Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
26 octubre, 2010
El argumento por tratar esta semana no es sencillo. Hablar de ética y sobre todo, mencionar la posibilidad de poner “límites” en el ejercicio de la labor periodística decididamente es un argumento complicado.
Sin embargo, en los últimos días he tenido la posibilidad de observar en Italia un caso que sencillamente considero digno de atención y de análisis porque representa una novedad absoluta, no obstante se trate de una situación que esencialmente no es novedosa en cuanto a los hechos ocurridos.
Trataré de hacer un resumen del asunto. En agosto pasado, una joven de 15 años, llamada Sarah Scazzi, desapareció misteriosamente mientras se dirigía a la casa de su prima, Sabrina Misseri, con quien se había puesto de acuerdo para ir a la playa.
El caso comenzó cuando después de un día, los medios de comunicación comenzaron a difundir la imagen de la chica, que habitaba en Avetrana, un pequeño poblado de la provincia de Taranto, al sur de Italia.
La repetición constante del caso en la televisión, la radio y los medios escritos llamó la atención de todo el país de la bota, especialmente cuando pasado un mes de la desaparición, la madre de la joven hizo un llamado público al presidente de la república, Giorgio Napolitano, para que las autoridades se movilizaran y la ayudaran a encontrar a su hija.
Presionado por las circunstancias y con la lógica intención de demostrar que en Italia se hace justicia, el presidente ofreció todos los esfuerzos posibles para encontrar a Sarah. De esta manera, a principios de octubre, el tío de la adolescente, Michele Misseri, confesó haberla asesinado.
Esto ocurría en la oficina de los carabineros, mientras la esposa y las hijas del presunto asesino participaban en una transmisión en directa, junto a la mamá de la víctima. Fue precisamente a través del programa de la televisión estatal “¿Quién lo ha visto?” que todo el país pudo observar en primerísimo plano la expresión atónita de la madre de Sarah, quien se enteraba en directo de que la joven había muerto a manos de su proprio tío.
Fue en ese momento que el caso se convirtió en una especie de “reality show” que a partir de entonces ha tenido un desarrollo caracterizado por el factor sorpresa. Desde el seis de octubre, todos los medios de comunicación han enviado a sus representantes a montar guardia permanente a Avetrana, y de esta manera, especialmente a través de la televisión, el pueblo italiano se ha enterado de los horrores de un drama que bien podría haber quedado como la historia terrible de una familia de pueblo, sin la menor trascendencia no obstante los escalofriantes detalles que encierra.
Gracias a una verdadera persecusión llevada a cabo por los periodistas, se ha seguido prácticamente en tiempo real el descubrimiento de todos los detalles del asunto. Porque las cosas no terminaron en la confesión del tío de la chica, sino que continuaron cuando éste acusó a su propia hija, Sabrina, de haberlo ayudado a matar a Sarah. Esto sin contar detalles como las molestias sexuales del tío a su víctima, o la relación extraña entre éste y su propia hija.
El caso continúa y sus detalles se difunden a todas las horas posibles y en todos los canales de televisión existentes, además de lo que publican las revistas y diarios de toda Italia, que como mencionaba hace algunas semanas, es el país europeo donde la nota roja tiene mayor relevancia.
Sin duda, la máxima expresión de lo que los medios están haciendo con esta historia, es la publicación del audio de los interrogatorios de las dos personas involucradas en el asesinato. El tío de Sarah, Michele Misseri y su hija Sabrina. Ambos interrogatorios han sido la cereza del pastel para los morbosos expectadores que siguen el caso en un modo casi obsesivo.
Para comprender el alcance que ha tenido este fenómeno, basta decir que un grupo de personas ha ido hasta el lugar de los hechos simplemente para ver de cerca el escenario del crimen, iniciando con ello una especie de “turismo macabro” que no tiene otra explicación que el bombardeo mediático que se ha hecho alrededor del caso de Sarah Scazzi.
Como periodista, creo que me avergüenzo de verdad de lo que observo en los medios italianos. No encuentro una explicación para lo que veo. Pero sobre todo: no encuentro la razón por la cual los colegas del país de la bota se empeñan en informar de cada detalle, de encontrar la manera de filtrar información que no debería salir a la luz pública.
Lo hacen casi con vehemencia, con un interés exagerado porque la sociedad conozca un hecho macabro, mientras lo que cuenta de verdad: la crisis política y económica por la que atraviesa el país simplemente, sencillamente no importa y no hay un solo informador capaz de encontrar detalles importantes que nos sirvan para mantenernos al tanto de lo que verdaderamente ocurre.
El dolor de una familia se ha convertido en un espectáculo capaz de opacar el resto de los hechos que ocurren en Italia. Mover los sentimientos y alimentar el morbo de la sociedad es la mejor manera para ocultar los hechos reales que afectan a millones de personas.
Vivir el reality show de Avetrana resulta más interesante que ocuparse de las carencias cotidianas. Pensar que hay un par de monstruos capaces de asesinar una adolescente hace creer que hay situaciones mucho peores que perder el empleo o no tener dinero para cubrir los gastos a fin de mes. Ese es el objetivo de renovar e inventar cada día el modo de cubrir la información. No porque el morbo sea una novedad, sino porque precisamente el morbo es lo que ayuda a distraer a los ciudadanos comunes de la realidad inmediata y cotidiana, para vivir a distancia una situación en la que son testigos y hasta pueden participar como jueces, policías o lo que más les guste o les acomode.
