Publicado en el Semanario Punto
Toluca, México, 22 de mayo, 2008
En Alemania, anualmente 100 mil jóvenes menores de 18 años se someten a operaciones de cirugía plástica, de acuerdo con un artículo publicado esta semana por el diario italiano Corriere della Sera. Por esta razón, el gobierno germano ha decidido establecer una ley para que antes de someter al bisturí a un menor de edad, sea necesaria la opinión de dos médicos, además de la autorización de los padres.
En Italia, la situación relativa al auge de la cirugía plástica no es menos alarmante. La Sociedad Italiana de Cirugía Plástica refiere que la lipoescultura, el aumento del seno, la cirugía a la nariz o a las orejas son las intervenciones más solicitadas por los jóvenes menores de 18 años.
Según Maurizio Priori, presidente de la mencionada Sociedad, la cirugía plástica en personas tan jóvenes se justifica porque pueden “liberarlas de serios complejos psicológicos”.
Muchos conocemos casos de personas más o menos cercanas a nosotros, que han recurrido al bisturí bajo mil argumentos distintos: “mejorar su aspecto físico” “sentirse mejor consigo mismas” y demás justificaciones que nadie les pide pero que se esmeran en hacer públicas.
Cuando la intervención es hecha a una persona adulta, no hay más que hacer, sino respetar su voluntad y su libre albedrío, porque sinceramente cada quien tiene derecho de hacer con su cuerpo lo que mejor le parezca.
Cierto que en ocasiones se exagera, al grado que quienes deciden darse una retocadita, se convierten en una especie de seres plastificados cuyo cuerpo magnifico no se van a comer los gusanos cuando pasen a mejor vida, dado que las prótesis no entran en proceso de descomposición.
Lo malo es pensar que las nuevas generaciones, que deberían teóricamente ser mejores que nosotros en todos aspectos, están creciendo con la obsesión de ser físicamente perfectos, tratando desesperadamente de copiar los cánones de belleza establecidos quién sabe cuándo por quién sabe quién,
Así, es posible observar cómo en el país de la bota los jóvenes caen en la trampa, en gran parte gracias al bombardeo de programas televisivos que han causado no pocas polémicas, como Bisturí, Cambio vita... mi trasformo y el importado Extreme makeover.
Dichos programas muestran cómo un físico perfecto, un buen corte de cabello, la ropa y el maquillaje adecuados pueden convertir una persona normal en un ser envidiable, amado, respetado, digno de todas las oportunidades. En pocas palabras: la belleza física equivale a triunfo y si ésta no viene dada por la madre naturaleza, es imprescindible buscarla a cualquier costo.
No se trata de ser hipócritas. A todos nos gusta vernos bien y quien no lo acepte se engaña a sí mismo. Pero hay una diferencia entre querer lucir mejor y transformarse hasta llegar a la perfección. No es lo mismo hacer ejericio, comer bien y llenarse de cremas y pociones varias para conservarse en condiciones de presentarse en sociedad, que recurrir a una riesgosa operación y a sus probables consecuencias con tal de tener el rostro sin arrugas y la nariz socialmente aceptada, el seno más generoso, el vientre más plano y el trasero más duro y de proporciones adecuadas.
En Italia comienza a estar de moda que los padres regalen a las chicas una operación para mejorar el seno como premio por haber aprobado el esame di maturità, es decir, con 19 años apenas cumplidos, justo antes de iniciar los estudios universitarios.
Tal vez esas chicas no terminarán la Universidad, probablemente antes de eso se convertirán en modelos, en bailarinas de Tv, en conductoras y si tienen suerte, a lo mejor llegan a ser diputadas o ministras.
