Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
13 de abril, 2011
Esta semana he decidido tratar un asunto que aparentemente afecta solamente a un gremio, a un reducido número de profesionistas, pero que en realidad tiene que ver también con la sociedad en general y la calidad de la información que recibe.
Conversando con algunas personas que se dedican al periodismo, -amigos y colegas- me he quedado sorprendida porque he descubierto que la situación laboral del gremio no ha cambiado e incluso ha empeorado. Los salarios que perciben los profesionales de los medios de comunicación son simplemente vergonzosos.
Hay quien me dice que algunos periódicos, entre semanarios y diarios de los llamados locales contratan a sus periodistas pagandoles hasta dos mil quinientos pesos al mes. Por otro lado, he sabido que algunos medios electrónicos se dan el lujo de retribuir con sólo ocho mil pesos mensuales a sus trabajadores. No tengo palabras.
Evidentemente se trata de un caso claro de explotación. Esto explica la causa por la que muchos reporteros se ven obligados a “dobletear” y hasta “tripletear”. Difícilmente se encuentran personas que trabajen para un solo medio de comunicación, lo que evidentemente se ve reflejado en la calidad de su desempeño y por ello las publicaciones y los medios electrónicos simple y sencillamente carecen de información válida, útil para formar lo que se llama opinión pública.
Resulta obvio que este es uno de los motivos por los que los receptores difícilmente encontramos información exclusiva y bien trabajada. Cero periodismo de investigación, poca profundidad.
Si revisamos los diarios y escuchamos los noticiarios de radio y televisión, nos podemos dar cuenta de que las noticias simplemente se repiten, todos hablan de lo mismo en diferente tono, obedeciendo a las propias líneas editoriales, pero no hay siquiera una novedad que valga la pena.
Que quede claro: no quiero con esto decir que los periodistas son todos unos auténticos mártires, víctimas de la explotación de los empresarios de la información. Pero sí deseo hacer patente que una de las principales causas por los que no hay propuestas serias, especialmente en los medios locales, es la poca motivación económica hacia los reporteros.
Porque parece que a los empresarios de la comunicación se les olvida de repente que el periodismo es un trabajo y que quienes laboran en este ramo son personas con deseos, aspiraciones y necesidades como cualquier otra. Son trabajadores como todos, que tienen familias por mantener y simple y sencillamente deben ser retribuidos dignamente.
Quiero referirme a una experiencia personal. Hace algunos años, precisamente en 1998, en la ciudad de Toluca hubo un proyecto interesantísimo llamado Liberación, generación del cambio. Quienes tuvimos la fortuna de participar en él, nos dimos cuenta de la diferencia enorme que hay entre trabajar a destajo y sin motivación y hacerlo con entusiasmo por el gusto de dar calidad a los lectores, aprendiendo contínuamente y tratando de dar el máximo esfuerzo.
Evidentemente el proyecto no funcionó. Fueron miles las circunstancias que lo llevaron al fracaso, Pero seguramente una de las principales cualidades de aquel diario fue que quienes ahí trabajamos recibimos -mientras se pudo- un salario digno y prestaciones sociales. Todavía me está resonando en la cabeza el comentario hecho por el director de un diario local a un reportero gráfico salido de aquel proyecto: “Liberación les hizo daño a ustedes, porque con lo que pagaban a uno solo, yo puedo contratar a cuatro fotógrafos... en mi periódico lo primero que cuenta es el negocio, el periodismo pasa a segundo y hasta a tercer plano”.
Anécdota que describe tal cual la situación por la cual por desgráia todavía atraviesan mis colegas. Parece que son trabajadores de segunda categoría y que están obligados a laborar como obreros, por pieza, casi a destajo.
Todavía recuerdo mis inicios como reportera, cuando tuve la desvergüenza de presentar tres notas al director del diario para el que colaboraba. ¡Toda una osadía! Era un domingo por la tarde y recuerdo claramente que mi entoces jefe decidió que yo estaba obligada a presentar una nota más a cualquier costo. Me mandó a la calle a buscar la nota.
