viernes, 27 de marzo de 2009

Iglesia, sida, preservativos....

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
24 de marzo, 2009
Esta semana he podido comprobar de nuevo una reciente teoría personal: cada vez que las declaraciones del Papa Benedicto XVI terminan en las primeras páginas de los diarios del mundo, es a causa no de pensamientos brillantes o ideas propositivas salidas de su boca, sino porque el líder católico deja ver al mundo su cerrazón, su intransigencia y el anacronismo de sus conceptos.
Esta vez el Papa ha hablado de uno de los problemas más serios que afligen a las sociedades de todo el mundo: el Sida. Entrevistado poco antes de su llegada a Camerún, Joseph Ratzinger declaró en conferencia de prensa que la epidemia de Sida “no se puede combatir con la distribución de preservativos, que por el contrario, aumentan el problema”.
Según el dirigente religioso, la via eficaz para combatir la difusión de la enfermedad es “una renovación espiritual y humana de la sexualidad”.
Lo que sorprende -además del hecho que por primera vez un Papa llama por su nombre a los preservativos- es que Ratzinger haya hablado de espiritualidad ante un problema real, material, visible y evidente que en este momento aflige a 33 millones de personas, de las cuales 27 millones viven en Africa.
Era lógico que de inmediato algunas naciones protestaran por lo que el Papa expresó. La Unión Europea señaló a través de su Comisión de Ayuda Humanitaria que “hay claras pruebas científicas que confirman el papel del preservativo en la pr los países evención del Sida, por lo cual se apoya activamente el uso de tal método, sobre todo en Africa y en en vías de desarrollo donde el Sida representa una emergencia, junto a la malaria y la tuberculosis”.
En Alemania, a través de un comunicado las ministras de la salud y de la cooperación económica expresaron que “los preservativos salvan la vida, tanto en Europa como en otros continentes... una moderna cooperación para el desarrollo debe dar a los pobres el acceso a medios de planificación familiar y entre estos entra particularmente el uso de preservativos, todo lo demás sería irresponsable”.
Por su parte, Francia a través de su ministro de asuntos exteriores, Eric Chevallier, se pronunció al respecto diciendo que “si bien no nos corresponde emitir un juicio acerca de la doctrina de la Iglesia, consideramos que frases como la expresada por el Papa ponen en peligro las políticas de salud pública y las prioridades de protección de la vida humana”.
Francia organizó precisamente durante el pasado fin de semana un maratón televisivo en que se recabaron gracias a la colaboración de los ciudadanos galos cinco millones 800 mil euros, no obstante los pequeños enfrentamientos entre católicos y activistas de la lucha contra el Sida y la protesta de la Conferencia Episcopal francesa porque el logotipo del maratón anti Sida fue expuesto en la pantalla mientras se transmitía la misa dominical.
Mientras tanto, el país de la bota sencillamente declinó expresar cualquier opinión respecto a las declaraciones del Papa, mostrando una vez más que tenerlo dentro del territorio italiano implica sujetarse y someterse a las ideas de su santidad.
¡Y qué ideas! Pensar intervenir espiritualmente en la vida sexual de las personas es no solamente una propuesta ridícula, sino un verdadero atentado contra la libertad de elección. El Papa debería estar al corriente de que los seres humanos normales tienen necesidades, impulsos y deseos, y que generalmente el ejercicio de la sexualidad forma parte de su proceso natural de vida.
Debería saber también que una de las formas para combatir el Sida es promover que las personas se protejan durante sus prácticas sexuales, practicas que no dejarán por la espiritualidad. Decir que distribuir preservativos no ayuda a disminuir el riesgo, es como querer tapar el sol con un dedo.