Y es que el punto por criticar es exactamente ese: al parecer, para tener éxito profesional es necesario ser físicamente atractiva. Hay un promocional de televisión en que una mujer embarazada está elaborando una lista de los beneficios que quiere dar a su bebé, que es una niña. Comienza a enumerarlos: licenciatura en Física, dos maestrías, de las cuales una en física cuántica, inglés, alemán, chino y japonés escritos y hablados y demás conocimientos. La señora termina diciendo a la bebé que está gestando: “de tu currículum, me ocupo yo, pero tú ocúpate de ser figa (término coloquial para definir una mujer bellísima) si no, el resto no te sirve de nada”.
En un spot banal y ligero, se plasma una realidad seria y muy pesada de la sociedad italiana: sin belleza, no hay talento que valga. Y no se habla de belleza como término relativo. Hay estándares tan definidos que hasta en certámenes tradicionales como Miss Italia, las chicas -por supuesto, todas retocadas- parecen haber sido fabricadas en serie.
Se es bella si se tienen ciertas características: una cierta estatura, un tipo determinado de rasgos y de cuerpo, y obviamente para adecuarse a las exigencias, además de la cirugía plástica, las jóvenes terminan por caer en situaciones graves como la bulimia y la anorexia, con tal de mantener su imagen.
Sin embargo, hay que reconocer que la obsesión de las chicas por ser físicamente atractivas no nace sin el apoyo decisivo de sus propias madres. Siendo Italia uno de los países con mayor esperanza de vida, hay una especie de fiebre por conservar la eterna juventud. De ahí que tantas señoras maduras se esfuerzan hasta lo inimaginable con tal de conservar sus atractivos, y conscientemente o no, heredan a sus hijas sus mismas fijaciones..
En resumen: cuando se lleva a la exageración la necesidad de ser físicamente atractivo, se pasa por alto la importancia de cultivar otros valores. Si a esto agregamos la falsa idea que se da a las nuevas generaciones acerca de la importancia de la apariencia por encima de la esencia, vemos como resultado una sociedad altamente consumista, preocupada por lo superfluo y con pocas posibilidades de desarrollo real.
Poco se puede esperar de una Italia en la que, curiosamente, el mismísimo presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, es un personaje que abiertamente ha reconocido su debilidad por las cirugías -por cuestión de imagen, dice- y que a sus setenta años pasaditos no se resigna a tener arrugas ni a perder el cabello, sometiéndose contínuamente a liftings y luciendo sus costosísimos implantes capilares, además de ocultar sus canas.
Tampoco hay mucho que decir sobre las diputadas y ministras que alguna vez fueron vedettes de televisión y que francamente no tienen mucho que aportar en términos de gobierno, pero sí mucho que lucir y presumir.
Es una pena que el concepto de belleza se haya distorsionado y se haya reducido solamente a ciertos pobres parámetros.
Una mujer, la escritora francesa del siglo XIX George Sand, (Amandine-Aurore-Lucille Dupin )resumió en una frase un principio que quizá en pleno siglo XXI serviría para aclarar un poco las ideas en las algunas sociedades confusas: “la belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”. Recordarlo más seguido probablemente no nos haría mal, especialmente si se trata de orientar a las nuevas generaciones hacia los verdaderos valores universales.
jueves, 29 de diciembre de 2011
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Calladito se ve más bonito
Publicado en el semanario Punto
Toluca, México
14 diciembre 2011
A estas alturas creo que quienes tienen la paciencia de leer este espacio estarán pensando que hablar mal de Enrique Peña Nieto se ha convertido en una verdadera obsesión para mí. Lo digo porque ultimamente en la red social que utilizo he recibido mensajes que van desde el “¡ay, yaa!” hasta el “ya suéltalo, ya déjalo”.
Los simpatizantes del casi-candidato están enojados. Se nota. Lo que no entiendo es por qué canalizan su rabia contra quienes simplemente damos cuenta de los errores de su ídolo. Si acaso deberían organizarse para hablar con él y decirle que si no tiene la capacidad de improvisar, mejor ni lo intente y que si sus cuarenta y tantos años no le han servido para informarse y formarse como debe hacerlo quien aspira a ser un jefe de Estado, debería reflexionar y desistir, porque “errar es humano, pero perseverar es maléfico”.
