Publicado en el Semanario Punto
Toluca, México
30 de noviembre, 2011.
En los últimos días me he encontrado con una importante información que se refiere a la denuncia presentada por un grupo de ciudadanos mexicanos ante la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, contra el presidente Felipe Calderón.
La verdad es sorprendente y realmente triste que se haya llegado al extremo de recurrir a las autoridades más allá de la frontera. Me parece que es un grito desesperado y considero que no debería ser ignorado y mucho menos minimizado.
Honestamente lo que he leído respecto a las razones que harían de Calderón responsable de crímenes de guerra y lesa humanidad es escalofriante.
En alrededor de 700 páginas, los denunciantes exponen cifras impresionantes: 50 mil personas asesinadas, 10 mil casos de desaparecidos y 230 mil desplazados por el clima de inseguridad.
Ni más ni menos.
No pienso que los integrantes de las organizaciones no gubernamentales que se decidieron a denunciar tan graves hechos hayan intentado dar un golpe político al presidente de México.
Más bien creo que se trata de un intento desesperado de los ciudadanos indignados y temerosos para llamar la atención del mundo. Y hacen bien.
Porque a fin de cuentas, hay que reconocer que en nuestro país están ocurriendo cosas serias y es justo que alguien pague. No importa si ese alguien ostenta el título de presidente de la República.
Durante una entrevista simultánea realizada por la periodista Carmen Aristegui a los denunciantes y al gobierno, el abogado Netzaí Sandoval justificó la denuncia hecha ante CPI diciendo que “en México hay un contexto generalizado de violencia muy preocupante en el que se están presentando violaciones muy puntuales al derecho internacional humanitario de parte del narcotráfico y del gobierno federal.”
Seamos honestos. Tiene razón. Si alguien se atreve a negarlo o argumenta que hay mala fe o intenciones políticas en sus argumentos, o bien que la ropa sucia se lava en casa, habría que abrirle los ojos a la realidad.
De acuerdo, yo no vivo en México. Pero gracias a la maravilla que es Internet tengo la posibilidad de estar en contacto contínuo con familiares y amigos que hablan conmigo y me describen el ambiente de violencia que se vive allá. A veces simplemente me vienen escalofríos. En ocasiones me indigno. Casi siempre me preocupo. Invariablemente lo lamento profundamente.
Es por esto que me pregunto por qué razón el gobierno de Calderón no reconoce sus culpas y en lugar de amenazar a los ciudadanos que lo denunciaron no hace un análisis de conciencia, tiene un arranque de inusitada dignidad y decide admitir que hay al menos algo (si no es que mucho) de verdad en lo expresado.
“De parte de los soldados, las fuerzas de seguridad han cometido violaciones sexuales contra mujeres e incluso niñas, han realizado homicidios contra civiles, desapariciones forzadas, tortura sistemática para conseguir autoinculpaciones, ejecuciones y perjuicio.”, ha denunciado Sandoval a nombre de las ONG's involucradas en la denuncia.
Y el gobierno mexicano ha hecho una sola cosa: rechazar sus culpas. A nombre suyo, Gerardo Laveaga, denominado voz oficial para el caso y director de Instituto Nacional de Ciencias Penales, se limitó a “felicitar” a Netzaí Sandoval “por su idealismo”, pero le aclaró que “está equivocado en su proceder”, pues la CPI “le entra cuando ya se agotaron las instancias nacionales, cuando ya se denunció al presidente o a los secretarios ante los tribunales nacionales y estos no pudieron o no quisieron atender el asunto. La CPI, según el gobierno mexicano, “no es el órgano adecuado, o por lo menos, no hasta haber agotado las instancias.”
Me pregunto si son o se hacen. Personalmente me parece que no quieren comprender que haber llegado hasta La Haya es una medida normal en un Estado donde se sabe de antemano que ninguna de las instancias nacionales hará nada.
Sin embargo, en una cosa doy toda razón a Laveaga. Se trata de un acto de idealismo puro. Por desgracia. Especialmente si se considera que la denuncia ante la CPI incluye también a los narcotraficantes, de quienes dice: “atacan hospitales donde asesinan a personas, atacan centros de rehabilitación donde hay enfermos, realizan amputaciones, atacan a civiles, reclutan a niños menores de quince años para convertirlos en sicarios.”