Por eso me atrevo a preguntar si lo que llamamos “libertad de información” puede y debe regularse y sobre todo limitarse ante ciertas circunstancias. La respuesta la tienen los periodistas, pero la decisión final debería quedar en manos de un público maduro capaz de seleccionar la información que prefiere. Aunque esto último es simplemente una utopía, en un mundo en que sencillamente prevalece la más profunda ignorancia.
miércoles, 27 de octubre de 2010
Mi admiración hacia el pueblo chileno
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
19 octubre, 2010
Esta semana quiero hablar de un hecho importantísimo ocurrido hace unos días y que me ha hecho reflexionar acerca de diversas situaciones.ó
El cinco de agosto de este 2010, 33 mineros chilenos que trabajaban en la mina San José, de la empresa San Esteban, a 830 kilómetros al norte de Santiago de Chile. El drama de los trabajadores sudamericanos fue de inmediato reportado por los medios de comunicación de todo el mundo.
A 700 metros de profundidad, en las entrañas de la tierra, estos hombres enfrentaron la tremenda situación, mientras afuera las autoridades de su país hacían esfuerzos sobrehumanos para rescatarlos.
Fueron días muy intensos, en los que -para variar- los medios de comunicación difundieron detalles de lo que ocurría, en algunos momentos incluso con una importante dosis de morbo que contribuyó a mantener la atención de millones de personas en todo el planeta, que siguieron atentamente hasta el último momento, cuando los mineros pudieron salir con vida, el pasado 9 de octubre, mucho antes de lo que se esperaba.
Los hechos los conocemos prácticamente todos. La lección ha sido impresionante. La fuerza de voluntad, la solidaridad, la responsabilidad de quienes asumieron el compromiso de ayudar a los mineros. Las palabras salen sobrando ante la lección que el pueblo chileno le dio al mundo entero. Se deben sentir orgullosos los habitantes de aquel país, que han enfrentado momentos verdaderamente difíciles este año. Son un pueblo que francamente merece admiración. Ojalá muchas otras naciones siguieran su ejemplo y afrontaran seriamente los problemas cotidianos.
Debo decir que después del rescate, he encontrado en internet algunos comentarios que el “pueblo de la red” ha hecho circular. Son divertidos, inteligentes, irónicos y muy interesantes, porque reflejan una realidad que francamente me parece digna de analizar.
He recibido dos correos electrónicos. Uno en español titulado “si los mineros hubieran sido mexicanos...” Aparte de comentarios simpatiquísimos, encontré algunos que me hicieron pensar en el modo que los mexicanos percibimos nuestra actual realidad: “ Ebrard los estaría esperando para casarlos porque todos se agarraron cariño dentro de la mina y obvio para salí en la foto; Adal y Lucero estarían conduciendo el programa especial, y llorando mientras cantan el 3-3-3-3-3 de la cuenta para donar para ayudar al rescate; afuera habría vendedores ambulantes; la operación se llamaría 'Rescate Bicentenario'; no los habrían sacado todavía porque estaría en trámite el permiso para cavar en esa zona; no seria posible sacarlos en la capsula Fénix ya que somos el 1 lugar en obesidad a nivel mundial; si algún minero resultara lesionado o muerto el gobierno diría que tenía relación con el narco y lo mataron por ajuste de cuentas”.
Honestamente, además de reir por un buen rato, me quedé pensando en que, en resumidas cuentas, la visión general es que en México sería imposible llevar a buen fin la empresa de rescatar a las víctimas del derrumbe, por el simple motivo que tenemos un gobierno incapaz y porque seguramente la causa habría degenerado en una simple transacción comercial y en un pretexto para explotar al máximo el hecho, llenandolo de publicidad ñoña, tal y como ocurre con otros asuntos.
Además del correo en español, recibí otro en italiano con la misma temática, sólo que éste hablaba del caso en que los mineros fueran italianos.
“Transmisión directa 24 horas contínuas con la presencia de Guido Bertolaso; -el corrupto y desbocado jefe de la protección civil italiana-. A las primeras dificultades, búsqueda de un culpable, y el premier Berlusconi diciendo que es simplemente culpa de los comunistas; el papa orando por los mineros que están muy cerca del diablo. Después de un mes, los mineros habrían salido solos de la mina, excavando con las manos. Un año después, los 33 mineros habrían sido despedidos de su empleo, por haber dañado su lugar de trabajo”,
Creo que a estas alturas, después de leer las suposiciones de lo que habría podido ocurrir en Italia, me queda la idea de que los habitantes del país de la bota manifiestan con sus bromas la sensación de que su gobierno simplemente los ha abandonado. Y no sólo. La idea de que los mineros en Italia podrían salir solamente cavando con sus propias manos y que serían despedidos, no es otra cosa que el mensaje claro de la situación angustiosa de un país donde además de enfrentar la crisis mundial, los trabajadores sufren las condiciones terribles del trabajo precario y viven contínuamente con la angustia de perder su empleo.
