Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
23 giugno, 2010
Esta semana me he encontrado con una información que me ha hecho reflexionar nuevamente acerca del papel de los medios de comunicación. He planteado muchas veces en este espacio que ahora más que nunca son precisamente los medios quienes se ocupan de construir y modificar la realidad.
Más de una vez me he sorprendido por la capacidad que tienen algunos comunicadores para transformar los hechos y con ello dar el tono que conviene a las situaciones que la sociedad vive.
Hay medios escandalosos, otros más son tendenciosos, muy pocos son plurales y es imposible encontrar uno solo que sea objetivo.
Pero de eso a sostener lo que dijo hace unos días el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, hay un abismo. Resulta que desde su punto de vista, “generar un clima de linchamiento pone en riesgo las libertades”, por lo que pidió a los medios de comunicación “responsabilidad al ejercer la libertad de expresión”.
Y un correligionario de Gómez Mont, el senador panista Alejandro González Alcocer también puso su granito de arena diciendo que “hay veces que algunos medios lo que más destacan es la violencia y eso no nos ayuda como país para nada”.
De acuerdo, la responsabilidad es necesaria. Pero esto no implica callar para que la sociedad no viva en un pánico contínuo.
En materia de inseguridad, digamos que aparte de lo que los medios de comunicación publican, está la realidad que los mexicanos viven y que no necesitan ver construída en ningún periódico ni en ningún canal de televisión.
Para quien como yo vive en el extranjero, ciertamente son los medios los que permiten acceder a gran parte de la información relativa a la violencia que México vive desde la genial invención de la lucha contra el narcotráfico.
Pero también están los parientes y los amigos como referentes inmediatos que sin ningún interés mediático narran episodios increíbles de violencia en todas partes, y viven en una tensión contínua y en un miedo constante, sin necesidad de ponerse a leer los diarios, a ver la televisión o a escuchar la radio.
Con la pena, senador. Al país lo que no le ayuda es precisamente que exista una violencia cada día más acentuada.
A quienes no ayudan los medios publicando contínuamente las crueles novedades es a los gobernantes ineptos que han llevado a México a ser considerado casi un Estado fallido.
Entendámonos bien: los medios no hacen más o menos violento al país publicando la información de lo que está ocurriendo.
Los serios problemas de inseguridad existen, y aunque nadie los publicara, los muertos por todos lados seguirían apareciendo, los levantones continuarían y el miedo generalizado no pasaría.
Por el contrario, en el caso de la violencia que por desgracia vive nuestro país, publicar es un deber, para que a nadie se le olvide y para que todos llevemos una especie de estadística.
Así cuando nuestros queridos mandatarios pretendan lavarnos el cerebro diciendo que todo va muy bien, nosotros podremos sacar a la luz lo que está sucediendo y que en todo caso los medios simplemente están relatando.
Porque el tema de la violencia es un asunto en que los periodistas no están ni inventando ni tergiversando nada. No podrían. A lo mejor hay algunos que por el contrario, tratan de suavizar las cosas, pero aún así, la realidad es tan espantosa que aunque la disfracen un poco sale a relucir en toda su crueldad.
Así que ni cómo ayudarlos, queridos panistas. No hay manera de taparle los ojos y los oídos a los mexicanos que en la información que se publica no ven más que el resumen de lo que viven cotidianamente.
Me viene a la memoria que en Rumania, el gobierno ordenó que los medios dieran un porcentaje de “noticias felices” para ayudar a que los ciudadanos no cayeran en depresión. El senado rumeno ordenó en el 2008 que los noticiarios de radio y televisión publicaran cada día una cuota fija de noticias “positivas” para reequilibrar el cuadro y ofrecer una imagen “más serena” de la realidad.
El enmendamiento a la ley ordenó un equilibrio entre noticias buenas y malas. Lo que todavía no se entiende es si con ello la realidad cotidiana de los rumenos ha cambiado o si la dosis de noticias “entusiastas” ha contribuido solamente a mejorar la imagen del gobierno.
