Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
25 de noviembre, 2009
Para escribir el artículo de esta semana, deseo retomar una historia bizarra ocurrida en Alemania, que ha sido relatada en publicaciones de todo el mundo. Se trata del caso de la directora de la sucursal del banco VR Bank en la ciudad de Bornheim.
La mujer de 62 años, que en la crónica aparece como Erika B. ha cometido el grave delito de robar a los ricos para darle a los pobres.
Sí, tal como lo leen, se trata de una versión femenina y moderna de Robin Hood, que francamente en estos tiempos se antoja como un relato de ciencia ficción.
Resulta que la señora sentía una inusual piedad hacia los clientes que con fuertes necesidades económicas se acercaban al banco para solicitar créditos o simplemente para pedir que se les permitiera manejar su cuenta “en números rojos”, es decir, utilizando más dinero del que realmente tenían a disposición para cubrir sus carencias económicas.
Erika decidió entonces dar a esos clientes -que obviamente no contaban con referencias ni garantías- una mayor posibilidad de acción financiera y les concedió, utilizando su proprio criterio, por pura piedad y solidaridad humana, créditos desproporcionados a su capacidad de pago, como una forma de ayudarlos a salir de su precaria situación.
Para ello, tomó el dinero de las cuentas de los clientes ricos. Así, la Robin Hood alemana pudo ayudar a los clientes pobres por una cantidad total de 7.6 millones de euros. Y aunque obviamente cuando los pobres restituían el dinero éste era regularmente devuelto a las cuentas de los ricos, al menos un millón de euros se perdió para siempre, porque no faltó quien se pasara de listo y decidiera no regresar el préstamo que indebidamente Erika le había concedido.
Sin embargo, Erika B. fue descubierta, obviamente la despidieron del banco y ahora vive con una pensión de menos de mil euros mensuales y tuvo que vender todas sus posesiones para restituir el dinero que por su culpa se perdió.
Al parecer la mujer sufre una extraña síndrome llamada Helfersyndrom, que se manifiesta con una necesidad casi patológica de ayudar al prójimo a cualquier costo. De hecho, fue ése el argumento de su abogado defensor para justificar las acciones de su cliente.
Lo que realmente desconcierta es que realmente la señora Hood no sacó ningún provecho de las circunstancias y de todo el dinero que pasó frente a ella no tomó un solo centavo para su beneficio personal.
La verdad es que se trata de un caso que deja pensando seriamente. Mi primer impulso es el de hacer referencia a un refrán conocidísimo: ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón.
Porque con todo respeto para los señores banqueros, su sistema de administrar y prestar dinero -que por cierto en su forma moderna nació precisamente en Génova, Italia en 1406- es una de las formas más crueles de fomentar la desigualdad.
Son las leyes económicas y no pienso caer en el juego de protestar por lo que no tiene remedio. Sin embargo, es cierto que es precisamente la banca la institución que más influye, afecta, domina y controla nuestra vida cotidiana.
Me parece que de cualquier manera, el caso de Erika B. es uno de esos en que a pesar de todo, la declarada culpable sencillamente no tendría por qué pagar ni ser condenada. Simplemente porque se trata de una persona que se atrevió a luchar como mejor pudo contra un sistema en que los banqueros son siempre los más beneficiados.
Pensemos solamente que en caso de problemas, como ha sucedido ya durante la tan mencionada crisis, los banqueros saben que el gobierno siempre podrá salvarles con dinero del pueblo.
Lo peor es saber que en caso de emergencia, hasta quienes no pueden acceder a los servicios de la banca terminan pagando por la salvación de quienes les han negado créditos y beneficios.
Que los banqueros son privilegiados, no es una novedad. Basta ejemplificar con algunas cifras.
De acuerdo con información que he encontrado en Internet, para enero de este año, México tenía las tasas de interés en tarjetas de crédito más altas en América Latina, de hasta el 32 y 66% anual.
Y lo peor es saber que los bancos tratan de justificar ese robo descarado culpando a los clientes morosos y a la falta de seguridad jurídica para recuperar las garantías.
Ya lo dijo el empresario Carlos Slim en diciembre de 2008, “Los clientes de la banca están entrampados, no hay competencia para cambiar de banco y las altas tasas de interés crean graves problemas a las personas y peores a las instituciones que otorgar los créditos”
Digamos que en todo el mundo occidental el problema son los bancos, los banqueros y todos los gobiernos consentidores y solapadores que no hacen otra cosa que ceder incondicionalmente ante los intereses de los grandes capitales.
No es en vano pensar que el origen de la crisis global está en parte en “las numerosas quiebras financieras, nacionalizaciones bancarias, constantes intervenciones de los Bancos centrales de las principales economías desarrolladas, profundos descensos en las cotizaciones bursátiles y un deterioro de la economía global real, que ha supuesto la entrada en recesión de algunas de las economías más industrializadas”, de acuerdo con información que en la enciclopedia on line Wikipedia está al alcance de todos.
Hoy en día, por citar solo un problema que tiene que ver con los bancos, sabemos bien que acceder a un crédito para la pequeña y mediana empresa es una misión imposible y que en muchos países se están cerrando muchos lugares de trabajo por falta de liquidez, con las terribles consecuencias sociales y económicas que esto implica.
Sabemos también que en nuestra realidad cotidiana, somos las primeras víctimas de los banqueros y sin duda, nuestro bolsillo lo resiente y en muchos casos, está en juego también nuestra estabilidad emocional.
Obviamente no soy economista. Claramente hablo como ciudadana de a pie y de cualquier manera, me siento en grado de decir que francamente la señora Erika B. y su síndrome no me parece un caso que deba ser castigado.