Lo que me preocupa realmente es pensar que ni en México ni en Italia -y posiblemente tampoco en otros países- los ciudadanos se sienten capaces de igualar la proeza de lo que Chile hizo con los mineros de San José. No es halagador pensar que la solidaridad, el esfuerzo, el respeto por la vida humana o la lucha contra la adversidad sean considerados lejanos de la realidad inmediata.
Es preocupante. Porque a pesar del tono jocoso, mucho hay de cierto en lo que afirman los internautas respecto a la incapacidad de afrontar situaciones difíciles y salir airosos. Porque falta organización, porque falta voluntad.
Basta recordar a los mineros de Pasta de Conchos, en México, sepultados en una mina sin que a nadie pareciera preocuparle. Asimismo basta ver a los damnificados del terremoto del Aquila, en Italia, que después de un año y medio no tienen una casa decente donde vivir y en cambio deben pagar impuestos a un gobierno que no les ayuda.
Me pregunto cuál es la diferencia con el pueblo chileno. Me gustaría encontrar una respuesta, y sobre todo, preferiría pensar que el gobierno de cada nación es capaz de comportarse a la altura de las circunstancias. Sin embargo, lo único que me queda por decir -no sin una cierta envidia- es que los mineros chilenos tuvieron suerte, mucha suerte, de haber nacido en aquel país.
19 octubre, 2010
Esta semana quiero hablar de un hecho importantísimo ocurrido hace unos días y que me ha hecho reflexionar acerca de diversas situaciones.ó
El cinco de agosto de este 2010, 33 mineros chilenos que trabajaban en la mina San José, de la empresa San Esteban, a 830 kilómetros al norte de Santiago de Chile. El drama de los trabajadores sudamericanos fue de inmediato reportado por los medios de comunicación de todo el mundo.
A 700 metros de profundidad, en las entrañas de la tierra, estos hombres enfrentaron la tremenda situación, mientras afuera las autoridades de su país hacían esfuerzos sobrehumanos para rescatarlos.
Fueron días muy intensos, en los que -para variar- los medios de comunicación difundieron detalles de lo que ocurría, en algunos momentos incluso con una importante dosis de morbo que contribuyó a mantener la atención de millones de personas en todo el planeta, que siguieron atentamente hasta el último momento, cuando los mineros pudieron salir con vida, el pasado 9 de octubre, mucho antes de lo que se esperaba.
Los hechos los conocemos prácticamente todos. La lección ha sido impresionante. La fuerza de voluntad, la solidaridad, la responsabilidad de quienes asumieron el compromiso de ayudar a los mineros. Las palabras salen sobrando ante la lección que el pueblo chileno le dio al mundo entero. Se deben sentir orgullosos los habitantes de aquel país, que han enfrentado momentos verdaderamente difíciles este año. Son un pueblo que francamente merece admiración. Ojalá muchas otras naciones siguieran su ejemplo y afrontaran seriamente los problemas cotidianos.
Debo decir que después del rescate, he encontrado en internet algunos comentarios que el “pueblo de la red” ha hecho circular. Son divertidos, inteligentes, irónicos y muy interesantes, porque reflejan una realidad que francamente me parece digna de analizar.
He recibido dos correos electrónicos. Uno en español titulado “si los mineros hubieran sido mexicanos...” Aparte de comentarios simpatiquísimos, encontré algunos que me hicieron pensar en el modo que los mexicanos percibimos nuestra actual realidad: “ Ebrard los estaría esperando para casarlos porque todos se agarraron cariño dentro de la mina y obvio para salí en la foto; Adal y Lucero estarían conduciendo el programa especial, y llorando mientras cantan el 3-3-3-3-3 de la cuenta para donar para ayudar al rescate; afuera habría vendedores ambulantes; la operación se llamaría 'Rescate Bicentenario'; no los habrían sacado todavía porque estaría en trámite el permiso para cavar en esa zona; no seria posible sacarlos en la capsula Fénix ya que somos el 1 lugar en obesidad a nivel mundial; si algún minero resultara lesionado o muerto el gobierno diría que tenía relación con el narco y lo mataron por ajuste de cuentas”.
Honestamente, además de reir por un buen rato, me quedé pensando en que, en resumidas cuentas, la visión general es que en México sería imposible llevar a buen fin la empresa de rescatar a las víctimas del derrumbe, por el simple motivo que tenemos un gobierno incapaz y porque seguramente la causa habría degenerado en una simple transacción comercial y en un pretexto para explotar al máximo el hecho, llenandolo de publicidad ñoña, tal y como ocurre con otros asuntos.
Además del correo en español, recibí otro en italiano con la misma temática, sólo que éste hablaba del caso en que los mineros fueran italianos.
“Transmisión directa 24 horas contínuas con la presencia de Guido Bertolaso; -el corrupto y desbocado jefe de la protección civil italiana-. A las primeras dificultades, búsqueda de un culpable, y el premier Berlusconi diciendo que es simplemente culpa de los comunistas; el papa orando por los mineros que están muy cerca del diablo. Después de un mes, los mineros habrían salido solos de la mina, excavando con las manos. Un año después, los 33 mineros habrían sido despedidos de su empleo, por haber dañado su lugar de trabajo”,
Creo que a estas alturas, después de leer las suposiciones de lo que habría podido ocurrir en Italia, me queda la idea de que los habitantes del país de la bota manifiestan con sus bromas la sensación de que su gobierno simplemente los ha abandonado. Y no sólo. La idea de que los mineros en Italia podrían salir solamente cavando con sus propias manos y que serían despedidos, no es otra cosa que el mensaje claro de la situación angustiosa de un país donde además de enfrentar la crisis mundial, los trabajadores sufren las condiciones terribles del trabajo precario y viven contínuamente con la angustia de perder su empleo.
