Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
23 novembre, 2010.
Escribo estas líneas justamente dos días antes de que se celebre el Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, promovido por la Organización de las Naciones Unidas.
De acuerdo con la información publicada on line, “la violencia contra la mujer adopta formas diversas, incluidas la violencia en el hogar; las violaciones; la trata de mujeres y niñas; la prostitución forzada; la violencia en situaciones de conflicto armado, como los asesinatos, las violaciones sistemáticas, la esclavitud sexual y el embarazo forzado; los asesinatos por razones de honor; la violencia por causa de la dote; el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo del feto en favor de bebés varones; el no reconocimiento de las expresiones e identidades de género; la mutilación genital femenina y otras prácticas y tradiciones perjudiciales.”
El tema es sin duda extenso y difícil de tratar y es aún más complicado comprenderlo. Personalmente me parece increíble que en pleno siglo XXI sea necesario luchar contra una situación de desigualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo sé que pienso así porque me ha tocado vivir una situación privilegiada.
Pero miro a mi alrededor y me doy perfecta cuenta de que no todas las mujeres pueden considerarse emancipadas, y veo con desilusión que por desgracia muchas están todavía sufriendo tremendas injusticias que en la mayoría de los casos inician en el seno familiar y a edad muy temprana.
Ni siquiera estoy pensando en las mujeres del islam, que alguna vez me parecían tan lejanas a mi realidad y que sin embargo hoy veo pasear por las calles de la ciudad donde trabajo.
Cuando las miro me pregunto si realmente son felices cubriéndose con un velo de los pies a la cabeza, pero hablando con ellas me doy cuenta que muy probablemente viven contentas o al menos resignadas porque no conocen otra realidad o simplemente no la conciben.
Y aún así, no son ellas las que me preocupan. Pienso más bien en muchas mujeres occidentales que a pesar de no portar un velo viven una situación igualmente difícil e indignate y ni siquiera se dan cuenta.
Y es que precisamente en los últimos días he tenido la oportunidad de observar en el país de la bota un espectáculo cómico-político-mediático de esos a los que ya estamos acostumbrados que sin embargo no por eso deja de ser penoso,
Esta vez, la pequeña diferencia es que el nuevo show lo protagonizan dos mujeres que todavía no termino de comprender por cuál extraña broma del del destino están metidas en la política.
Por una parte, aparece la flamante ministro para la Igualdad de Oportunidades, Mara Carfagna. La señora ha sido mencionada más de una vez en este espacio simplemente porque se trata de una ex-vedette que, siendo una amiga entrañable del presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, lha llegado a ocupar un puesto importantísimo. Claro que de la Mara de los calendarios que en Italia todos conocen y recuerdan ha desaparecido para dar paso a una nueva Mara, con el cabello corto al más puro estilo monástico y rígidos trajes sastre con largas faldas o pantalones que cubren su cuerpo de cualquier mirada libidinosa.
Hoy, la Carfagna es una mujer de la política capaz de indignarse y de enfrentar sin temor al mismísimo Berlusca, a quien ha amenazado con retirarse del partido y del gobierno si no le pone el alto a sus enemigos políticos, a esos malosos que la difaman y que -sin ningún fundamento, claro está- la acusan de ser una mujer de cascos ligeros.
En el otro extremo del ring aparece ni más ni menos que Alessandra Mussolini, la nieta del tristemente célebre Benito del mismo apellido. La Mussolini, diputada por el llamado Pueblo de la Libertad, es una de las principales críticas de la Carfagna, y ha expresado sus opiniones que tienen que ver no solamente con el comportamiento público de la ministra, a quien acusa de traicionar al partido al que ambas pertenecen y tener tratos con el “enemigo”.
La Mussolini, aparte de haber causado furor por haber posado desnuda en agosto de 1983 para la revista Playboy, es famosa por haber gritado durante una transmisión televisiva, dirigiéndose al entonces diputado transgénero Vladimir Luxuria que es “mejor ser fascista que maricón”.
Haciendo a un lado el pleito que de por sí es ya motivo de vergüenza, porque no puedo concebir que una diputada y una ministra se intercambien contínuamente el epíteto “prostituta”, lo que me sorprende, me molesta y me ofende es que nadie parezca darse cuenta que hay circunstancias en que las mujeres resultan ofendidas tanto como las pobres a las que tanto defendemos. Porque no puedo comprender que en un país de primer mundo todavía resulte válida la actitud machista de dar cargos importantes a las mujeres solamente por su linda cara o por su disponibilidad sexual.