La gente continuará con su vida sexual, aunque al Papa no le agrade la idea, y no obstante la Iglesia considere sucio y pecaminoso todo lo que se haga al respecto fuera -y a veces hasta dentro- del matrimonio. La situación no va a cambiar, por más espiritualidad que los curas quieran imponer, mucho menos en los países africanos donde decididamente se tiene una concepción distinta de la práctica del sexo.
Habría que pensar en la forma de vivir de otras sociedades cuyo concepto de la sexualidad es completamente diverso, e incluso opuesto al que la Iglesia Católica promueve o mejor dicho, pretende imponer.
Hablando con objetividad, el Papa Ratzinger hasta ahora ha mostrado poca voluntad de camúbio y no parece que le importe mucho mejorar la imagen que la sociedad del siglo XXI tiene del catolicismo. Es inamovible, rígido y con algunas acciones ha demostrado su afán por volver a prácticas y creencias oscurantistas. Basta recordar que la institución religiosa que dirige Ratzinger está dando de nuevo auge a las indulgencias, es decir una práctica por la cual a cambio de ciertas oraciones, devociones o peregrinajes en años especiales, un católico puede reducir o borrar los castigos que de otra manera recibirá en el purgatorio.
Entre paréntesis, hay que señalar que fue precisamente la idea de vender las indulgencias que originó las protestas de Martín Lutero y dio inicio a la Reforma.
Pero no solamente las indulgencias regresaron con Ratzinger. También el uso del latín en la misa y la idea de que la Iglesia Católica Romana es la única y verdadera autoridad espiritual y por supuesto, la única via para alcanzar la salvación.
No nos extrañemos entonces si el Papa considera que los preservativos no sirven para combatir la epidemia, dado que siguiendo los principios más puros del catoliscismo nadie debe practicar el sexo fuera del matrimonio.
Tampoco resulta difícil entender cómo el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana, ha salido a la defensa de Ratzinger diciendo que a partir de las declaraciones acerca del preservativo “la lluvia de críticas contra el Papa se ha prolongado más allá de lo razonable” y ha señalado que la Iglesia “no aceptará que el Papa en los medios de comunicación o en otros lugares sea objeto de burla o de ofensa”.
Recordemos el principio eclesiástico de la infalibilidad pontificia. Se trata de un dogma de acuerdo con el cual el Papa no comete errores cuando promulga o declara una enseñanza dogmática en temas de fe y moral. En pocas palabras: el pontífice no se equivoca, porque recibe directamente la guía del Espíritu Santo.
Para quienes creen y practican la religión católica puede tener razón de ser el comentario de su líder. Para el mundo laico, simplemente ha resultado inaceptable. Esta vez, el ejemplo lo han puesto los franceses, que se han pronunciado abierta y claramente: “la frase del Papa acerca del preservativo puede tener consecuencias dramáticas en la política mundial a favor de la salud”.
Las autoridades de Francia han considerado que todos los discursos que van en contra del uso del preservativo, especialmente si los pronuncia una persona que tiene una gran influencia social, van contra el interés de la salud pública.
Sin ofender, hay que considerar que la infalibilidad no es una característica humana. El líder religioso podría por un momento bajar de su pedestal y reconocer por una vez que equivocó el tiempo y la forma de expresarse. Podría aceptar que el mundo no es necesariamente como él lo percibe y lo concibe. Podría hacerlo, pero no sucederá porque entonces ya no sería infalible y esto no puede ocurrir, porque no hay nada más rediticio que actuar como mediador entre Dios y los comunes mortales. Y son siglos de experiencia que lo respaldan.