Lo que me preocupa realmente es pensar que ni en México ni en Italia -y posiblemente tampoco en otros países- los ciudadanos se sienten capaces de igualar la proeza de lo que Chile hizo con los mineros de San José. No es halagador pensar que la solidaridad, el esfuerzo, el respeto por la vida humana o la lucha contra la adversidad sean considerados lejanos de la realidad inmediata.
Es preocupante. Porque a pesar del tono jocoso, mucho hay de cierto en lo que afirman los internautas respecto a la incapacidad de afrontar situaciones difíciles y salir airosos. Porque falta organización, porque falta voluntad.
Basta recordar a los mineros de Pasta de Conchos, en México, sepultados en una mina sin que a nadie pareciera preocuparle. Asimismo basta ver a los damnificados del terremoto del Aquila, en Italia, que después de un año y medio no tienen una casa decente donde vivir y en cambio deben pagar impuestos a un gobierno que no les ayuda.
Me pregunto cuál es la diferencia con el pueblo chileno. Me gustaría encontrar una respuesta, y sobre todo, preferiría pensar que el gobierno de cada nación es capaz de comportarse a la altura de las circunstancias. Sin embargo, lo único que me queda por decir -no sin una cierta envidia- es que los mineros chilenos tuvieron suerte, mucha suerte, de haber nacido en aquel país.
Vivir en Italia: ¿ es pasar a mejor vida?
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
12 octubre, 2010
Mientras comienzo a escribir este artículo estoy pensando en muchos de mis paisanos que cada vez que saben que desde hace siete años estoy en Italia se emocionan y piensan que en realidad “pasé a mejor vida” y que un país europeo ofrece oportunidades ilimitadas.
Es verdad, Italia es un país maravilloso, lleno de historia. No es en vano que ocupe el primer lugar a nivel mundial por el número de lugares considerados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se trata de 44 sitios culturales y naturales que van desde el centro histórico de Florencia, pasando por la costiera Amalfitana, la zona arqueológica de Pompeya y el centro histórico de Roma.
Italia es hermosa por lo que ofrece. Pero es difícil vivir en este país por la dificultad que representa estar en un lugar que en teoría pertenece al primer mundo, pero que en la práctica presenta problemas serios que no son precisamente los de una nación desarrollada.
Es una crítica dura, lo sé. Especialmente porque aquí vivo y aquí me pienso quedar. Porque además de todo tengo la fortuna de ser ciudadana italiana y me siento orgullosa de haber adquirido la ciudadanía mas por convicción que por real necesidad.
Pero lo mismo que señalo los defectos de mi país de origen, me siento con todo el derecho de expresarme y decir lo que veo cotidianamente en la realidad italiana.
Empiezo obviamente con la vergonzosa situación política y los escándalos constantes de nuestro presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, famoso a nivel mundial no por ser un gran estadista, sino por comportarse en modo bizarro y despacharse con la cuchara grande, haciendo leyes para favorecer sus intereses personales. Esto, sin contar con la actitud tibia y poco seria de la oposición, que parece hacer todo lo posible por no representar una alternativa importante para los ciudadanos.
Mientras, la gerontocracia predomina y el presidente de la República es un anciano de más de ochenta años, los parlamentarios tienen una edad promedio de “solamente” 54 años, el premier tiene 74 y por lo mismo, los cambios obviamente no se ven porque no se puede pretender que las personas de una cierta generación estén dispuestas realmente a dar una sacudida al sistema que sin embargo, francamente requiere urgentemente modificaciones de fondo y forma.
El pueblo italiano vive de pan y circo. Se regocija semanalmente con el calcio -en el que a veces interviene hasta el gobierno que se sumerge en discusiones bizantinas y controles absurdos de la tifoseria-, se distrae con los reality shows y los chismes del mundo del espectáculo que difunde principalmente Mediaset, la poderosa red de televisión privada que pertenece ni más ni menos que a Berlusconi y su familia.
La formación cultural de los ciudadanos del país de la bota es tan pobre, que Italia ocupa el primer lugar en Europa porque sus noticiarios, a diferencia de los del resto de las naciones del continente, se ocupan principalmente de difundir nota roja en forma no solamente morbosa, sino en cantidad exagerada.
De acuerdo con un estudio presentado a principios de este año, realizado por investigadores europeos “la criminalidad en Italia, respecto a las redes de televisión europea es una página amplia y constante... La presencia de noticias dedicadas al crimen en Italia aparece como una característica estructural”. En naciones como Francia, Alemania, Gran Bretaña y España no se dan a conocer hechos de nota roja por días enteros, mientras que en Italia no pasa un solo día sin noticias de este género, tanto en la televisión privada como en la pública.”