Yo no me rasgo las vestiduras, cada quien hace con su vida y con su cuerpo lo que le da la gana y si hay quien sabe aprovechar su belleza para llegar lejos, la culpa no es suya, sino de quien la apoya. Pero sinceramente me gustaría que quienes obtienen un lugar importante en el gobierno italiano fueran mujeres que valen por su capacidad intelectual.
A fin de cuentas la discriminación hacia las mujeres menos agraciadas existe, lo sabemos todos y nadie hace nada por combatirla. Parece casi natural. Pero es también una forma de humillar a las mujeres.
Este tipo de violencia hacia el género femenino se nos olvida o parece que no le damos importancia. Pero de agresión hacia las mujeres se trata también cuando los medios de comunicación difunden contínuamente los modelos que la publicidad promueve como válidos para dar a la mujer la posibilidad de obtener éxito personal y profesional.
Es agredir a la mujer hacerla pensar que si no es hermosa, alta, delgada y sus rasgos corresponden a ciertos cánones no podrá tener acceso a ciertos privilegios. Es violencia, no nos hagamos de la vista gorda, ya basta.
Si a eso sumamos lo que en la realidad se ve, que no es más que una muestra práctica de que “cada mujer está sentada encima de su propia fortuna”, y vemos que los modelos Carfagna y Mussolini se repiten, entonces estamos delante de una situación que ofende y agrede a las mujeres que tratamos de luchar por obtener un mejor lugar en la sociedad utilizando la cabeza y no otras partes de nuestra anatomía.
Por eso insisto, antes de pensar en los graves problemas de las mujeres de otras sociedades bien podríamos ocuparnos de los ejemplos que tenemos en casa.
Y ya que estamos en eso, preguntémonos hasta dónde llegará -o llega ya - el poder de la señora que a partir del 27 de noviembre vivirá en la casa de Paseo Colón en Toluca. Y preguntémonos también cuáles son sus méritos y sus valores. No nos sorprendamos si su popularidad como heroína de telenovelas le ayuda a procurar votos a su flamante marido, a fin de cuentas ese es el modelo femenino que estamos acostumbrados a ver y a seguir.
jueves, 25 de noviembre de 2010
sábado, 20 de noviembre de 2010
Revolución sin evolución...
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
16 novembre, 2010.
Escribir esta semana no es sencillo, porque he decidido -para recordar la fecha que se avecina- hablar de la Revolución mexicana. No es simple hacerlo por obvias razones.
Se ha comentado mucho y se sigue comentando. Se analiza, se especula, se sacan conclusiones y sin embargo, la revolución me parece -a cien años de su inicio- lejana y practicamente inexistente.
Haciendo historia, el inicio del movimiento se entiende fundamentalmente como el deseo de concretar una democracia en el país.
La intención primordial, si la historia no miente, fue derrocar al dictador Porfirio Díaz y llevar a la práctica el principio claro del “sufragio efectivo, no reeleción”.
Seré simplista y trataré de dejar claro que a pesar de haber estudiado el movimiento -oficial y extraoficialmente- todavía no termino de comprender por qué, no obstante que en mayo de 1911 Porfirio Díaz presentó su renuncia a la presidencia, la situación no fue resuelta y la lucha armada continuó, más sangrienta que al inicio.
Reconozco que mi razonamiento es simplista. Pero en realidad esta idea casi superflua de la revolución como un movimiento con un objetivo claro y definido desde el principio me ha siempre inquietado.
Si lo que Madero y sus todos los demás buscaban realmente era terminar con las injusticias de un gobierno, entonces ¿por qué “la lucha” no terminó cuando el dictador se fue? Quizá porque desde aquellos días, como ahora, gobernar México era casi como sacarse la lotería, como garantizar una existencia tranquila para unos cuantos y para sus familias durante muchas generaciones.
Por eso la lucha por el poder se volvió cruel, sangrienta, larga, casi indecente. Todos contra todos con tal de ocupar una silla y con ello, tener la posibilidad de gobernar en el caos una nación joven y necesitada de todo, enriqueciéndose gracias a la ingenuidad de un pueblo ignorante y desesperado.