viernes, 20 de marzo de 2009

Un Deja vu

>Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
16 de marzo, 2009


Al comenzar a escribir este artículo me invade una sensación casi surreal. He pasado algunos minutos revisando la información relativa al proceso electoral que se vive en el estado de México y francamente me siento como si estuviera soñando o algo parecido. Tengo la impresión de estar enmedio de un deja vu.
El citado término francés se refiere a la sensación de haber vivido precedentemente una situación que se está verificando. Y es precisamente lo que pasa por mi mente cuando como resultado de mi necedad, de mi masoquismo y de mi inevitable deformación profesional comienzo a leer los diarios mexicanos on line: esto es un deja vu.
Tengo la impresión de que ya he visto, leído y escuchado todas las aventuras y desventuras de las elecciones internas de los candidatos a alcaldes,
No alcanzo a comprender si en la afanosa búsqueda de una candidatura a los cargos de representación popular, los aspirantes se han percatado de que siguen haciendo los shows de siempre y con ello siguen causando problemas serios no solamente a sus partidos sino -lo que es más grave- a los ciudadanos,
Porque en realidad es poco tranquilizante y sobre todo es una seria desilusión para los electores potenciales ver un interminable desfile de protestas, berrinches, descalificaciones, enfrentamientos, abandonos masivos e individuales de partido y demás acciones que son poco dignas de políticos inteligentes, si es que en estos tiempos los conceptos “política” e “inteligencia” pueden de alguna manera asociarse.
La verdad es que resultan dignas de admiración la insistencia y a la persistencia de los mismos personajes que deciden que el hueso no se suelta y que es necesario cambiar cargo para no perder los privilegios que da vivir del erario público, aunque para ello tengan que alinearse, ceder a compromisos y acatar decisiones o por el contrario, se vean en la necesidad de armar escándalos y movilizar a sus simpatizantes como protesta por no haberse convertido en los elegidos de los altos mandos de sus respectivos partidos.
Digamos las cosas como son: las elecciones internas de candidatos, trátese del partido que se trate, son francamente dignas de un largo, sentido y sincero abucheo, porque a decir verdad no son más que una falsa demostración de pseudodemocracia.
Estas benditas elecciones de representantes para las elecciones, son sin duda una forma más para justificar el ejercicio de las prerrogativas. Recordemos que de los poco más de 691 millones de pesos que el IEEM ha aprobado para las elecciones del cinco de julio, se están destinando 22 millones 173 mil 324 pesos a la organización de procesos internos, cantidad nada despreciable, especialmente en tiempos de crisis.
Y ya veremos que con todo y el afán por mostrar que las cosas cambian, los candidatos serán los que ya estaban anunciados aún antes del borlote de las elecciones internas. No habrá sorpresas, no habrá novedades y sobre todo, habrá continuidad, término que traducido al lenguaje de los ciudadanos comunes y corrientes, no es otra cosa que dar más de lo mismo para quedar como antes, o tal vez peor.
Una vez terminado el espectáculo, cuando los partidos pondrán en marcha la famosa, patética y lamentable operación cicatriz, comenzarán otra vez las campañas, las giras, los mítines y todas las prácticas inútiles y dispendiosas que caracterizan nuestro sistema electoral.
Los rituales no cambiarán. Veremos acarreados y escucharemos promesas para los electores y ofensas para los rivales.
De nuevo nos daremos cuenta del uso y el abuso que harán los candidatos de la buena voluntad de la gente más humilde que no sabe cuánto vale su voto y lo entrega sin problemas a cambio de nada. En resumen: viviremos un constante deja vu.
Nada cambia y eso es grave. Grave porque somos todos protagonistas y es por culpa nuestra que la situación queda igual y el poder se lo reparten unos cuantos, mientras nosotros somos al mismo tiempo cómplices y víctimas.
Y en realidad estoy hablando de una situación general, de un mal común en países donde el concepto de administración pública viene asociado al beneficio de los individuos y grupos de poder.
La exageración que rodea a las elecciones de cualquier nivel en México tiene que ver con una fuerte necesidad de legitimar procesos electorales que de todas formas no pueden ser creíbles mientras el abstencionismo predomine y exista la sospecha que los pocos electores no acuden a las urnas verdaderamente convencidos.
Guardadas las lógicas y normales distancias, puedo decir que en Europa también está por vivirse un proceso electoral. Las 27 naciones que integran la Unión Europea deberán renovar el Parlamento europeo, eligiendo los 751 diputados que lo integrarán.
En Italia, por ejemplo, las elecciones se efectuarán los días 6 y 7 de junio y serán simultáneas a la votación administrativa, es decir, a la selección de los nuevos alcaldes y presidentes de provincia, esto con la finalidad de reducir al máximo los costos que representa organizar los comicios.
Es obvio que ni el país de la bota ni el resto de las naciones europeas viven una democracia perfecta. Evidentemente hay inumerables carencias y sin duda los ciudadanos en ocasiones demuestran gran indiferencia no solamente hacia los eurodiputados, sino hacia cualquier tipo de gobernante.
Pero al menos por estos rumbos se cuidan los bolsillos, se evitan los excesos y difícilmente se protagonizan espectáculos penosos.
El problema en realidad es cuando la democracia se limita y su concepto se reduce a la emisión del voto y al ascenso al poder, pero no continúa en la interacción permanente entre gobernantes y gobernados.
Lo peor es que cuando veo los nulos resultados de la falsa democracia y me doy cuenta de que terminadas las gestiones gubernamentales no se cumplieron las promesas hechas años atrás por los que ahora dejan los municipios y las curules, entonces me parece que yo misma, junto a una gran parte de mis paisanos, estoy de nuevo enmedio de un tristísimo deja vu.

sábado, 14 de marzo de 2009

Un soldado en cada mexicano te dio...