Me pregunto qué tan factible es que estos grupos que viven al margen de la ley respondan ante la justicia internacional. Espero que los denunciantes comprendan que en un mundo donde un narcotraficante aparece en la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo, hacer que los delincuentes de cierto nivel paguen por sus actos es practicamente imposible.
Digamos que la esperanza de los denunciantes de ser escuchados es practicamente una utopía. El riesgo que corren es hacer un tremendo ridículo porque simplemente están luchando como Don Quijote, contra molinos de viento.
Me basta leer el comunicado del gobierno mexicano para entender cómo terminará este asunto: “...México que tiene una democracia vibrante, con poderes independientes y equilibrados entre sí, con instituciones de derechos humanos autónomas y un sistema de libertades y garantías y vigencia de derechos humanos como pocas naciones en desarrollo".
En pocas palabras: ciudadanos mitoteros, nada hay que denunciar en un país que vive una realidad practicamente de cuento de hadas.
Y para colmo, si continúan con su inútil denuncia, los 23 mil ciudadanos involucrados en ésta tendrán que atenerse a las consecuencias, porque la autoridad nacional considera que “Las imputaciones al Gobierno de México son claramente infundadas e improcedentes y constituyen en sí mismas verdaderas calumnias, acusaciones temerarias que dañan no sólo a personas e instituciones, sino que afectan terriblemente el buen nombre de México”.
Y agárrense porque nuestro pobre e incomprendido gobierno “explorará todas las alternativas para proceder legalmente contra las personas que acusan temerariamente a su administración de abusos y violaciones a los derechos humanos.”
Muy bien. Tomemos nota. Y no olvidemos tampoco la postura al respecto de los flamantes casi-candidatos a la presidencia. Enrique Peña Nieto afirmó: "no estoy de acuerdo, descalifico y, por supuesto, no respaldo ese tipo de denuncias que me parece carecen de sustento y que evidentemente el Estado está y debería estar para respaldar y apoyar el proceso que se siga ante esa Corte en defensa del Jefe de Estado". Ya sabemos lo que haría el priísta en el caso de que algún ciudadano se atreviera a denunciar alguna irregularidad.
Por su parte el amoroso de izquierda, Andrés Manuel López Obrador se concretó a una respuesta vaga y tibia: “van a ser los jueces los que van decidir si procede o no procede, pero hay que esperar a que se den esos veredictos resoluciones, lo que tenemos que procurar todos es que haya un cambio de fondo en el país para cambiar la estrategia”.
Total, que de nuevo y ante un caso concreto, los mexicanos no tenemos ni para dónde hacernos. Lo más penoso es que ya ni siquiera nos queda la ilusión de pensar que un súper tribunal extranjero nos puede defender... A estas alturas creo que no lo hará ni siquiera el Chapulín Colorado.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
miércoles, 23 de noviembre de 2011
México 2012, panorama desolador...
Publicado en el Semanario Punto, Toluca.
23 noviembre 2011
Esta semana, después de leer las novedades electorales en México, no tengo otro remedio que hablar de lo mucho que me preocupa lo que ocurre y de lo difícil que se presenta el panorama para nuestro país.
No quiero pecar de pesimista. Simplemente estoy buscando de analizar la situación con la mayor objetividad posible. Dicen que observar los problemas desde afuera, sin estar involucrado en ellos, permite una visión amplia de los elementos que lo componen.
Y desde afuera, honestamente, creo que México en este momento no cuenta con una posibilidad real, con una opción que le pueda ayudar seriamente a mejorar.
Vayamos por partes. Hace algunos días empezaron las descepciones. Para quienes pensábamos que la izquierda mexicana había aprendido algo de sus últimas derrotas, para quienes creímos que había quedado claro que la propuesta del PRD debe ser concreta, el golpe fue bastante serio.
El pasado 15 de noviembre, el partido del sol azteca determinó luego de realizar encuestas entre la militancia, que Andrés Manuel López Obrador participará en la contienda electoral de 2012.
Me sigo preguntando qué ha hecho López Obrador en los últimos años, si no criticar al gobierno por él denominado “espurio” y emitir juicios y sentencias contra toda la clase política mexicana, sin importar a qué partido o corriente pertenezca.
Otra de mis interrogantes es saber cómo le hizo para sobrevivir sin tener un trabajo formal y por último, quisiera saber si por lo menos se preparó mejor en materias fundamentales para poder aspirar seriamente a convertirse en el presidente de México.
Dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios y sin duda la democracia es la máxima manifestación de la voluntad popular. Las encuestas realizadas por la izquierda seguramente arrojaron como resultado la preferencia de la mayoría por López Obrador, por encima de Marcelo Ebrard. Pero sinceramente creo que muchas veces el pueblo se equivoca y que los perredistas no consideraron que AMLO es una figura desgastada, bizarra y añeja.
López Obrador es el perdedor que no se resigna, el eterno derrotado que no reconoce su verdadera situación. Pretende ser como el ave fénix y resurgir de sus cenizas sin considerar que muy probablemente su tiempo ya pasó y que en este momento lo mejor para su corriente política es proponer caras nuevas, si quiere de veras competir y sobre todo, triunfar.
Se ve que AMLO tuvo mucho tiempo libre en estos años y que ha preparado un discurso que desde su punto de vista puede llegar a la ciudadanía. “construir una República amorosa, más humana e igualitaria, con dimensión social y grandeza espiritual.” Suena bonito. Nada más suena bonito.
Y a propósito de “bonito”... Está listo el otro aspirante a gobernar México a partir del 2012. Quién lo hubiera dicho hace solamente diez años. De Secretario de Administración en un gabinete de dudosa reputación a presidente de la República. Ni más ni menos.
La vida da sorpresas. Hace años Enrique Peña Nieto no era otra cosa que un muchachito fresa y guapillo que a parte de utilizar sus encantos para ligarse a las edecanes en los actos de gobierno, no tenía la mínima presencia pública.
Ahora el flamante casi candidato del tricolor a la presidencia se da el lujo de criticar el “Estado disfuncional” y afirma en su nuevo libro “que en estos años” precisamente ese “Estado disfuncional ha arrastrado a los mexicanos por una pendiente al ser incapaz de crear las condiciones mínimas de seguridad, crecimiento económico, empleo digno, educación y una seguridad social de calidad.”
Nada más para comenzar, digo con toda franqueza que dudo que el libro lo haya realmente escrito él, por la sencilla razón que no veo a qué hora haya podido sentarse con calma a teclear sus ideas. A menos que no se trate de un súper héroe. Porque entre giras, pachangas y cumplimiento de sus obligaciones matrimoniales, a menos que no se haya dedicado a escribir su best seller durante muchos años, pues no veo cómo le pudo hacer. Si estoy blasfemando y fue él y solamente él quien escribió todo, le pido con toda humildad que nos pase la receta a quienes no estamos tan atareados como él y apenas podemos darle un espacio a la escritura.
Haciendo a un lado el detalle de la autoría, todavía estoy no solamente sorprendida, sino hasta indignada porque no puedo comprender cómo un priísta de pura cepa, uno que nació en el merito Atlacomulco, uno que creció y estudió y vivió gracias al sistema, tiene el descaro de criticar lo que el mismísimo PRI ha provocado.
Ya sé que los priístas van a comenzar a desgarrarse las vestiduras, pero ojalá fueran lo suficientemente humildes para reconocer que el “Estado disfuncional” del que habla Peña no tiene su origen 11 años atrás, cuando la derecha llegó al poder. En México nada funciona desde el momento en que por setenta años se vivió una dictadura de partido que hizo de nosotros una sociedad pobre, ignorante y reprimida.
Y lo más indignante es que el PRI quiere volver a las andadas, y pretende recetarnos otra vez sus viejas fórmulas, con la diferencia que ahora le apuesta todo a la imagen de niño bonito de un candidato hueco. Y ni siquiera Manlio Fabio Beltrones pudo con el paquete de enfrentarse al nuevo galán de telenovelas.
Por eso personalmente me da aún más rabia que el elegido del PRD no haya sido Marcelo Ebrard. Porque la carencia de un candidato fuerte, un candidato propositivo de la izquierda le da todavía más ventajas a Enrique Peña que como he dicho contínuamente en este espacio no es absolutamente una posibilidad de gobierno serio para nuestro país.
Del PAN ni hablar. Dos sexenios han sido suficientes para que los mexicanos no vuelvan a ceder a la tentación del “cambio” irracional. No se necesita mucho para saber que en la verdadera contienda por la presidencia el PAN no va a figurar, simplemente porque los miles de muertos provocados por la guerra al narcotráfico pesan demasiado en el ánimo popular.