Sin embargo, por desgracia a estas alturas el priísta se ha convertido en casi un semidios a los ojos de sus seguidores que lo consideran no solamente infalible, sino también intocable. De la admiración están pasando a la veneración y la verdad es que lo más absurdo del caso es que su héroe se encarga solito de mostrarse como lo que es: un personaje “inflado” por la propaganda de la que ha abusado durante los últimos años.
Posiblemente la estrategia de hacer que Peña Nieto aparezca hasta en la sopa se le está saliendo de las manos a su equipo.
Lo cierto es que la carrera por la presidencia de México se está complicando en gran parte gracias a los medios tradicionales que en combinación con las redes sociales en este momento son una mezcla explosiva que contribuye en modo bastante efectivo a arruinar la imagen del representante del tricolor.
Han bastado dos errores (eso sí, tremendos) para que tanto los periodistas como los usuarios de las redes sociales se mantengan al pendiente de cualquier movimiento, declaración y/o resbalón de Peña que, por fortuna para sus detractores, está sacando lo peor que tiene y mostrando que sencillamente es uno de esos personajes que “calladito se ve más bonito”.
Pero en honor de quienes me reclaman y se molestan hoy deseo hablar del contenido de un libro llamado Negocios de familia. Biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y el grupo Atlacomulco, escrito por Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel.
El libro, publicado por Editorial Planeta en el 2009 vale la pena como documento que, tomado con las reservas del caso, habla no solamente de la historia del aspirante a la presidencia, sino también del famoso Grupo Atlacomulco.
Y tocar el asunto es de verdad importante, especialmente para quienes tienen la memoria corta o para aquellos que simplemente no conocen el caso de una familia que desde 1942 ha buscado por todos los medios tener el control político de México.
Su primer intento serio por colocar un mexiquense en la presidencia de la república fue en los años 80, cuando Alfredo del Mazo González se quedó en la orilla. Lo mismo sucedió con Arturo Montiel Rojas, que de flamante aspirante a la candidatura se convirtió en practicamente un fugitivo que no terminó en la cárcel de puro milagro.
El grupo Atlacomulco ha dado personajes tan poderosos como Carlos Hank González que de maestro rural llegó a convertirse en uno de los hombres más poderosos de México. Uno que decía que un político pobre es un pobre político. El líder de un grupo de gente acostumbrada a vivir del erario público y a enriquecerse a partir de acuerdos obscuros con los grandes empresarios.
El libro trata con lujo de detalles una historia que el mismísimo Mario Puzo, el autor de El Padrino envidiaría. Lástima que este es un caso de la vida real y que no obstante haya iniciado en 1942 no parece tener un final. Por el contrario. Todo nos hace pensar que esa familia está cada vez más cerca de lograr su objetivo de llegar a los Pinos.
En el relato de los periodistas Cruz y Montiel se da cuenta del modo en que inicia el ascenso del grupo Atlacomulco, a partir del asesinato del gobernador mexiquense Alfredo Zárate Albarrán. Fue entonces que llegó a la gubernatura Isidro Fabela Alfaro, el primer gobernador del mencionado grupo, que habría llegado arbitrariamente a ocupar el cargo, apoyado por el entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho.
Una serie interminable de negocios sucios, maniobras extrañas. Sesenta años de porquerías. Lo curioso del caso es pensar que oficialmente el Grupo Atlacomulco no existe y que -también oficialmente- Enrique Peña Nieto no pertenece a él. Con tal de limpiar su imagen el engelado aspirante fue capaz de negar hasta su parentesco con el ex gobernador Arturo Montiel, retando a todos a armar su árbol genealógico.