Han pasado cien años y francamente hasta ahora nadie se pone de acuerdo acerca del fin de la revolución. Hay quien dice que terminó cuando fue promulgada la constitución en 1917. Otros piensan que acabó cuando Plutarco Elías Calles llegó al poder, en 1924, -¡14 años después del inicio de la lucha armada!-.
Y por supuesto, existen quienes sostienen que la revolución no terminó nunca. Sin contar por supuesto a quienes no han hecho otra cosa que uso y abuso de la palabra revolución.
La revolución ha sido “auténtica”, “institucional”, “democrática” y no recuerdo cuántos epitetos más.
El concepto se ha transformado a través de la historia mexicana, a conveniencia sobre todo de quienes queriendo o no cambiaron la dictadura de un solo hombre -por cierto excesivamente satanizado- en una dictadura de partido.
Pero dije “sobre todo”, porque no ha sido solamente el PRI el culpable de la ausencia de democracia en México. Los culpables hemos sido también nosotros, el resto de los mexicanos, que simplemente no permitimos, por ignorancia o por comodidad, que la revolución se transformara en evolución.
Reconozcamos que sencillamente estos cien años han sido dolorosos, tristes, preocupantes, difíciles y que -sobre todo últimamente- han marcado un retroceso en todos los ámbitos.
Los mexicanos somos inocentes, nobles, crédulos. De otra forma no me explico la manera en que los diferentes caudillos del movimiento revolucionario manipularon a la masa hasta llevarla a la muerte.
La “bola” no fue sino el resultado de la desesperación de un pueblo literalmente muerto de hambre, que vivía en condiciones tan precarias que simplemente sabía que las cosas no podrían irle peor. Un pueblo ignorante, fácil de manipular, sencillo de engañar.
Me pregunto si en realidad las circunstancias han cambiado y pienso en qué podría suceder si en pleno siglo XXI surgieran por ahí nuevos líderes que convocaran a una nueva lucha armada. Creo que la situación de millones de personas que viven en la pobreza extrema, -a quienes de plano no les hizo justicia la famosa revolución- provocaría el éxito de una nueva “bola”.
Pero viendo con tristeza la ignorancia que reina soberana, me temo que cualquier intento terminaría igual o peor que hace cien años.
No es el uso de las armas lo que mejoraría las circunstancias de vida en nuestra nación. Lo sé, lo sabemos todos. Pero la fórmula tampoco está en los discursos huecos y exaltados de quienes pretenden cambiar -sin saber siquiera cómo empezar a hacerlo- un sistema que ya llegó a la fecha de caducidad.
Digámoslo claramente: la situación es desesperante, angustiosa, dramática. Nuestro país está pasando por uno de sus momentos más negros en todos los campos. Social, política y económicamente no hay soluciones a corto, mediano o largo plazo.
La crisis global unida a las carencias propias de un México con un sistema donde unos cuantos se reparten el pastel y se burlan y aprovechan de los pobres gobernados hace que el panorama no pueda ser más desolador.
No hay motivos reales de festejo. Cien años del inicio de una revolución sin evolución son una tristeza tan grande, que lo único que los mexicanos podemos hacer para -como siempre- tapar el sol con un dedo es pensar en hacer un puente vacacional que permita olvidar una vez más que como nación estamos yendo directamente al fracaso.
¡Que Viva México! Sí. Es necesario decirlo y pronunciarlo fuerte, como un augurio, porque es precisamente lo que en cada rincón de nuesto país se necesita: comenzar a vivir de veras.
16 novembre, 2010.
Escribir esta semana no es sencillo, porque he decidido -para recordar la fecha que se avecina- hablar de la Revolución mexicana. No es simple hacerlo por obvias razones.
Se ha comentado mucho y se sigue comentando. Se analiza, se especula, se sacan conclusiones y sin embargo, la revolución me parece -a cien años de su inicio- lejana y practicamente inexistente.
Haciendo historia, el inicio del movimiento se entiende fundamentalmente como el deseo de concretar una democracia en el país.
La intención primordial, si la historia no miente, fue derrocar al dictador Porfirio Díaz y llevar a la práctica el principio claro del “sufragio efectivo, no reeleción”.