Como dije al inicio, la situación vista desde afuera se puede analizar mejor. Y sin querer aparecer simplemente como una “contreras” más, me siento obligada a decir el panorama político mexicano se ve simplemente desolador. El problema es que cuando la democracia no es la solución, los caminos que llevan a las respuestas no son precisamente los más fáciles ni los más adecuados. Dejémoslo al tiempo pero no perdamos de vista que México, el verdadero, el del ciudadano de a pie simplemente ya no da para más.
23 noviembre 2011
Esta semana, después de leer las novedades electorales en México, no tengo otro remedio que hablar de lo mucho que me preocupa lo que ocurre y de lo difícil que se presenta el panorama para nuestro país.
No quiero pecar de pesimista. Simplemente estoy buscando de analizar la situación con la mayor objetividad posible. Dicen que observar los problemas desde afuera, sin estar involucrado en ellos, permite una visión amplia de los elementos que lo componen.
Y desde afuera, honestamente, creo que México en este momento no cuenta con una posibilidad real, con una opción que le pueda ayudar seriamente a mejorar.
Vayamos por partes. Hace algunos días empezaron las descepciones. Para quienes pensábamos que la izquierda mexicana había aprendido algo de sus últimas derrotas, para quienes creímos que había quedado claro que la propuesta del PRD debe ser concreta, el golpe fue bastante serio.
El pasado 15 de noviembre, el partido del sol azteca determinó luego de realizar encuestas entre la militancia, que Andrés Manuel López Obrador participará en la contienda electoral de 2012.
Me sigo preguntando qué ha hecho López Obrador en los últimos años, si no criticar al gobierno por él denominado “espurio” y emitir juicios y sentencias contra toda la clase política mexicana, sin importar a qué partido o corriente pertenezca.
Otra de mis interrogantes es saber cómo le hizo para sobrevivir sin tener un trabajo formal y por último, quisiera saber si por lo menos se preparó mejor en materias fundamentales para poder aspirar seriamente a convertirse en el presidente de México.
Dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios y sin duda la democracia es la máxima manifestación de la voluntad popular. Las encuestas realizadas por la izquierda seguramente arrojaron como resultado la preferencia de la mayoría por López Obrador, por encima de Marcelo Ebrard. Pero sinceramente creo que muchas veces el pueblo se equivoca y que los perredistas no consideraron que AMLO es una figura desgastada, bizarra y añeja.
López Obrador es el perdedor que no se resigna, el eterno derrotado que no reconoce su verdadera situación. Pretende ser como el ave fénix y resurgir de sus cenizas sin considerar que muy probablemente su tiempo ya pasó y que en este momento lo mejor para su corriente política es proponer caras nuevas, si quiere de veras competir y sobre todo, triunfar.
Se ve que AMLO tuvo mucho tiempo libre en estos años y que ha preparado un discurso que desde su punto de vista puede llegar a la ciudadanía. “construir una República amorosa, más humana e igualitaria, con dimensión social y grandeza espiritual.” Suena bonito. Nada más suena bonito.
Y a propósito de “bonito”... Está listo el otro aspirante a gobernar México a partir del 2012. Quién lo hubiera dicho hace solamente diez años. De Secretario de Administración en un gabinete de dudosa reputación a presidente de la República. Ni más ni menos.
La vida da sorpresas. Hace años Enrique Peña Nieto no era otra cosa que un muchachito fresa y guapillo que a parte de utilizar sus encantos para ligarse a las edecanes en los actos de gobierno, no tenía la mínima presencia pública.
Ahora el flamante casi candidato del tricolor a la presidencia se da el lujo de criticar el “Estado disfuncional” y afirma en su nuevo libro “que en estos años” precisamente ese “Estado disfuncional ha arrastrado a los mexicanos por una pendiente al ser incapaz de crear las condiciones mínimas de seguridad, crecimiento económico, empleo digno, educación y una seguridad social de calidad.”