La verdad es que lamento solamente que haya sido descubierta y que hoy se encuentre en una seria dificultad. Lo digo sinceramente. ¿Y usted cómo la ve?
jueves, 26 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
¿Cuál Revolución?
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
18 de noviembre, 2009
Escribo estas líneas después de leer un artículo publicado por el diario español El País, en su versión on line. Mientras buscaba material para fundamentar el tema de la semana, encontré “¿Ya acabó la Revolución Mexicana?” firmado por Sabino Bastidas Colinas.
Un trabajo digno de lectura y sobre todo, directo y sin tapujos. Las preguntas planteadas por el autor me parecen acertadas y dentro de su crueldad, son exactamente las interrogantes que personalmente he siempre planteado sobre la verdadera eficacia del movimiento hoy casi centenario.
Acerca de la Revolución, Bastidas cuestiona: ¿ …por qué sigue siendo meta, bandera y discurso de partidos y grupos políticos? ¿Por qué subsisten los partidos revolucionarios? ¿Por qué aparecen Ejércitos zapatistas? ¿Por qué existen movimientos revolucionarios? ¿Acabó bien la revolución? ¿Logró su cometido? ¿Lo tenía? ¿Cuál es el saldo?”
No creo que haya en todo México un político, uno solo capaz de responder directamente a tales preguntas. No pienso que un solo gobernante tenga la respuestas para tan válidas inquietudes. A decir verdad estoy convencida que solamente con leerlas más de uno se rasgará las vestiduras.
Hoy, a mis 40 años recién cumplidos, sé aunque me duela reconocerlo que la Revolución ha sido solamente un cuento narrado en los libros de historia.
Entiendo nuestra necesidad colectiva de tener historia y por lo mismo, entiendo que por años los mexicanos nos hemos creído el cuento de que el primer movimiento social del siglo XX fue nuestro y nos dio la posibilidad de una vida mejor.
Pero francamente, cuando pienso en la Revolución me imagino que conocer sus detalles es más bien como leer una novela.
Pienso en Zapata, en Madero, en Villa, y en todos y cada uno de los personajes que desde siempre las generaciones post revolucionarias nos hemos visto obligadas a venerar.
Y así, pensando en nuestros héroes y viendo el México de hoy, creo que la Revolución, después de todos estos años parece no haber servido de nada.
Porque a pesar de la lucha de todos ellos, esa lucha ejemplar que cada 20 de noviembre nos obligan a recordar, los mexicanos no tenemos una nación más justa. Y es que las diferencias sociales que la historia nos refiere existían en 1910 no parecen haber cambiado mucho.
Recordemos que después de la Independencia, durante casi un siglo, nuestro país sufrió guerras internas e invasiones extranjeras. Luego vino la Revolución. El objetivo inicial fue derrocar a un dictador, que por tres décadas dejó a nuestros ancestros en condiciones sociales insoportables.
La polarización de clases antes del movimiento armado era evidente. Se buscaba una salida y el paso a la democracia. “Sufragio efectivo, no reelección”, esa era la consigna.
El objetivo principal era acabar con un gobierno que daba todas las posibilidades y beneficios a unos cuantos que continuaban a acumular riquezas mientras la gran mayoría continuaba sumida en la miseria y en la ignorancia.
La misión original del movimiento armado fue cumplida en poco tiempo. El dictador se fue del país y sin embargo, todavía se vivió un largo período de turbulencia.
El asesinato de Francisco I. Madero, la Decena trágica, el gobierno de Victoriano Huerta, el Constitucionalismo. Todos episodios que forman parte de una lucha que terminó por carecer de una lógica, en la cual quien debía ser el único vencedor, el pueblo mexicano, fue solamente carne de cañón.
Volviendo al artículo de El País, encuentro una cita elocuente. Más que eso: lapidaria. “Dice Peter Calvert, uno de los clásicos del estudio de las revoluciones, que la diferencia entre rebelión y revolución radica en su destino. La diferencia es el triunfo. La revolución gana. La rebelión fracasa.”
Y así, Sabino Bastidas continúa con sus inquietantes preguntas. “¿Por qué hablamos de la revolución mexicana? ¿Quién ganó la revolución mexicana? ¿Los pobres? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Por qué le seguimos llamamos revolución?”
Lo peor es pensar que esa bendita frase, “Sufragio efectivo, no reelección”, a partir de la cual inició todo y que 99 años después seguimos viendo hasta en los documentos oficiales, fue a fin de cuentas una de las grandes burlas de la vida de nuestro país.
Mentira de mentiras, porque durante 70 años en México continuamos reeligiendo un solo partido, precisamente ése que nos prometía que en algún momento la Revolución nos daría la justicia social que hasta la fecha solamente es un sueño inalcanzable.
He crecido en un México en que sus gobernantes han invocado contínuamente los principios de la Revolución como para recordarnos una lucha que si hubiera terminado realmente nos habría dado condiciones de vida mejores, oportunidades de desarrollo, paz social, equidad.
Y mientras he escuchado hablar a quienes dirigen la nación, he visto cómo sistemáticamente las condiciones de desigualdad han crecido.
A pesar de ser la economía mundial número 14, de acuerdo con el volumen del Producto Interno Bruto, en nuestro país conviven realidades tan diversas que en México hay, de acuerdo con la enciclopedia on line Wikipedia “indices de desarrollo humano que pueden ir desde aquéllos de naciones desarrolladas como Alemania hasta situaciones paragonables a las de Burundi”.