Quiero subrrayar este dato porque resulta interesante saber que el estudio arroja datos importantes como el hecho que “la cantidad de noticias concernientes a la criminalidad común señalan una especial atención a aquellos hechos delictivos que amenazan la seguridad personal”
En Italia no solamente hay una mayor atención a la nota roja respecto al resto de Eurpoa, sino que hay una construcción diferente de las noticias, que en los casos más escandalosos son representados casi como una serie de televisión, agrega el estudio.
Y para quien piense que ver noticias es un hecho poco difuso en el país, debo decir que mirar los noticiarios -locales, regionales y nacionales- es parte de un ritual cotidiano al que los italianos están acostumbrados practicamente desde el arribo de la televisión.
Debo también decir que es precisamente la televisión el medio que ha contribuido en forma decisiva a unificar al país, que hasta antes de contar con esta invención ni siquiera tenía un idioma común, dado que cada región, cada población hablaba su proprio dialecto y contaba con reglas, normas y estilos de vida propios, que poco a poco fueron uniformados por las propuestas de la RAI, el sistema de televisión estatal, que entre paréntesis, viene pagado por todos, dado que hay un impuesto especial que se paga anualmente y que en teoría permite la supervivencia de los canales del Estado.
La influencia de la televisión es seria e importante, motivo por el cual no se puede ignorar o minimizar el hecho que la nota roja ocupe tanto espacio, especialmente porque la sensación de inseguridad cercana que el noticiario da a los televidentes repercute en la forma en que reaccionan, sobre todo cuando generalmente los protagonistas de los casos más crueles y serios son extranjeros, inmigrantes principalmente del este de Europa, sudamericanos, chinos o africanos.
Para quien piensa que vivir en Italia implica estar rodeado de glamour y de cultura, quiero agregar otro dato por demás descepcionante. Para un país de primer mundo, seguramente no es halagador aparecer como número 74 en la lista que enumera las posibilidades que se da a las personas de acuerdo con su género.
La lista de las oportunidades por género del Foro económico mundial, reprueba las políticas de igualdad de oportunidades italianas. Mientras en los primeros lugares aparecen Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia, el país de la bota está entre los últimos de Europa y detrás de muchos países del tercer mundo.
El citado elenco evalúa los países de acuerdo con criterios de distribución de los recursos y las oportunidades que se dan a hombres y mujeres. En otras palabras: la igualdad entre los sexos en Italia no es sino un sueño guajiro. Y que conste que la ministra que se ocupa de estos asuntos es la ex vedette Mara Carfagna, una señora a la que el mismísimo premier Berlusconi no podía dar una oportunidad mejor que pasar de los calendarios nudistas a las oficinas del gobierno.
En resumen, lamento desilusionar a quien piensa que vivir en Italia es una maravilla, y sin embargo, con todos sus terribles defectos, debo decir que es un extraordinario país donde habitar.
12 octubre, 2010
Mientras comienzo a escribir este artículo estoy pensando en muchos de mis paisanos que cada vez que saben que desde hace siete años estoy en Italia se emocionan y piensan que en realidad “pasé a mejor vida” y que un país europeo ofrece oportunidades ilimitadas.
Es verdad, Italia es un país maravilloso, lleno de historia. No es en vano que ocupe el primer lugar a nivel mundial por el número de lugares considerados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se trata de 44 sitios culturales y naturales que van desde el centro histórico de Florencia, pasando por la costiera Amalfitana, la zona arqueológica de Pompeya y el centro histórico de Roma.
Italia es hermosa por lo que ofrece. Pero es difícil vivir en este país por la dificultad que representa estar en un lugar que en teoría pertenece al primer mundo, pero que en la práctica presenta problemas serios que no son precisamente los de una nación desarrollada.
Es una crítica dura, lo sé. Especialmente porque aquí vivo y aquí me pienso quedar. Porque además de todo tengo la fortuna de ser ciudadana italiana y me siento orgullosa de haber adquirido la ciudadanía mas por convicción que por real necesidad.
Pero lo mismo que señalo los defectos de mi país de origen, me siento con todo el derecho de expresarme y decir lo que veo cotidianamente en la realidad italiana.
Empiezo obviamente con la vergonzosa situación política y los escándalos constantes de nuestro presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, famoso a nivel mundial no por ser un gran estadista, sino por comportarse en modo bizarro y despacharse con la cuchara grande, haciendo leyes para favorecer sus intereses personales. Esto, sin contar con la actitud tibia y poco seria de la oposición, que parece hacer todo lo posible por no representar una alternativa importante para los ciudadanos.
Mientras, la gerontocracia predomina y el presidente de la República es un anciano de más de ochenta años, los parlamentarios tienen una edad promedio de “solamente” 54 años, el premier tiene 74 y por lo mismo, los cambios obviamente no se ven porque no se puede pretender que las personas de una cierta generación estén dispuestas realmente a dar una sacudida al sistema que sin embargo, francamente requiere urgentemente modificaciones de fondo y forma.
El pueblo italiano vive de pan y circo. Se regocija semanalmente con el calcio -en el que a veces interviene hasta el gobierno que se sumerge en discusiones bizantinas y controles absurdos de la tifoseria-, se distrae con los reality shows y los chismes del mundo del espectáculo que difunde principalmente Mediaset, la poderosa red de televisión privada que pertenece ni más ni menos que a Berlusconi y su familia.