Seré simplista y trataré de dejar claro que a pesar de haber estudiado el movimiento -oficial y extraoficialmente- todavía no termino de comprender por qué, no obstante que en mayo de 1911 Porfirio Díaz presentó su renuncia a la presidencia, la situación no fue resuelta y la lucha armada continuó, más sangrienta que al inicio.
Reconozco que mi razonamiento es simplista. Pero en realidad esta idea casi superflua de la revolución como un movimiento con un objetivo claro y definido desde el principio me ha siempre inquietado.
Si lo que Madero y sus todos los demás buscaban realmente era terminar con las injusticias de un gobierno, entonces ¿por qué “la lucha” no terminó cuando el dictador se fue? Quizá porque desde aquellos días, como ahora, gobernar México era casi como sacarse la lotería, como garantizar una existencia tranquila para unos cuantos y para sus familias durante muchas generaciones.
Por eso la lucha por el poder se volvió cruel, sangrienta, larga, casi indecente. Todos contra todos con tal de ocupar una silla y con ello, tener la posibilidad de gobernar en el caos una nación joven y necesitada de todo, enriqueciéndose gracias a la ingenuidad de un pueblo ignorante y desesperado.
Han pasado cien años y francamente hasta ahora nadie se pone de acuerdo acerca del fin de la revolución. Hay quien dice que terminó cuando fue promulgada la constitución en 1917. Otros piensan que acabó cuando Plutarco Elías Calles llegó al poder, en 1924, -¡14 años después del inicio de la lucha armada!-.
Y por supuesto, existen quienes sostienen que la revolución no terminó nunca. Sin contar por supuesto a quienes no han hecho otra cosa que uso y abuso de la palabra revolución.
La revolución ha sido “auténtica”, “institucional”, “democrática” y no recuerdo cuántos epitetos más.
El concepto se ha transformado a través de la historia mexicana, a conveniencia sobre todo de quienes queriendo o no cambiaron la dictadura de un solo hombre -por cierto excesivamente satanizado- en una dictadura de partido.
Pero dije “sobre todo”, porque no ha sido solamente el PRI el culpable de la ausencia de democracia en México. Los culpables hemos sido también nosotros, el resto de los mexicanos, que simplemente no permitimos, por ignorancia o por comodidad, que la revolución se transformara en evolución.
Reconozcamos que sencillamente estos cien años han sido dolorosos, tristes, preocupantes, difíciles y que -sobre todo últimamente- han marcado un retroceso en todos los ámbitos.
Los mexicanos somos inocentes, nobles, crédulos. De otra forma no me explico la manera en que los diferentes caudillos del movimiento revolucionario manipularon a la masa hasta llevarla a la muerte.
La “bola” no fue sino el resultado de la desesperación de un pueblo literalmente muerto de hambre, que vivía en condiciones tan precarias que simplemente sabía que las cosas no podrían irle peor. Un pueblo ignorante, fácil de manipular, sencillo de engañar.
Me pregunto si en realidad las circunstancias han cambiado y pienso en qué podría suceder si en pleno siglo XXI surgieran por ahí nuevos líderes que convocaran a una nueva lucha armada. Creo que la situación de millones de personas que viven en la pobreza extrema, -a quienes de plano no les hizo justicia la famosa revolución- provocaría el éxito de una nueva “bola”.
Pero viendo con tristeza la ignorancia que reina soberana, me temo que cualquier intento terminaría igual o peor que hace cien años.
No es el uso de las armas lo que mejoraría las circunstancias de vida en nuestra nación. Lo sé, lo sabemos todos. Pero la fórmula tampoco está en los discursos huecos y exaltados de quienes pretenden cambiar -sin saber siquiera cómo empezar a hacerlo- un sistema que ya llegó a la fecha de caducidad.
Digámoslo claramente: la situación es desesperante, angustiosa, dramática. Nuestro país está pasando por uno de sus momentos más negros en todos los campos. Social, política y económicamente no hay soluciones a corto, mediano o largo plazo.
La crisis global unida a las carencias propias de un México con un sistema donde unos cuantos se reparten el pastel y se burlan y aprovechan de los pobres gobernados hace que el panorama no pueda ser más desolador.
No hay motivos reales de festejo. Cien años del inicio de una revolución sin evolución son una tristeza tan grande, que lo único que los mexicanos podemos hacer para -como siempre- tapar el sol con un dedo es pensar en hacer un puente vacacional que permita olvidar una vez más que como nación estamos yendo directamente al fracaso.