Y es que a fin de cuentas, esa moderación que los panistas piden es solamente una manera de presionar a los medios para tapar el sol con un dedo y de alguna manera limpiar la imagen de un gobierno que hasta ahora se ha mostrado incapaz de manejar una situación delicadísima que se les ha salido completamente de control.
Pero a decir verdad, aunque los periodistas por un milagro del cielo de repente se quedaran calladitos, ¿la gente que sufre la violencia cotidiana dejaría de ver cómo México va de mal en peor?
En lugar de buscar los favores del sistema mediático, que por lo visto ya no pueden controlar -porque ahora a los medios les importa más quedar bien con los priístas- señores del PAN, ¿por qué no se ponen a trabajar y solucionan de una vez por todas la terrible situación de los ciudadanos mexicanos, de sus compatriotas, de los que los eligieron y con sus impuestos pagan sus mega salarios, que son personas que simplemente no se merecen lo que están viviendo?
miércoles, 23 de junio de 2010
jueves, 17 de junio de 2010
¡Es solamente fútbol!!!
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
16 giugno, 2010
Dedico estas líneas a todos los cesudos, conscientes, críticos, pensantes, analíticos intelectuales que sin pelos en la lengua se declaran contrarios a dedicarle siquiera una miradita a los partidos de fútbol que desde el viernes 11 de junio los molestan, los atormentan, los disturban, los inquietan y prácticamente no los dejan vivir tranquilos.
Porque en serio, me he topado con personas para las que oir hablar del mundial de Sudáfrica equivale a escuchar ininterrumpidamente por 90 minutos el molesto sonido de las vuvuzelas.
La verdad es que con todo respeto me dirijo a ellos por una sencilla razón: los encuentro simplemente exagerados.
Les hablo con el corazón en la mano, con el espíritu puro de una aficionada -hoy también tifosa- del deporte más popular del planeta. Quiero hacer una apología del fútbol. Tal y cual.
Creo que más de uno en cualquier rincón del mundo sabe perfectamente que el mundial es un negocio redondo. Que las ganancias millonarias llegan directamente a los patrocinadores, a las federaciones, a los futbolistas, a todos los que de una u otra forma participan en el torneo.
El balompié es así. Se sabe. Podemos no estar de acuerdo, pero estamos conscientes de que quienes juegan a nivel profesional ganan en un mes lo que ya quisieramos muchos que nos quemamos las pestañas yendo a la universidad. Así funciona.
También sabemos que si el millonario sistema del futbol se mantiene es porque conviene a más de uno. No nos engañamos, creo. Entendemos perfectamente que el deporte viene utilizado como una válvula de escape para los espectadores.
Un partido de fútbol es una excelente distracción, un modo perfecto para tener a la masa alejada de los problemas serios, impidiéndole preocuparse por lo que es importante y negándole con ello la posibilidad de hacer cualquier tipo de cuestionamiento.
A ciertos gobiernos -por no decir que a todos- les conviene que los diferentes torneos locales sigan adelante. Es verdad que con el fútbol se cumple a la perfección la sentencia de que “al pueblo, pan y circo”.
Pero ya lo sabemos. No es necesario enojarnos, indignarnos y rasgarnos las vestiduras. Así funciona. Punto.
Hay quien se pone negro por el berrinche porque piensa que no es justo que el mundial sea el único modo en que las personas demuestran por unas cuantas semanas un espíritu nacionalista. Me niego a enojarme. Es natural identificarse con la propia selección nacional. Es una manera de sentirnos identificados. Es innato buscar un sentido de pertenencia y ver en la competencia y en los eventuales triunfos un reflejo de lo que nos gustaría tener o hacer -como equipo- en la vida cotidiana. Es parte de nuestro ser social.
Por eso me molestan los intelectualoides que preguntan si el nacionalismo no debería demostrarse en otras circunstancias y no solamente cuando se trata de apoyar al tricolor o a cualquier otra selección. No se confundan.
Lo que si molesta, francamente, es ver a los odiosos políticos, a los nefastos gobernantes, aparecer ante las cámaras de todo el mundo como si su presencia fuera indispensable para dar validez a la selección.