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
09 de marzo, 2009.

Mientras escribo estas líneas, estoy sinceramente tratando de contener mi más profunda indignación, luego de leer las declaraciones del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien durante su reciente visita a México expresó ante el Senado de la República que “el mundo espera más” de nuestro país.
Hasta ahí puedo incluso estar de acuerdo, no hay problema. Es verdad que nuestra nación ha llegado al punto en que requiere un reconocimiento internacional que vaya más allá de considerarnos los simpáticos y folklóricos miembros de la comunidad internacional, llenos de problemas, pobres, corruptos y para nada democráticos.
Lo que honestamente me pone bastante nerviosa es que Sarkozy expresara -muy probablemente no sólo a nombre de Francia, sino en representación de toda la comunidad europea- que para que México tenga mayor relevancia en los organismos internacionales “además de derechos, ello también incluye deberes: el precio de la sangre de los soldados, que deben ser enviados a otros países cuando se necesite para preservar la paz.”
Todavía no termino de digerir la declaración, honestamente. No alcanzo a comprender si es una especie de burla o si el primer ciudadano francés estaba hablando seriamente.
Pienso que a Sakozy nadie le enseñó nunca que el buen juez por su casa empieza, y que en este momento histórico México tiene obligaciones urgentes por atender, problemas internos demasiado serios por resolver que exigen acciones importantes y hacen pasar a un nivel secundario el interés por quedar bien ante la comunidad internacional.
Porque no quiero imaginar siquiera lo que ocurriría si con tal de que nuestro país sea visto como “una gran nación”, las autoridades mexicans deciden participar con la Organización de las Naciones Unidas en las tan controversiales misiones de paz.
Cabe aclarar que las citadas misiones son uno de los medios que las Naciones Unidas emplean con el fin de mantener la paz y la seguridad internacionales. Tales grupos militares, conocidos como Cascos Azules, están integrados por fuerzas internacionales bajo el mando de la ONU, y tienen como finalidad de “apoyar la vigilancia y resolver conflictos entre países hostiles y/o entre comunidades hostiles dentro de un mismo país”, de acuerdo con el centro de información on line de la propria Organización, que además indica que se trata de una “técnica innovadora del mantenimiento de la paz... que se basa en el concepto de que 'un soldado es un catalizador de la paz, no un instrumento de guerra'".
Pero de hecho, las acciones de la ONU en dichas misiones han sido más de una vez motivo de discusión, especialmente en lo tocante a su carencia de parcialidad, su ineficacia y hasta en algunos casos en que se ha hablado de presuntas violaciones cometidas contra la población civil.
Así las cosas, con todo respeto hacia Nicolás Sarkozy, y sin afán de desilusionarlo, simplemente no puedo visualizar a nuestros soldados como parte de los Cascos Azules. No es el momento. Así como tampoco me parece justo, inteligente o al menos decente que un gobernante europeo se presente ante el senado mexicano para pedir a nuestro gobierno la sangre de nuestros soldados a cambio de un lugar en el mundo como “gran nación”.
Y es que una verdadera gran nación comienza por preocuparse verdaderamente por sus ciudadanos, haciendo de todo por darles seguridad y bienestar. Y francamente eso no es lo que está ocurriendo en México. Nuestro Ejército en definitiva no está preparado siquiera para combatir efectivamente el crimen organizado. En algunas ocasiones, los soldados mexicanos han caído víctimas de emboscadas por parte del narco. En otras, se ha descubierto la participación de jefes militares en actividades ilícitas.
Los soldados mexicanos están más que ocupados en una guerra contra el narcotráfico que parece irremediablemente perdida. Me atrevería a decir que las circunstancias de México son tan críticas que de acuerdo con los acontecimientos, no dudo que sea nuestra nación la que en el futuro requiera la intervención de los soldados de la ONU.
Recordemos que apenas en enero pasado un informe elaborado por el Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos, dedicado a ofrecer una visión de los problemas estratégicos en los próximos 25 años, apuntaba que en México “el gobierno, sus políticos, la policía y la infraestructura judicial están todos bajo asalto y presionados de manera sostenida por bandas criminales y cárteles de la droga”.
De hecho entonces el gobierno de los Estados Unidos hablaba de que “el creciente asalto de los cárteles de drogas y sus hampones sobre el gobierno mexicano durante los años pasados recuerda que un México inestable podría representar un problema de seguridad de proporciones inmensas para Estados Unidos”.
En realidad, queda claro que el comportamiento ineficaz del gobierno mexicano nos aleja cada vez más de al menos parecer la “gran nación” de la que hablaba Sarkozy.
Por eso sinceramente, mandar a nuestros soldados como carne de cañón y preocuparnos por participar en los organismos internacionales no parece la forma apropiada para ganar el respeto de las naciones.
Recordemos que otros países latinoamericanos participan ya con la ONU mandando soldados a las misiones de paz y no por ello son protagonistas importantes de la esfera mundial, ni su opinión cambia el giro de los acontecimientos.
Aunque lo proponga Sarkozy y con él probablemente los demás países europeos, no es éste el momento ni tampoco es la forma para buscar el respeto de la comunidad internacional. Sobre todo, porque a decir verdad, participar con la ONU en las misiones de paz no nos dará reconocimiento alguno y por el contrario, efectivamente hay una alta probabilidad de pagar con sangre el precio del hambre de notoriedad de nuestro gobierno, que al momento parece solamente esperar la aprobación extranjera, dado que es precisamente eso, prestigio y aprobación lo que le falta al interior.