A partir de ahí los periodistas decidieron ir a fondo para comprobar que las familias Peña, Nieto, Del Mazo, Fabela y Montiel se habrían aliado para controlar el territorio conformado por los municipios de Atlacomulco y Acambay.
El libro hace una descripción detallada del personaje. Su relación con el Opus Dei, con Carlos Salinas de Gortari y con Televisa. La muerte de su esposa, Mónica Pretelini. En fin, describe al candidato y su pasado de pies a cabeza.
Se narra incluso una historia por demás extraña, que incluye hasta la “profecía” de una vidente llamada Francisca Castro Montiel, que habría anunciado que seis gobernadores mexiquenses habrían sido de Atlacomulco y uno de ellos habría llegado a la presidencia de la República.
No es por asustarlos, estimados lectores, pero Enrique Peña fue precisamente el sexto gobernador mexiquense originario de Atlacomulco... ¡Que Dios nos agarre confesados!
Recomiendo la lectura de este libro. Tal vez no sea uno de los tres que pueden cambiar la vida de nadie, pero sinceramente es importante conocerlo, para tener una idea más clara de lo que podría ocurrir en el caso de que mister simpatía llegue a gobernar nuestro país.
Toluca, México
14 diciembre 2011
A estas alturas creo que quienes tienen la paciencia de leer este espacio estarán pensando que hablar mal de Enrique Peña Nieto se ha convertido en una verdadera obsesión para mí. Lo digo porque ultimamente en la red social que utilizo he recibido mensajes que van desde el “¡ay, yaa!” hasta el “ya suéltalo, ya déjalo”.
Los simpatizantes del casi-candidato están enojados. Se nota. Lo que no entiendo es por qué canalizan su rabia contra quienes simplemente damos cuenta de los errores de su ídolo. Si acaso deberían organizarse para hablar con él y decirle que si no tiene la capacidad de improvisar, mejor ni lo intente y que si sus cuarenta y tantos años no le han servido para informarse y formarse como debe hacerlo quien aspira a ser un jefe de Estado, debería reflexionar y desistir, porque “errar es humano, pero perseverar es maléfico”.
Sin embargo, por desgracia a estas alturas el priísta se ha convertido en casi un semidios a los ojos de sus seguidores que lo consideran no solamente infalible, sino también intocable. De la admiración están pasando a la veneración y la verdad es que lo más absurdo del caso es que su héroe se encarga solito de mostrarse como lo que es: un personaje “inflado” por la propaganda de la que ha abusado durante los últimos años.
Posiblemente la estrategia de hacer que Peña Nieto aparezca hasta en la sopa se le está saliendo de las manos a su equipo.
Lo cierto es que la carrera por la presidencia de México se está complicando en gran parte gracias a los medios tradicionales que en combinación con las redes sociales en este momento son una mezcla explosiva que contribuye en modo bastante efectivo a arruinar la imagen del representante del tricolor.
Han bastado dos errores (eso sí, tremendos) para que tanto los periodistas como los usuarios de las redes sociales se mantengan al pendiente de cualquier movimiento, declaración y/o resbalón de Peña que, por fortuna para sus detractores, está sacando lo peor que tiene y mostrando que sencillamente es uno de esos personajes que “calladito se ve más bonito”.
Pero en honor de quienes me reclaman y se molestan hoy deseo hablar del contenido de un libro llamado Negocios de familia. Biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y el grupo Atlacomulco, escrito por Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel.
El libro, publicado por Editorial Planeta en el 2009 vale la pena como documento que, tomado con las reservas del caso, habla no solamente de la historia del aspirante a la presidencia, sino también del famoso Grupo Atlacomulco.
Y tocar el asunto es de verdad importante, especialmente para quienes tienen la memoria corta o para aquellos que simplemente no conocen el caso de una familia que desde 1942 ha buscado por todos los medios tener el control político de México.