Probablemente sería más sano y menos indecente que los presidentes se quedaran en sus respectivos países, ocupándose de resolver sus problemas, haciéndo su trabajo. Porque ponerse una bufanda con los colores de la selección, saludar a los jugadores y cantar el himno nacional mientras en el proprio país ese mismo día se registran 80 muertes violentas, me parece una falta de respeto hacia toda la nación. Se lo digo a usted, señor Calderón, que mientras andaba en la pachanga en Sudáfrica las cosas en nuestro país seguían como siempre: mal.
Lo escribo con todas sus letras: desde siempre adoro el fútbol. Por lo mismo me encantaría que los políticos no intervinieran, o al menos que no se dejaran ver en los estadios. Están demás.
Por eso también detesto que el juego del hombre se utilice como pretexto para sacar a la luz problemas que nada tienen que ver con lo que ocurre en la cancha. Les pongo como ejemplo el partido Italia-Paraguay, transmitido por radio Padania, donde los exaltados integrantes de la Lega Nord se dedicaron a apoyar a la selección sudamericana, mostrando un abierto desprecio no hacia los azzurri, sino hacia la existencia misma de Italia como nación, que desde su punto de vista debería dividirse definitivamente.
Confundimos la gimnasia con la magnesia. No se vale.
El fútbol es un deporte intenso, emocionante. Apasionante. Eso: el fútbol es pasión, es sentimiento, es alegría. No se razona, no se cuestiona. Porque si razonamos perdemos el sentido lúdico de este maravilloso deporte que por noventa minutos nos regala sensaciones que nos quedan impresas para siempre.
Debo decirlo: el sentido liberatorio que da un gol a un aficionado es un momento inigualable que posiblemente los intelectuales no comprenden. De vez en cuando es necesario dejarse llevar, sentir, no pensar. A veces la ligereza es también una muestra de inteligencia. Yo, con todo respeto, seguiré a mis dos selecciones aunque no sé qué tan lejos podrán llegar. Es solamente cada cuatro años, por favor ¡hay que disfrutar -como niños- el mundial!
16 giugno, 2010
Dedico estas líneas a todos los cesudos, conscientes, críticos, pensantes, analíticos intelectuales que sin pelos en la lengua se declaran contrarios a dedicarle siquiera una miradita a los partidos de fútbol que desde el viernes 11 de junio los molestan, los atormentan, los disturban, los inquietan y prácticamente no los dejan vivir tranquilos.
Porque en serio, me he topado con personas para las que oir hablar del mundial de Sudáfrica equivale a escuchar ininterrumpidamente por 90 minutos el molesto sonido de las vuvuzelas.
La verdad es que con todo respeto me dirijo a ellos por una sencilla razón: los encuentro simplemente exagerados.
Les hablo con el corazón en la mano, con el espíritu puro de una aficionada -hoy también tifosa- del deporte más popular del planeta. Quiero hacer una apología del fútbol. Tal y cual.
Creo que más de uno en cualquier rincón del mundo sabe perfectamente que el mundial es un negocio redondo. Que las ganancias millonarias llegan directamente a los patrocinadores, a las federaciones, a los futbolistas, a todos los que de una u otra forma participan en el torneo.
El balompié es así. Se sabe. Podemos no estar de acuerdo, pero estamos conscientes de que quienes juegan a nivel profesional ganan en un mes lo que ya quisieramos muchos que nos quemamos las pestañas yendo a la universidad. Así funciona.
También sabemos que si el millonario sistema del futbol se mantiene es porque conviene a más de uno. No nos engañamos, creo. Entendemos perfectamente que el deporte viene utilizado como una válvula de escape para los espectadores.
Un partido de fútbol es una excelente distracción, un modo perfecto para tener a la masa alejada de los problemas serios, impidiéndole preocuparse por lo que es importante y negándole con ello la posibilidad de hacer cualquier tipo de cuestionamiento.
A ciertos gobiernos -por no decir que a todos- les conviene que los diferentes torneos locales sigan adelante. Es verdad que con el fútbol se cumple a la perfección la sentencia de que “al pueblo, pan y circo”.