Recuerdo que escribí acerca de los comerciantes de la Alameda de Toluca. Todo era improvisado, incompleto, mal fundamentado. ¡Ah, pero eso sí, mi cuota la había cumplido! Y aunque resulte difícil creerlo, esa nota se publicó. Hay veces que lo importante para los diarios es llenar espacio, no cuenta realmente lo que se diga. Total, a nadie le interesa leer el periódico, que creo que aparte de servir como medio de comunicación entre políticos tiene más bien la función de madurar los aguacates, recoger la basura, limpiar los vidrios, pegarle al perro, recortar letras y fotos para las tareas de los niños, elaborar títeres y piñatas, hacer barcos de papel mil tareas más, según un divertido -y realista- correo electrónico que recibí hace algunos días.
De la radio y la tele, mejor ni hablamos. Tienen más atención los programas dedicados a la crónica rosa que los noticiarios.
De ahí que lo que les paguen a los pobres reporteros no importa. Su trabajo sigue siempre malbaratado y continúan así, cumpliendo su deber como pueden, sin la pasión ni el entusiasmo que requiere el oficio que una vez fue el más hermoso del mundo.
Se trata de un problema serio, que sin embargo no encuentra una solución inmediata porque tampoco es sencillo encontrar en el gremio la cohesión necesaria, la solidaridad y la capacidad de organización suficientes para exigir a los empresarios un trato digno. Pensar en un sindicato es sencillamente imposible. No hay líderes y tampoco hay interés.
Insisto en que tampoco estoy buscando canonizar a los reporteros, porque hay entre ellos también quienes con el pretexto de que ganan poco se venden al mejor postor, aceptan todo tipo de regalos y favorecen a quienes los tratan bien, olvidando todo principio de objetividad.
Pero por alguna parte debería comenzar una especie de dignificación de la actividad periodística. Una organización real que permita dignificar un trabajo pesado que requiere energía física y mental, una preparación intelectual importante, agilidad de pensamiento y de acción, en ocasiones espíritu de sacrificio y mucha, pero en verdad mucha vocación.
miércoles, 13 de abril de 2011
martes, 12 de abril de 2011
Todos los partidos son una maravilla...
Publicado en el diario online Primero estado de México. 10 de abril, 2011.
Hace algunos días, un hecho ocurrido en la red social me dejó mucho para pensar y reflexionar. Fue una de esas discusiones bizantinas que de pronto se inician gracias a la magia de Internet, que permite expresar ideas y posiciones en modo espontáneo y sin que intervenga ningún tipo de censura.
En realidad, creo que de alguna manera son las redes sociales las que están sustituyendo las muchas veces inútiles pero divertidísimas charlas de café, que no llevan a ninguna parte y en muchas ocasiones terminan con la paciencia de quienes participan, pero que en el fondo sirven como desahogo.
Esta vez, me topé con una persona clara, profunda y descaradamente priísta. Que quede claro: nada tiene de negativo militar en un partido político. Es un derecho fundamental asociarse y creer en lo que a cada quién se le pegue la gana. Si no, la libertad de expresión por la que tanto peleo sencillamente no existiría.
Lo que me dejó pensando fue darme cuenta de la postura de alguien que decididamente forma parte del “voto duro” del partidazo. En realidad, no es el único y obviamente su posición contrasta con la de quienes por fortuna no tenemos una militancia y no estamos interesados en comprometernos con ninguna expresión política.
En este momento seguramente los ánimos están encendidos y parece que los simpatizantes mexiquenses del PRI se sienten más que nunca llenos de energía y no solamente esperanzados, sino hasta confiados en que el partido de sus amores podrá retener la gubernatura de la entidad y con ello preparar un regreso triunfal a los Pinos.
De acuerdo. Todos tenemos derecho a esperar y a creer. Nadie niega a los simpatizantes del tricolor la posibilidad de creer. Pero cuando leo o escucho ciertos comentarios radicales, honestamente se me pone la carne de gallina.
