jueves, 17 de septiembre de 2009

¡Que viva México!

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
15 de septiembre, 2009

Mientras escribo estas líneas, en México es 15 de septiembre, pocas horas antes de que se realice la tradicional ceremonia del Grito de Independencia. Revisando los diarios on line, me encuentro con el mensaje del presidente Felipe Calderón pronunciado durante la ceremonia de fin e inicio de cursos de los planteles militares.
Dice el mandatario que “es la hora de cambiar y es la hora de cambiar a fondo”. No es por pecar de puntillosa, pero sinceramente a los mexicanos la palabra cambio nos está martillando en el cerebro desde hace ya nueve años. Y no son pocos.
Con todo respeto, creo que los políticos han abusado hasta el cansancio del término, volviéndolo no solamente vago y lejnano, sino hasta fastidioso en algunos momentos. Es a decir verdad, es desde el año 2000 que nos siguen tratando de vender la misma baratija: un cambio para quedar igual.
Seamos honestos, señor presidente. Hágame usted el favor de explicarme por qué después de seis años de gobierno de su compañero de partido, Vicente Fox, y tres años de gobierno suyo, sigue insistiendo en que en México se requieren cambios fundamentales. ¿No nos habían prometido que el “cambio” era para “hoy”?
Y que quede claro: no estoy hablando solamente de su partido y de la incapacidad para gobernar que ha demostrado. Estoy hablando de las tristes condiciones en que se vive en nuestro país, gracias a la nula visión de quienes lo han gobernado, sin importar el partido al que pertenezcan.
Por supuesto que estoy de acuerdo con usted, señor Calderón, claro que México necesita urgentemente un cambio real y profundo. Pero a lo largo de los años, usted y sus colegas dedicados en cuerpo y alma a la política han demostrado que no tienen la mínima idea de lo que realmente necesitamos los mexicanos.
Quiero retomar su discurso de este día, señor presidente, palabra por palabra: “así como a la generación de 1810 le tocó luchar por librarse de la opresión, a nuestra generación, la del 2010... nos toca luchar por hacer realidad aquellos principios y valores por los que dieron la vida nuestros héroes.”
Le recuerdo que en 1810 las condiciones de vida de la población de la entonces llamada Nueva España eran extremas. Que la pobreza y la desigualdad resultaban insoportables y que se llegó a tal grado de inconformidad que estalló un movimiento social serio, pero también violento.
Le recuerdo también que miles de personas pagaron con la vida el haberse adherido a la lucha social y que así comenzó la historia de la que hoy llamamos patria. Buscando un cambio, pero un cambio verdadero, se llegó al extremo, porque también eran extremas las condiciones de injusticia social.
Me atrevería a decir que hoy las circunstancias no son muy diferentes y que da rabia y vergüenza pensar que mientras uno de los hombres más ricos del planeta es mexicano, hay millones de compatriotas sumidos en la pobreza.
He buscado algunas cifras y he encontrado que, de acuerdo con estudios realizados por el Banco Mundial, “la pobreza en México se mantiene en niveles inaceptablemente altos... los niveles actuales de pobreza, son similares a los registrados a comienzos de los años 90”.
Para el BM, “más del cincuenta por ciento de los habitantes del país son pobres, debido en gran medida a la gran desigualdad en los ingresos, la décima parte más rica de la población gana más de 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte mas pobre solo obtiene 1.1 por ciento.”
Además -señala siempre el BM- contribuyen a la pobreza “la profunda desigualdad regional y étnica y las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad... alrededor de 53 por ciento de los habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios básicos”.
Y lo más grave, que obviamente sé que usted no desconoce, señor presidente, es que “cerca del 24 por ciento de la población es considerada 'extremadamente pobre', es decir, con un ingreso insuficiente incluso para una nutrición adecuada.”
Así que venir a decirnos este 15 de septiembre que en México se requiere un cambio, es sencillamente aprovechar la ocasión para retomar un viejo discurso y al mismo tiempo es reconocer que todas las estrategias de su gobierno y de los gobiernos anteriores han sido poco menos que inútiles.
Y retomo de nuevo su discurso a la letra: “de nuestras acciones depende transformar a México en un país más seguro, donde impere la legalidad y el estado de derecho; un México más próspero y más justo, donde cada mexicana y cada mexicano, sin distingos de condición social, económica o región del país, tenga las mismas oportunidades de tener acceso a la salud, a la educación, al bienestar, a una calidad de vida conforme a la dignidad humana.”
Mire que acabo de cumplir 40 años, señor presidente, y no recuerdo haber escuchado un discurso diferente al suyo de parte de sus colegas de los sexenios anteriores. Desde el que quería ir “arriba y adelante”, hasta el que pretendía “defender al país como un perro”, pasando por la “renovación moral”, la “solidaridad” y el “bienestar para la familia”.
Son años que escucho las mismas palabras y veo sin duda los cambios en México... Lástima que los cambios no siempre son para mejorar. Un país no puede vivir de palabras y de promesas. Uno se cansa, se harta y luego se enoja.
Piense bien, señor Calderón y reconozca que no se puede continuar con esos discursos que los presentes aplauden, todos alaban y que en realidad no le sirven a nadie, porque con el estómago y los bolsillos vacíos a nadie le interesan las palabras bonitas y alentadoras.
Y sobre todo, señor presidente, piense que no se pueden pronunciar esas palabras mientras se aumentan los impuestos, se anuncian recortes hasta en la plantilla de burócratas y se espera una pérdida anual de 200 mil millones de pesos, debida a la caída de los precios del petróleo. Eso, sin contar las condiciones de inseguridad que enfrenta México, producto tanto de las condiciones de miseria y de desigualdad como de una lucha contra la delincuencia organizada que parece no tener fin.
¿El cambio positivo? Lo estamos esperando todos. Desde hace muchos años. Lástima que después de tantos tropiezos, realmente muy pocos puedan o quieran creer en él.
Y a un año del Bicentenario, desde el país de la bota, solamente me resta decir: ¡Que viva México!

2 comentarios:

  1. María como siempre un gusto leerte, este 15 de septiembre lo sentí en lo personal diferente, me acorde de las familias que hace un año perdieron a sus seres queridos en Morelia, al ir a festejar una independencia que hoy más que nunca necesitaríamos. Esas personas muertas ese día indicaron el primer ataque a la población civil de esta guerra tonta en que nos tienen metidos, en verdad es una pena.

    Después platicando con una amiga me dijo que con tantos problemas, tanta pobreza ese día muchas familias saldrían no a festejar una Historia que muchos desconocen, sino a olvidar sus penas, sus temores, su sin trabajo, en fin esto que vivimos todos los días, yo creo que esos padres que llevan a sus hijos cada 15 de septiembre con lluvia y todo necesitan sentirse mexicanos para poder seguir luchando todos los días, hoy lo veo de esa manera, hoy que han pasado 3 días del Grito, grito que festejamos gracias de Don Porfirio ¿No suena irónico?

    Y el 2010 espero que sea menos duro, menos lleno de dolor, que si haya un cambio, cambio para mejorar, mi esperanza solo se puede aferrar a los ojos de las personas con las que convivo todos los días, mi pequeña esperanza se finca en que hoy puedo decir que cosas no me parecen de lo que vivimos en este país, y también de las cosas hermosas que aún vivo en este país.

    Saludos y esperemos que ese cambio que se avecina sea para mejorar un poco.

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  2. Gracias menospausas. Como siempre, comparto tu opinión y tengo la esperanza de que algo se mueva y llegue ese cambio que hace falta. El cambio verdadero, no el que prometen los políticos y que solamente nos hace daño.

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