Pero ya lo sabemos. No es necesario enojarnos, indignarnos y rasgarnos las vestiduras. Así funciona. Punto.
Hay quien se pone negro por el berrinche porque piensa que no es justo que el mundial sea el único modo en que las personas demuestran por unas cuantas semanas un espíritu nacionalista. Me niego a enojarme. Es natural identificarse con la propia selección nacional. Es una manera de sentirnos identificados. Es innato buscar un sentido de pertenencia y ver en la competencia y en los eventuales triunfos un reflejo de lo que nos gustaría tener o hacer -como equipo- en la vida cotidiana. Es parte de nuestro ser social.
Por eso me molestan los intelectualoides que preguntan si el nacionalismo no debería demostrarse en otras circunstancias y no solamente cuando se trata de apoyar al tricolor o a cualquier otra selección. No se confundan.
Lo que si molesta, francamente, es ver a los odiosos políticos, a los nefastos gobernantes, aparecer ante las cámaras de todo el mundo como si su presencia fuera indispensable para dar validez a la selección.
Probablemente sería más sano y menos indecente que los presidentes se quedaran en sus respectivos países, ocupándose de resolver sus problemas, haciéndo su trabajo. Porque ponerse una bufanda con los colores de la selección, saludar a los jugadores y cantar el himno nacional mientras en el proprio país ese mismo día se registran 80 muertes violentas, me parece una falta de respeto hacia toda la nación. Se lo digo a usted, señor Calderón, que mientras andaba en la pachanga en Sudáfrica las cosas en nuestro país seguían como siempre: mal.
Lo escribo con todas sus letras: desde siempre adoro el fútbol. Por lo mismo me encantaría que los políticos no intervinieran, o al menos que no se dejaran ver en los estadios. Están demás.
Por eso también detesto que el juego del hombre se utilice como pretexto para sacar a la luz problemas que nada tienen que ver con lo que ocurre en la cancha. Les pongo como ejemplo el partido Italia-Paraguay, transmitido por radio Padania, donde los exaltados integrantes de la Lega Nord se dedicaron a apoyar a la selección sudamericana, mostrando un abierto desprecio no hacia los azzurri, sino hacia la existencia misma de Italia como nación, que desde su punto de vista debería dividirse definitivamente.
Confundimos la gimnasia con la magnesia. No se vale.
El fútbol es un deporte intenso, emocionante. Apasionante. Eso: el fútbol es pasión, es sentimiento, es alegría. No se razona, no se cuestiona. Porque si razonamos perdemos el sentido lúdico de este maravilloso deporte que por noventa minutos nos regala sensaciones que nos quedan impresas para siempre.
Debo decirlo: el sentido liberatorio que da un gol a un aficionado es un momento inigualable que posiblemente los intelectuales no comprenden. De vez en cuando es necesario dejarse llevar, sentir, no pensar. A veces la ligereza es también una muestra de inteligencia. Yo, con todo respeto, seguiré a mis dos selecciones aunque no sé qué tan lejos podrán llegar. Es solamente cada cuatro años, por favor ¡hay que disfrutar -como niños- el mundial!
miércoles, 2 de junio de 2010
Vasco... ¡Mejor sin Iniciativa!
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
02 giugno, 2010
Antes que nada, dedico éstas líneas a quienes afrman que construyo este espacio a partir de lo que “me platican”. Para quien lo dijo, con todo respeto, debo decir que todos sin excepción vivimos una realidad a partir de eso precisamente, de lo que nos platican.
La diferencia la hace a quién escuchamos y cuáles son las pláticas, los relatos que decidimos escuchar.
Orgullosamente debo decir que casi siempre trato de oir todas las campanas que suenan, para después decidir cuál es el sonido que me parece más adecuado o el más fuerte, o el más importante. Después de elegir me convierto yo misma en una nueva voz que trata de decir, de platicarle algo a los demás. Creo que eso es comunicar.
