por el bienestar de los pobres gobernados.
Que el ejemplo de Berlusconi no se propague, y que los errores del pueblo italiano no se repitan, es el mejor augurio que puedo hacer para mi país natal.
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