La formación cultural de los ciudadanos del país de la bota es tan pobre, que Italia ocupa el primer lugar en Europa porque sus noticiarios, a diferencia de los del resto de las naciones del continente, se ocupan principalmente de difundir nota roja en forma no solamente morbosa, sino en cantidad exagerada.
De acuerdo con un estudio presentado a principios de este año, realizado por investigadores europeos “la criminalidad en Italia, respecto a las redes de televisión europea es una página amplia y constante... La presencia de noticias dedicadas al crimen en Italia aparece como una característica estructural”. En naciones como Francia, Alemania, Gran Bretaña y España no se dan a conocer hechos de nota roja por días enteros, mientras que en Italia no pasa un solo día sin noticias de este género, tanto en la televisión privada como en la pública.”
Quiero subrrayar este dato porque resulta interesante saber que el estudio arroja datos importantes como el hecho que “la cantidad de noticias concernientes a la criminalidad común señalan una especial atención a aquellos hechos delictivos que amenazan la seguridad personal”
En Italia no solamente hay una mayor atención a la nota roja respecto al resto de Eurpoa, sino que hay una construcción diferente de las noticias, que en los casos más escandalosos son representados casi como una serie de televisión, agrega el estudio.
Y para quien piense que ver noticias es un hecho poco difuso en el país, debo decir que mirar los noticiarios -locales, regionales y nacionales- es parte de un ritual cotidiano al que los italianos están acostumbrados practicamente desde el arribo de la televisión.
Debo también decir que es precisamente la televisión el medio que ha contribuido en forma decisiva a unificar al país, que hasta antes de contar con esta invención ni siquiera tenía un idioma común, dado que cada región, cada población hablaba su proprio dialecto y contaba con reglas, normas y estilos de vida propios, que poco a poco fueron uniformados por las propuestas de la RAI, el sistema de televisión estatal, que entre paréntesis, viene pagado por todos, dado que hay un impuesto especial que se paga anualmente y que en teoría permite la supervivencia de los canales del Estado.
La influencia de la televisión es seria e importante, motivo por el cual no se puede ignorar o minimizar el hecho que la nota roja ocupe tanto espacio, especialmente porque la sensación de inseguridad cercana que el noticiario da a los televidentes repercute en la forma en que reaccionan, sobre todo cuando generalmente los protagonistas de los casos más crueles y serios son extranjeros, inmigrantes principalmente del este de Europa, sudamericanos, chinos o africanos.
Para quien piensa que vivir en Italia implica estar rodeado de glamour y de cultura, quiero agregar otro dato por demás descepcionante. Para un país de primer mundo, seguramente no es halagador aparecer como número 74 en la lista que enumera las posibilidades que se da a las personas de acuerdo con su género.
La lista de las oportunidades por género del Foro económico mundial, reprueba las políticas de igualdad de oportunidades italianas. Mientras en los primeros lugares aparecen Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia, el país de la bota está entre los últimos de Europa y detrás de muchos países del tercer mundo.
El citado elenco evalúa los países de acuerdo con criterios de distribución de los recursos y las oportunidades que se dan a hombres y mujeres. En otras palabras: la igualdad entre los sexos en Italia no es sino un sueño guajiro. Y que conste que la ministra que se ocupa de estos asuntos es la ex vedette Mara Carfagna, una señora a la que el mismísimo premier Berlusconi no podía dar una oportunidad mejor que pasar de los calendarios nudistas a las oficinas del gobierno.
En resumen, lamento desilusionar a quien piensa que vivir en Italia es una maravilla, y sin embargo, con todos sus terribles defectos, debo decir que es un extraordinario país donde habitar.
viernes, 1 de octubre de 2010
La pena de muerte no es igual en todas partes...
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
29 septiembre, 2010
Hay momentos en que me resulta tremendamente difícil comenzar a tratar el tema que quiero compartir con quienes tienen la paciencia de seguir este espacio.
Esta vez, encuentro complicado tratar el asunto porque tiene que ver con la difícil, tremenda, impresionante condición de una mujer llamada Sakineh Mohammadi Ashtiani, una iraní que se encuentra encarcelada en su país, sentenciada a muerte después de haber sido sometida a proceso por adulterio y por su presunta participación en el homicidio de su marido.
Al principio, la condena para Sakineh fue la muerte por lapidación, práctica particularmente terrible porque representa una muerte lenta e implica un mayor sufrimiento.
Hay que recordar que en países de África, Asia y medio oriente la lapidación sigue siendo una práctica habitual, especialmente en el caso de personas que mantienen relaciones sexuales ilegales. Y es simplemente escalofriante. De acuerdo con la enciclopedia on line Wikipedia, la
lapidación “suele llevarse a cabo estando el reo tapado por completo con una tela (para no ver los efectos), enterrado hasta el cuello o atado de algún modo mientras una multitud de gente le tira piedras.”
El caso de Sakineh ha tenido una fuerte repercusión en Europa, donde muchas organizaciones defensoras de los derechos humanos alzaron la voz para protestar por la bárbara decisión del tribunal iraní.
La presión ejercida por la opinión pública europea, que se desató en severas críticas hacia el régimen iraní, llevó a una revisión del caso y precisamente hoy, 28 de septiembre, fue anunciado que Sakineh no será lapidada, sino que morirá ahorcada porque, de acuerdo con el tribunal que se ocupa del asunto, la mujer “ha sido acusada de asesinato y la pena por este delito tiene preeminencia sobre el otro de adulterio”.