¡Que Viva México! Sí. Es necesario decirlo y pronunciarlo fuerte, como un augurio, porque es precisamente lo que en cada rincón de nuesto país se necesita: comenzar a vivir de veras.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Berlusconi: un payaso con demencia senil
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
02 novembre, 2010
Inicio a escribir hoy con un cierto dejo de amargura. Estoy sinceramente triste, enojada, preocupada. El país en el que elegí vivir hace ya siete años y que considero mi segunda patria, está hoy en la boca de todo el mundo por una patética razón. Pocas naciones en el mundo pueden soportar que al frente de su gobierno se encuentre un personaje tan nefasto como el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi.
He dedicado frecuentemente este espacio a las andanzas del premier, a sus contínuas caídas de estilo, a sus preocupantes movimientos institucionales que han servido exclusivamente para beneficiarse personalmente.
Y sin embargo, creo que nunca antes había hablado de Berlusca sintiendo tanto asco y tanta vergüenza, porque esta vez el premier ha exagerado no solamente en sus acciones, que a fin de cuentas todo el país conoce desde hace un tiempo.
Ha exagerado además en su modo de mostrarse como un viejo asustado, como un hombre que a una cierta edad comete errores tremendos y en lugar de reconocer su falta, simplemente continúa a ofender la inteligencia de los ciudadanos justificando sus ridículas y viles acciones.
Lo que hace Berlusconi es simplemente mostrar su verdadera naturaleza. Es un hombre enfermo de poder cuyo único objetivo es satisfacer sus caprichos, pasando por alto que como Jefe de Estado debería observar una conducta intachable y preocuparse realmente por el bienestar de sus gobernados.
Parece ignorar el decoro que merece su investidura y sobre todo, pasa por encima de las mínimas reglas del respeto.
Esta vez Berlusconi enfrenta un nuevo escándalo sexual, pues se ha visto involucrado con Rubí, una menor de edad marroquina -presuntamente una prostituta- a quien habría no solamente dado dinero, sino ayudado liberándola de la policía usando su posición para obligar a las autoridades a liberarla y mintiendo, haciéndola pasar por sobrina del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Hoy mismo el premier ha perdido la cabeza. En los días que siguieron al descubrimiento de la historia de Rubí, se limitó a decir que la había ayudado porque él es “un hombre de gran corazón”. Sin embargo, este día sencillamente fue más allá y afirmó que lo que ocurre no es sino una “tormenta de papel”, refiriéndose al hecho de que es un asunto que se ventila solamente en la prensa escrita y que no pasará a mayores y mucho menos hará caer su gobierno.
Pero no se limitó a despreciar el papel que los medios de comunicación pueden tener difundiendo la información, sino que, paradójicamente hizo uso de ellos para decirle al mundo: “tengo un ritmo de trabajo infernal y me ocurre de vez en cuando lanzar una mirada a las mujeres bellas... Es mejor ser apasionado por mujeres que ser gay”.
Por supuesto que es precisamente este el comentario que me avergüenza y me hace pensar en lo terriblemente bochornoso que es para el pueblo italiano que el hombre que fue elegido para gobernarlo pierda los estribos al grado de demostrar sin la mínima consideración que no es otra cosa que un macho homofóbico lleno de poder y de dinero.
Buscando una explicación para semejantes actitudes, encontré la entrevista hecha por la publicación on line Articolo 21.it hace más de un año al prestigiado psiquiatra Luigi Cancrini.
El profesionista afirmó entonces que “Silvio Berlusconi es un personaje de un egocentrismo desmesurado. Mientras esto sucedía siendo él un empresario, todo iba bien. El problema nace con la adquisición de poder político. Cuando un narcisismo normal viene fuertemente alimentado y se conjuga con el exceso de poder, el resultado es una patología, un verdadero disturbo de la personalidad.”
El psiquiatra hizo entonces una afirmación escalofriante: “conozco este tipo de patologías, he dedicado el capítulo de un libro mío a Hitler y a Stalin.... Tal vez Berlusconi, por fortuna todavía no tiene estos rasgos tan 'grandiosos”, pero el riesgo de la progresiva pérdida del contacto con la realidad puede ser fuertemente dañino para los demás”.