Nada más para comenzar, digo con toda franqueza que dudo que el libro lo haya realmente escrito él, por la sencilla razón que no veo a qué hora haya podido sentarse con calma a teclear sus ideas. A menos que no se trate de un súper héroe. Porque entre giras, pachangas y cumplimiento de sus obligaciones matrimoniales, a menos que no se haya dedicado a escribir su best seller durante muchos años, pues no veo cómo le pudo hacer. Si estoy blasfemando y fue él y solamente él quien escribió todo, le pido con toda humildad que nos pase la receta a quienes no estamos tan atareados como él y apenas podemos darle un espacio a la escritura.
Haciendo a un lado el detalle de la autoría, todavía estoy no solamente sorprendida, sino hasta indignada porque no puedo comprender cómo un priísta de pura cepa, uno que nació en el merito Atlacomulco, uno que creció y estudió y vivió gracias al sistema, tiene el descaro de criticar lo que el mismísimo PRI ha provocado.
Ya sé que los priístas van a comenzar a desgarrarse las vestiduras, pero ojalá fueran lo suficientemente humildes para reconocer que el “Estado disfuncional” del que habla Peña no tiene su origen 11 años atrás, cuando la derecha llegó al poder. En México nada funciona desde el momento en que por setenta años se vivió una dictadura de partido que hizo de nosotros una sociedad pobre, ignorante y reprimida.
Y lo más indignante es que el PRI quiere volver a las andadas, y pretende recetarnos otra vez sus viejas fórmulas, con la diferencia que ahora le apuesta todo a la imagen de niño bonito de un candidato hueco. Y ni siquiera Manlio Fabio Beltrones pudo con el paquete de enfrentarse al nuevo galán de telenovelas.
Por eso personalmente me da aún más rabia que el elegido del PRD no haya sido Marcelo Ebrard. Porque la carencia de un candidato fuerte, un candidato propositivo de la izquierda le da todavía más ventajas a Enrique Peña que como he dicho contínuamente en este espacio no es absolutamente una posibilidad de gobierno serio para nuestro país.
Del PAN ni hablar. Dos sexenios han sido suficientes para que los mexicanos no vuelvan a ceder a la tentación del “cambio” irracional. No se necesita mucho para saber que en la verdadera contienda por la presidencia el PAN no va a figurar, simplemente porque los miles de muertos provocados por la guerra al narcotráfico pesan demasiado en el ánimo popular.
Como dije al inicio, la situación vista desde afuera se puede analizar mejor. Y sin querer aparecer simplemente como una “contreras” más, me siento obligada a decir el panorama político mexicano se ve simplemente desolador. El problema es que cuando la democracia no es la solución, los caminos que llevan a las respuestas no son precisamente los más fáciles ni los más adecuados. Dejémoslo al tiempo pero no perdamos de vista que México, el verdadero, el del ciudadano de a pie simplemente ya no da para más.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Era solamente un dictador soft...
Publicado en el Semanario Punto, Toluca.
16 noviembre 2011
Después de meses de ausencia retomo este espacio, no sin antes agradecer a mi amigo Guillermo Romero Zarazúa por la paciencia que me ha demostrado. Ninguna razón particular, ningún motivo grave me ha hecho dejar de escribir durante tanto tiempo.
Se ha tratado simplemente de una especie de hastío, un estado de ánimo que simplemente me ha impedido expresarme, por una sencilla razón: no tenía absolutamente nada que decir.
Simplemente los acontecimientos me rebasaron y francamente ver que la situación no cambiaba provocó en mi persona una especie de rabia, de impotencia. Ni en Italia ni en México parecía ocurrir nada.
Fueron días y meses decididamente estériles, y naturalmente, la situación me ponía en riesgo de parecer repetitiva. Pensé que seguir escribiendo era simplemente desperdiciar tinta y energía.
Hoy me siento casi aliviada y sobre todo contenta. Lo confieso, ya era una situación personal. Irracionalmente personal, Mi aversión hacia Silvio Berlusconi -confieso- llegó a la exageración. No es bueno, no es coherente, no es normal. Pero así ocurría.
Posiblemente mi odio hacia el personaje es el reflejo de mi aversión a lo que representa: la mentira, la hipocresía, el afán de vivir bien sin mucho esfuerzo a costillas de los demás.
Cuando llegué a vivir a Italia, hace ocho años, fue difícil comprender el sistema de gobierno. Acostumbrada a un país donde vaya como vaya los sexenios terminan, a pesar de obtener pésimos resultados, me resultaba francamente complicado concebir la posibilidad de que un gobierno pueda caer sin llegar a completar el tiempo por el cual teoricamente es electo.
