Publicado en el Semanario Punto
Toluca, 07 diciembre, 2011.
Es necesario que advierta a quienes tienen la paciencia de leer estas líneas que esta vez mientras escribo estoy completamente indignada. Y no solamente indignada, Escandalizada, que a mi edad es mucho decir.
El pasado domingo me desperté con una gran novedad que las redes sociales difundían. El aspirante priísta a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto, había cometido un error grave, mostrando al mundo su verdadera cara: la de la ignorancia.
Ni más ni menos que el diario español El país daba cuenta de lo ocurrido. Y sin medios términos. “¿Cuáles son los tres libros que han marcado la vida del candidato puntero de todas las encuestas en México, Enrique Peña Nieto? La respuesta tendrá que esperar a mejor ocasión, porque el aspirante priista a la presidencia no supo contestar de manera clara a esa pregunta que le hizo la prensa...”
De inmediato comenzaron los comentarios. Me di cuenta de que en realidad somos muchos los que no soportamos la idea de que el priísta se convierta en el presidente de México.
Y también pude comprobar que sus incondicionales no razonan. Hubo quien me dijo que se trataba simplemente de un “craso error mediático”. Tengo la sospecha de que cada vez que el engelado y copetudo candidato meta la pata van a tratar de echarle la culpa a los medios. Y no. Esta vez no se vale. Sobre todo porque un periodista (que al parecer es español) tuvo una idea genial. No necesitó más que formular una pregunta inteligente para conseguir que el casi-candidato exhibiera toda su ignorancia y demostrara que sin un guión preestablecido no puede ir muy lejos. Que su cabecita tiene gel por fuera y poco o nada dentro.
Hay quien dice que el presidente de la República no debe necesariamente ser culto. Difiero absolutamente de ese “no-razonamiento”. He pensado siempre que quien dirige, quien gobierna está obligado a mantener un nivel de excelencia en todos los ámbitos. Aún no creyendo en la existencia de súper hombres, espero por el bien de mi país que quien lo dirija sea de los mejores.
En todo caso y siendo condescendiente con Peña, me atrevo a culpar de lo ocurrido a su equipo, a su brillante staff que no calculó la posibilidad de que en un acto dedicado a las letras alguien pudiera preguntar a su jefe un asunto relacionado con el tema. Una falla tremenda que sin duda demuestra que los incompetentes se rodean de incompetentes. Posiblemente una tarjetita con la ficha de algunos títulos lo habría sacado del apuro, visto que si no le dicen lo que debe declarar el priísta se arruina solito tratando de improvisar.
No hay que olvidar que el político mexiquense se presentó también en calidad de autor de un libro que a estas alturas queda claro a todos que fue escrito por una o varias personas más. Porque para crear una obra literaria se requiere una cultura aceptable o al menos y ya sin ponernos exigentes, se necesita al menos saber hablar bien, elementos de los cuales Peña demostró carecer.
Es de los que literalmente calladitos se ven más bonitos. Pura “face” y nada de “book”.
Hablando con ciertos amigos que están involucrados de alguna manera en la precampaña del priísta, he notado la gran ilusión, la enorme esperanza que tienen. Quieren que les vaya bien. Por ser personas cercanas a mí, lo deseo de todo corazón.
Pero por el bien de México, espero que la mayoría de mis compatriotas no caiga en la trampa, que demuestre un poquito, nada más un poquito de sensatez y no beneficie con su voto a un personaje tan pobre como Enrique Peña.
Comparto la reflexión del columnista de El Gráfico, Raúl Rodríguez Cortés respecto a que “para ser un buen político quizás no se requiera una cultura enciclopédica, pero es preciso tener referentes mínimos de conocimientos para la correcta toma de decisiones, además de la lucidez para salir de atolladeros como el narrado sin cantinflear tanto.”
A decir verdad el resbalón de Peña ha dado a sus detractores una posibilidad inmejorable para exhibirlo como lo que es: un hombre ignorante, un producto de la mercadotecnia, un títere incapaz de hilar sus ideas, en el caso rarísimo de que las tenga.
En resumen: una pésima opción que las televisoras quieren imponer como gobierno, para seguir protegiendo sus millonarios intereses y manteniendo en la ignorancia a más de cien millones de mexicanos.
A Enrique Peña le falta no solamente lucidez, también humildad. Sencillamente no puede reconocer que está muy lejos de contar con la capacidad necesaria para gobernar un país tan complejo como México, especialmente con la herencia que le tocaría recibir en el caso de salir victorioso en las elecciones del 2012.
Para colmo de mi indignación, el asunto no paró en la metida de pata del copetudo político. En la escena apareció también su hijita Paulina, a quien gracias a Dios no tengo el gusto de conocer, pero que en Twitter demostró que lo que se hereda, no se hurta.
Para comenzar simplemente publicó un comentario que no era suyo, sino de su novio. Obviamente, no podía pensar por sí misma. Desplegando clase y educación, la señorita copió: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian”. Espero que alguien le explique el significado de “prole”. Porque en todo caso es ella la “prole” -la familia- de Peñita. A lo mejor lo que Pau quería decir era “plebe” o en todo caso “el proletariado”.
Y eso que su papi la defendió y se disculpó por ella. Pero palo dado, ni Dios lo quita. Los comentarios de su hija no son sino el reflejo del modo en que ha crecido gracias a su padre: ignorando que quienes ella erróneamente llama “prole” son los mismos que han llevado a su familia a una posición de privilegio. Es lo malo de nacer en pañales de seda y de tener todo sin el menor esfuerzo. Es la escuela del poder.
Alguien me pidió que si no le daba mi voto a Peña “por lo menos” no hiciera que otros no voten por él. Francamente me pareció una exageración. Ojalá yo tuviera la capacidad de influir sobre las decisiones de las personas, pues de seguro haría exactamente lo contrario de lo que me pidieron. Porque son años que estudio al personaje y porque sé que no es la solución a ninguno de los problemas de nuestro país. Por eso lo seguiré diciendo hasta el cansancio con todas sus letras: señores: reflexionen, analicen, evalúen, piensen y después de hacerlo, decidan no votar por Enrique Peña Nieto. México no se merece tener como presidente a un personaje de esa calaña.
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