Por eso, muy a mi pesar, he dejado de creer en la existencia de la Revolución. La veo como un mito, como una leyenda contada en los libros de texto, en la que los héroes ni siquiera cumplen porque de cualquier manera son derrotados, pues su lucha nunca termina y en realidad no son capaces de alcanzar sus objetivos.
En un México que por ahora se enfrenta a serios problemas que van desde la seguridad hasta la carencia de posibilidades de desarrollo para todos, no me queda más que decir que en todo caso, la Revolución mexicana no ha sido más que un soberano fracaso, y la justificación más grande para que se formara un nuevo grupo que ha tenido y tiene en sus manos la riqueza, el futuro y el destino de millones de personas, que ya merecemos algo mejor.
Para quienes deseen leer el brillante artículo publicado por El País, me permito citar la liga correspondiente:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/acabo/revolucion/mexicana/elpepuint/20091117elpepuint_14/Tes
18 de noviembre, 2009
Escribo estas líneas después de leer un artículo publicado por el diario español El País, en su versión on line. Mientras buscaba material para fundamentar el tema de la semana, encontré “¿Ya acabó la Revolución Mexicana?” firmado por Sabino Bastidas Colinas.
Un trabajo digno de lectura y sobre todo, directo y sin tapujos. Las preguntas planteadas por el autor me parecen acertadas y dentro de su crueldad, son exactamente las interrogantes que personalmente he siempre planteado sobre la verdadera eficacia del movimiento hoy casi centenario.
Acerca de la Revolución, Bastidas cuestiona: ¿ …por qué sigue siendo meta, bandera y discurso de partidos y grupos políticos? ¿Por qué subsisten los partidos revolucionarios? ¿Por qué aparecen Ejércitos zapatistas? ¿Por qué existen movimientos revolucionarios? ¿Acabó bien la revolución? ¿Logró su cometido? ¿Lo tenía? ¿Cuál es el saldo?”
No creo que haya en todo México un político, uno solo capaz de responder directamente a tales preguntas. No pienso que un solo gobernante tenga la respuestas para tan válidas inquietudes. A decir verdad estoy convencida que solamente con leerlas más de uno se rasgará las vestiduras.
Hoy, a mis 40 años recién cumplidos, sé aunque me duela reconocerlo que la Revolución ha sido solamente un cuento narrado en los libros de historia.
Entiendo nuestra necesidad colectiva de tener historia y por lo mismo, entiendo que por años los mexicanos nos hemos creído el cuento de que el primer movimiento social del siglo XX fue nuestro y nos dio la posibilidad de una vida mejor.
Pero francamente, cuando pienso en la Revolución me imagino que conocer sus detalles es más bien como leer una novela.
Pienso en Zapata, en Madero, en Villa, y en todos y cada uno de los personajes que desde siempre las generaciones post revolucionarias nos hemos visto obligadas a venerar.
Y así, pensando en nuestros héroes y viendo el México de hoy, creo que la Revolución, después de todos estos años parece no haber servido de nada.
Porque a pesar de la lucha de todos ellos, esa lucha ejemplar que cada 20 de noviembre nos obligan a recordar, los mexicanos no tenemos una nación más justa. Y es que las diferencias sociales que la historia nos refiere existían en 1910 no parecen haber cambiado mucho.
Recordemos que después de la Independencia, durante casi un siglo, nuestro país sufrió guerras internas e invasiones extranjeras. Luego vino la Revolución. El objetivo inicial fue derrocar a un dictador, que por tres décadas dejó a nuestros ancestros en condiciones sociales insoportables.
La polarización de clases antes del movimiento armado era evidente. Se buscaba una salida y el paso a la democracia. “Sufragio efectivo, no reelección”, esa era la consigna.
El objetivo principal era acabar con un gobierno que daba todas las posibilidades y beneficios a unos cuantos que continuaban a acumular riquezas mientras la gran mayoría continuaba sumida en la miseria y en la ignorancia.
La misión original del movimiento armado fue cumplida en poco tiempo. El dictador se fue del país y sin embargo, todavía se vivió un largo período de turbulencia.
El asesinato de Francisco I. Madero, la Decena trágica, el gobierno de Victoriano Huerta, el Constitucionalismo. Todos episodios que forman parte de una lucha que terminó por carecer de una lógica, en la cual quien debía ser el único vencedor, el pueblo mexicano, fue solamente carne de cañón.
Volviendo al artículo de El País, encuentro una cita elocuente. Más que eso: lapidaria. “Dice Peter Calvert, uno de los clásicos del estudio de las revoluciones, que la diferencia entre rebelión y revolución radica en su destino. La diferencia es el triunfo. La revolución gana. La rebelión fracasa.”
Y así, Sabino Bastidas continúa con sus inquietantes preguntas. “¿Por qué hablamos de la revolución mexicana? ¿Quién ganó la revolución mexicana? ¿Los pobres? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Por qué le seguimos llamamos revolución?”
Lo peor es pensar que esa bendita frase, “Sufragio efectivo, no reelección”, a partir de la cual inició todo y que 99 años después seguimos viendo hasta en los documentos oficiales, fue a fin de cuentas una de las grandes burlas de la vida de nuestro país.
Mentira de mentiras, porque durante 70 años en México continuamos reeligiendo un solo partido, precisamente ése que nos prometía que en algún momento la Revolución nos daría la justicia social que hasta la fecha solamente es un sueño inalcanzable.
He crecido en un México en que sus gobernantes han invocado contínuamente los principios de la Revolución como para recordarnos una lucha que si hubiera terminado realmente nos habría dado condiciones de vida mejores, oportunidades de desarrollo, paz social, equidad.
Y mientras he escuchado hablar a quienes dirigen la nación, he visto cómo sistemáticamente las condiciones de desigualdad han crecido.