Su primer intento serio por colocar un mexiquense en la presidencia de la república fue en los años 80, cuando Alfredo del Mazo González se quedó en la orilla. Lo mismo sucedió con Arturo Montiel Rojas, que de flamante aspirante a la candidatura se convirtió en practicamente un fugitivo que no terminó en la cárcel de puro milagro.
El grupo Atlacomulco ha dado personajes tan poderosos como Carlos Hank González que de maestro rural llegó a convertirse en uno de los hombres más poderosos de México. Uno que decía que un político pobre es un pobre político. El líder de un grupo de gente acostumbrada a vivir del erario público y a enriquecerse a partir de acuerdos obscuros con los grandes empresarios.
El libro trata con lujo de detalles una historia que el mismísimo Mario Puzo, el autor de El Padrino envidiaría. Lástima que este es un caso de la vida real y que no obstante haya iniciado en 1942 no parece tener un final. Por el contrario. Todo nos hace pensar que esa familia está cada vez más cerca de lograr su objetivo de llegar a los Pinos.
En el relato de los periodistas Cruz y Montiel se da cuenta del modo en que inicia el ascenso del grupo Atlacomulco, a partir del asesinato del gobernador mexiquense Alfredo Zárate Albarrán. Fue entonces que llegó a la gubernatura Isidro Fabela Alfaro, el primer gobernador del mencionado grupo, que habría llegado arbitrariamente a ocupar el cargo, apoyado por el entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho.
Una serie interminable de negocios sucios, maniobras extrañas. Sesenta años de porquerías. Lo curioso del caso es pensar que oficialmente el Grupo Atlacomulco no existe y que -también oficialmente- Enrique Peña Nieto no pertenece a él. Con tal de limpiar su imagen el engelado aspirante fue capaz de negar hasta su parentesco con el ex gobernador Arturo Montiel, retando a todos a armar su árbol genealógico.
A partir de ahí los periodistas decidieron ir a fondo para comprobar que las familias Peña, Nieto, Del Mazo, Fabela y Montiel se habrían aliado para controlar el territorio conformado por los municipios de Atlacomulco y Acambay.
El libro hace una descripción detallada del personaje. Su relación con el Opus Dei, con Carlos Salinas de Gortari y con Televisa. La muerte de su esposa, Mónica Pretelini. En fin, describe al candidato y su pasado de pies a cabeza.
Se narra incluso una historia por demás extraña, que incluye hasta la “profecía” de una vidente llamada Francisca Castro Montiel, que habría anunciado que seis gobernadores mexiquenses habrían sido de Atlacomulco y uno de ellos habría llegado a la presidencia de la República.
No es por asustarlos, estimados lectores, pero Enrique Peña fue precisamente el sexto gobernador mexiquense originario de Atlacomulco... ¡Que Dios nos agarre confesados!
Recomiendo la lectura de este libro. Tal vez no sea uno de los tres que pueden cambiar la vida de nadie, pero sinceramente es importante conocerlo, para tener una idea más clara de lo que podría ocurrir en el caso de que mister simpatía llegue a gobernar nuestro país.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Pura "face" y nada de "book"
Publicado en el Semanario Punto
Toluca, 07 diciembre, 2011.
Es necesario que advierta a quienes tienen la paciencia de leer estas líneas que esta vez mientras escribo estoy completamente indignada. Y no solamente indignada, Escandalizada, que a mi edad es mucho decir.
El pasado domingo me desperté con una gran novedad que las redes sociales difundían. El aspirante priísta a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto, había cometido un error grave, mostrando al mundo su verdadera cara: la de la ignorancia.
Ni más ni menos que el diario español El país daba cuenta de lo ocurrido. Y sin medios términos. “¿Cuáles son los tres libros que han marcado la vida del candidato puntero de todas las encuestas en México, Enrique Peña Nieto? La respuesta tendrá que esperar a mejor ocasión, porque el aspirante priista a la presidencia no supo contestar de manera clara a esa pregunta que le hizo la prensa...”