En pocas palabras, a diferencia de lo que ocurre en México, siendo Italia una república parlamentaria, son precisamente las cámaras quienes dan o quitan la “confianza” al presidente del Consejo de Ministros, que sin una mayoría contundente simplemente tiene que hacer las maletas e irse a su casa sin chistar.
Eso fue precisamente lo que le sucedió a Berlusca. Su gobierno, cada vez más débil y desgastado llegó al punto en el que hasta sus mismos incondicionales decidieron abandonarlo y decidió renunciar, consciente de que no podría continuar porque no tenía a su favor el número necesario de diputados que le dieran estabilidad y le permitieran llegar hasta el final de su mandato, que estaba programado hasta el 2013.
Se tardaron los diputados. No obstante el hartazgo de la sociedad italiana, a pesar del ridículo constante en que Berlusconi expuso al país frente a la comunidad internacional, sus aliados continuaron a sostenerlo, hasta que un hecho particular propició su caída definitiva.
La situación económica italiana, que hasta el momento corre el serio riesgo de ir a la bancarrota, propició la presión extrema de la Unión Europea. Solamente así comenzaron a cambiar las circunstancias y Berlusconi se fue.
Sus seguidores todavía se están quejando por el modo en que miles de personas festejaron la renuncia del hoy ex premier. Personalmente creo que hasta le fue bien, porque sinceramente de continuar así probablemente el descontento social habría llegado a extremos inimaginables. Por lo menos no terminó como otros dictadores. Quizá porque en el fondo Berlusca era solamente un dictador soft.
Quienes hoy se rasgan las vestiduras son seguramente aquellos que por años -para ser precisos, 17- vivieron encantados, o mejor dicho, manipulados con la idea de un “cambio” que nunca llegó.
Honestamente comienzo a sospechar que cuando un político propone grandes novedades, cambios arrolladores y maravillas varias, apoyándose sobre todo en los medios de comunicación y desplegando campañas innovadoras, posiblemente está buscando convencernos de votar por él para terminar dándonos más de lo mismo.
Encuentro elocuente el artículo pulicado por el diario español El País y firmado por Roberto Saviano, uno de los grandes opositores al gobierno berlusconiano. señala: “Los casi 20 años del Gobierno de Berlusconi han sido un arabesco: la línea más larga posible entre lo viejo y lo viejo que se hacía pasar por nuevo. Entre Democracia Cristiana y democracia cristiana. Cuántas mentiras en estos 20 años, cuántas mistificaciones.”
Nadie mejor que Saviano, un escritor y periodista importante para describir lo que Berlusconi ha sido, ha representado.
He siempre dicho que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Es evidente que Berlusconi no habría llegado al poder sin el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Desafortunadamente los 17 años de berlusconismo no son sino el reflejo de la decadencia de un país que, pudiendo mantenerse a la vanguardia, ha frenado su crecimiento postguerra y de ser considerado el “milagro italiano” ha dado marcha atrás y hoy está a un paso del desastre.
Retomo a Saviano: “En Italia, el sector público está en la ruina, la sanidad no tiene unos estándares dignos de Europa, la escuela, la Universidad y la investigación renquean. Durante años el Parlamento se ha dedicado a discutir, enmendar y votar leyes ad personam y leyes que hemos denominado ad aziendam”.
Me he siempre preguntado por qué Alemania y Japón, los otros dos países perdedores de la Segunda Guerra Mundial lograron levantarse de sus cenizas y superando derrotas dolorosas se convirtieron en pocas décadas en potencias económicas. Italia a fin de cuentas fue el país del Eje menos penalizado.
Ni le pusieron un muro ni le lanzaron dos bombas atómicas. Partió en ventaja y tuvo todo para crecer. Sin embargo sufrió y sigue sufriendo las consecuencias de elecciones equivocadas.
¿Acaso tendrá que ver la naturaleza desordenada, pasional, irracional de los pueblos latinos? ¿Será esta la causa de los sufrimientos del país? Como teoría me parece arriesgada, pero no la veo lejana de la realidad.
El punto es que el panorama italiano es triste. Desolador.
Aunque duela pensarlo, Berlusconi se fue pero el berlusconismo no. Y seguramente no faltarà quien diga que la situación era mejor cuando él ostentaba el poder, así como no falta quien todavía sostiene que eran mejores los tiempos de Mussolini.
