miércoles, 13 de abril de 2011

E lustroso oficio del periodista

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
13 de abril, 2011

Esta semana he decidido tratar un asunto que aparentemente afecta solamente a un gremio, a un reducido número de profesionistas, pero que en realidad tiene que ver también con la sociedad en general y la calidad de la información que recibe.
Conversando con algunas personas que se dedican al periodismo, -amigos y colegas- me he quedado sorprendida porque he descubierto que la situación laboral del gremio no ha cambiado e incluso ha empeorado. Los salarios que perciben los profesionales de los medios de comunicación son simplemente vergonzosos.
Hay quien me dice que algunos periódicos, entre semanarios y diarios de los llamados locales contratan a sus periodistas pagandoles hasta dos mil quinientos pesos al mes. Por otro lado, he sabido que algunos medios electrónicos se dan el lujo de retribuir con sólo ocho mil pesos mensuales a sus trabajadores. No tengo palabras.
Evidentemente se trata de un caso claro de explotación. Esto explica la causa por la que muchos reporteros se ven obligados a “dobletear” y hasta “tripletear”. Difícilmente se encuentran personas que trabajen para un solo medio de comunicación, lo que evidentemente se ve reflejado en la calidad de su desempeño y por ello las publicaciones y los medios electrónicos simple y sencillamente carecen de información válida, útil para formar lo que se llama opinión pública.
Resulta obvio que este es uno de los motivos por los que los receptores difícilmente encontramos información exclusiva y bien trabajada. Cero periodismo de investigación, poca profundidad.
Si revisamos los diarios y escuchamos los noticiarios de radio y televisión, nos podemos dar cuenta de que las noticias simplemente se repiten, todos hablan de lo mismo en diferente tono, obedeciendo a las propias líneas editoriales, pero no hay siquiera una novedad que valga la pena.
Que quede claro: no quiero con esto decir que los periodistas son todos unos auténticos mártires, víctimas de la explotación de los empresarios de la información. Pero sí deseo hacer patente que una de las principales causas por los que no hay propuestas serias, especialmente en los medios locales, es la poca motivación económica hacia los reporteros.
Porque parece que a los empresarios de la comunicación se les olvida de repente que el periodismo es un trabajo y que quienes laboran en este ramo son personas con deseos, aspiraciones y necesidades como cualquier otra. Son trabajadores como todos, que tienen familias por mantener y simple y sencillamente deben ser retribuidos dignamente.
Quiero referirme a una experiencia personal. Hace algunos años, precisamente en 1998, en la ciudad de Toluca hubo un proyecto interesantísimo llamado Liberación, generación del cambio. Quienes tuvimos la fortuna de participar en él, nos dimos cuenta de la diferencia enorme que hay entre trabajar a destajo y sin motivación y hacerlo con entusiasmo por el gusto de dar calidad a los lectores, aprendiendo contínuamente y tratando de dar el máximo esfuerzo.
Evidentemente el proyecto no funcionó. Fueron miles las circunstancias que lo llevaron al fracaso, Pero seguramente una de las principales cualidades de aquel diario fue que quienes ahí trabajamos recibimos -mientras se pudo- un salario digno y prestaciones sociales. Todavía me está resonando en la cabeza el comentario hecho por el director de un diario local a un reportero gráfico salido de aquel proyecto: “Liberación les hizo daño a ustedes, porque con lo que pagaban a uno solo, yo puedo contratar a cuatro fotógrafos... en mi periódico lo primero que cuenta es el negocio, el periodismo pasa a segundo y hasta a tercer plano”.
Anécdota que describe tal cual la situación por la cual por desgráia todavía atraviesan mis colegas. Parece que son trabajadores de segunda categoría y que están obligados a laborar como obreros, por pieza, casi a destajo.
Todavía recuerdo mis inicios como reportera, cuando tuve la desvergüenza de presentar tres notas al director del diario para el que colaboraba. ¡Toda una osadía! Era un domingo por la tarde y recuerdo claramente que mi entoces jefe decidió que yo estaba obligada a presentar una nota más a cualquier costo. Me mandó a la calle a buscar la nota.
Recuerdo que escribí acerca de los comerciantes de la Alameda de Toluca. Todo era improvisado, incompleto, mal fundamentado. ¡Ah, pero eso sí, mi cuota la había cumplido! Y aunque resulte difícil creerlo, esa nota se publicó. Hay veces que lo importante para los diarios es llenar espacio, no cuenta realmente lo que se diga. Total, a nadie le interesa leer el periódico, que creo que aparte de servir como medio de comunicación entre políticos tiene más bien la función de madurar los aguacates, recoger la basura, limpiar los vidrios, pegarle al perro, recortar letras y fotos para las tareas de los niños, elaborar títeres y piñatas, hacer barcos de papel mil tareas más, según un divertido -y realista- correo electrónico que recibí hace algunos días.
De la radio y la tele, mejor ni hablamos. Tienen más atención los programas dedicados a la crónica rosa que los noticiarios.
De ahí que lo que les paguen a los pobres reporteros no importa. Su trabajo sigue siempre malbaratado y continúan así, cumpliendo su deber como pueden, sin la pasión ni el entusiasmo que requiere el oficio que una vez fue el más hermoso del mundo.
Se trata de un problema serio, que sin embargo no encuentra una solución inmediata porque tampoco es sencillo encontrar en el gremio la cohesión necesaria, la solidaridad y la capacidad de organización suficientes para exigir a los empresarios un trato digno. Pensar en un sindicato es sencillamente imposible. No hay líderes y tampoco hay interés.
Insisto en que tampoco estoy buscando canonizar a los reporteros, porque hay entre ellos también quienes con el pretexto de que ganan poco se venden al mejor postor, aceptan todo tipo de regalos y favorecen a quienes los tratan bien, olvidando todo principio de objetividad.
Pero por alguna parte debería comenzar una especie de dignificación de la actividad periodística. Una organización real que permita dignificar un trabajo pesado que requiere energía física y mental, una preparación intelectual importante, agilidad de pensamiento y de acción, en ocasiones espíritu de sacrificio y mucha, pero en verdad mucha vocación.

