miércoles, 18 de enero de 2012

Ser mujer

Publicado en el Semanario Punto
Toluca, México
18 de enero, 2012

Deseo iniciar este 2012 con un saludo y mis mejores deseos para todos los amigos del semanario Punto. Espero que sea un año de cambios importantes y positivos para todo el mundo, especialmente para México e Italia, los dos países que amo profundamente y que en modo muy diferente están frente a situaciones difíciles y problemas serios que por el bien de todos es mejor que solucionen.
Para comenzar este nuevo ciclo de colaboraciones, he decidido hablar de las mujeres. Y parto de una de esas e mails que se envían casi inocentemente. Una amiga queridísima me mandó un texto que me dejó con la boca abierta. Se trata de un “Monólogo de la mujer moderna” que habría sido leído al aire por la ¿periodista? Adela Micha. Al menos así se presenta.
“Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas, que tuvo la grandiosa idea de reivindicar los derechos de la mujer.” Es la primera frase que simple y sencillamente me parece impactante. En el monólogo una mujer trabajadora se lamenta porque considera que a partir de la “liberación femenina” la situación del sexo débil ha simplemente empeorado.
“Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas: ellas se pasaban todo el día bordando, intercambiando recetas con sus amigas, decorando la casa, podando árboles, plantando flores, recogiendo legumbres de las huertas y educando a sus hijos.”
Esta expresión de nostalgia por una vida que las mujeres de menos de cincuenta años simplemente no conocemos, me parece completamente fuera de lugar.
No creo que mis coetáneas hayan conocido realmente de cerca la vida de una mujer que se haya siempre ocupado de la casa. Las mujeres de todo el mundo trabajan desde hace muchas décadas. Por fortuna. A pesar de la queja contínua respecto al hecho de que tienen responsabilidad por partida doble, no creo que una mujer moderna tenga la mínima idea de lo que es estar encerrada en una casa sin nada más que hacer que limpiar por todos lados y esperar el momento de complacer marido e hijos, con la única posible satisfacción de recibir las gracias y cualquier elogio.
No puedo imaginar que sea auténtica la “envidia” por la condición de esas mujeres sea racional y/o auténtica. Porque detrás de esa maravilla que era ocuparse del hogar, había sin duda un gran sentido de frustración y un velado (casi prohibido) deseo de utilizar un poco más el cerebro y un poco menos las manos.
Creo como siempre que los extremos son malos. No concibo tampoco una mujer cuya prioridad sea exclusivamente el trabajo. No me parece lógica la idea de consagrarse en cuerpo y alma a la actividad laboral, aún a costa de sacrificar horas preciosas con la familia. Pero este razonamiento no es una cuestión de género, porque a decir verdad es también muy criticable encontrar hombres que viven para trabajar y no trabajan para vivir.
“¿Porqué, díganme porqué o para que la liberación femenina... que sólo necesitaba ser frágil y dejarse guiar por la vida, comenzó a competir con los machos?...” La redacción es pésima, pero el concepto es claro. Lo que no me queda tan claro es dónde está esa “competencia” que no solamente es insana, sino también ilógica.
Claro que llevar el feminismo al extremo y considerar al hombre como un enemigo es un síntoma de desequilibrio y de inmadurez.
Quisiera saber si en verdad existe la competencia despiadada en el trabajo entre hombres y mujeres. No lo creo. En mi humilde experiencia nunca la vi, muy probablemente porque no se me dio la gana verla, ya que moverse en el mundo laboral con cierta predisposición me ha parecido siempre equivocado.
...“Nos volvimos ‘‘súper mujeres’’ pero seguimos ganando menos que ellos y de todos modos nos dan órdenes”, dice el texto, que agrega: “Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, que me dé serenatas en la ventana...”.
Me pregunto si realmente el hecho de trabajar y producir excluye la posibilidad de mantener la condición de fémina. Lo dudo.
Es lógico pensar que no todos los hombres están dispuestos a dar una posición importante a las mujeres o a considerarlas al parejo en cuanto a capacidad. Un ejemplo de ello es el modo en que Enrique Peña Nieto le habría negado a la senadora por Chiapas, María Elena Orantes López la posibilidad de ser candidata a la gubernatura de su estado.
“Tú no puedes ser la candidata a gobernadora porque eres mujer. Eso te vuelve vulnerable”, habría dicho el exgobernador mexiquense a la legisladora, que entonces decidió renunciar al tricolor. Paradójicamente el PAN, que debería comportarse en una manera mucho más conservadora, dada su naturaleza misma -de derecha y mojigata- podría dar la sorpresa de postular para la presidencia a una mujer, Josefina Vázquez Mota.
Independientemente del contexto político, lo que deseo subrayar es que a decir verdad no pienso que ninguna de estas señoras que están desde siempre metidas en la política tenga la necesidad de “sentirse mujer” o que esté inconforme con la posibilidad de destacar, o que se sienta desgraciada porque tiene que competir con los hombres.
Si acaso alguna se sentirá desilusionada porque quedan todavía algunos especímenes que consideran más importante la “buena presentación” que el “cerebro funcionante”, o lo que es lo mismo, privilegian a las lindas actrices de telenovela que pueden ser un buen objeto decorativo, en lugar de dar una posibilidad a otras mujeres menos bellas per a lo mejor un poco más capaces.
Volviendo al discurso inicial, debo decir que no comparto para nada las ideas plasmadas en ese texto y que si de verdad Adela Micha se tomó la libertad de leerlo en su programa, confirmo que el título de periodista refiriéndose a ella debe quedar muy pero muy entrecomillado.
Y quiero agregar que no considero seriamente el hecho de que las mujeres de hoy estén obligadas a “pagar el precio por en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del  currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades”.
Eso no es cierto. O al menos en condiciones normales no tendría que ser cierto, por la sencilla razón de que la cuestión estética y la formación intelectual son asuntos que la mujer debe considerar simple y sencillamente como decisiones personales que aumenten su autoestima, y no como obligaciones por cumplir para agradar a los demás.
Esa creo que debería ser la diferencia entre estar “harta de la liberación femenina” y ser una mujer consciente de las propias capacidades y de las muchas maneras que hay para explotarlas sin sentirse en contínua competencia y en una situación de desventaja.  

1 comentario:

  1. Cuando leí ese texto me reí un poco y después lo borré bajo el argumento de "palabras necias, oidos sordos".

    No creo que existan muchas personas que siendo inteligentes piensen de la forma en que se plasma en el texto... Tampoco creo que estas personas pierdan el tiempo viendo a Adela Micha.

    Sin embargo existe un fenomeno que da origen al texto y que es muy preocupante: la sociedad en general exige a las mujeres que se encasillen en una actividad.

    Todavia recuerdo cuando Lorena Ochoa anunció su retiro del golf competitivo para atender a su familia y alguna mujer, de la calaña de Adela Micha, la criticó por dejar la competencia para hacer "sopitas".

    Ese fenomeno, donde se exige a las mujeres que sean o hagan algo lo toca el texto y lo viven muchas mujeres. Tanto mucjeres que deciden dejar la vida profesional para hacer trabajo casero como viceversa.

    El fenómeno existe y es preocupante. El texto solo sirve para recavar direcciones de correo que algún hacker venderá a bajo costo.

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