El problema es que “los demás” son los ciudadanos comunes, que mientras observan los desfiguros del premier sufren cotidianamente una situación desastroza, en una sociedad que no da oportunidades de desarrollo ni de bienestar para nadie, especialmente para las nuevas generaciones.
El psiquiatra señaló además en aquella entrevista que Berlusconi está “convencido de poder hacer cualquier cosa sin ser disturbado y las personas que están a su alrededor lo aprueban y lo siguen”.
Asimismo, dijo que “la condición indispensable para que un disturbo de la personalidad no se expanda está ligada inevitablemente a la presencia de contrapesos representados por la magistratura (la ley) y la información (la libertad de prensa). Estudiando a Hitler, por ejemplo, es fácil recordar que su primera acción fue contra los magistrados, al igual que Mussolini. El equilibrio de poderes en este contexto es indispensable. Si una democracia es suficientemente fuerte este plan no se lleva a cabo y en un cierto momento la persona cae. Si en cambio caen los contrapesos se va hacia un desastre. La dictadura. Con la masa siguiendo el personaje carismárico de turno. Por eso es necesario mantener la democracia.”
La situación es preocupante sobre todo si recordamos que Berlusconi ataca en continuación precisamente a los magistrados a quienes acusa de participar en un complot en su contra, y aconseja a los ciudadanos evitar leer los diarios que lo acusan, a los que llama “basura mediática”.
Creo que a estas alturas todo el mundo ha comprendido lo que el premier italiano está haciendo y lo que podría suceder si continúa en el poder como pretende, por los próximos tres años, hasta el final de su mandato.
Por ahora las condiciones para que el gobierno berlusconiano caiga están dadas. Es este el mejor momento para que los italianos se deshagan de un personaje que no hace otra cosa que trabajar para sí mismo y para sus amigos, olvidando sus obligaciones principales.
Sin embargo, ante la falta de alternativa, dado que Italia tiene una izquierda débil y desorganizada, es posible que en el caso de convocar a nuevos comicios en las que por supuesto Berlusconi volvería a ser el candidato, éste podría resultar de nuevo electo.
Entonces, sinceramente, con todo respeto, quien estas líneas escribe no tendría otro remedio que irse a vivir a Costa Rica, porque sinceramente con Berlusconi en el poder por más tiempo no puede llevar a nada bueno al sufrido país de la bota que sin embargo, como todos los pueblos, tiene el gobierno que se merece.
02 novembre, 2010
Inicio a escribir hoy con un cierto dejo de amargura. Estoy sinceramente triste, enojada, preocupada. El país en el que elegí vivir hace ya siete años y que considero mi segunda patria, está hoy en la boca de todo el mundo por una patética razón. Pocas naciones en el mundo pueden soportar que al frente de su gobierno se encuentre un personaje tan nefasto como el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi.
He dedicado frecuentemente este espacio a las andanzas del premier, a sus contínuas caídas de estilo, a sus preocupantes movimientos institucionales que han servido exclusivamente para beneficiarse personalmente.
Y sin embargo, creo que nunca antes había hablado de Berlusca sintiendo tanto asco y tanta vergüenza, porque esta vez el premier ha exagerado no solamente en sus acciones, que a fin de cuentas todo el país conoce desde hace un tiempo.
Ha exagerado además en su modo de mostrarse como un viejo asustado, como un hombre que a una cierta edad comete errores tremendos y en lugar de reconocer su falta, simplemente continúa a ofender la inteligencia de los ciudadanos justificando sus ridículas y viles acciones.
Lo que hace Berlusconi es simplemente mostrar su verdadera naturaleza. Es un hombre enfermo de poder cuyo único objetivo es satisfacer sus caprichos, pasando por alto que como Jefe de Estado debería observar una conducta intachable y preocuparse realmente por el bienestar de sus gobernados.
Parece ignorar el decoro que merece su investidura y sobre todo, pasa por encima de las mínimas reglas del respeto.
Esta vez Berlusconi enfrenta un nuevo escándalo sexual, pues se ha visto involucrado con Rubí, una menor de edad marroquina -presuntamente una prostituta- a quien habría no solamente dado dinero, sino ayudado liberándola de la policía usando su posición para obligar a las autoridades a liberarla y mintiendo, haciéndola pasar por sobrina del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Hoy mismo el premier ha perdido la cabeza. En los días que siguieron al descubrimiento de la historia de Rubí, se limitó a decir que la había ayudado porque él es “un hombre de gran corazón”. Sin embargo, este día sencillamente fue más allá y afirmó que lo que ocurre no es sino una “tormenta de papel”, refiriéndose al hecho de que es un asunto que se ventila solamente en la prensa escrita y que no pasará a mayores y mucho menos hará caer su gobierno.