A pesar de ser la economía mundial número 14, de acuerdo con el volumen del Producto Interno Bruto, en nuestro país conviven realidades tan diversas que en México hay, de acuerdo con la enciclopedia on line Wikipedia “indices de desarrollo humano que pueden ir desde aquéllos de naciones desarrolladas como Alemania hasta situaciones paragonables a las de Burundi”.
Por eso, muy a mi pesar, he dejado de creer en la existencia de la Revolución. La veo como un mito, como una leyenda contada en los libros de texto, en la que los héroes ni siquiera cumplen porque de cualquier manera son derrotados, pues su lucha nunca termina y en realidad no son capaces de alcanzar sus objetivos.
En un México que por ahora se enfrenta a serios problemas que van desde la seguridad hasta la carencia de posibilidades de desarrollo para todos, no me queda más que decir que en todo caso, la Revolución mexicana no ha sido más que un soberano fracaso, y la justificación más grande para que se formara un nuevo grupo que ha tenido y tiene en sus manos la riqueza, el futuro y el destino de millones de personas, que ya merecemos algo mejor.
Para quienes deseen leer el brillante artículo publicado por El País, me permito citar la liga correspondiente:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/acabo/revolucion/mexicana/elpepuint/20091117elpepuint_14/Tes
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Patrones a la italiana
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
11 de noviembre, 2009
Esta semana escribo luego de reflexionar largamente acerca del comentario de una persona que vive en México, relativo a la creencia de que Italia, por ser un país que pertenece al (mal) llamado primer mundo está exenta de crisis y de problemas sociales como los que se viven en mi país de origen.
La verdad es que cuando escucho ciertas apreciaciones, no puedo más que callar para no discutir. Es como si de repente todos los sufrimientos, los problemas, los dolores económicos, políticos y sociales se concentraran en México, mientras que todo el bienestar y el desarrollo estuvieran del otro lado del Atlántico, en la vieja e idealizada Europa.
Señores: no todo lo que brilla es oro.
Me permito ahora citar un caso que me toca de cerquita. Me excuso anticipadamente por hablar de mí, pero en este espacio considero necesario exponer una situación que me toca directamente y que tiene al borde de la desesperación al menos a siete mil personas en el territorio italiano.
Antes que nada, explico que dada la situación de carencia de oportunidades laborales que se vive en este país, que no es muy diferente a la realidad mexicana, me he visto obligada a trabajar en un call center, vendiendo al teléfono vino italiano en Inglaterra.
El trabajo de vendedora no es desagradable en sí mismo, digamos que mientras era posible trabajar por comisión era una actividad bien remunerada. Por un trabajo de tres horas y media diarias se podían alcanzar ingresos de hasta mil 500 euros mensuales (alrededor de 27 mil pesos). Obviamente, con un contrato como ese, que entre otras cosas es obligatoriamente a tiempo determinado, quedan excluídas todas las prestaciones que tiene un dependiente. Es decir: nada de incapacidades por enfermedad, cero aguinaldo y de las vacaciones ni hablar.
Nada de sueldo base. Pero por un salario así, se puede perdonar la situación. Lástima que la empresa a partir de enero de 2009, con el pretexto de la crisis económica haya decidido que los contratos por comisión ya no eran convenientes y haya obligado a los colaboradores a firmar contratos por un salario mensual de 580 euros, aunque contando con las prestaciones que antes no tenían. Esto quiere decir que una vez eliminadas las comisiones, se perciben solamente siete euros por hora de trabajo, lo que implica una pérdida considerable en cuanto a ingresos y una vergüenza porque se trata de una retribución francamente ridícula en un país donde no hay dinero que alcance para mantener un nivel de vida al menos digno.
Para quienes se pregunten cómo funciona un call center en Italia, basta decir que se trata de un enorme espacio lleno de computadoras y audífonos. Un lugar cuyas condiciones de higiénicas dejan sinceramente mucho por desear.
Es una enorme sala que a veces, en una palabra, apesta, donde practicamente nadie tiene un lugar fijo asignado. Un lugar donde unos cuantos jovencitos altaneros, nombrados supervisores por algún misterio indescifrable, cumplen su papel de capataces y cada que recuerdan se ponen a gritar a todo pulmón: “¡vaaamos, muchachos!” en un intento inútil por parecer simpáticos y estimular la producción.
Es un sitio lleno de vendedores sin rostro y sin nombre, donde el eventual placer momentáneo del comercio a distancia termina cuando el supervisor inicia la prédica: “¡Hemos vendido muy poco! ¡La empresa requiere dinero!”
Lo malo es que la compañía insiste en obligar a los empleados a llamar a las mismas personas que una semana antes ya dijeron que no quieren comprar o simplemente no desean ser molestadas. El call center italiano promedio es simplemente un moderno centro de esclavitud. Y no exagero.
Pero es la nueva realidad en el país. Es trabajo precario que no ofrece un futuro cierto a los miles de jóvenes, amas de casa y hombres en edad productiva que se ven orillados a tomar ese empleo porque en el mercado laboral del país no hay una oferta alentadora.
Dentro del universo de los trabajos a tiempo determinado, que en nuestros días son prácticamente la única opción en Italia, el call center es una de las posibilidades menos terribles, pero es, de cualquier manera, un trabajo monótono, que exige concentración y nervios de acero, a cambio de cero posibilidades de realización personal, salario bajo y ninguna prestación.
La empresa llamada Phonemedia, tiene en Italia 13 call centers, y cuenta con alrededor de 7 mil empleados en todo el territorio italiano. No obstante se trate de una compañía más bien importante, ha complicado la situación de sus asalariados desde enero de este año.