El nuevo premier, Mario Monti no la tiene fácil. De él se dicen muchas cosas. Hay quien sostiene que trabajará para favorecer a las obscuras fuerzas financieras y que nada bueno puede traer a los italianos. Hay quien piensa que su gobierno durará poco y dará paso a unas elecciones donde de cualquier manera no hay mucho de dónde escoger.
Los más optimistas ven con buenos ojos que Italia tenga un gobierno “técnico” y no político, quizá porque de políticos es precisamente de lo que estamos hartos en el mundo, no solamente en el país de la bota.
Como sea, todo lo que se diga por el momento corresponde solamente al mundo de las especulaciones. La única situación seria y concreta es que Berlusconi se fue, para satisfacción de los seres pensantes de Italia y de cualquier manera estamos hablando de un país al borde del precipicio económico.
Vienen días intensos e interesantes. No olvidemos que Europa entera está en riesgo y que después de Italia, Francia y España podrían caer. No perdamos de vista que en este momento histórico hay solamente un Dios que exige sacrificios: se llama dinero y reina soberano entre todos los pueblos de la tierra. A fin de cuentas, librándonos de Berlusconi simplemente salimos de Guatepeor... pero no nos libramos de quedar en Guatemala... El mundo está así, y poco se puede hacer.
16 noviembre 2011
Después de meses de ausencia retomo este espacio, no sin antes agradecer a mi amigo Guillermo Romero Zarazúa por la paciencia que me ha demostrado. Ninguna razón particular, ningún motivo grave me ha hecho dejar de escribir durante tanto tiempo.
Se ha tratado simplemente de una especie de hastío, un estado de ánimo que simplemente me ha impedido expresarme, por una sencilla razón: no tenía absolutamente nada que decir.
Simplemente los acontecimientos me rebasaron y francamente ver que la situación no cambiaba provocó en mi persona una especie de rabia, de impotencia. Ni en Italia ni en México parecía ocurrir nada.
Fueron días y meses decididamente estériles, y naturalmente, la situación me ponía en riesgo de parecer repetitiva. Pensé que seguir escribiendo era simplemente desperdiciar tinta y energía.
Hoy me siento casi aliviada y sobre todo contenta. Lo confieso, ya era una situación personal. Irracionalmente personal, Mi aversión hacia Silvio Berlusconi -confieso- llegó a la exageración. No es bueno, no es coherente, no es normal. Pero así ocurría.
Posiblemente mi odio hacia el personaje es el reflejo de mi aversión a lo que representa: la mentira, la hipocresía, el afán de vivir bien sin mucho esfuerzo a costillas de los demás.
Cuando llegué a vivir a Italia, hace ocho años, fue difícil comprender el sistema de gobierno. Acostumbrada a un país donde vaya como vaya los sexenios terminan, a pesar de obtener pésimos resultados, me resultaba francamente complicado concebir la posibilidad de que un gobierno pueda caer sin llegar a completar el tiempo por el cual teoricamente es electo.
En pocas palabras, a diferencia de lo que ocurre en México, siendo Italia una república parlamentaria, son precisamente las cámaras quienes dan o quitan la “confianza” al presidente del Consejo de Ministros, que sin una mayoría contundente simplemente tiene que hacer las maletas e irse a su casa sin chistar.
Eso fue precisamente lo que le sucedió a Berlusca. Su gobierno, cada vez más débil y desgastado llegó al punto en el que hasta sus mismos incondicionales decidieron abandonarlo y decidió renunciar, consciente de que no podría continuar porque no tenía a su favor el número necesario de diputados que le dieran estabilidad y le permitieran llegar hasta el final de su mandato, que estaba programado hasta el 2013.
Se tardaron los diputados. No obstante el hartazgo de la sociedad italiana, a pesar del ridículo constante en que Berlusconi expuso al país frente a la comunidad internacional, sus aliados continuaron a sostenerlo, hasta que un hecho particular propició su caída definitiva.
La situación económica italiana, que hasta el momento corre el serio riesgo de ir a la bancarrota, propició la presión extrema de la Unión Europea. Solamente así comenzaron a cambiar las circunstancias y Berlusconi se fue.