Pero no se limitó a despreciar el papel que los medios de comunicación pueden tener difundiendo la información, sino que, paradójicamente hizo uso de ellos para decirle al mundo: “tengo un ritmo de trabajo infernal y me ocurre de vez en cuando lanzar una mirada a las mujeres bellas... Es mejor ser apasionado por mujeres que ser gay”.
Por supuesto que es precisamente este el comentario que me avergüenza y me hace pensar en lo terriblemente bochornoso que es para el pueblo italiano que el hombre que fue elegido para gobernarlo pierda los estribos al grado de demostrar sin la mínima consideración que no es otra cosa que un macho homofóbico lleno de poder y de dinero.
Buscando una explicación para semejantes actitudes, encontré la entrevista hecha por la publicación on line Articolo 21.it hace más de un año al prestigiado psiquiatra Luigi Cancrini.
El profesionista afirmó entonces que “Silvio Berlusconi es un personaje de un egocentrismo desmesurado. Mientras esto sucedía siendo él un empresario, todo iba bien. El problema nace con la adquisición de poder político. Cuando un narcisismo normal viene fuertemente alimentado y se conjuga con el exceso de poder, el resultado es una patología, un verdadero disturbo de la personalidad.”
El psiquiatra hizo entonces una afirmación escalofriante: “conozco este tipo de patologías, he dedicado el capítulo de un libro mío a Hitler y a Stalin.... Tal vez Berlusconi, por fortuna todavía no tiene estos rasgos tan 'grandiosos”, pero el riesgo de la progresiva pérdida del contacto con la realidad puede ser fuertemente dañino para los demás”.
El problema es que “los demás” son los ciudadanos comunes, que mientras observan los desfiguros del premier sufren cotidianamente una situación desastroza, en una sociedad que no da oportunidades de desarrollo ni de bienestar para nadie, especialmente para las nuevas generaciones.
El psiquiatra señaló además en aquella entrevista que Berlusconi está “convencido de poder hacer cualquier cosa sin ser disturbado y las personas que están a su alrededor lo aprueban y lo siguen”.
Asimismo, dijo que “la condición indispensable para que un disturbo de la personalidad no se expanda está ligada inevitablemente a la presencia de contrapesos representados por la magistratura (la ley) y la información (la libertad de prensa). Estudiando a Hitler, por ejemplo, es fácil recordar que su primera acción fue contra los magistrados, al igual que Mussolini. El equilibrio de poderes en este contexto es indispensable. Si una democracia es suficientemente fuerte este plan no se lleva a cabo y en un cierto momento la persona cae. Si en cambio caen los contrapesos se va hacia un desastre. La dictadura. Con la masa siguiendo el personaje carismárico de turno. Por eso es necesario mantener la democracia.”
La situación es preocupante sobre todo si recordamos que Berlusconi ataca en continuación precisamente a los magistrados a quienes acusa de participar en un complot en su contra, y aconseja a los ciudadanos evitar leer los diarios que lo acusan, a los que llama “basura mediática”.
Creo que a estas alturas todo el mundo ha comprendido lo que el premier italiano está haciendo y lo que podría suceder si continúa en el poder como pretende, por los próximos tres años, hasta el final de su mandato.
Por ahora las condiciones para que el gobierno berlusconiano caiga están dadas. Es este el mejor momento para que los italianos se deshagan de un personaje que no hace otra cosa que trabajar para sí mismo y para sus amigos, olvidando sus obligaciones principales.
Sin embargo, ante la falta de alternativa, dado que Italia tiene una izquierda débil y desorganizada, es posible que en el caso de convocar a nuevos comicios en las que por supuesto Berlusconi volvería a ser el candidato, éste podría resultar de nuevo electo.
Entonces, sinceramente, con todo respeto, quien estas líneas escribe no tendría otro remedio que irse a vivir a Costa Rica, porque sinceramente con Berlusconi en el poder por más tiempo no puede llevar a nada bueno al sufrido país de la bota que sin embargo, como todos los pueblos, tiene el gobierno que se merece.
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