Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
01 de abril, 2009
Mientras preparaba mi colaboración de esta semana, una noticia publicada en la versión on line del diario italiano Corriere della Sera llamó mi atención a tal grado que decidí dedicarle estas reflexiones.
Resulta ser que en Francia, como una respuesta extrema a los efectos de la crisis, se están presentando cada vez con mayor frecuencia los casos de dependientes que toman como rehenes a sus propios patrones.
El caso que narra el Corriere, es el de Francois Henri Pinault, propietario de la multinacional de lujo PPR, quien fue detenido mientras se encontraba a bordo de un taxi por un grupo de trabajadores de su empresa.
La causa del secuestro es que dos de las empresas de Pinault, -conocido en México por ser el marido de la actriz Salma Hayek- es que dos de sus negocios, FNAC y Corporama han anunciado el despido de 1200 trabajadores.
Precisamente a las mencionadas empresas pertenecen los trabajadores que tomaron como rehén al magnate durante más de una hora. Al final Pinault fue liberado por la policía francesa que se presentó en el lugar del secuestro.
No es el primer caso. Ya antes los obreros de la Caterpillar, un grupo estadounidense que produce maquinaria para construcción y que había anunciado un recorte de 733 personas en Francia de un total de 22 mil despidos en todo el mundo, secuestraron a cuatro dirigentes de la empresa en su sede de Grenoble.
El objetivo de los trabajadores al detener a los dirigentes en la oficina del director era discutir con ellos para solicitarles que se organizara una reunión con miras a solucionar el problema.
Y aquí es donde no puedo pensar otra cosa que no sea el hecho que los franceses, con todo lo antipáticos y arrogantes que a veces pueden resultar, se merecen el mayor de los respetos por su capacidad de no agachar la cabeza, por la forma en que se organizan para protestar y porque saben cómo llamar a la solidaridad para conseguir sus objetivos.
No se trata como en México de organizar un paro inútil de transportistas con el fin de protestar contra el aumento del diesel. Recordemos que el hecho solamente causó molestias y no logró el consenso social, por la sencilla razón de que al parecer el aumento del combustible no parece causarle problemas a nadie, aunque en realidad es una situación que concierne a todos por el alza de precios en cascada que implica.
Tampoco es como en Italia, donde se organizan contínuamente paros y huelgas en todos los sectores, -desde los periodistas hasta los operadores de medios de transporte- que ya son parte de la vida cotidiana y en lugar de provocar efectos positivos y desatar la solidaridad de la población no pasan de ser motivo de molestia y causar problemas en la vida cotidiana.
Me queda claro que ni en México ni en Italia las protestas organizadas son una forma de presionar para solucionar problemas enarbolando causas justas. En Francia, en cambio, es tal la fuerza de la sociedad civil organizada que hay una alta probabilidad de mejorar la situación.
Basta recordar cómo en el 2006 los jóvenes franceses se lanzaron a la calle como una forma de protesta contra el empleo precario.
En aquellos tiempos, los universitarios, respaldados por colectivos sociales y políticos de izquierda se opusieron a la aprobación de una nueva ley que proponía que el primer empleo para los jóvenes tuviera un período obligatorio de prueba de dos años y que permitía el despido libre de los trabajadores menores de 26 años.
En lo que fue una auténtica revolución social, más de un millón de franceses se manifestaron en las calles de numerosas ciudades de su país para protestar contra lo que ellos consideraban una enorme discriminación laboral.
Y la ley del Contrat Première Embauche (Contrato de Primer Empleo) fue retirada. La protesta permanente de los ciudadanos de Francia se hizo sentir y fue efectiva en modo tal que el entonces presidente Jacques Chirac dio marcha atrás.
Esos son los resultados de haber movilizado tres millones de personas. Esos son los franceses en movimiento que hoy mismo de nuevo se rebelan, esta vez ante los efectos de la crisis y detienen por unas horas a uno de los hombres más ricos de su país con la finalidad de exigirle que no los prive de su trabajo y en cambio haga algún pequeño sacrificio.
Porque objetivamente, Pinault podría hacer algo para no dejar desprotegidas a mil 200 familias. No hablamos de un pobre empresario que a duras penas puede sostener la situación de sus negocios. Se trata de un hombre que cuenta con un patrimonio que en el 2007 ascendía a 14.5 millones de millones de euros, y que es propietario de un amplio grupo de empresas que van desde la Puma hasta la casa de subastas Christie's. Y de el depende el futuro de mil 200 familias que pueden quedarse sin alternativa alguna para subsistir.
En México uno de los hombres más ricos del planeta, Carlos Slim, predice “sin querer ser catastrofista” que la situación va a ser “delicada” y que “hay que prepararse para prever y no estar viendo las consecuencias después y no estar llorando".
En Italia, la segunda fortuna del país que es al mismo tiempo el presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, dice que en tiempo de crisis espera “que quien ha sido despedido se busque algo por hacer”, y se pone como ejemplo de uno que si hubiera perdido el empleo “no se quedaría con los brazos cruzados”.
En Francia, mientras tanto, los más desprotegidos se rebelan a su suerte. Por eso protestan, Y lo hacen con fuerza. No se dejan vencer y no se contentan. No se resignan. Y eso los enoblece y los dignifica.
Esa es precisamente la diferencia.
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