3 comentarios:

  1. ¿Y que tiene de malo recivir ocho mil al mes? Yo cobré eso durante 5 años y publicaba en revistas arbitradas de ciencia e ingenieria, ponencias en congresos y aparte estaban los proyectos, que eran lo que realmente importaba, por lo que me pagaban.

    Creo que el problema que describes no es solo de periodistas.

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  2. Posiblemente el problema no es solamente de los periodistas, pero me parece que todos tenemos derecho a aspirar a un mejor salario. Y no porque se trata de un problema común a muchas categorías profesionales es justo decir que non tiene nada de malo. No sé cuándo cobrabas ocho mil pesos mensuales, pero francamente si eso ocurría hace menos de diez años, entonces te felicito porque eres un grande en economía doméstica y tienes espíritu de sacrificio. A mí me interesa lo que ocurre a los periodistas mexiquenses porque tengo todavía amigos allá. Está claro que para mí el hecho de que un profesionista gane una miseria efectivamente tiene mucho de malo.

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  3. Mis $8000 mensuales se incrementaron a mediados del año pasado.

    Estoy de acuerdo en que no se trata de aplicar eso de "mal de muchos, consuelo de tontos", pero si trato de aceptar que un salario de $8000 en este pais es superior al de la media nacional por varios miles de pesos. No es un salario digno, no es un salario justo y no es correcto que sea lo único que se reciva, faltan las prestaciones. Pero si es un ingreso superior al de la media nacional.

    Me es curioso que pienses que tengo espiritu de sacrificio, segun varios de mis colegas soy de los mas revoltosos y menos sacrificados a la hora de pelear mis derechos. Si yo fuera periodista en México lo primero que exigiría sería un seguro de vida y otro de gastos medicos mayores y demando al empresario que me lo niegue aunque tenga que trabajar para pagarle al abogado.

    En conclusión, es cierto que $8000 es un salario para morirse de hambre pero tambien es cierto que es un salario que mucha gente desearia en este pais, al menos para tener menos hambre.

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