De inmediato comenzaron los comentarios. Me di cuenta de que en realidad somos muchos los que no soportamos la idea de que el priísta se convierta en el presidente de México.
Y también pude comprobar que sus incondicionales no razonan. Hubo quien me dijo que se trataba simplemente de un “craso error mediático”. Tengo la sospecha de que cada vez que el engelado y copetudo candidato meta la pata van a tratar de echarle la culpa a los medios. Y no. Esta vez no se vale. Sobre todo porque un periodista (que al parecer es español) tuvo una idea genial. No necesitó más que formular una pregunta inteligente para conseguir que el casi-candidato exhibiera toda su ignorancia y demostrara que sin un guión preestablecido no puede ir muy lejos. Que su cabecita tiene gel por fuera y poco o nada dentro.
Hay quien dice que el presidente de la República no debe necesariamente ser culto. Difiero absolutamente de ese “no-razonamiento”. He pensado siempre que quien dirige, quien gobierna está obligado a mantener un nivel de excelencia en todos los ámbitos. Aún no creyendo en la existencia de súper hombres, espero por el bien de mi país que quien lo dirija sea de los mejores.
En todo caso y siendo condescendiente con Peña, me atrevo a culpar de lo ocurrido a su equipo, a su brillante staff que no calculó la posibilidad de que en un acto dedicado a las letras alguien pudiera preguntar a su jefe un asunto relacionado con el tema. Una falla tremenda que sin duda demuestra que los incompetentes se rodean de incompetentes. Posiblemente una tarjetita con la ficha de algunos títulos lo habría sacado del apuro, visto que si no le dicen lo que debe declarar el priísta se arruina solito tratando de improvisar.
No hay que olvidar que el político mexiquense se presentó también en calidad de autor de un libro que a estas alturas queda claro a todos que fue escrito por una o varias personas más. Porque para crear una obra literaria se requiere una cultura aceptable o al menos y ya sin ponernos exigentes, se necesita al menos saber hablar bien, elementos de los cuales Peña demostró carecer.
Es de los que literalmente calladitos se ven más bonitos. Pura “face” y nada de “book”.
Hablando con ciertos amigos que están involucrados de alguna manera en la precampaña del priísta, he notado la gran ilusión, la enorme esperanza que tienen. Quieren que les vaya bien. Por ser personas cercanas a mí, lo deseo de todo corazón.
Pero por el bien de México, espero que la mayoría de mis compatriotas no caiga en la trampa, que demuestre un poquito, nada más un poquito de sensatez y no beneficie con su voto a un personaje tan pobre como Enrique Peña.
Comparto la reflexión del columnista de El Gráfico, Raúl Rodríguez Cortés respecto a que “para ser un buen político quizás no se requiera una cultura enciclopédica, pero es preciso tener referentes mínimos de conocimientos para la correcta toma de decisiones, además de la lucidez para salir de atolladeros como el narrado sin cantinflear tanto.”
A decir verdad el resbalón de Peña ha dado a sus detractores una posibilidad inmejorable para exhibirlo como lo que es: un hombre ignorante, un producto de la mercadotecnia, un títere incapaz de hilar sus ideas, en el caso rarísimo de que las tenga.
En resumen: una pésima opción que las televisoras quieren imponer como gobierno, para seguir protegiendo sus millonarios intereses y manteniendo en la ignorancia a más de cien millones de mexicanos.
A Enrique Peña le falta no solamente lucidez, también humildad. Sencillamente no puede reconocer que está muy lejos de contar con la capacidad necesaria para gobernar un país tan complejo como México, especialmente con la herencia que le tocaría recibir en el caso de salir victorioso en las elecciones del 2012.
Para colmo de mi indignación, el asunto no paró en la metida de pata del copetudo político. En la escena apareció también su hijita Paulina, a quien gracias a Dios no tengo el gusto de conocer, pero que en Twitter demostró que lo que se hereda, no se hurta.