Esta semana me encuentro en internet un mensaje nuevo, dirigido a todos los mexicanos, pronunciado por el entrenador de la Selección nacional de fútbol, El Vasco Javier Aguirre.
Para empezar, todavía me estoy preguntando quién o quiénes son “Iniciativa México”. La respuesta es sencilla: basta buscar en la red para encontrar que se trata de un proyecto de Televisa en el que están involucrados otros medios de comunicación y en el que además estaría la mano del gobierno federal.
Si no mal recuerdo, hasta hace unos meses, todo parecía indicar que El Vasco no estaba muy de acuerdo con vivir en nuestro país. En febrero de este 2010, declaraba a una cadena de radio española:“yo, desde luego, tomo mis precauciones: mis hijos mayores viven en Madrid y yo me fui con mi mujer y con el pequeño, y llevamos ya casi un año. Esperaremos hasta el Mundial y luego me vendré para Europa para ver qué hay" .
Pero ahora quién sabe por qué ha cambiado idea, y lo veo muy emocionado, contento, lleno de espíritu patriótico. A lo mejor porque sabe que ya le falta poquito para cumplir su anhelo de regresar a Europa, porque su compromiso con la selección termina y ya se va del país.
La verdad me parece completamente fuera de lugar la campaña de Iniciativa México. Por un simple motivo: no tiene la mínima lógica, no es coherente mezclar las cosas y de entrada, no pienso que El Vasco sea la figura más adecuada para hablar no solamente de nuestra historia, sino para darnos discursos motivacionales que no tienen pies ni cabeza.
“Sé que cada 100 años México se propone hacer algo que suena imposible. Se lo propone y lo logra. En 1810 parecía imposible que México fuera un país independiente, y lo es. En 1910 parecía imposible que México llegara a ser un país democrático, y llegó a serlo”, dice con aire de profesor sabelotodo nuestro brillante entrenador de fútbol.
¿Estamos seguros? Con todo respeto, suena más bien a demagogía al más puro estilo gubernamental.
Independientes, democráticos. Como quien dice que de repente ignoramos la incómoda injerencia de nuestros vecinos del norte y nuestras enormes fallas y vicios en cada proceso electoral. Eso sin contar la vida cotidiana, en la que demostramos a cada paso depender de la ayuda de un gobierno paternalista que nos ha dado siempre atolito con el dedo. De la democracia ni hablar. No hemos comprendido que es una forma de vida y no un acto periódico que ocurre solamente en las urnas.
En una sola cosa le doy la razón al Vasco: “parece imposible ser el gran país seguro, próspero y justo que todos imaginamos”. Sí, de veras parece imposible.
Seguro... Con alrededor de 15 mil muertes por la guerra contra el narcotráfico, no veo la manera en que la seguridad pueda ser a corto o mediano plazo una de las características del México que el Vasco sueña. En una de esas la seguridad nos la van a dar los soldados que el presidente Obama ha enviado a vigilar la frontera con los Estados Unidos.
Próspero... En México, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Desarrollo Social, 40 por ciento de la población es pobre y 18 por ciento vive en la pobreza extrema. ¿Qué hacer cuando en nuestro país 3 por ciento de la población vive con menos de US$1; 14 millones viven con menos de US$2,50 y 40 millones viven con menos de US$4,50? A lo mejor pensando que el hombre más rico del mundo es mexicano, podemos pensar en la prosperidad.
Justo... Basta citar que en 2007 Amnistía Internacional (AI) aseguraba que “México en un país sin justicia” en un informe titulado “Injusticia e impunidad: deficiencias en el sistema de justicia penal mexicano”. Entonces -y la situación no ha cambiado mucho- el citado organismo internacional denunció “cómo se hace uso del sistema de justicia como instrumento de represión política, principalmente dirigido hacia quienes reportan y denuncian las violaciones a los derechos humanos”. Sí, querido Vasco, es decididamente imposible pensar en un México justo, cuando hay lugares donde las víctimas simplemente desaparecen ante los ojos de todos para luego aparecer debajo de la cama.