“Mexico el pais de los dos presidentes violadores: uno ("el espurio") viola la Constitucion al mandar al ejercito a las calles; el otro ("el legitimo") se quiere reelegir. Conclusion: Mexico no merece algo asi, votemos por el PRI” Se dice el pecado, más no el pecador, sentencian en mi pueblo. No tengo intención de revelar quién es el autor de semejante exhorto.
Pero no puedo contener mi deseo profundo de que su invitación sea solamente producto de un momento de pasión política y que no sean muchos los seguidores de tal idea.
Mi razonamiento es simple: los tricolores tienen la memoria corta. Pero los azules tienen la visión corta y los amarillos tienen la capacidad de organización corta.
Puras carencias, por no decir puras vergüenzas.
El problema es que con tales carencias gobiernan o pretenden llegar a gobernar. Son pocas sus ideas y de sus acciones mejor ni hablamos. Todos parecen bien intencionados. Recordemos sin embargo que la conseja popular dice que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Me viene a la memoria la entrevista que hice hace muchos años a un priísta de la vieja guardia. Uno de esos que no conocía otra forma de vida política y social que no estuviera relacionada con el tricolor. Entoces me dijo: “el PRI es perfecto; su doctrina es perfecta, Lo que carece de perfección es su manera de gobernar.”
Nada más cierto. Que levante la mano quien no esté de acuerdo con la idea de justicia social que el PRI ha promovido durante décadas. Entendida como “la búsqueda de equilibrio entre partes desiguales, por medio de la creación de protecciones.... a favor de los más débiles”. El concepto es profundo y francamente no creo que haya una sola persona civilizada que no comparta la idea de que es necesario eliminar las profundas diferencias sociales que hay en nuestro país.
Pero objetivamente, todo ha quedado plasmado en los inútiles discursos de los políticos priístas que sin embargo, en 70 años de gobierno no supieron, no quisieron o no pudieron acabar con la tremenda polarización de clases que hoy nos hace lamentar profundamente que mientras el hombre más rico del mundo es mexicano, al menos el diez por ciento de la población vive en la pobreza extrema.
Esto no quiere decir que personalmente considere que las demás propuestas políticas son mejores. O mejor dicho: mientras se trata de proponer y no de actuar, la perfección de la que hablaba aquel viejo priísta vale también para el resto de los partidos.
Díganme por favor si alguien escaparía de una “patria ordenada y generosa”. Obviamente no. Porque si recordamos lo que el PAN propone a sus electores, nos daremos cuenta de que es simplemente razonable: “dignidad de la persona humana, bien común, solidaridad y subsidiariedad.” ¿Alguien podría decir que son principios equivocados? Evidentemente no.
Pero si nos remitimos a lo que hasta ahora han hecho los gobernantes panistas, está claro que sentimos una especie de pena ajena por personajes como Vicente Fox y Felipe Calderón y ya de rebote también por quienes inocentemente les dieron su voto.
¿Y los perredistas? Otra maravillosa propuesta: “el respeto a la voluntad ciudadana expresada en las urnas, la libertad de expresión, la defensa de los derechos civiles y el combate a la corrupción.” Lástima que hasta ahora ni siquiera entre ellos han logrado ponerse de acuerdo y viven más bien una especie de guerra de tribus, lo que los convierte en una fuerza política tan poco confiable que resulta complicado pensar en ellos como una posibilidad coherente.
El problema es serio. Refleja simplemente las carencias de una democracia incipiente que por desgracia da como resultado una clase política donde se lucha exclusivamente por llegar a gobernar sin saber exactamente cómo ejercer el poder para favorecer a los millones de mexicanos que están reclamando a gritos justicia social en una patria ordenada y generosa libre de expresarse, donde la corrupción no tenga lugar.
Por eso pienso que el voto duro es una de las posiciones más absurdas. No da la posibilidad de observar objetivamente a los candidatos, a las personas que aspiran a gobernar.
¿Qué sucedería si de alguna parte saliera un ciudadano capaz de proponer y hacer, sin abanderar ninguna de las desgastadas causas de los partidos políticos? A lo mejor dar paso a los ciudadanos que no abanderan viejas causas podría darnos la posibilidad de salir de la inercia que por desgracia nos mantiene viviendo mal y sin esperanzas.