Para comenzar simplemente publicó un comentario que no era suyo, sino de su novio. Obviamente, no podía pensar por sí misma. Desplegando clase y educación, la señorita copió: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian”. Espero que alguien le explique el significado de “prole”. Porque en todo caso es ella la “prole” -la familia- de Peñita. A lo mejor lo que Pau quería decir era “plebe” o en todo caso “el proletariado”.
Y eso que su papi la defendió y se disculpó por ella. Pero palo dado, ni Dios lo quita. Los comentarios de su hija no son sino el reflejo del modo en que ha crecido gracias a su padre: ignorando que quienes ella erróneamente llama “prole” son los mismos que han llevado a su familia a una posición de privilegio. Es lo malo de nacer en pañales de seda y de tener todo sin el menor esfuerzo. Es la escuela del poder.
Alguien me pidió que si no le daba mi voto a Peña “por lo menos” no hiciera que otros no voten por él. Francamente me pareció una exageración. Ojalá yo tuviera la capacidad de influir sobre las decisiones de las personas, pues de seguro haría exactamente lo contrario de lo que me pidieron. Porque son años que estudio al personaje y porque sé que no es la solución a ninguno de los problemas de nuestro país. Por eso lo seguiré diciendo hasta el cansancio con todas sus letras: señores: reflexionen, analicen, evalúen, piensen y después de hacerlo, decidan no votar por Enrique Peña Nieto. México no se merece tener como presidente a un personaje de esa calaña.
Toluca, 07 diciembre, 2011.
Es necesario que advierta a quienes tienen la paciencia de leer estas líneas que esta vez mientras escribo estoy completamente indignada. Y no solamente indignada, Escandalizada, que a mi edad es mucho decir.
El pasado domingo me desperté con una gran novedad que las redes sociales difundían. El aspirante priísta a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto, había cometido un error grave, mostrando al mundo su verdadera cara: la de la ignorancia.
Ni más ni menos que el diario español El país daba cuenta de lo ocurrido. Y sin medios términos. “¿Cuáles son los tres libros que han marcado la vida del candidato puntero de todas las encuestas en México, Enrique Peña Nieto? La respuesta tendrá que esperar a mejor ocasión, porque el aspirante priista a la presidencia no supo contestar de manera clara a esa pregunta que le hizo la prensa...”
De inmediato comenzaron los comentarios. Me di cuenta de que en realidad somos muchos los que no soportamos la idea de que el priísta se convierta en el presidente de México.
Y también pude comprobar que sus incondicionales no razonan. Hubo quien me dijo que se trataba simplemente de un “craso error mediático”. Tengo la sospecha de que cada vez que el engelado y copetudo candidato meta la pata van a tratar de echarle la culpa a los medios. Y no. Esta vez no se vale. Sobre todo porque un periodista (que al parecer es español) tuvo una idea genial. No necesitó más que formular una pregunta inteligente para conseguir que el casi-candidato exhibiera toda su ignorancia y demostrara que sin un guión preestablecido no puede ir muy lejos. Que su cabecita tiene gel por fuera y poco o nada dentro.
Hay quien dice que el presidente de la República no debe necesariamente ser culto. Difiero absolutamente de ese “no-razonamiento”. He pensado siempre que quien dirige, quien gobierna está obligado a mantener un nivel de excelencia en todos los ámbitos. Aún no creyendo en la existencia de súper hombres, espero por el bien de mi país que quien lo dirija sea de los mejores.
En todo caso y siendo condescendiente con Peña, me atrevo a culpar de lo ocurrido a su equipo, a su brillante staff que no calculó la posibilidad de que en un acto dedicado a las letras alguien pudiera preguntar a su jefe un asunto relacionado con el tema. Una falla tremenda que sin duda demuestra que los incompetentes se rodean de incompetentes. Posiblemente una tarjetita con la ficha de algunos títulos lo habría sacado del apuro, visto que si no le dicen lo que debe declarar el priísta se arruina solito tratando de improvisar.