“Es hora de asumir que el cambio requiere del esfuerzo de cada uno de nosotros”, dice Aguirre. Nada más escucho la palabra “cambio” y hasta escalofríos me dan, sinceramente. Son diez años que sé que el “cambio” era para “hoy”. Y no lo veo por ninguna parte. Será que estoy lejos y solamente vivo de lo que me platican.
“Habrá que dejar atrás al México que busca culpables y dar paso al México en el que todos asumimos responsabilidades”. Con eso a lo mejor quiere decirnos que todos, absolutamente todos los que nos han hundido en el inmenso mar de problemas que nos aquejan deben ser olvidados. Ya no hay que buscar culpables. A fin de cuentas la culpa es nuestra, por agachones y por dejados.
Sinceramente me gustaba más el Vasco que decía en la entrevista de febrero que México está “jodido”. Era más honesto.
Insisto: decididamente los brillantes organizadores del nuevo lavado de cerebro llamado “Iniciativa México” equivocaron la estrategia y eligieron mal el personaje. Aguirre se ve nejor cuando está calladito, sobre todo porque en el video aparece como un gran triunfador, como si ya nos hubiera llevado a ganar la copa del mundo.
Y ni eso se va a poder, por lo que se ha visto en los amistosos.
Me da vergüenza el sermón que hicieron leer al Vasco. Me da rabia saber que seguramente se están gastando millones de pesos -que no sé de dónde provienen- para hacer una campaña absurda y sin sentido. Una nueva muestra de que hay quien sigue creyendo que los mexicanos debemos ser tratados como incapaces, como retrasados mentales o -mínimo- como menores de edad. Espero que haya quienes se den cuenta de que es hora de despertarse.
02 giugno, 2010
Antes que nada, dedico éstas líneas a quienes afrman que construyo este espacio a partir de lo que “me platican”. Para quien lo dijo, con todo respeto, debo decir que todos sin excepción vivimos una realidad a partir de eso precisamente, de lo que nos platican.
La diferencia la hace a quién escuchamos y cuáles son las pláticas, los relatos que decidimos escuchar.
Orgullosamente debo decir que casi siempre trato de oir todas las campanas que suenan, para después decidir cuál es el sonido que me parece más adecuado o el más fuerte, o el más importante. Después de elegir me convierto yo misma en una nueva voz que trata de decir, de platicarle algo a los demás. Creo que eso es comunicar.
Esta semana me encuentro en internet un mensaje nuevo, dirigido a todos los mexicanos, pronunciado por el entrenador de la Selección nacional de fútbol, El Vasco Javier Aguirre.
Para empezar, todavía me estoy preguntando quién o quiénes son “Iniciativa México”. La respuesta es sencilla: basta buscar en la red para encontrar que se trata de un proyecto de Televisa en el que están involucrados otros medios de comunicación y en el que además estaría la mano del gobierno federal.
Si no mal recuerdo, hasta hace unos meses, todo parecía indicar que El Vasco no estaba muy de acuerdo con vivir en nuestro país. En febrero de este 2010, declaraba a una cadena de radio española:“yo, desde luego, tomo mis precauciones: mis hijos mayores viven en Madrid y yo me fui con mi mujer y con el pequeño, y llevamos ya casi un año. Esperaremos hasta el Mundial y luego me vendré para Europa para ver qué hay" .
Pero ahora quién sabe por qué ha cambiado idea, y lo veo muy emocionado, contento, lleno de espíritu patriótico. A lo mejor porque sabe que ya le falta poquito para cumplir su anhelo de regresar a Europa, porque su compromiso con la selección termina y ya se va del país.
La verdad me parece completamente fuera de lugar la campaña de Iniciativa México. Por un simple motivo: no tiene la mínima lógica, no es coherente mezclar las cosas y de entrada, no pienso que El Vasco sea la figura más adecuada para hablar no solamente de nuestra historia, sino para darnos discursos motivacionales que no tienen pies ni cabeza.
