miércoles, 22 de abril de 2009

Abruzzo

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
14 de abril, 2009
Escribo estas líneas mientras en l'Aquila, Abruzzo, en el centro de Italia, se están efectuando los funerales de la mayor parte de las víctimas del terremoto que ha golpeado aquella zona del país que desde hace seis años es mi segunda patria.
Esta vez los medios de comunicación no necesitan agrandar los hechos. Basta una imagen para comprender el dolor y el sufrimiento. Son suficientes las cifras. No recuerdo haber sentido de cerca mayor conmoción desde aquel septiembre de 1985 en México.
Son tragedias que hacen pensar en lo frágiles e indefensos que somos los seres humanos, y cómo la vida cambia o se acaba en poquísimos segundos.
Me invaden la tristeza, el dolor y la impotencia. Pero de la misma forma hay dentro de mi una profunda rabia.
Porque si bien un terremoto es un evento imprevisto y hasta ahora no hay en el planeta una sola persona capaz de determinar la hora y el lugar exactos en que se verificará un movimiento telúrico, en estos tiempos existe la posibilidad de prevenir, de tomar medidas para aminorar las efectos y las consecuencias que tales eventos traen consigo.
En realidad un sismo es un fenómeno terrible en sí mismo, su fuerza es incontrolable, pero dentro de lo posible, es altamente probable evitar que los habitantes de las zonas de alto riesgo mueran bajo los escombros de edificios mal planificados y pésimamente construídos.
Quizá si la cultura de la prevención se fomentara no estaríamos de frente al terrible saldo de 294 muertos, mil 600 heridos y alrededor de 29 mil damnificados.
El presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi, ha declarado que una parte de los edificios caidos fueron construidos en los años ochenta, cuando aún no se contaba con una técnica adecuada para evitar sufrir los estragos de un terremoto.
Puede ser verdad, pero evidentemente no hay justificación que valga ante la indiferencia de las propias autoridades italianas que no obstante desde enero se haya comenzado a sentir una serie de temblores en la zona, no se tomaron la molestia de hacer una revisión seria de las condiciones en que se encontraban las construcciones.
De ahí que el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, haya expresado durante su visita a la zona del desastre que “ahora es necesario un examen de conciencia, porque nadie está libre de culpa”.
Ante la terrible escena de una enorme hilera de ataúdes durante la ceremonia luctuosa oficial, no queda más que preguntarse si de verdad éste era un dolor inevitable, o si un poco más de atención habría permitido salvar ya no digamos las construcciones, que a fin de cuentas se pueden volver a erigir, sino las vidas humanas que son la pérdida verdaderamente lamentable.
Es inegable que los abruzzeses enfrentaron la desgracia con una dignidad ejemplar. Queda claro que se trata de un pueblo orgulloso y es digno de mencionar que dentro de todo, en la medida de lo humanamente posible ha habido capacidad para asistir a los damnificados, para organizar el auxilio y que incluso en principio no fue requerida la ayuda internacional, con lo que Italia ha dado muestra de capacidad para afrontar las situaciones difíciles.
Obviamente no han faltado las imprudencias de Berlusconi, que aparte de ofrecer sus mansiones a los damnificados, se dio el lujo de sugerirles que hicieran de cuenta que estaban de campamento, en un lugar donde no les faltaba nada, ni un lecho, ni comida caliente ni medicinas.
Parece que al premier se le olvidó que se estaba dirigiendo a hombres y mujeres que se quedaron en la miseria y sin muchas esperanzas de recuperar su patrimonio.
Pero en el fondo era de esperarse un error de ese tipo de parte de Berlusca, que probablemente no midió sus palabras y a lo mejor no lo hizo con mala intención, sino que nuevamente fue víctima de su natural oportunismo.
Porque aunque resulte cruel decirlo, para Berlusconi el terrible terremoto representa una oportunidad de mostrarse como un hombre generoso y preocupado por el pueblo que gobierna. Aparte de haber puesto tres de sus mansiones a disposición de las víctimas, se presentó visiblemente conmovido a los funerales de Estado, trabajó en la zona afectada incluso el domingo de Pascua y se mostró ante el mundo como un líder diligente que busca solamente solucionar la situación.
Optima posibilidad para limpiar su imagen. Porque enmedio de la desgracia ha sido capaz de reaccionar. No olvidemos sin embargo que lo único que está haciendo el presidente del Consejo de Ministros es cumplir con su obligación.
Italia, como buen país latino, no escapa a su propia naturaleza y el dolor de la tragedia ha sido de cualquier manera aprovechado por algunos para crear polémicas interminables a través de los medios de comunicación.
El caso más claro ha sido el del periodista Michele Santoro, quien en su programa Annozero, transmitido por el sistema público de televisión RAI evidenció algunas fallas en la organización de las autoridades para llevar la ayuda a la zona afectada, pero sobre todo, insistió en el hecho de que en Abruzzo se están registrando sismos desde enero, lo que debió ser inmediatamente una señal de alarma para el gobierno, que en lugar de hacer revisar los edificios para determinar su nivel de riesgo, se concretó a tranquilizar a la población. Vale decir que el periodista Santoro fue tachado de “indecente” por algunos políticos que se sintieron aludidos.
De acuerdo con las declaraciones hechas a la televisión de la presidente de la provincia del Aquila, Stefania Pezzopane, en la zona no había un plan concreto de evacuación, como en cambio ocurre en México, donde cada quien sabe dónde ir y qué hacer en caso de terremoto.
Todo indica que los habitantes de la región italiana simplemente fueron sorprendidos por el temblor y a pesar de haber tenido muchas advertencias no pudieron reaccionar, ya sea por la hora en que ocurrió la desgracia o porque nadie les explicó claramente lo que podrían hacer. Al parecer no había recursos económicos para hacerlo.
Como sea, es significativo que 30 por ciento de los edificios que quedaron en pie haya sido declarado inhabitable por los especialistas. Insisto en la idea de que posiblemente si los análisis técnicos de las construcciones se hubieran realizado antes, cuando comenzó la serie de temblores, se habrían salvado muchas vidas.
Ni qué decir del caso del investigador Giampaolo Giuliani, que con sus estudios experimentales del gas Radón y la relación de este elemento con los temblores de tierra, avisó de la posibilidad de que ocurriera un terremoto importante en la zona que después resultó afectada. Fue calificado de “imbécil” y denunciado por haber alarmado a la población, cuando en realidad hace diez años que estudia y prueba un instrumento llamado “precursor sísmico”.
En resumen, solamente resta decir que cerca 70 por ciento del territorio italiano es considerado sísmico, lo que debería hacer reflexionar a las autoridades acerca del peligro latente que existe en el país, donde además, de acuerdo con el periodista liberal Marco Travaglio, al parecer hay una mafia que controla la industria cementera y que produce un material de pésima calidad con el que vienen construídos edificios públicos y privados.
Ahora el Ministerio Público ha iniciado una investigación para determinar eventuales responsabilidades, aunque honestamente hay pocas esperanzas de que se llegue a castigar a los verdaderos culpables. Lo ha dicho bien el presidente Napolitano: nadie está libre de culpa.
Solamente resta esperar que una situación igual no se repita en ninguna parte del mundo.

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