Sus seguidores todavía se están quejando por el modo en que miles de personas festejaron la renuncia del hoy ex premier. Personalmente creo que hasta le fue bien, porque sinceramente de continuar así probablemente el descontento social habría llegado a extremos inimaginables. Por lo menos no terminó como otros dictadores. Quizá porque en el fondo Berlusca era solamente un dictador soft.
Quienes hoy se rasgan las vestiduras son seguramente aquellos que por años -para ser precisos, 17- vivieron encantados, o mejor dicho, manipulados con la idea de un “cambio” que nunca llegó.
Honestamente comienzo a sospechar que cuando un político propone grandes novedades, cambios arrolladores y maravillas varias, apoyándose sobre todo en los medios de comunicación y desplegando campañas innovadoras, posiblemente está buscando convencernos de votar por él para terminar dándonos más de lo mismo.
Encuentro elocuente el artículo pulicado por el diario español El País y firmado por Roberto Saviano, uno de los grandes opositores al gobierno berlusconiano. señala: “Los casi 20 años del Gobierno de Berlusconi han sido un arabesco: la línea más larga posible entre lo viejo y lo viejo que se hacía pasar por nuevo. Entre Democracia Cristiana y democracia cristiana. Cuántas mentiras en estos 20 años, cuántas mistificaciones.”
Nadie mejor que Saviano, un escritor y periodista importante para describir lo que Berlusconi ha sido, ha representado.
He siempre dicho que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Es evidente que Berlusconi no habría llegado al poder sin el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Desafortunadamente los 17 años de berlusconismo no son sino el reflejo de la decadencia de un país que, pudiendo mantenerse a la vanguardia, ha frenado su crecimiento postguerra y de ser considerado el “milagro italiano” ha dado marcha atrás y hoy está a un paso del desastre.
Retomo a Saviano: “En Italia, el sector público está en la ruina, la sanidad no tiene unos estándares dignos de Europa, la escuela, la Universidad y la investigación renquean. Durante años el Parlamento se ha dedicado a discutir, enmendar y votar leyes ad personam y leyes que hemos denominado ad aziendam”.
Me he siempre preguntado por qué Alemania y Japón, los otros dos países perdedores de la Segunda Guerra Mundial lograron levantarse de sus cenizas y superando derrotas dolorosas se convirtieron en pocas décadas en potencias económicas. Italia a fin de cuentas fue el país del Eje menos penalizado.
Ni le pusieron un muro ni le lanzaron dos bombas atómicas. Partió en ventaja y tuvo todo para crecer. Sin embargo sufrió y sigue sufriendo las consecuencias de elecciones equivocadas.
¿Acaso tendrá que ver la naturaleza desordenada, pasional, irracional de los pueblos latinos? ¿Será esta la causa de los sufrimientos del país? Como teoría me parece arriesgada, pero no la veo lejana de la realidad.
El punto es que el panorama italiano es triste. Desolador.
Aunque duela pensarlo, Berlusconi se fue pero el berlusconismo no. Y seguramente no faltarà quien diga que la situación era mejor cuando él ostentaba el poder, así como no falta quien todavía sostiene que eran mejores los tiempos de Mussolini.
El nuevo premier, Mario Monti no la tiene fácil. De él se dicen muchas cosas. Hay quien sostiene que trabajará para favorecer a las obscuras fuerzas financieras y que nada bueno puede traer a los italianos. Hay quien piensa que su gobierno durará poco y dará paso a unas elecciones donde de cualquier manera no hay mucho de dónde escoger.
Los más optimistas ven con buenos ojos que Italia tenga un gobierno “técnico” y no político, quizá porque de políticos es precisamente de lo que estamos hartos en el mundo, no solamente en el país de la bota.
Como sea, todo lo que se diga por el momento corresponde solamente al mundo de las especulaciones. La única situación seria y concreta es que Berlusconi se fue, para satisfacción de los seres pensantes de Italia y de cualquier manera estamos hablando de un país al borde del precipicio económico.
Vienen días intensos e interesantes. No olvidemos que Europa entera está en riesgo y que después de Italia, Francia y España podrían caer. No perdamos de vista que en este momento histórico hay solamente un Dios que exige sacrificios: se llama dinero y reina soberano entre todos los pueblos de la tierra. A fin de cuentas, librándonos de Berlusconi simplemente salimos de Guatepeor... pero no nos libramos de quedar en Guatemala... El mundo está así, y poco se puede hacer.
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