“Sé que cada 100 años México se propone hacer algo que suena imposible. Se lo propone y lo logra. En 1810 parecía imposible que México fuera un país independiente, y lo es. En 1910 parecía imposible que México llegara a ser un país democrático, y llegó a serlo”, dice con aire de profesor sabelotodo nuestro brillante entrenador de fútbol.
¿Estamos seguros? Con todo respeto, suena más bien a demagogía al más puro estilo gubernamental.
Independientes, democráticos. Como quien dice que de repente ignoramos la incómoda injerencia de nuestros vecinos del norte y nuestras enormes fallas y vicios en cada proceso electoral. Eso sin contar la vida cotidiana, en la que demostramos a cada paso depender de la ayuda de un gobierno paternalista que nos ha dado siempre atolito con el dedo. De la democracia ni hablar. No hemos comprendido que es una forma de vida y no un acto periódico que ocurre solamente en las urnas.
En una sola cosa le doy la razón al Vasco: “parece imposible ser el gran país seguro, próspero y justo que todos imaginamos”. Sí, de veras parece imposible.
Seguro... Con alrededor de 15 mil muertes por la guerra contra el narcotráfico, no veo la manera en que la seguridad pueda ser a corto o mediano plazo una de las características del México que el Vasco sueña. En una de esas la seguridad nos la van a dar los soldados que el presidente Obama ha enviado a vigilar la frontera con los Estados Unidos.
Próspero... En México, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Desarrollo Social, 40 por ciento de la población es pobre y 18 por ciento vive en la pobreza extrema. ¿Qué hacer cuando en nuestro país 3 por ciento de la población vive con menos de US$1; 14 millones viven con menos de US$2,50 y 40 millones viven con menos de US$4,50? A lo mejor pensando que el hombre más rico del mundo es mexicano, podemos pensar en la prosperidad.
Justo... Basta citar que en 2007 Amnistía Internacional (AI) aseguraba que “México en un país sin justicia” en un informe titulado “Injusticia e impunidad: deficiencias en el sistema de justicia penal mexicano”. Entonces -y la situación no ha cambiado mucho- el citado organismo internacional denunció “cómo se hace uso del sistema de justicia como instrumento de represión política, principalmente dirigido hacia quienes reportan y denuncian las violaciones a los derechos humanos”. Sí, querido Vasco, es decididamente imposible pensar en un México justo, cuando hay lugares donde las víctimas simplemente desaparecen ante los ojos de todos para luego aparecer debajo de la cama.
“Es hora de asumir que el cambio requiere del esfuerzo de cada uno de nosotros”, dice Aguirre. Nada más escucho la palabra “cambio” y hasta escalofríos me dan, sinceramente. Son diez años que sé que el “cambio” era para “hoy”. Y no lo veo por ninguna parte. Será que estoy lejos y solamente vivo de lo que me platican.
“Habrá que dejar atrás al México que busca culpables y dar paso al México en el que todos asumimos responsabilidades”. Con eso a lo mejor quiere decirnos que todos, absolutamente todos los que nos han hundido en el inmenso mar de problemas que nos aquejan deben ser olvidados. Ya no hay que buscar culpables. A fin de cuentas la culpa es nuestra, por agachones y por dejados.
Sinceramente me gustaba más el Vasco que decía en la entrevista de febrero que México está “jodido”. Era más honesto.
Insisto: decididamente los brillantes organizadores del nuevo lavado de cerebro llamado “Iniciativa México” equivocaron la estrategia y eligieron mal el personaje. Aguirre se ve nejor cuando está calladito, sobre todo porque en el video aparece como un gran triunfador, como si ya nos hubiera llevado a ganar la copa del mundo.
Y ni eso se va a poder, por lo que se ha visto en los amistosos.
Me da vergüenza el sermón que hicieron leer al Vasco. Me da rabia saber que seguramente se están gastando millones de pesos -que no sé de dónde provienen- para hacer una campaña absurda y sin sentido. Una nueva muestra de que hay quien sigue creyendo que los mexicanos debemos ser tratados como incapaces, como retrasados mentales o -mínimo- como menores de edad. Espero que haya quienes se den cuenta de que es hora de despertarse.
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