lunes, 9 de marzo de 2009

Políticos trapecistas....

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
24 de febrero, 2009

Durante toda la semana, una sola palabra ha sido motivo de reflexión para quien esto escribe: corrupción. El término, que ya forma parte de la vida cotidiana de muchos países, tiene una definición precisa de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española: "Corromper: alterar y trastrocar la forma de alguna cosa. Echar a perder, depravar, dañar, podrir, sobornar o cohechar al juez o a cualquier persona, con dádivas o de otra manera.” Todo eso. Ni más ni menos.
Las acciones de corrupción están a la orden del día y basta poner un poco de atención en nuestros actos para determinar ya no si estamos incurriendo en un acto corrupto, sino más bien cuál es nuestro grado de corrupción.
Así de grave es la situación actual. Por eso es digna de atención la información publicada por el diario El Universal en su versión on line, firmado por la periodista María Teresa Montaño, que relata la triste historia de los alcaldes mexiquenses, que en su gran mayoría han ignorado olímpicamente las indicaciones del tabulador de salarios establecido y se han asignado a través de partidas secretas salarios que incluso superan los de otros servidores públicos de jerarquía o de responsabilidad mayor.
Los presidentes municipales que este 2009 dejarán el cargo, se irán de sus respectivos ayuntamientos con las bolsas llenas, algunos de ellos incluso con bonos de salida que servirán para asegurar su estabilidad económica en un período particularmente difícil para el resto de los comunes mortales.
Esa, señores, es pura corrupción, porque si nos remitimos al concepto original, 95 de nuestros queridos ediles mexiquenses están trastocando la forma de una cosa muy importante: la esencia del servicio público.
En una palabra: están traicionando la confianza de quienes en su momento decidieron sufragar a su favor para ponerlos al frente de la administración del municipio.
Recordemos que es precisamente la autoridad municipal la más cercana a los ciudadanos. Sus acciones son las más sentidas por los ciudadanos.
Lo que los alcaldes y sus ayuntamientos hacen o no, se ve en todos los rincones del territorio municipal. Démos un vistazo a lo que nos rodea. Basta encontrar pequeñas deficiencias, -a veces hasta un simple bache o la falta de limpieza en la ciudad- para sentirnos abandonados por la autoridad que en teoría debería ocuparse de atender nuestras necesidades.
Y justamente eso, atender las necesidades de los ciudadanos, no es un favor que los alcaldes nos hacen. Es su obligación principal porque en realidad su deber es simplemente administrar los recursos que provienen directamente de nuestros bolsillos.
¿O es que ya se nos olvidó que el presupuesto de cada instancia gubernamental viene directamente de los impuestos que todos pagamos?
Por eso es injusto, ofensivo e indignante que los alcaldes, los diputados, los gobernadores o cualquiera de nuestros representantes se sirvan con la cuchara grande, se den vida de reyes mientras nosotros los observamos impasibles.
Pero ellos lo saben muy bien, están perfectamente conscientes de que la mayoría de sus representados no se atreverá a decir nada, y que continuará a soportar y consentir cada acción corrupta que ellos ejecuten.
Lo peor es eso: pensar que la corrupción es un acto en el que participamos todos. Quienes la consentimos, caemos en la Omertà.
