Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
07 de octubre, 2009
Después de una involuntaria ausencia debida a los estragos de la influenza -no, “esa” no, gracias a Dios- me encuentro de nuevo revisando la información proveniente de de nuestro país. La verdad es que estoy poco menos que sorprendida de frente a algunas novedades.
Llama de inmediato mi atención la accidentada marcha en recuerdo de los hechos del dos de octubre de 1968. Una manifestación más bien violenta que debería ser motivo de preocupación porque es una muestra de descontento social que sinceramente es más que justificado.
El resumen de la marcha publicado por el diario La Jornada en su versión on line es más que significativo. La crónica señala que “este año las marchas conmemorativas por la matanza... reflejaron el rechazo popular a las políticas económicas y sociales de la administración federal... Las demandas que corearon miles de personas que acudieron a la concentración fueron claras: repudio al impuesto general de 2 por ciento al consumo, así como al recorte presupuestal en educación.”
Digamos que la población, de acuerdo con lo que los medios de comunicación reportan, está sencillamente furiosa por el aumento a los impuestos. Lo peor del asunto es pensar que según cifras recientemente publicadas, en México hay seis millones de nuevos pobres.
En realidad, nuestra nación en este momento se encuentra en la cola del desarrollo. Estamos en el último lugar de crecimiento económico de América Latina. Entre crisis global, influenza, violencia e inseguridad, la situación que el país vive en este momento no es de las mejores. Lo veo desde afuera, donde -dicen- se puede apreciar mejor y más objetivamente lo que ocurre. Y desde afuera, a miles de kilómetros de distancia, duele igual que si estuviera ahí.
No hay una sola nota positiva. Lo siento verdaderamente. No parece que se avecine una solución a los problemas nacionales y lo peor es encontrar en el universo informativo situaciones tan absurdas y tan serias como los despilfarros de las autoridades, que no por ser asunto de todos los días deben continuar siendo algo natural.
Porque digamos las cosas como son: es una ofensa para el pueblo que soporta el aumento de los impuestos que sus representantes -esos buenos para nada de los nuevos legisladores federales- gasten más de 60 millones de pesos para “remodelar sus oficinas, renovar mobiliario, aparatos de comunicación y la compra de fistoles de oro para lucirlos en la solapa de sus sacos.”
Así lo reportan los medios de comunicación que en este caso no tendrían por qué mentir acerca de la existencia de una partida que los nuevos diputados tienen y que fue autorizada por sus predecesores. Monto que será ejercido de septiembre a diciembre, de acuerdo con el programa Anual de Adquisiciones, Arrendamientos, Obras Públicas y Servicios de 2009.
Mientras los diputados se instalan como se merecen, los otros pobres mortales que tuvieron la suerte de nacer en el territorio mexicano, se las arreglan como pueden. Hoy, 26 millones de compatriotas se encuentran en extrema pobreza y 52 millones en la pobreza a secas, todos ellos -qué pena- sin fistoles, sin oficinas, sin celulares.
Por eso no me sorprende que el dos de octubre -que al parecer de veras no se olvida- haya sido el pretexto para demostrar que los mexicanos estamos llegando al límite.
Y por eso también quisiera que alguien por una vez me respondiera con qué cara en el estado de México se ha decidido despilfarrar sin miramientos recursos económicos para celebrar en grande el Centenario de la Independencia y el Bicentenario de la Revolución.
De acuerdo con lo reportado por el diario on line El Universal, es precisamente la entidad mexiquense donde las celebraciones serán espectaculares. Y la verdad sabemos bien porqué, pues queda claro que alguien está jugando a competir con la federación para demostrar que bien podría estar en su lugar a partir del 2012.
El “Programa Mexiquense para la Conmemoración” tiene cerca de ¡400 actividades! propuestas por un Consejo Consultivo integrado por el gobierno, empresarios y sociedad civil, consejo que está encabezado por el ex gobernador César Camacho Quiroz.
La explicación más simple del ex mandatario mexiquense es que un número tan importante de actos conmemorativos se justifica “por ser la entidad que concentra al mayor número de habitantes del país.” Imagino que por lo mismo, es la entidad que tiene mayores necesidades prioritarias, ¿no es cierto?
Camacho Quiroz dice que es necesario “visualizar a 2010 como una 'plataforma de despegue' con planes a futuro que mejoren la calidad de vida.” Con todo respeto, quiero preguntarle a mi estimado ex gobernante: ¿de veras cree que construyendo arcos, monumentos emblemáticos y corredores escultóricos podrá mejorar la calidad de vida de los mexiquenses?
Sinceramente no sé si reir o llorar cuando leo que el logotipo del bicentenario será impreso en las licencias de conducir. ¿No sería mejor enseñar a los mexiquenses a manejar como personas civilizadas y ser más severos al otorgar la autorización para que los ciudadanos se pongan frente al volante?
En vez de pensar en “liberar la variedad de papa Corregidora”, ¿no sería mayor motivo de festejo que “la papa” pudiera llegar a los que de verdad la necesitan? Si como dice César Camacho todo esto sirve de veras para que se reactive la economía, pues entonces hagan de cuenta que no dije nada.
Pero si como imagino se trata de una nueva forma de despilfarrar recursos, usando como pretexto una celebración, entonces creo que en realidad podrían redimensionar los gastos, que enmedio de una crisis económica parecen una auténtica burla para los millones de pobres que no entienden el motivo de celebrar.
De plano, con todo respeto, mexicanos y mexiquenses nos estamos comportando como los típicos ignorantes que gastan lo que no tienen para organizar bodas, bautizos o fiestas de quince años porque “al cabo son festejos que se hacen una sola vez”, y luego despiertan a la cruda realidad, quedando mal con todo el mundo, criticados y sobre todo, endeudados y con los bolsillos vacíos.
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