El inicio fue anunciar que era necesario “hacer un esfuerzo” y aceptar que el sueldo mensual fuese dividido en dos, contrariamente a la costumbre de recibir el total en una sola entrega.
Las fechas definidas por la propia empresa para erogar el salario poco a poco comenzaron a no ser respetadas, lo que propició un descontento que con el tiempo se convirtió en auténtico enojo, cuando en agosto el sacrosanto sueldo dejó de llegar. Hasta la fecha simplemente no se ha hecho la luz.
Y fue ahí cuando se destapó la cloaca. El emprendedor Fabrizio Cazzago decidió finalmente vender su negocio, Phonemedia, a un grupo cuyo origen nadie conoce: Omega, que al parecer tiene como misión rescatar las empresas al borde de la quiebra con el fin de llevarlas al punto del recorte primero y del cierre después.
Toda una estrategia que permite tomar toda la liquidez de las empresas que son compradas y deshacerse de lo que no sirve, en este caso los empleados, para después declararse en quiebra. Así de sencillo.
La agitación prevalece en todas las sedes de Phonemedia, donde de norte a sur se registran paros, huelgas, manifestaciones y plantones. Es tal la desesperación que se vive, que se han suscitado casos de empleados que se han presentado en su lugar de trabajo, cuchillo en mano, exigiendo el pago de los dos meses de salario que no han recibido, porque obviamente no pueden más con el estrés y tienen necesidades inmediatas por satisfacer, como dar de comer a sus hijos o pagar los servicios o la renta.
Hasta ahora, solamente ha sido posible arrancar a los nuevos dueños la promesa de que los dos meses de sueldo que los trabajadores no han recibido llegarán en abonos facilitos los días 10, 20 y 30 de noviembre. Si no... huelga permanente y ocupación de las instalaciones.
Toda esta historia que hoy me permito contar es solamente una pequeña parte de la realidad que se vive en un país de primer mundo. Para quien piense que solamente se sufre en América Latina. En todos lados se cuecen habas.
Esta vez no he hablado de Berlusconi, ni de televisión, ni de políticos ni de temas lejanos a la vida cotidiana. Hoy he hablado de una historia cercana, difícil, dolorosa. Porque mirar la desesperación en los ojos de mis compañeros de trabajo, saber que sufren la angustia de ver pisoteada su dignidad y tienen miedo de un futuro incierto me parece importante.
Y me parece importante también que quienes tienen la paciencia de seguir este espacio se den cuenta de que en el fondo, no hay mucha diferencia entre los problemas que se viven en un país como Italia y aquéllos que aquejan a los mexicanos.
Hay momentos en que pienso que el primer mundo no existe, que es más bien una creación del imaginario colectivo.
Sé de buena fuente que otras naciones como Alemania, Francia e incluso Inglaterra tienen problemas similares al que acabo de relatarles, en que el trabajo precario y/o el desempleo están haciendo estragos.
A fin de cuentas, llego a la conclusión de que el sufrimiento es universal. La injusticia, por desgracia, también. Esa es la verdadera crisis. No la que se difunde en los medios, la que para algunos ya pasó y para otros nunca se ha ido desde hace años. Y que la situación cambie probablemente sólo está en las manos de nosotros, la gente común de aquí y de allá.
11 de noviembre, 2009
Esta semana escribo luego de reflexionar largamente acerca del comentario de una persona que vive en México, relativo a la creencia de que Italia, por ser un país que pertenece al (mal) llamado primer mundo está exenta de crisis y de problemas sociales como los que se viven en mi país de origen.
La verdad es que cuando escucho ciertas apreciaciones, no puedo más que callar para no discutir. Es como si de repente todos los sufrimientos, los problemas, los dolores económicos, políticos y sociales se concentraran en México, mientras que todo el bienestar y el desarrollo estuvieran del otro lado del Atlántico, en la vieja e idealizada Europa.
Señores: no todo lo que brilla es oro.
Me permito ahora citar un caso que me toca de cerquita. Me excuso anticipadamente por hablar de mí, pero en este espacio considero necesario exponer una situación que me toca directamente y que tiene al borde de la desesperación al menos a siete mil personas en el territorio italiano.
Antes que nada, explico que dada la situación de carencia de oportunidades laborales que se vive en este país, que no es muy diferente a la realidad mexicana, me he visto obligada a trabajar en un call center, vendiendo al teléfono vino italiano en Inglaterra.
El trabajo de vendedora no es desagradable en sí mismo, digamos que mientras era posible trabajar por comisión era una actividad bien remunerada. Por un trabajo de tres horas y media diarias se podían alcanzar ingresos de hasta mil 500 euros mensuales (alrededor de 27 mil pesos). Obviamente, con un contrato como ese, que entre otras cosas es obligatoriamente a tiempo determinado, quedan excluídas todas las prestaciones que tiene un dependiente. Es decir: nada de incapacidades por enfermedad, cero aguinaldo y de las vacaciones ni hablar.
Nada de sueldo base. Pero por un salario así, se puede perdonar la situación. Lástima que la empresa a partir de enero de 2009, con el pretexto de la crisis económica haya decidido que los contratos por comisión ya no eran convenientes y haya obligado a los colaboradores a firmar contratos por un salario mensual de 580 euros, aunque contando con las prestaciones que antes no tenían. Esto quiere decir que una vez eliminadas las comisiones, se perciben solamente siete euros por hora de trabajo, lo que implica una pérdida considerable en cuanto a ingresos y una vergüenza porque se trata de una retribución francamente ridícula en un país donde no hay dinero que alcance para mantener un nivel de vida al menos digno.
