Publicado en el semanario Punto
Toluca, México
14 diciembre 2011
A estas alturas creo que quienes tienen la paciencia de leer este espacio estarán pensando que hablar mal de Enrique Peña Nieto se ha convertido en una verdadera obsesión para mí. Lo digo porque ultimamente en la red social que utilizo he recibido mensajes que van desde el “¡ay, yaa!” hasta el “ya suéltalo, ya déjalo”.
Los simpatizantes del casi-candidato están enojados. Se nota. Lo que no entiendo es por qué canalizan su rabia contra quienes simplemente damos cuenta de los errores de su ídolo. Si acaso deberían organizarse para hablar con él y decirle que si no tiene la capacidad de improvisar, mejor ni lo intente y que si sus cuarenta y tantos años no le han servido para informarse y formarse como debe hacerlo quien aspira a ser un jefe de Estado, debería reflexionar y desistir, porque “errar es humano, pero perseverar es maléfico”.
Sin embargo, por desgracia a estas alturas el priísta se ha convertido en casi un semidios a los ojos de sus seguidores que lo consideran no solamente infalible, sino también intocable. De la admiración están pasando a la veneración y la verdad es que lo más absurdo del caso es que su héroe se encarga solito de mostrarse como lo que es: un personaje “inflado” por la propaganda de la que ha abusado durante los últimos años.
Posiblemente la estrategia de hacer que Peña Nieto aparezca hasta en la sopa se le está saliendo de las manos a su equipo.
Lo cierto es que la carrera por la presidencia de México se está complicando en gran parte gracias a los medios tradicionales que en combinación con las redes sociales en este momento son una mezcla explosiva que contribuye en modo bastante efectivo a arruinar la imagen del representante del tricolor.
Han bastado dos errores (eso sí, tremendos) para que tanto los periodistas como los usuarios de las redes sociales se mantengan al pendiente de cualquier movimiento, declaración y/o resbalón de Peña que, por fortuna para sus detractores, está sacando lo peor que tiene y mostrando que sencillamente es uno de esos personajes que “calladito se ve más bonito”.
Pero en honor de quienes me reclaman y se molestan hoy deseo hablar del contenido de un libro llamado Negocios de familia. Biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y el grupo Atlacomulco, escrito por Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel.
El libro, publicado por Editorial Planeta en el 2009 vale la pena como documento que, tomado con las reservas del caso, habla no solamente de la historia del aspirante a la presidencia, sino también del famoso Grupo Atlacomulco.
Y tocar el asunto es de verdad importante, especialmente para quienes tienen la memoria corta o para aquellos que simplemente no conocen el caso de una familia que desde 1942 ha buscado por todos los medios tener el control político de México.
Su primer intento serio por colocar un mexiquense en la presidencia de la república fue en los años 80, cuando Alfredo del Mazo González se quedó en la orilla. Lo mismo sucedió con Arturo Montiel Rojas, que de flamante aspirante a la candidatura se convirtió en practicamente un fugitivo que no terminó en la cárcel de puro milagro.
El grupo Atlacomulco ha dado personajes tan poderosos como Carlos Hank González que de maestro rural llegó a convertirse en uno de los hombres más poderosos de México. Uno que decía que un político pobre es un pobre político. El líder de un grupo de gente acostumbrada a vivir del erario público y a enriquecerse a partir de acuerdos obscuros con los grandes empresarios.
El libro trata con lujo de detalles una historia que el mismísimo Mario Puzo, el autor de El Padrino envidiaría. Lástima que este es un caso de la vida real y que no obstante haya iniciado en 1942 no parece tener un final. Por el contrario. Todo nos hace pensar que esa familia está cada vez más cerca de lograr su objetivo de llegar a los Pinos.
En el relato de los periodistas Cruz y Montiel se da cuenta del modo en que inicia el ascenso del grupo Atlacomulco, a partir del asesinato del gobernador mexiquense Alfredo Zárate Albarrán. Fue entonces que llegó a la gubernatura Isidro Fabela Alfaro, el primer gobernador del mencionado grupo, que habría llegado arbitrariamente a ocupar el cargo, apoyado por el entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho.
Una serie interminable de negocios sucios, maniobras extrañas. Sesenta años de porquerías. Lo curioso del caso es pensar que oficialmente el Grupo Atlacomulco no existe y que -también oficialmente- Enrique Peña Nieto no pertenece a él. Con tal de limpiar su imagen el engelado aspirante fue capaz de negar hasta su parentesco con el ex gobernador Arturo Montiel, retando a todos a armar su árbol genealógico.
A partir de ahí los periodistas decidieron ir a fondo para comprobar que las familias Peña, Nieto, Del Mazo, Fabela y Montiel se habrían aliado para controlar el territorio conformado por los municipios de Atlacomulco y Acambay.
El libro hace una descripción detallada del personaje. Su relación con el Opus Dei, con Carlos Salinas de Gortari y con Televisa. La muerte de su esposa, Mónica Pretelini. En fin, describe al candidato y su pasado de pies a cabeza.
Se narra incluso una historia por demás extraña, que incluye hasta la “profecía” de una vidente llamada Francisca Castro Montiel, que habría anunciado que seis gobernadores mexiquenses habrían sido de Atlacomulco y uno de ellos habría llegado a la presidencia de la República.
No es por asustarlos, estimados lectores, pero Enrique Peña fue precisamente el sexto gobernador mexiquense originario de Atlacomulco... ¡Que Dios nos agarre confesados!
Recomiendo la lectura de este libro. Tal vez no sea uno de los tres que pueden cambiar la vida de nadie, pero sinceramente es importante conocerlo, para tener una idea más clara de lo que podría ocurrir en el caso de que mister simpatía llegue a gobernar nuestro país.
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El problema para mi consiste en saber que hacer.
ResponderBorrarPorqué a casi seis años de las últimas votaciones presidenciales, sigo insistiendo en que fueron un robo. Insisto en que la mayoría de la población no apoyó al ahigasido y en que fué impuesto por Fox y el TRIFE.
Así que ahora pregunto ¿que hacemos? Leemos el libro, nos enteramos de la clase de gel que nos gobernará ¿y luego?
Voy a buscar el libro y lo voy a leer pero, lamentablemente, sospecho que solo me va a servir para dar clases de historia.