Ojalá en alguna parte de nuestro México hubiera un líder en grado de llevar a la práctica al menos el diez por ciento de los principios maravillosos de las principales fuerzas políticas del país. Depende solamente de la capacidad de la sociedad civil, que necesita despertar y dejar de pensar que hasta antes del 2000 estábamos mal, pero ahora estamos peor y es necesario meter reversa. Me sigo preguntando ¿qué se necesita para despertar?
Hace algunos días, un hecho ocurrido en la red social me dejó mucho para pensar y reflexionar. Fue una de esas discusiones bizantinas que de pronto se inician gracias a la magia de Internet, que permite expresar ideas y posiciones en modo espontáneo y sin que intervenga ningún tipo de censura.
En realidad, creo que de alguna manera son las redes sociales las que están sustituyendo las muchas veces inútiles pero divertidísimas charlas de café, que no llevan a ninguna parte y en muchas ocasiones terminan con la paciencia de quienes participan, pero que en el fondo sirven como desahogo.
Esta vez, me topé con una persona clara, profunda y descaradamente priísta. Que quede claro: nada tiene de negativo militar en un partido político. Es un derecho fundamental asociarse y creer en lo que a cada quién se le pegue la gana. Si no, la libertad de expresión por la que tanto peleo sencillamente no existiría.
Lo que me dejó pensando fue darme cuenta de la postura de alguien que decididamente forma parte del “voto duro” del partidazo. En realidad, no es el único y obviamente su posición contrasta con la de quienes por fortuna no tenemos una militancia y no estamos interesados en comprometernos con ninguna expresión política.
En este momento seguramente los ánimos están encendidos y parece que los simpatizantes mexiquenses del PRI se sienten más que nunca llenos de energía y no solamente esperanzados, sino hasta confiados en que el partido de sus amores podrá retener la gubernatura de la entidad y con ello preparar un regreso triunfal a los Pinos.
De acuerdo. Todos tenemos derecho a esperar y a creer. Nadie niega a los simpatizantes del tricolor la posibilidad de creer. Pero cuando leo o escucho ciertos comentarios radicales, honestamente se me pone la carne de gallina.
“Mexico el pais de los dos presidentes violadores: uno ("el espurio") viola la Constitucion al mandar al ejercito a las calles; el otro ("el legitimo") se quiere reelegir. Conclusion: Mexico no merece algo asi, votemos por el PRI” Se dice el pecado, más no el pecador, sentencian en mi pueblo. No tengo intención de revelar quién es el autor de semejante exhorto.
Pero no puedo contener mi deseo profundo de que su invitación sea solamente producto de un momento de pasión política y que no sean muchos los seguidores de tal idea.
Mi razonamiento es simple: los tricolores tienen la memoria corta. Pero los azules tienen la visión corta y los amarillos tienen la capacidad de organización corta.
Puras carencias, por no decir puras vergüenzas.
El problema es que con tales carencias gobiernan o pretenden llegar a gobernar. Son pocas sus ideas y de sus acciones mejor ni hablamos. Todos parecen bien intencionados. Recordemos sin embargo que la conseja popular dice que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Me viene a la memoria la entrevista que hice hace muchos años a un priísta de la vieja guardia. Uno de esos que no conocía otra forma de vida política y social que no estuviera relacionada con el tricolor. Entoces me dijo: “el PRI es perfecto; su doctrina es perfecta, Lo que carece de perfección es su manera de gobernar.”
Nada más cierto. Que levante la mano quien no esté de acuerdo con la idea de justicia social que el PRI ha promovido durante décadas. Entendida como “la búsqueda de equilibrio entre partes desiguales, por medio de la creación de protecciones.... a favor de los más débiles”. El concepto es profundo y francamente no creo que haya una sola persona civilizada que no comparta la idea de que es necesario eliminar las profundas diferencias sociales que hay en nuestro país.
Pero objetivamente, todo ha quedado plasmado en los inútiles discursos de los políticos priístas que sin embargo, en 70 años de gobierno no supieron, no quisieron o no pudieron acabar con la tremenda polarización de clases que hoy nos hace lamentar profundamente que mientras el hombre más rico del mundo es mexicano, al menos el diez por ciento de la población vive en la pobreza extrema.