Para quienes se pregunten cómo funciona un call center en Italia, basta decir que se trata de un enorme espacio lleno de computadoras y audífonos. Un lugar cuyas condiciones de higiénicas dejan sinceramente mucho por desear.
Es una enorme sala que a veces, en una palabra, apesta, donde practicamente nadie tiene un lugar fijo asignado. Un lugar donde unos cuantos jovencitos altaneros, nombrados supervisores por algún misterio indescifrable, cumplen su papel de capataces y cada que recuerdan se ponen a gritar a todo pulmón: “¡vaaamos, muchachos!” en un intento inútil por parecer simpáticos y estimular la producción.
Es un sitio lleno de vendedores sin rostro y sin nombre, donde el eventual placer momentáneo del comercio a distancia termina cuando el supervisor inicia la prédica: “¡Hemos vendido muy poco! ¡La empresa requiere dinero!”
Lo malo es que la compañía insiste en obligar a los empleados a llamar a las mismas personas que una semana antes ya dijeron que no quieren comprar o simplemente no desean ser molestadas. El call center italiano promedio es simplemente un moderno centro de esclavitud. Y no exagero.
Pero es la nueva realidad en el país. Es trabajo precario que no ofrece un futuro cierto a los miles de jóvenes, amas de casa y hombres en edad productiva que se ven orillados a tomar ese empleo porque en el mercado laboral del país no hay una oferta alentadora.
Dentro del universo de los trabajos a tiempo determinado, que en nuestros días son prácticamente la única opción en Italia, el call center es una de las posibilidades menos terribles, pero es, de cualquier manera, un trabajo monótono, que exige concentración y nervios de acero, a cambio de cero posibilidades de realización personal, salario bajo y ninguna prestación.
La empresa llamada Phonemedia, tiene en Italia 13 call centers, y cuenta con alrededor de 7 mil empleados en todo el territorio italiano. No obstante se trate de una compañía más bien importante, ha complicado la situación de sus asalariados desde enero de este año.
El inicio fue anunciar que era necesario “hacer un esfuerzo” y aceptar que el sueldo mensual fuese dividido en dos, contrariamente a la costumbre de recibir el total en una sola entrega.
Las fechas definidas por la propia empresa para erogar el salario poco a poco comenzaron a no ser respetadas, lo que propició un descontento que con el tiempo se convirtió en auténtico enojo, cuando en agosto el sacrosanto sueldo dejó de llegar. Hasta la fecha simplemente no se ha hecho la luz.
Y fue ahí cuando se destapó la cloaca. El emprendedor Fabrizio Cazzago decidió finalmente vender su negocio, Phonemedia, a un grupo cuyo origen nadie conoce: Omega, que al parecer tiene como misión rescatar las empresas al borde de la quiebra con el fin de llevarlas al punto del recorte primero y del cierre después.
Toda una estrategia que permite tomar toda la liquidez de las empresas que son compradas y deshacerse de lo que no sirve, en este caso los empleados, para después declararse en quiebra. Así de sencillo.
La agitación prevalece en todas las sedes de Phonemedia, donde de norte a sur se registran paros, huelgas, manifestaciones y plantones. Es tal la desesperación que se vive, que se han suscitado casos de empleados que se han presentado en su lugar de trabajo, cuchillo en mano, exigiendo el pago de los dos meses de salario que no han recibido, porque obviamente no pueden más con el estrés y tienen necesidades inmediatas por satisfacer, como dar de comer a sus hijos o pagar los servicios o la renta.
Hasta ahora, solamente ha sido posible arrancar a los nuevos dueños la promesa de que los dos meses de sueldo que los trabajadores no han recibido llegarán en abonos facilitos los días 10, 20 y 30 de noviembre. Si no... huelga permanente y ocupación de las instalaciones.
Toda esta historia que hoy me permito contar es solamente una pequeña parte de la realidad que se vive en un país de primer mundo. Para quien piense que solamente se sufre en América Latina. En todos lados se cuecen habas.
Esta vez no he hablado de Berlusconi, ni de televisión, ni de políticos ni de temas lejanos a la vida cotidiana. Hoy he hablado de una historia cercana, difícil, dolorosa. Porque mirar la desesperación en los ojos de mis compañeros de trabajo, saber que sufren la angustia de ver pisoteada su dignidad y tienen miedo de un futuro incierto me parece importante.
Y me parece importante también que quienes tienen la paciencia de seguir este espacio se den cuenta de que en el fondo, no hay mucha diferencia entre los problemas que se viven en un país como Italia y aquéllos que aquejan a los mexicanos.
Hay momentos en que pienso que el primer mundo no existe, que es más bien una creación del imaginario colectivo.
Sé de buena fuente que otras naciones como Alemania, Francia e incluso Inglaterra tienen problemas similares al que acabo de relatarles, en que el trabajo precario y/o el desempleo están haciendo estragos.
A fin de cuentas, llego a la conclusión de que el sufrimiento es universal. La injusticia, por desgracia, también. Esa es la verdadera crisis. No la que se difunde en los medios, la que para algunos ya pasó y para otros nunca se ha ido desde hace años. Y que la situación cambie probablemente sólo está en las manos de nosotros, la gente común de aquí y de allá.
jueves, 5 de noviembre de 2009
El moderno concepto de belleza
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
04 de noviembre, 2009
Esta semana me permito retomar un asunto que hace mucho tiempo, probablemente en mis primeras colaboraciones ya expuse. En realidad no se trata de un refrito, ni de un remix de mis propias ideas. Es solamente la seria y sincera preocupación de una mujer de cuarenta años que durante su vida ha tenido la posibilidad de ver cambiar la forma de concebir y conseguir la belleza.
