Publicado en el Semanario Punto
Toluca, México, 22 de mayo, 2008
En Alemania, anualmente 100 mil jóvenes menores de 18 años se someten a operaciones de cirugía plástica, de acuerdo con un artículo publicado esta semana por el diario italiano Corriere della Sera. Por esta razón, el gobierno germano ha decidido establecer una ley para que antes de someter al bisturí a un menor de edad, sea necesaria la opinión de dos médicos, además de la autorización de los padres.
En Italia, la situación relativa al auge de la cirugía plástica no es menos alarmante. La Sociedad Italiana de Cirugía Plástica refiere que la lipoescultura, el aumento del seno, la cirugía a la nariz o a las orejas son las intervenciones más solicitadas por los jóvenes menores de 18 años.
Según Maurizio Priori, presidente de la mencionada Sociedad, la cirugía plástica en personas tan jóvenes se justifica porque pueden “liberarlas de serios complejos psicológicos”.
Muchos conocemos casos de personas más o menos cercanas a nosotros, que han recurrido al bisturí bajo mil argumentos distintos: “mejorar su aspecto físico” “sentirse mejor consigo mismas” y demás justificaciones que nadie les pide pero que se esmeran en hacer públicas.
Cuando la intervención es hecha a una persona adulta, no hay más que hacer, sino respetar su voluntad y su libre albedrío, porque sinceramente cada quien tiene derecho de hacer con su cuerpo lo que mejor le parezca.
Cierto que en ocasiones se exagera, al grado que quienes deciden darse una retocadita, se convierten en una especie de seres plastificados cuyo cuerpo magnifico no se van a comer los gusanos cuando pasen a mejor vida, dado que las prótesis no entran en proceso de descomposición.
Lo malo es pensar que las nuevas generaciones, que deberían teóricamente ser mejores que nosotros en todos aspectos, están creciendo con la obsesión de ser físicamente perfectos, tratando desesperadamente de copiar los cánones de belleza establecidos quién sabe cuándo por quién sabe quién,
Así, es posible observar cómo en el país de la bota los jóvenes caen en la trampa, en gran parte gracias al bombardeo de programas televisivos que han causado no pocas polémicas, como Bisturí, Cambio vita... mi trasformo y el importado Extreme makeover.
Dichos programas muestran cómo un físico perfecto, un buen corte de cabello, la ropa y el maquillaje adecuados pueden convertir una persona normal en un ser envidiable, amado, respetado, digno de todas las oportunidades. En pocas palabras: la belleza física equivale a triunfo y si ésta no viene dada por la madre naturaleza, es imprescindible buscarla a cualquier costo.
No se trata de ser hipócritas. A todos nos gusta vernos bien y quien no lo acepte se engaña a sí mismo. Pero hay una diferencia entre querer lucir mejor y transformarse hasta llegar a la perfección. No es lo mismo hacer ejericio, comer bien y llenarse de cremas y pociones varias para conservarse en condiciones de presentarse en sociedad, que recurrir a una riesgosa operación y a sus probables consecuencias con tal de tener el rostro sin arrugas y la nariz socialmente aceptada, el seno más generoso, el vientre más plano y el trasero más duro y de proporciones adecuadas.
En Italia comienza a estar de moda que los padres regalen a las chicas una operación para mejorar el seno como premio por haber aprobado el esame di maturità, es decir, con 19 años apenas cumplidos, justo antes de iniciar los estudios universitarios.
Tal vez esas chicas no terminarán la Universidad, probablemente antes de eso se convertirán en modelos, en bailarinas de Tv, en conductoras y si tienen suerte, a lo mejor llegan a ser diputadas o ministras.
Y es que el punto por criticar es exactamente ese: al parecer, para tener éxito profesional es necesario ser físicamente atractiva. Hay un promocional de televisión en que una mujer embarazada está elaborando una lista de los beneficios que quiere dar a su bebé, que es una niña. Comienza a enumerarlos: licenciatura en Física, dos maestrías, de las cuales una en física cuántica, inglés, alemán, chino y japonés escritos y hablados y demás conocimientos. La señora termina diciendo a la bebé que está gestando: “de tu currículum, me ocupo yo, pero tú ocúpate de ser figa (término coloquial para definir una mujer bellísima) si no, el resto no te sirve de nada”.
En un spot banal y ligero, se plasma una realidad seria y muy pesada de la sociedad italiana: sin belleza, no hay talento que valga. Y no se habla de belleza como término relativo. Hay estándares tan definidos que hasta en certámenes tradicionales como Miss Italia, las chicas -por supuesto, todas retocadas- parecen haber sido fabricadas en serie.
Se es bella si se tienen ciertas características: una cierta estatura, un tipo determinado de rasgos y de cuerpo, y obviamente para adecuarse a las exigencias, además de la cirugía plástica, las jóvenes terminan por caer en situaciones graves como la bulimia y la anorexia, con tal de mantener su imagen.
Sin embargo, hay que reconocer que la obsesión de las chicas por ser físicamente atractivas no nace sin el apoyo decisivo de sus propias madres. Siendo Italia uno de los países con mayor esperanza de vida, hay una especie de fiebre por conservar la eterna juventud. De ahí que tantas señoras maduras se esfuerzan hasta lo inimaginable con tal de conservar sus atractivos, y conscientemente o no, heredan a sus hijas sus mismas fijaciones..
En resumen: cuando se lleva a la exageración la necesidad de ser físicamente atractivo, se pasa por alto la importancia de cultivar otros valores. Si a esto agregamos la falsa idea que se da a las nuevas generaciones acerca de la importancia de la apariencia por encima de la esencia, vemos como resultado una sociedad altamente consumista, preocupada por lo superfluo y con pocas posibilidades de desarrollo real.
Poco se puede esperar de una Italia en la que, curiosamente, el mismísimo presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, es un personaje que abiertamente ha reconocido su debilidad por las cirugías -por cuestión de imagen, dice- y que a sus setenta años pasaditos no se resigna a tener arrugas ni a perder el cabello, sometiéndose contínuamente a liftings y luciendo sus costosísimos implantes capilares, además de ocultar sus canas.
Tampoco hay mucho que decir sobre las diputadas y ministras que alguna vez fueron vedettes de televisión y que francamente no tienen mucho que aportar en términos de gobierno, pero sí mucho que lucir y presumir.
Es una pena que el concepto de belleza se haya distorsionado y se haya reducido solamente a ciertos pobres parámetros.
Una mujer, la escritora francesa del siglo XIX George Sand, (Amandine-Aurore-Lucille Dupin )resumió en una frase un principio que quizá en pleno siglo XXI serviría para aclarar un poco las ideas en las algunas sociedades confusas: “la belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”. Recordarlo más seguido probablemente no nos haría mal, especialmente si se trata de orientar a las nuevas generaciones hacia los verdaderos valores universales.
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Hola:
ResponderBorrarPasé por el blog para desearte un feliz año nuevo y me encontré con un monton de artículos nuevos. Como no tengo tiempo de leerlos todos en este momento, prometo hacerlo en enero.
Por lo pronto, cumplo con el objetivo de esta visita: desearte un feliz año nuevo, con menos noticias deprimentes, lo cual es poco probable, o con un poco de inspiración y optimismo para poder seguir denunciandolas.
Un abrazo desde la ciudad de la eterna balacera.
Muchisimas gracias! Feliz 2012!!!! Un abrazo!
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