El término italiano Omertà se refiere a una actitud de obstinado silencio destinado a no denunciar delitos más o menos graves de los cuales se tiene conocimiento directa o indirectamente.
Denunciar cada acto corrupto de nuestras autoridades ayudaría indudablemente a tener bajo control el comportamiento de éstas. Pero nadie lo hace, y en la mayoría de los casos no es por temor, sino más bien por pura negligencia.
Y no se trata de mostrar las debilidades de los alcaldes o de otras autoridades en este preciso momento solamente porque en la entidad se viven ya los inicios de un importante proceso electoral. Eso sería oportunismo. Se trata de convertirnos en vigilantes del comportamiento contínuo de nuestros gobernantes, porque hacerlo nos convertiría en una nación mejor.
Veo sin mucha sorpresa que la desbandada de diputados del actual Congreso local mexiquense ha dado inicio, y que nuestros queridos representantes han decidido dejar su trabajo para buscar un cargo de elección popular -legítimamente, desde su punto de vista-.
Lo triste es saber que se verán las mismas caras, las mismas promesas, los mismos rituales y la misma carrera loca por obtener el voto ciudadano.
¿Y para qué? ¿Se trata de un desmedido espíritu de servicio que obliga a los diputados a buscar las alcaldías y a los alcaldes a buscar las diputaciones? ¿O es una muestra más de la ambición sin límite que obliga a buscar el hueso solamente para no perder las prioridades, las prerrogativas, los beneficios excesivos que da un cargo de representación popular?
Pensemoslo bien. Reflexionemos. Dar el voto a quienes son simplemente trapecistas de la política es también un acto de corrupción, porque implica echar a perder, dañar y podrir el voto, que debería ser el acto supremo de la democracia.
Dice una célebre frase: “por sus actos los conocereis”. Y si ya los conocemos... ¿por qué insistir en reelegirlos?

domingo, 1 de marzo de 2009

Xenofobia en la bota italiana

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
24 de febrero, 2009.

Cuando uno se detiene a pensar en la influencia que pueden tener los medios de comunicación en la vida de los ciudadanos de un país, toca sin duda un tema profundo y complejo. Los medios cada vez con mayor frecuencia influyen y llegan a modificar el comportamiento social. Lo digo sin temor a exagerar. Y lo ratifico con un ejemplo clarísimo ocurrido hace algunos días en el país de la bota.

Durante al menos una semana y media una vez que pasó el furor por el caso de Eluana Englaro, los diarios, la radio y la televisión comenzaron a difundir información relativa a casos de ataques sexuales en que algunas de las víctimas eran menores de edad y los violadores casualmente eran todos extranjeros, para ser precisos, procedentes de Rumania, que a partir de su entrada en la Comunidad Europea, ha ratificado su posición de principal exportador hacia Italia de mano de obra a bajo costo.

Confieso que de inmediato me asaltó la duda respecto a tanta y tan repentina y vehemente preocupación por los casos de las mujeres violadas. Me quedé pensando si en realidad los casos publicados son los únicos que se han suscitado en Italia en los últimos tiempos, si de repente se desató una especie de epidemia que levantó el nivel de testosterona y provocó un aumento en la agresividad masculina-rumana o si se trata más bien de una perfectamente planeada estrategia de manipulación.