El concepto de estética se ha transformado seriamente. Basta ver las viejas fotografías y la antigüa publicidad para observar tranquilamente la evolución.
Pero además, hoy veo con interés y sorpresa que ser físicamente atractivo es importante para hombres y mujeres por igual. No es en vano que proliferen los chicos metrosexuales, a quienes todavía no termino de comprender, pero que desde mi punto de vista con su preocupación por mantenerse en forma ayudan a mover la economía, mientras consumen todos los productos cosméticos habidos y por haber, frecuentan los gimnasios y siguen todos los rituales que creen necesarios para mantener su atractivo.
En realidad no tengo problemas para aceptar que todos tenemos derecho a vernos y sentirnos bien, porque conservarnos en buena forma estéticamente hablando es también una manera de aumentar nuestro nivel de autoestima, que buena falta nos hace, especialmente en tiempos como estos, en que la crisis en algunos momentos hace que nuestro ánimo esté por los suelos.
Hasta ahí, todo está bien. Lo malo es cuando me toca encontrarme con información que me desconcierta y me preocupa seriamente. El diario italiano Corriere della Sera, en su edición on line publica un artículo que no puedo pasar por alto.
De acuerdo con un estudio realizado en Inglaterra, una de cada dos mujeres jóvenes está dispuesta a recurrir a la cirugía plástica, dice el Corriere.
La información publicada señala los resultados de una encuesta: al 50 por ciento de las chicas entre 16 y 21 años no le desagrada la idea de someterse a una operación que las vuelva más delgadas o más atractivas.
Ya el hecho de pensar en el concepto de “delgadez” que tienen las jovencitas de hoy me pone a temblar. En pocas palabras, si no se es un esqueleto, no hay muchas posibilidades de obtener la aceptación y el éxito social, tan importante para las chicas.
Gracias a los medios de comunicación y a causa de la publicidad, el concepto colectivo de belleza se ha globalizado y en realidad, los mismos graves problemas de anorexia y de bulimia que sufren las italianas, los padecen las mexicanas, las rusas, las estadunidenses, etc. etc. etc.
Es una verdadera pandemia, entendida en su sentido literal: una “enfermedad de todo el pueblo”. Una infección propagada por los medios que parece no tener cura, no obstante los esfuerzos de algunos países como Italia o España, que han tomado medidas importantes, como exigir que en las pasarelas más renombradas desfilen modelos cuyo físico se acerque más a la normalidad y sobre todo a la salud.
Pero ni hablar, no hay nada por hacer cuando la obsesión de las muchachitas no es otra que la de ser como las mujeres famosas cuya imagen ven por todos lados.
Retomando el artículo del Corriere, me entero de que el estudio realizado en Inglaterra consideró una muestra de más allá de mil niñas y jóvenes entre los 7 y los 21 años, que en su mayoría revelaron sentirse insatisfechas de la propia imagen y estar dispuestas a someterse a liposucción, tratamientos láser y cirugía plástica para retocarse y verse mejor.
Lo más difícil de aceptar es que la mitad de las encuestadas más jóvenes tenga tan fuerte tendencia a la no aceptación. La incapacidad de apreciarse tal cual se es a edad tan temprana no puede ser otra cosa que el resultado del bombardeo constante de información equivocada.
Todo enfocado hacia el consumismo en una sociedad que no perdona ni siquiera a los pequeños, que de repente tienen necesidades que las generaciones anteriores no teníamos.
Porque honestamente: ¿qué necesidad tiene una niña de usar -por ejemplo- un celular, inscribirse en Facebook y vestir a la última moda? Todas necesidades creadas y conectadas directamente con la necesidad de aceptación.
Una joven podría crecer tranquilamente sin tales accesorios y posiblemente sería más sana, más feliz y sobre todo, no sentiría el irrefrenable impulso de ser de tal o cual manera para lograr el favor de sus coetáneos.
El problema es que potencialmente las chicas que hoy simplemente sueñan con tener acceso a los tratamientos que las volverán más lindas, seguirán dando un valor excesivo a la imagen y llegarán a obsesionarse a tal grado que terminarán por recurrir no a los cirujanos plásticos profesionales, porque en general no serán accesibles para ellas, sino a cualquier individuo que les ofrezca el servicio a bajo costo, no obstante los riesgos que puedan correr.
Es una cuestión más seria de lo que pensamos. Porque en realidad más de una persona podría resultar víctima de los falsos profesionistas que sin el menos escrúpulo arruinan la vida de quienes ingenuamente caen en sus manos.
Ya que los gobiernos de todos los niveles y de casi todos los países gastan cantidades importantes en difundir todo lo que se les viene a la mente, me pregunto por qué hasta ahora no he encontrado una sola campaña oficial que se ocupe de alertar primero a los padres y luego a las mismas jóvenes.
La primera advertencia sería para hacer comprender que no es necesario uniformarse con la masa para ser atractivos. La segunda para quienes de plano no pueden con su proprio físico, para que en caso de extrema necesidad recurran solamente a los especialistas.
El problema existe. No es sencillo de afrontar a causa del bombardeo contínuo de la publicidad, de los medios de comunicación y de la influencia que ambos tienen en el comportamiento social. Pero posiblemente todavía estamos a tiempo de advertir y tratar de hacer comprender a las más jóvenes acerca de la inutilidad de basar sus expectativas en el aspecto físico y no en el desarrollo intelectual.