Esto no quiere decir que personalmente considere que las demás propuestas políticas son mejores. O mejor dicho: mientras se trata de proponer y no de actuar, la perfección de la que hablaba aquel viejo priísta vale también para el resto de los partidos.
Díganme por favor si alguien escaparía de una “patria ordenada y generosa”. Obviamente no. Porque si recordamos lo que el PAN propone a sus electores, nos daremos cuenta de que es simplemente razonable: “dignidad de la persona humana, bien común, solidaridad y subsidiariedad.” ¿Alguien podría decir que son principios equivocados? Evidentemente no.
Pero si nos remitimos a lo que hasta ahora han hecho los gobernantes panistas, está claro que sentimos una especie de pena ajena por personajes como Vicente Fox y Felipe Calderón y ya de rebote también por quienes inocentemente les dieron su voto.
¿Y los perredistas? Otra maravillosa propuesta: “el respeto a la voluntad ciudadana expresada en las urnas, la libertad de expresión, la defensa de los derechos civiles y el combate a la corrupción.” Lástima que hasta ahora ni siquiera entre ellos han logrado ponerse de acuerdo y viven más bien una especie de guerra de tribus, lo que los convierte en una fuerza política tan poco confiable que resulta complicado pensar en ellos como una posibilidad coherente.
El problema es serio. Refleja simplemente las carencias de una democracia incipiente que por desgracia da como resultado una clase política donde se lucha exclusivamente por llegar a gobernar sin saber exactamente cómo ejercer el poder para favorecer a los millones de mexicanos que están reclamando a gritos justicia social en una patria ordenada y generosa libre de expresarse, donde la corrupción no tenga lugar.
Por eso pienso que el voto duro es una de las posiciones más absurdas. No da la posibilidad de observar objetivamente a los candidatos, a las personas que aspiran a gobernar.
¿Qué sucedería si de alguna parte saliera un ciudadano capaz de proponer y hacer, sin abanderar ninguna de las desgastadas causas de los partidos políticos? A lo mejor dar paso a los ciudadanos que no abanderan viejas causas podría darnos la posibilidad de salir de la inercia que por desgracia nos mantiene viviendo mal y sin esperanzas.
Ojalá en alguna parte de nuestro México hubiera un líder en grado de llevar a la práctica al menos el diez por ciento de los principios maravillosos de las principales fuerzas políticas del país. Depende solamente de la capacidad de la sociedad civil, que necesita despertar y dejar de pensar que hasta antes del 2000 estábamos mal, pero ahora estamos peor y es necesario meter reversa. Me sigo preguntando ¿qué se necesita para despertar?
Los medios que construyen la realidad
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
05 de abril, 2011
Esta semana me he detenido un poco a reflexionar, a propósito de los últimos acontecimientos ocurridos en todo el mundo. Desde el sismo de Japón hasta la guerra en Libia, pasando por los asuntos locales tanto de México como de Italia.
Debo decir que sinceramente cada una de las situaciones que se viven en el planeta son importantes y causan serios efectos, algunas veces a nivel global y especialmente en materia económica. Pero también es necesario agregar que cobran mayor o menor importacia de acuerdo con el interés que reciben de parte de los medios de comunicación.
Es casi sistemático. Cada hecho “vive” en la memoria colectiva, alcanza un grado de importancia determinado de acuerdo con la atención que provoca. Si la radio y la televisión le dan un peso específico importante, seguramente los receptores, el público, la masa, la sociedad o como se nos ocurra llamar a quienes vienen bombardeados de información se sentirán involucrados y afectados, por lejano a su vida cotidiana que la situación parezca.
Por eso me doy cuenta de que los medios de comunicación no son otra cosa que creadores de la realidad, a conveniencia de un sistema que incluye principalmente intereses económicos. De repente, la atención se concentra en la desgracia de los japoneses, y la reacción es inmediata: se dejan sentir la solidaridad y la preocupación, y se despierta una tremenda conciencia colectiva que es capaz de solidarizarse con un pueblo que horas antes era simplemente considerado como lejano.