No hay que olvidar que el político mexiquense se presentó también en calidad de autor de un libro que a estas alturas queda claro a todos que fue escrito por una o varias personas más. Porque para crear una obra literaria se requiere una cultura aceptable o al menos y ya sin ponernos exigentes, se necesita al menos saber hablar bien, elementos de los cuales Peña demostró carecer.
Es de los que literalmente calladitos se ven más bonitos. Pura “face” y nada de “book”.
Hablando con ciertos amigos que están involucrados de alguna manera en la precampaña del priísta, he notado la gran ilusión, la enorme esperanza que tienen. Quieren que les vaya bien. Por ser personas cercanas a mí, lo deseo de todo corazón.
Pero por el bien de México, espero que la mayoría de mis compatriotas no caiga en la trampa, que demuestre un poquito, nada más un poquito de sensatez y no beneficie con su voto a un personaje tan pobre como Enrique Peña.
Comparto la reflexión del columnista de El Gráfico, Raúl Rodríguez Cortés respecto a que “para ser un buen político quizás no se requiera una cultura enciclopédica, pero es preciso tener referentes mínimos de conocimientos para la correcta toma de decisiones, además de la lucidez para salir de atolladeros como el narrado sin cantinflear tanto.”
A decir verdad el resbalón de Peña ha dado a sus detractores una posibilidad inmejorable para exhibirlo como lo que es: un hombre ignorante, un producto de la mercadotecnia, un títere incapaz de hilar sus ideas, en el caso rarísimo de que las tenga.
En resumen: una pésima opción que las televisoras quieren imponer como gobierno, para seguir protegiendo sus millonarios intereses y manteniendo en la ignorancia a más de cien millones de mexicanos.
A Enrique Peña le falta no solamente lucidez, también humildad. Sencillamente no puede reconocer que está muy lejos de contar con la capacidad necesaria para gobernar un país tan complejo como México, especialmente con la herencia que le tocaría recibir en el caso de salir victorioso en las elecciones del 2012.
Para colmo de mi indignación, el asunto no paró en la metida de pata del copetudo político. En la escena apareció también su hijita Paulina, a quien gracias a Dios no tengo el gusto de conocer, pero que en Twitter demostró que lo que se hereda, no se hurta.
Para comenzar simplemente publicó un comentario que no era suyo, sino de su novio. Obviamente, no podía pensar por sí misma. Desplegando clase y educación, la señorita copió: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian”. Espero que alguien le explique el significado de “prole”. Porque en todo caso es ella la “prole” -la familia- de Peñita. A lo mejor lo que Pau quería decir era “plebe” o en todo caso “el proletariado”.
Y eso que su papi la defendió y se disculpó por ella. Pero palo dado, ni Dios lo quita. Los comentarios de su hija no son sino el reflejo del modo en que ha crecido gracias a su padre: ignorando que quienes ella erróneamente llama “prole” son los mismos que han llevado a su familia a una posición de privilegio. Es lo malo de nacer en pañales de seda y de tener todo sin el menor esfuerzo. Es la escuela del poder.
Alguien me pidió que si no le daba mi voto a Peña “por lo menos” no hiciera que otros no voten por él. Francamente me pareció una exageración. Ojalá yo tuviera la capacidad de influir sobre las decisiones de las personas, pues de seguro haría exactamente lo contrario de lo que me pidieron. Porque son años que estudio al personaje y porque sé que no es la solución a ninguno de los problemas de nuestro país. Por eso lo seguiré diciendo hasta el cansancio con todas sus letras: señores: reflexionen, analicen, evalúen, piensen y después de hacerlo, decidan no votar por Enrique Peña Nieto. México no se merece tener como presidente a un personaje de esa calaña.
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