Seguramente comenzarán de nuevo las movilizaciones. Baste decir que por ejemplo en Italia, al conocerse la situación hace algunos meses -gracias al llamado del hijo de Sakineh- fue exhibido un espectacular con la fotografía de ella en la sede del poder Ejecutivo, mientras que en Francia, la primera dama Carla Bruni manifestó su repudio a la condena, ganándose con ello los comentarios poco agradables de una publicación iraní, que señalaba que una “prostituta” como la Bruni no tenía la calidad moral para protestar contra la decisión de la justicia de aquel país.
Hasta aquí, seguramente quien conoce el caso da la razón a quienes piensan que se trata ni más ni menos que de una muestra más del grado de salvajismo en el que viven los países islámicos. Queda claro también que esta situación no ayuda mínimamente a mejorar la imagen que el mundo tiene del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Sin embargo, quiero mencionar que me parece absurdo que mientras el mundo se mueve para defender a Sakineh, mientras los medios de comunicación continúan con la condena hacia el régimen islámico, casi ninguno fuera de los Estados Unidos se ocupó de un caso análogo.
Me refiero a la reciente ejecución de Teresa Lewis, ocurrida en el estado norteamericano de Virginia.
Lewis fue condenada por orquestar hace ocho años el asesinato de su marido e hijastro con el fin de cobrar un seguro de vida. La noche del 30 de octubre del 2002, dos individuos armados irrumpieron en una casa-trailer ocupada por una familia de tres en el condado de Pittsylvania, al sur de Virginia. Los asaltantes ordenaron a Teresa salir del dormitorio donde inmediatamente después su marido Julián era ejecutado, al igual que el hijastro de Teresa. Unos 45 minutos después, ella llamó a la Policía. Sin embargo, el marido agonizante dijo: "Mi mujer sabe quién me ha hecho esto".
Luego fue descubierto que Teresa pagó con sexo y dinero a los dos jóvenes asesinos de su familia. Esto valió para que fuera condenada a la pena capital. No obstante las protestas y las peticiones de clemencia, fue ejecutada hace algunos días.
Lo que sorprende, lo que indigna, lo que molesta, es pensar que nadie ha dicho nada acerca de que en el país que se autoproclama paladín de la democracia, salvador del mundo y ejemplo de civismo, sea todavía válida la pena de muerte.
Nadie lo dice porque a pesar de que las circunstancias son prácticamente las mismas, no es igual hablar de los salvajes iraníes que de los civilizados estadounidenses.
Irán es, junto con Estados Unidos, China y Arabia Saudí, uno de los países que más penas capitales aplica en el mundo. Pero los iraníes, los chinos y los árabes, son “salvajes”. Los americanos son simplemente “justos”. Al menos eso nos quieren hacer creer los medios de comunicación.
Nadie se atreve a criticar a los americanos porque simplemente el occidente sigue empeñado en ver la paja en el ojo ajeno y en señalar los terribles defectos de los otros. Los medios contribuyen a esta idea distorsionada de la realidad. Crean clichés, sostienen ideas que sirven para adoctrinar y fomentar el repudio hacia los países islámicos y nadie tiene el valor de decir que los “civilizados” no son mejores.
Porque se diga lo que se diga, es evidente que el fundamentalismo existe también en la otra parte del mundo. El moralismo excesivo de los cristianos de norteamérica es comparable con el fanatismo religioso de los musulmanes. La situación de las mujeres que deben cubrirse con el burqa no es mejor que la de las féminas occidentales víctimas de la violencia intrafamiliar.
A fin de cuentas, son dos caras de la misma moneda: la intolerancia. Sólo que nadie se atreve a decirlo. No hay quien tenga el valor de emprender una campaña contra el intervencionismo norteamericano, no hay quien critique los defectos de un país que se esfuerza por disfrazar de buenas intenciones su ansia de dominio.
Por eso me indigna la situación. Defiendo a Sakineh pero habría defendido también a Teresa Lewis porque no me parece que valga menos la vida de una o de otra y porque la pena de muerte es la misma salvajada en Irán y en los Estados Unidos.
Y por eso, finalmente, condeno de nuevo a los medios de comunicación que ejercen una terrible manipulación a favor de un sistema que ya está podrido. No abundo más. Solamente digo: eué pena. Qué vergüenza. Qué desfachatez.
29 septiembre, 2010
Hay momentos en que me resulta tremendamente difícil comenzar a tratar el tema que quiero compartir con quienes tienen la paciencia de seguir este espacio.
Esta vez, encuentro complicado tratar el asunto porque tiene que ver con la difícil, tremenda, impresionante condición de una mujer llamada Sakineh Mohammadi Ashtiani, una iraní que se encuentra encarcelada en su país, sentenciada a muerte después de haber sido sometida a proceso por adulterio y por su presunta participación en el homicidio de su marido.
Al principio, la condena para Sakineh fue la muerte por lapidación, práctica particularmente terrible porque representa una muerte lenta e implica un mayor sufrimiento.