Los hechos han despertado una especie de reconocimiento y casi pánico colectivo hacia los riesgos que representa el manejo inadecuado de la energía nuclear. En este lado del Atlántico he podido ver cómo un sector importante de la población se manifiesta preocupado porque considera que si hasta los japoneses, reconocidos mundialmente como un pueblo ordenado y con bajísimos niveles de corrupción y un alto sentido de responsabilidad social han fallado y ante la catástrofe se han descubierto sus carencias en cuanto al manejo de la energía alternativa, entonces el pueblo italiano, que no se caracteriza precisamente por su capacidad de organización, será inadecuado para gestir plantas nucleares.
Y el tema ha sido indudablemente uno de los más difundidos en los últimos tiempos. Debates, gritos y sombrerazos han sido el pan cotidiano que los medios de comunicación del país de la bota han dado al pueblo.
Luego se han ocupado de hablar de la guerra en Libia. Días enteros de transmisiones ininterrumpidas que narraban los bombardeos al país gobernado por Gheddafi. Hasta en la sopa tuvimos que ver los pleitos internos de las fuerzas de occidente que peleaban por el control de la misión.
Pero hace ya una semana que no se dice practicamente nada. Al menos en Italia nadie se preocupa más por los ataques a Libia y las posibles víctimas civiles. Y el bombardeo no ha cesado. Existe, pero al mismo tiempo no, porque los medios casi ya no hablan de esto.
El tema de hoy en los medios es la llegada constante de inmigrantes ilegales que desde Túnez y la misma Libia están llegando a las costas de la isla siciliana de Lampedusa. Ha habido necesidad de llevarlos hacia otros puntos de Italia mientras la comunidad europea hace oídos sordos y Francia cierra descaradamente sus fronteras, para de esta manera dejar todo el paquete a las autoridades italianas, que luchan desesperadamente para frenar la llegada masiva que el presidente del consejo, Silvio Berlusconi ha llamado “el tsunami humano”.
Pero seguramente dentro de poco no será importante tampoco la llegada de los inmigrantes, porque algún otro tema ocupará su lugar. A fin de cuentas, ese es el sentido de los medios de comunicación: hacer que los hechos existan o desaparezcan.
Cuando estas líneas serán publicadas, el seis de abril habrá pasado y seguramente no habrá ocurrido absolutamente nada respecto al famoso caso “Ruby”, que en su momento ha ocupado todos los espacios de los medios italianos. Me refiero al proceso que involucra Berlusconi, acusado de fomentar la prostitución de una menor de edad y de haber abusado de su autoridad al exigir la inmediata liberación de la joven Karima El Maroug, conocida como Ruby roba corazones.
La atención de los medios ha estado puesta en otros casos, pero el seis de abril es la fecha que se había fijado para la primera audiencia y seguramente de nuevo regresará el escándalo a ocupar planas y planas, tiempo en radio y en televisión y obviamente también en la red. Pero sin duda, algo ocurrirá y será posible distraer de nuevo la atención hacia otros temas.
Los medios son poder, tienen la capacidad de actuar a modo de intervenir en los acontecimientos, Callan o hablan. Ignoran o difunden y en eso radica su impresionante capacidad de crear la realidad. Los medios manipulan, y aunque suena más bien a lugar común, es inegable que hay una acción a nivel macro que mueve a la masa y determina su opinión y hasta su acción de frente a los acontecimientos que no serían importantes naturalmente, si no fueran tratados y difundidos por los medios.
Los fines de los medios pueden ser políticos, bélicos o económicos. La realidad existe, aunque nosotros no la conozcamos. El punto es cuando esa realidad se convierte en una parte de nuestra percepción cotidiana. Y aunque los medios no hablan de la realidad total, se ocupan de algunos fragmentos de ésta y la transforman en una verdad absoluta, manipulada de acuerdo con las diferentes ideologías y los distintos intereses.
