viernes, 20 de marzo de 2009

Un Deja vu

>Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
16 de marzo, 2009


Al comenzar a escribir este artículo me invade una sensación casi surreal. He pasado algunos minutos revisando la información relativa al proceso electoral que se vive en el estado de México y francamente me siento como si estuviera soñando o algo parecido. Tengo la impresión de estar enmedio de un deja vu.
El citado término francés se refiere a la sensación de haber vivido precedentemente una situación que se está verificando. Y es precisamente lo que pasa por mi mente cuando como resultado de mi necedad, de mi masoquismo y de mi inevitable deformación profesional comienzo a leer los diarios mexicanos on line: esto es un deja vu.
Tengo la impresión de que ya he visto, leído y escuchado todas las aventuras y desventuras de las elecciones internas de los candidatos a alcaldes,
No alcanzo a comprender si en la afanosa búsqueda de una candidatura a los cargos de representación popular, los aspirantes se han percatado de que siguen haciendo los shows de siempre y con ello siguen causando problemas serios no solamente a sus partidos sino -lo que es más grave- a los ciudadanos,
Porque en realidad es poco tranquilizante y sobre todo es una seria desilusión para los electores potenciales ver un interminable desfile de protestas, berrinches, descalificaciones, enfrentamientos, abandonos masivos e individuales de partido y demás acciones que son poco dignas de políticos inteligentes, si es que en estos tiempos los conceptos “política” e “inteligencia” pueden de alguna manera asociarse.
La verdad es que resultan dignas de admiración la insistencia y a la persistencia de los mismos personajes que deciden que el hueso no se suelta y que es necesario cambiar cargo para no perder los privilegios que da vivir del erario público, aunque para ello tengan que alinearse, ceder a compromisos y acatar decisiones o por el contrario, se vean en la necesidad de armar escándalos y movilizar a sus simpatizantes como protesta por no haberse convertido en los elegidos de los altos mandos de sus respectivos partidos.
Digamos las cosas como son: las elecciones internas de candidatos, trátese del partido que se trate, son francamente dignas de un largo, sentido y sincero abucheo, porque a decir verdad no son más que una falsa demostración de pseudodemocracia.
Estas benditas elecciones de representantes para las elecciones, son sin duda una forma más para justificar el ejercicio de las prerrogativas. Recordemos que de los poco más de 691 millones de pesos que el IEEM ha aprobado para las elecciones del cinco de julio, se están destinando 22 millones 173 mil 324 pesos a la organización de procesos internos, cantidad nada despreciable, especialmente en tiempos de crisis.
Y ya veremos que con todo y el afán por mostrar que las cosas cambian, los candidatos serán los que ya estaban anunciados aún antes del borlote de las elecciones internas. No habrá sorpresas, no habrá novedades y sobre todo, habrá continuidad, término que traducido al lenguaje de los ciudadanos comunes y corrientes, no es otra cosa que dar más de lo mismo para quedar como antes, o tal vez peor.
Una vez terminado el espectáculo, cuando los partidos pondrán en marcha la famosa, patética y lamentable operación cicatriz, comenzarán otra vez las campañas, las giras, los mítines y todas las prácticas inútiles y dispendiosas que caracterizan nuestro sistema electoral.
Los rituales no cambiarán. Veremos acarreados y escucharemos promesas para los electores y ofensas para los rivales.
De nuevo nos daremos cuenta del uso y el abuso que harán los candidatos de la buena voluntad de la gente más humilde que no sabe cuánto vale su voto y lo entrega sin problemas a cambio de nada. En resumen: viviremos un constante deja vu.
Nada cambia y eso es grave. Grave porque somos todos protagonistas y es por culpa nuestra que la situación queda igual y el poder se lo reparten unos cuantos, mientras nosotros somos al mismo tiempo cómplices y víctimas.
Y en realidad estoy hablando de una situación general, de un mal común en países donde el concepto de administración pública viene asociado al beneficio de los individuos y grupos de poder.
La exageración que rodea a las elecciones de cualquier nivel en México tiene que ver con una fuerte necesidad de legitimar procesos electorales que de todas formas no pueden ser creíbles mientras el abstencionismo predomine y exista la sospecha que los pocos electores no acuden a las urnas verdaderamente convencidos.
Guardadas las lógicas y normales distancias, puedo decir que en Europa también está por vivirse un proceso electoral. Las 27 naciones que integran la Unión Europea deberán renovar el Parlamento europeo, eligiendo los 751 diputados que lo integrarán.
En Italia, por ejemplo, las elecciones se efectuarán los días 6 y 7 de junio y serán simultáneas a la votación administrativa, es decir, a la selección de los nuevos alcaldes y presidentes de provincia, esto con la finalidad de reducir al máximo los costos que representa organizar los comicios.
Es obvio que ni el país de la bota ni el resto de las naciones europeas viven una democracia perfecta. Evidentemente hay inumerables carencias y sin duda los ciudadanos en ocasiones demuestran gran indiferencia no solamente hacia los eurodiputados, sino hacia cualquier tipo de gobernante.
Pero al menos por estos rumbos se cuidan los bolsillos, se evitan los excesos y difícilmente se protagonizan espectáculos penosos.
El problema en realidad es cuando la democracia se limita y su concepto se reduce a la emisión del voto y al ascenso al poder, pero no continúa en la interacción permanente entre gobernantes y gobernados.
Lo peor es que cuando veo los nulos resultados de la falsa democracia y me doy cuenta de que terminadas las gestiones gubernamentales no se cumplieron las promesas hechas años atrás por los que ahora dejan los municipios y las curules, entonces me parece que yo misma, junto a una gran parte de mis paisanos, estoy de nuevo enmedio de un tristísimo deja vu.

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