Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
27 de octubre, 2009
Para escribir estas líneas, me bastó leer una declaración del diputado local panista Carlos Madrazo. El legislador expresó su opinión referente a la necesidad que tiene el gobierno mexiquense de apretarse el cinturón y declaró al diario El Sol de Toluca que “el gobierno debe reducir sus gastos de manera 'drástica'... y valorar si vale la pena mantener Televisión Mexiquense”.
Digamos que la respetable idea del no menos respetable representante popular no es del todo descabellada. Al menos en teoría y dadas las circunstancias que rodean a la tele y a la radio estatales.
Eso sí, no me cabe la menor duda de que lo publicado corresponde a una de las clásicas entrevistas en las que los reporteros encienden la grabadora y dejan que los legisladores den rienda suelta a su creatividad y digan todo lo que se les ocurre, porque en una de esas se les va la boca y todos terminan contentos: el diputado, porque se desahogó y segurito va a salir en el periódico y el informador porque ya tiene una de las notas obligatorias que le exige diariamente el medio de comunicación para el cual trabaja.
Sin embargo, el diputado Madrazo me ha dejado pensando largamente acerca de la necesidad de analizar en serio la función de la televisión del estado de México. Revisando la información disponible, encuentro que el 17 de diciembre de 1998, mediante Decreto del Ejecutivo del Estado, fue creado el organismo público descentralizado denominado Sistema de Radio y Televisión Mexiquense, “con personalidad jurídica y patrimonio propios, teniendo por objeto, entre otros, difundir la cultura en la sociedad mexiquense para propiciar la identidad y solidaridad de los habitantes de la entidad.”
El organismo se regula a través de un consejo directivo y un director general. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del gobierno estatal, la televisora y no digamos la radio son simplemente un par de elefantes blancos que cuestan a los contribuyentes de la entidad.
Que quede claro: personalmente considero que eliminar la televisión estatal sería un tremendo error de parte de la administración mexiquense.
Claro que dudo mucho que la sugerencia de Carlos Madrazo sea tomada en serio, especialmente en un Congreso mayoritariamente priísta donde de seguro cualquier iniciativa de la oposición relativa a cualquier tema incómodo terminará directamente en el bote de la basura, sin ser tomada en cuenta por las comisiones respectivas y obviamente sin siquiera ser tocada en el pleno.
Pero esta idea en particular, lanzada así como no queriendo por Carlos Madrazo para ver quién la publicaba, da mucho para pensar.
Precisamente hace una semana toqué el tema de la RAI (Radio y Televisión Italiana) y el concepto expuesto por el destacado intelectual Giovanni Sartori, quien hablaba de la importancia de que el Estado pueda contar con un medio de comunicación, al menos para equilibrar la situación mediática.
Digamos que el problema no es mantener o no radio y televisión mexiquense. No debería ponerse en duda su utilidad social, que es potencialmente la misma que la de cualquier medio de comunicación masiva.
El verdadero problema es la total incapacidad de los gobiernos que han pasado y probablemente de los que vendrán para hacer que la televisión del Estado sea realmente competitiva ante la realidad de una televisión privada que decide, define e impone.
No me cuesta nada revisar on line la programación de la tele mexiquense y tampoco me cuesta nada ver alguna de sus propuestas. Con todas las letras y con todo respeto: son aburridísimos.
Sus programas están vestidos de un tono oficialista que francamente no creo que pueda competir con ninguna de las propuestas de la trash-tv que ahora predomina en todos los canales privados y que nos guste o no, llama de veras la atención de la masa. Y digamos que la idea de la televisión estatal debería ser la de convertirse en popular y aportar algo bueno a la sociedad que la paga, ¿no?
Es tan sencillo como decir que hasta ahora, la tele del Estado no se ha tomado la molestia de buscar entre los jóvenes y también entre los expertos las propuestas capaces de robar literalmente el público a las cadenas privadas importantes.
Lo malo es que como siempre el cargo de Director General del canal que cuesta a todos los mexiquenses ha sido asignado a un político que tiene cierta experiencia en los medios, misma que francamente no bastar para convertir el sistema de radio y televisión en el medio útil e importante que merecería ser.
Revisando el currículum del director, Alejandro Murat Hinojosa, encuentro que se trata de un Maestro en Derecho con especialidad en derecho corporativo, fiscal, financiero y de propiedad. Muy leído y escribido el señor, estudió su maestría en la Columbia University Law School. Mis respetos.
Pero hablando de su experiencia en la materia que hoy ocupa la mayor parte de su tiempo, la verdad es que ésta se resume en ser Analista en Política Pública y Derecho para el Canal 40 y Radio Fórmula. A lo mejor su mérito más importante es ser hijo del ex gobernador de Oaxaca y actual diputado federal José Murat. ¡Qué casualidad!
Francamente no me queda duda de que en general la asignación del cargo de director del sistema tiene connotaciones extrañas. Por ahí estuvo hasta la actual esposa del ex gobernador Arturo Montiel, Norma Meraz.
Sin duda ha sido un puesto de paso, algo así como un trabajo poco comprometedor y bien remunerado “mientras llega algo mejor” porque nadie toma en serio la función o la utilidad de los medios del Estado, como si se dieran por vencidos ya de entrada porque nadie cree poder competir con la tele y la radio comercial.
Espero por su bien y por el bien de los mexiquenses que Murat junior al menos se haya rodeado de personas creativas y que sepa lo que realmente significa como función social tener la posibilidad de utilizar positivamente las ocho estaciones de radio y el canal de televisión que es de todos los ciudadanos de la entidad más poblada del país.
Si no, le dará razón al diputado panista y a más de uno que piensa que el gobierno del estado de México hasta ahora ha preferido darle millones a la televisión privada para promover las bondades de sus actos, y ha olvidado apoyar y sostener lo que tiene en casa.
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