Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
19 enero, 2011.
Contrariamente a lo que quienes siguen este espacio podrían pensar, esta semana no me ocuparé del candente asunto del premier italiano, Silvio Berlusconi y la acusación que pesa en su contra, referente a la acusación de haber tenido relaciones con una prostituta menor de edad.
De sus fiestecitas, de su Bunga Bunga, de su incapacidad para gobernar y se su demencia senil ya he hablado lo suficiente.
Mientras tanto, hay situaciones en el país de la bota que considero merecen atención y que los medios de comunicación han minimizado.
Me refiero al reciente referéndum efectuado en la planta Mirafiori de la empresa automotriz FIAT, ubicada en la ciudad norteña de Turín.
Resumiendo la situación, todo comienzó cuando el director general de Fiat, Sergio Marchionne, propuso un nuevo plano industrial que considera más adecuado a las necesidades de la empresa.
Fundamentalmente, la propuesta del controvertido dirigente de la FIAT consiste en cuatro puntos principales: distribuir las cuarenta horas semanales de trabajo en cuatro días de producción, con turnos de diez horas cada uno y tres días de descanso; Paga de 32 Euros al mes por la desaparición del descanso de 10 minutos; aumento de los ingresos de los trabajadores cerca 3.700 Euros brutos en pagas por el aumento de los turnos, y la posibilidad de hacer turnos extras que solo se pagarían como un extraordinario y finalmente, nuevas y más rígidas reglas contra el ausentismo que actualmente tiene la factoría.
A fin de cuentas, en el referéndum fue solicitado a los trabajadores pronunciarse por un “sí” o un “no”, mostrando su posición respecto a las nuevas reglas. ¡Qué demostración de democracia, qué maravilla de apertura! Si... si no fuera porque del resultado del referéndum dependía la permanencia de la citada sede de la FIAT en Italia.
Porque lo que en realidad hizo nuestro querido amigo, el brillantísimo Marchionne -el mismo que se pasea contínuamente por los Estados Unidos, demostrando al mundo que es un italiano ejemplar y que sabe muy bien cómo hacer producir una fábrica- fue chantajear descaradamente a los obreros que son, a fin de cuentas, la verdadera fuerza de la FIAT.
Es una vergüenza que en la segunda década del siglo XXI, una fábrica pretenda funcionar como en los tiempos del esclavismo. Y es todavía más embarazoso pensar que se haya propuesto un método democrático como es el referéndum para chantajear a cinco mil personas que tienen literalmente una enorme necesidad de trabajar, y a quienes Marchionne, a través de los medios de comunicación literalmente amenazó, diciendo que en caso de que la mayoría se inclinara por el “no”, es decir, por el rechazo a las nuevas condiciones de trabajo, cerraría la histórica sede de Turín y se llevaría el trabajo a Canadá o a cualquier otro país, dejando en la calle a los trabajadores que votando contra la decición institucional mostraban poca voluntad para hacer sacrificios en tiempos de crisis.
El resultado de la consulta fue muy cerrado. Basta decir que con una participación de casi 97% de los trabajadores, el “no” tuvo un 46 por ciento de los votos. El “sí”, sin embargo, no fue expresado con toda la convicción que se habría espeado.
Y me atrevo a decir que es lógico. No es decente, no es justo, no es correcto trabajar diez horas seguidas sin el derecho de descansar al menos diez minutos. No lo es para ningün ser humano.
Mucho menos para los pobres obreros de la histórica y simbólica Fabbrica Italiana di Automobili Torino, que mientras se ven obligados a convertirse en esclavos modernos, so pena de perder el puesto, tienen como dirigente a un individuo que gana 38 millones de euros al año, ¡el equivalente al salario anual de mil obreros Fiat!
Una persona querida me dijo hace poco que estoy “peleada con la realidad”. En casos como estos, creo que es inevitable sentirse enojada frente a una nueva demostración de que el sistema mundial está podrido y que la desigualdad parece acentuarse más con el paso del tiempo.
Lo peor es tener que observar que una falta de respeto tan enorme hacia la dignidad de las personas que trabajan y que se ven literalmente amenazadas con verse de repente en la calle, se disfraza de “democracia”.
Es ofensivo también que los medios de comunicación simplemente no se preocupen por informar exahustivamente de la situación y que todo se disfrace para hacer pasar a los obreros como los típicos holgazanes que simplemente quieren ganar dinero sin hacer nada.
Diez horas seguidas sin descanso en una pesada cadena de montaje son demasiadas. Quisiera ver si Marchionne resiste siquiera la mitad de una jornada así. Lo peor es pensar que la mínima diferencia que hizo ganar el “si” se obtuvo gracias al voto de los trabajadores “de cuello blanco”, a los empleados que obviamente nada tienen que ver con la propuesta de la compañía y qu objetivamente ni siquiera deberían haber votado.
Lo peor es pensar en la posición del premier Berlusconi que a pocas horas del referéndum expresó su solidaridad con Marchionne y dijo que en el caso de que los obreros se pronunciaran por el “no”, la FIAT haría muy bien en cerrar Mirafiori y llevarse tutto al extranjero. Claro, mientras él pueda seguir haciendo sus Bunga-fiestas no es asunto de su competencia lo que pueda ocurrirle a cinco mil italianos que buscan solo vivir honestamente.
El mundo no es justo. No somos todos iguales. Y mientras sigamos sin hacer nada, sin rebelarnos, sin levantarnos, seguirá empeorando. A fin de cuentas, mi conclusión esta semana es que no es sencillo en estas circunstancias no pelear con la realidad.
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