Porque extrañamente, uno de los violadores de una joven de 14 años que fue atacada en el parque romano conocido como la Caffarella, resultó ser también responsable de otro de los casos a los que se dio revuelo, en que la víctima era una mujer de 40 años. Lo más interesante es saber que el rumeno violador ya había sido encarcelado y puesto en libertad por un caso similar, aunque el juez determinó que el individuo no representaba un peligro para la sociedad.

El punto es que durante muchos días la búsqueda y la captura de los responsables del caso del parque Caffarella fue el centro de atención de todos los noticiarios. La caza a los culpables fue la exigencia predominante de la opinión pública italiana.

La presión de los medios que de repente se erigieron como la voz de la sociedad ofendida fue tal, que el gobierno de Silvio Berlusconi emitió a pocos días de la captura de los responsables, un decreto de ley relativo a la seguridad, que considera penas más severas para los violadores y -aquí la cuestión verdaderamente discutible- la autorización para que los ciudadanos comiencen a organizar rondines que permitan detectar y denunciar inmediatamente a los potenciales criminales.

Esta iniciativa había sido ya propuesta hace pocos meses sin mucho éxito por la Lega Nord, el partido que promueve entre otras barbaridades la separación de la zona norte de Italia y la persecusión sin piedad de los extranjeros clandestinos.

Sin embargo, a partir del verdadero escándalo organizado por los medios de comunicación luego de los casos de violación, los rondines no solamente ya son permitidos por el nuevo decreto del gobierno de derecha, sino que son promovidos por quienes consideran que los ciudadanos italianos tienen la obligación de prevenir y protegerse contra lo que algunos perciben como una verdadera invasión por parte de los extranjeros que -siempre gracias a la campaña desinformativa de los medios- no tienen más remedio que sufrir una especie de persecusión disimulada que sin embargo comienza a oficializarse.

Y aquí la gravedad de la situación. Porque todo parece indicar que los medios italianos están contribuyendo a fomentar la xenofobia, ayudando a llenar de miedo y de prejuicios la ya de por sí temerosa sociedad italiana, que por la naturaleza longeva de su población no tiene muchas esperanzas de abrirse hacia la integración de los diferentes grupos minoritarios en un futuro inmediato.

No importa si el Viminale -como se conoce al Ministerio del Interior italiano- ha informado con cifras específicas que el número de violaciones durante el 2008 disminuyó un 8.4% respecto al año anterior. Tampoco es importante que el mismo Ministerio haya dado a conocer que -lógicamente- 60 por ciento de las violaciones denunciadas en el país de la bota son cometidas por ciudadanos italianos.

Lo importante es que los periódicos, las revistas, el radio y la televisión denuncian y acusan a los chacales rumanos sin ponerse límite alguno, alimentando el odio que genera la ignorancia de la realidad del otro, del que es diferente y no por ello es mejor o peor.

El fenómeno de la inmigración es por naturaleza complicado, pero la situación tiende a empeorar cuando se desconoce al inmigrante y cuando se crean y se difunden estereotipos que perjudican seriamente la convivencia pacífica entre los oriundos de lugar y quienes llegan un país con la intención de mejorar su propia situación,

Cuando observo a los rumenos, a los albaneses, a los marroquíes y a otras minorías ue viven en Italia, no puedo menos que recordar a los mexicanos que emigran hacia los Estados Unidos y las inumerables humillaciones que deben soportar, producto de la ignorancia y los prejuicios de quienes no quieren o no desean abrir su mente hacia la novedad, pero que en cambio aceptan que sean los inmigrantes quienes realizan los trabajos más pesados.

Probablemente pensar en una permanente conducta ética e inteligente de los medios de comunicación es una utopía, pero si bien no podemos exigir un mínimo de calidad en los contenidos, resulta casi vergonzoso pertenecer al gremio periodístico cuando se ven casos como el de Italia, donde los medios se convierten -seguramente guiados por intereses económicos- en cómplices descarados de la difusión de la cultura del odio.