Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
16 giugno, 2010
Dedico estas líneas a todos los cesudos, conscientes, críticos, pensantes, analíticos intelectuales que sin pelos en la lengua se declaran contrarios a dedicarle siquiera una miradita a los partidos de fútbol que desde el viernes 11 de junio los molestan, los atormentan, los disturban, los inquietan y prácticamente no los dejan vivir tranquilos.
Porque en serio, me he topado con personas para las que oir hablar del mundial de Sudáfrica equivale a escuchar ininterrumpidamente por 90 minutos el molesto sonido de las vuvuzelas.
La verdad es que con todo respeto me dirijo a ellos por una sencilla razón: los encuentro simplemente exagerados.
Les hablo con el corazón en la mano, con el espíritu puro de una aficionada -hoy también tifosa- del deporte más popular del planeta. Quiero hacer una apología del fútbol. Tal y cual.
Creo que más de uno en cualquier rincón del mundo sabe perfectamente que el mundial es un negocio redondo. Que las ganancias millonarias llegan directamente a los patrocinadores, a las federaciones, a los futbolistas, a todos los que de una u otra forma participan en el torneo.
El balompié es así. Se sabe. Podemos no estar de acuerdo, pero estamos conscientes de que quienes juegan a nivel profesional ganan en un mes lo que ya quisieramos muchos que nos quemamos las pestañas yendo a la universidad. Así funciona.
También sabemos que si el millonario sistema del futbol se mantiene es porque conviene a más de uno. No nos engañamos, creo. Entendemos perfectamente que el deporte viene utilizado como una válvula de escape para los espectadores.
Un partido de fútbol es una excelente distracción, un modo perfecto para tener a la masa alejada de los problemas serios, impidiéndole preocuparse por lo que es importante y negándole con ello la posibilidad de hacer cualquier tipo de cuestionamiento.
A ciertos gobiernos -por no decir que a todos- les conviene que los diferentes torneos locales sigan adelante. Es verdad que con el fútbol se cumple a la perfección la sentencia de que “al pueblo, pan y circo”.
Pero ya lo sabemos. No es necesario enojarnos, indignarnos y rasgarnos las vestiduras. Así funciona. Punto.
Hay quien se pone negro por el berrinche porque piensa que no es justo que el mundial sea el único modo en que las personas demuestran por unas cuantas semanas un espíritu nacionalista. Me niego a enojarme. Es natural identificarse con la propia selección nacional. Es una manera de sentirnos identificados. Es innato buscar un sentido de pertenencia y ver en la competencia y en los eventuales triunfos un reflejo de lo que nos gustaría tener o hacer -como equipo- en la vida cotidiana. Es parte de nuestro ser social.
Por eso me molestan los intelectualoides que preguntan si el nacionalismo no debería demostrarse en otras circunstancias y no solamente cuando se trata de apoyar al tricolor o a cualquier otra selección. No se confundan.
Lo que si molesta, francamente, es ver a los odiosos políticos, a los nefastos gobernantes, aparecer ante las cámaras de todo el mundo como si su presencia fuera indispensable para dar validez a la selección.
Probablemente sería más sano y menos indecente que los presidentes se quedaran en sus respectivos países, ocupándose de resolver sus problemas, haciéndo su trabajo. Porque ponerse una bufanda con los colores de la selección, saludar a los jugadores y cantar el himno nacional mientras en el proprio país ese mismo día se registran 80 muertes violentas, me parece una falta de respeto hacia toda la nación. Se lo digo a usted, señor Calderón, que mientras andaba en la pachanga en Sudáfrica las cosas en nuestro país seguían como siempre: mal.
Lo escribo con todas sus letras: desde siempre adoro el fútbol. Por lo mismo me encantaría que los políticos no intervinieran, o al menos que no se dejaran ver en los estadios. Están demás.
Por eso también detesto que el juego del hombre se utilice como pretexto para sacar a la luz problemas que nada tienen que ver con lo que ocurre en la cancha. Les pongo como ejemplo el partido Italia-Paraguay, transmitido por radio Padania, donde los exaltados integrantes de la Lega Nord se dedicaron a apoyar a la selección sudamericana, mostrando un abierto desprecio no hacia los azzurri, sino hacia la existencia misma de Italia como nación, que desde su punto de vista debería dividirse definitivamente.
Confundimos la gimnasia con la magnesia. No se vale.
El fútbol es un deporte intenso, emocionante. Apasionante. Eso: el fútbol es pasión, es sentimiento, es alegría. No se razona, no se cuestiona. Porque si razonamos perdemos el sentido lúdico de este maravilloso deporte que por noventa minutos nos regala sensaciones que nos quedan impresas para siempre.
Debo decirlo: el sentido liberatorio que da un gol a un aficionado es un momento inigualable que posiblemente los intelectuales no comprenden. De vez en cuando es necesario dejarse llevar, sentir, no pensar. A veces la ligereza es también una muestra de inteligencia. Yo, con todo respeto, seguiré a mis dos selecciones aunque no sé qué tan lejos podrán llegar. Es solamente cada cuatro años, por favor ¡hay que disfrutar -como niños- el mundial!
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Es la primera vez que leo a una mujer defender al futbol de forma tan apasionada. Será que no leo mucho de futbol, sin importar quien escriba.
ResponderBorrarEstoy de acuerdo en parte.
Estoy de acuerdo en que ya puesto el circo, lo menos que podemos hacer es disfrutar de la función aunque sabemos que debemos hacer cosas más importantes.
Estoy de acuerdo en que los gobernantes incluido el ahigasido buscan la foto fácil.
Pero en el caso particular del ahigasido y viendo que cuando felicito a los pumas y al Pachuca por ganar el título de liga mexicano, ambos equipos entraron en sequia, estiaje, crisis y debacle, pues yo digo que está bien que felicite a la selección en persona, en Sudáfrica, porque estamos a menos de 3 semanas de elecciones en México. Estas elecciones van a definir el escenario de las votaciones del 2012 y el país no ve los problemas (y cochinadas de los políticos) por ver el mundial.
Yo soy de los que piensa que la nacionalidad debe ser algo más que apoyar a 11 jugadores que juegan juntos menos de 2 meses y generalmente no obtienen ningún trofeo. Pero también cuestiono el concepto de nacionalidad en este mundo globalizado, así que mejor me callo.
Por lo pronto, así como existen quienes suspiran por los guerreros aztecas, yo voy con la verdeamarela. Entre la batucada y el juego, me olvido de la nacionalidad unos 90 minutos durante la segunda fase del mundial.