Hay que recordar que en países de África, Asia y medio oriente la lapidación sigue siendo una práctica habitual, especialmente en el caso de personas que mantienen relaciones sexuales ilegales. Y es simplemente escalofriante. De acuerdo con la enciclopedia on line Wikipedia, la
lapidación “suele llevarse a cabo estando el reo tapado por completo con una tela (para no ver los efectos), enterrado hasta el cuello o atado de algún modo mientras una multitud de gente le tira piedras.”
El caso de Sakineh ha tenido una fuerte repercusión en Europa, donde muchas organizaciones defensoras de los derechos humanos alzaron la voz para protestar por la bárbara decisión del tribunal iraní.
La presión ejercida por la opinión pública europea, que se desató en severas críticas hacia el régimen iraní, llevó a una revisión del caso y precisamente hoy, 28 de septiembre, fue anunciado que Sakineh no será lapidada, sino que morirá ahorcada porque, de acuerdo con el tribunal que se ocupa del asunto, la mujer “ha sido acusada de asesinato y la pena por este delito tiene preeminencia sobre el otro de adulterio”.
Seguramente comenzarán de nuevo las movilizaciones. Baste decir que por ejemplo en Italia, al conocerse la situación hace algunos meses -gracias al llamado del hijo de Sakineh- fue exhibido un espectacular con la fotografía de ella en la sede del poder Ejecutivo, mientras que en Francia, la primera dama Carla Bruni manifestó su repudio a la condena, ganándose con ello los comentarios poco agradables de una publicación iraní, que señalaba que una “prostituta” como la Bruni no tenía la calidad moral para protestar contra la decisión de la justicia de aquel país.
Hasta aquí, seguramente quien conoce el caso da la razón a quienes piensan que se trata ni más ni menos que de una muestra más del grado de salvajismo en el que viven los países islámicos. Queda claro también que esta situación no ayuda mínimamente a mejorar la imagen que el mundo tiene del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Sin embargo, quiero mencionar que me parece absurdo que mientras el mundo se mueve para defender a Sakineh, mientras los medios de comunicación continúan con la condena hacia el régimen islámico, casi ninguno fuera de los Estados Unidos se ocupó de un caso análogo.
Me refiero a la reciente ejecución de Teresa Lewis, ocurrida en el estado norteamericano de Virginia.
Lewis fue condenada por orquestar hace ocho años el asesinato de su marido e hijastro con el fin de cobrar un seguro de vida. La noche del 30 de octubre del 2002, dos individuos armados irrumpieron en una casa-trailer ocupada por una familia de tres en el condado de Pittsylvania, al sur de Virginia. Los asaltantes ordenaron a Teresa salir del dormitorio donde inmediatamente después su marido Julián era ejecutado, al igual que el hijastro de Teresa. Unos 45 minutos después, ella llamó a la Policía. Sin embargo, el marido agonizante dijo: "Mi mujer sabe quién me ha hecho esto".
Luego fue descubierto que Teresa pagó con sexo y dinero a los dos jóvenes asesinos de su familia. Esto valió para que fuera condenada a la pena capital. No obstante las protestas y las peticiones de clemencia, fue ejecutada hace algunos días.
Lo que sorprende, lo que indigna, lo que molesta, es pensar que nadie ha dicho nada acerca de que en el país que se autoproclama paladín de la democracia, salvador del mundo y ejemplo de civismo, sea todavía válida la pena de muerte.
Nadie lo dice porque a pesar de que las circunstancias son prácticamente las mismas, no es igual hablar de los salvajes iraníes que de los civilizados estadounidenses.
Irán es, junto con Estados Unidos, China y Arabia Saudí, uno de los países que más penas capitales aplica en el mundo. Pero los iraníes, los chinos y los árabes, son “salvajes”. Los americanos son simplemente “justos”. Al menos eso nos quieren hacer creer los medios de comunicación.
Nadie se atreve a criticar a los americanos porque simplemente el occidente sigue empeñado en ver la paja en el ojo ajeno y en señalar los terribles defectos de los otros. Los medios contribuyen a esta idea distorsionada de la realidad. Crean clichés, sostienen ideas que sirven para adoctrinar y fomentar el repudio hacia los países islámicos y nadie tiene el valor de decir que los “civilizados” no son mejores.
Porque se diga lo que se diga, es evidente que el fundamentalismo existe también en la otra parte del mundo. El moralismo excesivo de los cristianos de norteamérica es comparable con el fanatismo religioso de los musulmanes. La situación de las mujeres que deben cubrirse con el burqa no es mejor que la de las féminas occidentales víctimas de la violencia intrafamiliar.
A fin de cuentas, son dos caras de la misma moneda: la intolerancia. Sólo que nadie se atreve a decirlo. No hay quien tenga el valor de emprender una campaña contra el intervencionismo norteamericano, no hay quien critique los defectos de un país que se esfuerza por disfrazar de buenas intenciones su ansia de dominio.
Por eso me indigna la situación. Defiendo a Sakineh pero habría defendido también a Teresa Lewis porque no me parece que valga menos la vida de una o de otra y porque la pena de muerte es la misma salvajada en Irán y en los Estados Unidos.
Y por eso, finalmente, condeno de nuevo a los medios de comunicación que ejercen una terrible manipulación a favor de un sistema que ya está podrido. No abundo más. Solamente digo: eué pena. Qué vergüenza. Qué desfachatez.
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