04 de noviembre, 2009
Esta semana me permito retomar un asunto que hace mucho tiempo, probablemente en mis primeras colaboraciones ya expuse. En realidad no se trata de un refrito, ni de un remix de mis propias ideas. Es solamente la seria y sincera preocupación de una mujer de cuarenta años que durante su vida ha tenido la posibilidad de ver cambiar la forma de concebir y conseguir la belleza.
El concepto de estética se ha transformado seriamente. Basta ver las viejas fotografías y la antigüa publicidad para observar tranquilamente la evolución.
Pero además, hoy veo con interés y sorpresa que ser físicamente atractivo es importante para hombres y mujeres por igual. No es en vano que proliferen los chicos metrosexuales, a quienes todavía no termino de comprender, pero que desde mi punto de vista con su preocupación por mantenerse en forma ayudan a mover la economía, mientras consumen todos los productos cosméticos habidos y por haber, frecuentan los gimnasios y siguen todos los rituales que creen necesarios para mantener su atractivo.
En realidad no tengo problemas para aceptar que todos tenemos derecho a vernos y sentirnos bien, porque conservarnos en buena forma estéticamente hablando es también una manera de aumentar nuestro nivel de autoestima, que buena falta nos hace, especialmente en tiempos como estos, en que la crisis en algunos momentos hace que nuestro ánimo esté por los suelos.
Hasta ahí, todo está bien. Lo malo es cuando me toca encontrarme con información que me desconcierta y me preocupa seriamente. El diario italiano Corriere della Sera, en su edición on line publica un artículo que no puedo pasar por alto.
De acuerdo con un estudio realizado en Inglaterra, una de cada dos mujeres jóvenes está dispuesta a recurrir a la cirugía plástica, dice el Corriere.
La información publicada señala los resultados de una encuesta: al 50 por ciento de las chicas entre 16 y 21 años no le desagrada la idea de someterse a una operación que las vuelva más delgadas o más atractivas.
Ya el hecho de pensar en el concepto de “delgadez” que tienen las jovencitas de hoy me pone a temblar. En pocas palabras, si no se es un esqueleto, no hay muchas posibilidades de obtener la aceptación y el éxito social, tan importante para las chicas.
Gracias a los medios de comunicación y a causa de la publicidad, el concepto colectivo de belleza se ha globalizado y en realidad, los mismos graves problemas de anorexia y de bulimia que sufren las italianas, los padecen las mexicanas, las rusas, las estadunidenses, etc. etc. etc.
Es una verdadera pandemia, entendida en su sentido literal: una “enfermedad de todo el pueblo”. Una infección propagada por los medios que parece no tener cura, no obstante los esfuerzos de algunos países como Italia o España, que han tomado medidas importantes, como exigir que en las pasarelas más renombradas desfilen modelos cuyo físico se acerque más a la normalidad y sobre todo a la salud.
Pero ni hablar, no hay nada por hacer cuando la obsesión de las muchachitas no es otra que la de ser como las mujeres famosas cuya imagen ven por todos lados.
Retomando el artículo del Corriere, me entero de que el estudio realizado en Inglaterra consideró una muestra de más allá de mil niñas y jóvenes entre los 7 y los 21 años, que en su mayoría revelaron sentirse insatisfechas de la propia imagen y estar dispuestas a someterse a liposucción, tratamientos láser y cirugía plástica para retocarse y verse mejor.
Lo más difícil de aceptar es que la mitad de las encuestadas más jóvenes tenga tan fuerte tendencia a la no aceptación. La incapacidad de apreciarse tal cual se es a edad tan temprana no puede ser otra cosa que el resultado del bombardeo constante de información equivocada.
Todo enfocado hacia el consumismo en una sociedad que no perdona ni siquiera a los pequeños, que de repente tienen necesidades que las generaciones anteriores no teníamos.
Porque honestamente: ¿qué necesidad tiene una niña de usar -por ejemplo- un celular, inscribirse en Facebook y vestir a la última moda? Todas necesidades creadas y conectadas directamente con la necesidad de aceptación.
Una joven podría crecer tranquilamente sin tales accesorios y posiblemente sería más sana, más feliz y sobre todo, no sentiría el irrefrenable impulso de ser de tal o cual manera para lograr el favor de sus coetáneos.
El problema es que potencialmente las chicas que hoy simplemente sueñan con tener acceso a los tratamientos que las volverán más lindas, seguirán dando un valor excesivo a la imagen y llegarán a obsesionarse a tal grado que terminarán por recurrir no a los cirujanos plásticos profesionales, porque en general no serán accesibles para ellas, sino a cualquier individuo que les ofrezca el servicio a bajo costo, no obstante los riesgos que puedan correr.
Es una cuestión más seria de lo que pensamos. Porque en realidad más de una persona podría resultar víctima de los falsos profesionistas que sin el menos escrúpulo arruinan la vida de quienes ingenuamente caen en sus manos.
Ya que los gobiernos de todos los niveles y de casi todos los países gastan cantidades importantes en difundir todo lo que se les viene a la mente, me pregunto por qué hasta ahora no he encontrado una sola campaña oficial que se ocupe de alertar primero a los padres y luego a las mismas jóvenes.
La primera advertencia sería para hacer comprender que no es necesario uniformarse con la masa para ser atractivos. La segunda para quienes de plano no pueden con su proprio físico, para que en caso de extrema necesidad recurran solamente a los especialistas.
El problema existe. No es sencillo de afrontar a causa del bombardeo contínuo de la publicidad, de los medios de comunicación y de la influencia que ambos tienen en el comportamiento social. Pero posiblemente todavía estamos a tiempo de advertir y tratar de hacer comprender a las más jóvenes acerca de la inutilidad de basar sus expectativas en el aspecto físico y no en el desarrollo intelectual.
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