Y aquí vale la pena considerar el nivel de ética y de responsabilidad de cada medio. Me atrevo a decir que ese nivel es en muchas ocasiones nulo. No perdamos de vista que los medios de comunicación son ante todo un negocio. Son empresas que viven de la difusión de los hechos, de esas pequeñas partes de realidad de acuerdo con su propia conveniencia.
En un mundo ideal, el papel de los medios sería el de el grupo crítico que contrastara al poder. En el mundo verdadero, los medios se han convertido en difusores de ideología, creadores de miedos, explotadores de morbo.
Hay una colección infinita de frases para definir el papel de los medios. Desde “reflejo de la realidad”, hasta “periodismo objetivo”, “periodismo independiente” o “periodismo puro”. Pero todas estas no son sino frases de venta, pura mercadotecnia que nada tiene que ver con el verdadero debate que los medios de comunicación debería tener con el poder, si cumpliera con su misión fundamental.
Vamos pensando un poco en hablar de lo que nadie habla, de proponer lo que nadie propone y dejemos a un lado esa exasperante “uniformidad” que hace que los medios simplemente digan lo mismo en diferentes maneras, sin proponer la verdadera investigación y sin ser auténticos cuestionadores del ejercicio del poder.
Esto implica acabar con privilegios, luchar contra la corriente. Pero posiblemente vale la pena, si es que se decide de una vez por todas aportar algo verdaderamente importante a la sociedad y no sólo a los bolsillos de unos cuantos.
05 de abril, 2011
Esta semana me he detenido un poco a reflexionar, a propósito de los últimos acontecimientos ocurridos en todo el mundo. Desde el sismo de Japón hasta la guerra en Libia, pasando por los asuntos locales tanto de México como de Italia.
Debo decir que sinceramente cada una de las situaciones que se viven en el planeta son importantes y causan serios efectos, algunas veces a nivel global y especialmente en materia económica. Pero también es necesario agregar que cobran mayor o menor importacia de acuerdo con el interés que reciben de parte de los medios de comunicación.
Es casi sistemático. Cada hecho “vive” en la memoria colectiva, alcanza un grado de importancia determinado de acuerdo con la atención que provoca. Si la radio y la televisión le dan un peso específico importante, seguramente los receptores, el público, la masa, la sociedad o como se nos ocurra llamar a quienes vienen bombardeados de información se sentirán involucrados y afectados, por lejano a su vida cotidiana que la situación parezca.
Por eso me doy cuenta de que los medios de comunicación no son otra cosa que creadores de la realidad, a conveniencia de un sistema que incluye principalmente intereses económicos. De repente, la atención se concentra en la desgracia de los japoneses, y la reacción es inmediata: se dejan sentir la solidaridad y la preocupación, y se despierta una tremenda conciencia colectiva que es capaz de solidarizarse con un pueblo que horas antes era simplemente considerado como lejano.
Los hechos han despertado una especie de reconocimiento y casi pánico colectivo hacia los riesgos que representa el manejo inadecuado de la energía nuclear. En este lado del Atlántico he podido ver cómo un sector importante de la población se manifiesta preocupado porque considera que si hasta los japoneses, reconocidos mundialmente como un pueblo ordenado y con bajísimos niveles de corrupción y un alto sentido de responsabilidad social han fallado y ante la catástrofe se han descubierto sus carencias en cuanto al manejo de la energía alternativa, entonces el pueblo italiano, que no se caracteriza precisamente por su capacidad de organización, será inadecuado para gestir plantas nucleares.
Y el tema ha sido indudablemente uno de los más difundidos en los últimos tiempos. Debates, gritos y sombrerazos han sido el pan cotidiano que los medios de comunicación del país de la bota han dado al pueblo.
Luego se han ocupado de hablar de la guerra en Libia. Días enteros de transmisiones ininterrumpidas que narraban los bombardeos al país gobernado por Gheddafi. Hasta en la sopa tuvimos que ver los pleitos internos de las fuerzas de occidente que peleaban por el control de la misión.
Pero hace ya una semana que no se dice practicamente nada. Al menos en Italia nadie se preocupa más por los ataques a Libia y las posibles víctimas civiles. Y el bombardeo no ha cesado. Existe, pero al mismo tiempo no, porque los medios casi ya no hablan de esto.
El tema de hoy en los medios es la llegada constante de inmigrantes ilegales que desde Túnez y la misma Libia están llegando a las costas de la isla siciliana de Lampedusa. Ha habido necesidad de llevarlos hacia otros puntos de Italia mientras la comunidad europea hace oídos sordos y Francia cierra descaradamente sus fronteras, para de esta manera dejar todo el paquete a las autoridades italianas, que luchan desesperadamente para frenar la llegada masiva que el presidente del consejo, Silvio Berlusconi ha llamado “el tsunami humano”.
Pero seguramente dentro de poco no será importante tampoco la llegada de los inmigrantes, porque algún otro tema ocupará su lugar. A fin de cuentas, ese es el sentido de los medios de comunicación: hacer que los hechos existan o desaparezcan.
Cuando estas líneas serán publicadas, el seis de abril habrá pasado y seguramente no habrá ocurrido absolutamente nada respecto al famoso caso “Ruby”, que en su momento ha ocupado todos los espacios de los medios italianos. Me refiero al proceso que involucra Berlusconi, acusado de fomentar la prostitución de una menor de edad y de haber abusado de su autoridad al exigir la inmediata liberación de la joven Karima El Maroug, conocida como Ruby roba corazones.
La atención de los medios ha estado puesta en otros casos, pero el seis de abril es la fecha que se había fijado para la primera audiencia y seguramente de nuevo regresará el escándalo a ocupar planas y planas, tiempo en radio y en televisión y obviamente también en la red. Pero sin duda, algo ocurrirá y será posible distraer de nuevo la atención hacia otros temas.
Los medios son poder, tienen la capacidad de actuar a modo de intervenir en los acontecimientos, Callan o hablan. Ignoran o difunden y en eso radica su impresionante capacidad de crear la realidad. Los medios manipulan, y aunque suena más bien a lugar común, es inegable que hay una acción a nivel macro que mueve a la masa y determina su opinión y hasta su acción de frente a los acontecimientos que no serían importantes naturalmente, si no fueran tratados y difundidos por los medios.
Los fines de los medios pueden ser políticos, bélicos o económicos. La realidad existe, aunque nosotros no la conozcamos. El punto es cuando esa realidad se convierte en una parte de nuestra percepción cotidiana. Y aunque los medios no hablan de la realidad total, se ocupan de algunos fragmentos de ésta y la transforman en una verdad absoluta, manipulada de acuerdo con las diferentes ideologías y los distintos intereses.
Y aquí vale la pena considerar el nivel de ética y de responsabilidad de cada medio. Me atrevo a decir que ese nivel es en muchas ocasiones nulo. No perdamos de vista que los medios de comunicación son ante todo un negocio. Son empresas que viven de la difusión de los hechos, de esas pequeñas partes de realidad de acuerdo con su propia conveniencia.
En un mundo ideal, el papel de los medios sería el de el grupo crítico que contrastara al poder. En el mundo verdadero, los medios se han convertido en difusores de ideología, creadores de miedos, explotadores de morbo.
Hay una colección infinita de frases para definir el papel de los medios. Desde “reflejo de la realidad”, hasta “periodismo objetivo”, “periodismo independiente” o “periodismo puro”. Pero todas estas no son sino frases de venta, pura mercadotecnia que nada tiene que ver con el verdadero debate que los medios de comunicación debería tener con el poder, si cumpliera con su misión fundamental.
Vamos pensando un poco en hablar de lo que nadie habla, de proponer lo que nadie propone y dejemos a un lado esa exasperante “uniformidad” que hace que los medios simplemente digan lo mismo en diferentes maneras, sin proponer la verdadera investigación y sin ser auténticos cuestionadores del ejercicio del poder.
Esto implica acabar con privilegios, luchar contra la corriente. Pero posiblemente vale la pena, si es que se decide de una vez por todas aportar algo verdaderamente importante a la sociedad y no sólo a los bolsillos de unos cuantos.
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