lunes, 12 de noviembre de 2012
Seguimos en contacto
Ya sé, lo dije hace una semana. Estoy recién desempacada. Fue un largo viaje de nueve años. Pero me permito repetirlo simplemente para contextualizar mi estupor. En realidad es impresionante pensar que a pesar de que ha transcurrido un tiempo considerable, las cosas no cambian en la política local. Y no cambian por una sencilla razón: los nombres, las caras, los personajes son practicamente los mismos.
Y qué pena. Es de veras una tristeza observar que seguimos siendo rehenes de los mismos personajes que quién sabe cómo se han ido posesionando de lugares claves desde donde ejercen un poder político y económico.
Basta darse una vuelta por la H. Cámara de Diputados mexiquense. En el mundo ideal, el de la democracia -en que los mexicanos creemos vivir desde hace algunos años- la función concreta del poder Legislativo es hacer las leyes.
La definición más ortodoxa dice que esa facultad “implica la posibilidad de regular, en nombre del pueblo, los derechos y las obligaciones de sus habitantes, en consonancia con las disposiciones constitucionales. Para ejercer dicha facultad está investida de una incuestionable autoridad que le otorga la representación de la voluntad.”
Esa incuestionable autoridad es la que me preocupa seriamente, porque muchos diputados la utilizan no precisamente para legislar. Eso ocurre en la Legislatura mexiquense. Los nuevos diputados llegaron partiendo plaza. Les bastaron unos días para tener bajo control a los trabajadores de la Cámara. Digamos que literalmente los burócratas de la Legislatura se convirtieron en aterrorizadas víctimas del cambio de administración.
Desde el cinco de septiembre y hasta hace algunos días, los empleados del Poder Legislativo, sindicalizados o no, vivieron en un ambiente de verdadero terrorismo laboral. Parece increíble, pero se presentaron casos extremos. Me llama la atención particularmente uno, en que un trabajador de la Contraloría de la Cámara fue despedido cuando el mismísimo Aarón Urbina Bedolla, Presidente de la Junta de Coordinación Política, lo sorprendió leyendo a Octavio Paz.
“¡Qué a toda madre!” Le dijo Urbina al empleado. Lástima que el diputado no supo o no quiso saber que efectivamente la lectura de ese libro era parte del trabajo del joven en cuestión, que entre otras cosas es ya no digamos un “licenciado”, sino un postulante a Doctor.
Pero a Urbina, según sus propias palabras le “vale madres” el título de estudios de quienes trabajan para la Legislatura. A él lo que le interesa “es la lealtad”. ¿Será por eso que los nuevos diputados se han dado a la tarea de buscar leales y lindas chicas veinteañeras para sustituir a las antigüas secretarias?
Por algunas semanas la oficina de Recursos Humanos de la Cámara vio pasar un desfile interminable de chicas –quién sabe por qué practicamente sólo mujeres- que más que buscar empleo, llegaron con la actitud de quien toma posesión de algo que sabe que ya le pertenece.
A lo mejor la plaza de la Contraloría la cubrieron con un iletrado, pero eso sí, leal amigo de Aarón Urbina. Y ese es solamente un caso. Que quede claro: no estoy defendiendo a los burócratas de la Legislatura. Sé de cierto que son empleados con montones de privilegios –muchos inmerecidos- que ya quisiéramos muchos. Desde la guardería hasta el comedor, pasando por bonos y prestaciones. No podemos decir que se la pasen mal, como tampoco podemos afirmar que se maten de trabajo.
Pero lo cierto es que luego de la “purga del terror” ordenada por Aarón Urbina, hay por lo menos 40 secretarias puestas a disposición de personal, que quedarán sin empleo si antes de enero no las reubican. Obvio, esas plazas serán ocupadas por gente “leal”, porque de eso se trata la movida.
Es cierto, son empleados con vicios que hacen enojar a más de uno. En la Cámara podemos encontrar una selección impresionante de secretarias prepotentes y de empleados holgazanes. Hay de todo como en botica. Pero me niego a generalizar y a pensar que son todos iguales y que se tienen merecida la onda de terrorismo que Don Aarón inició apenas llegando al súper puestazo que quién sabe cómo consiguió.
Sobre todo porque hay que ver, como dicen en Italia, “de qué púlpito viene la prédica”. Aarón Urbina Bedolla es una de las caras que vuelvo a ver después de nueve años de ausencia. Y no es precisamente una de esos rostros que da gusto reencontrar.
Dicen que “por sus obras los conocereis”. Personalmente ya solamente pensar que es uno de esos políticos trapecistas, que ha saltado del PRI al PAN y viceversa, me da muy mala espina. Para quien no lo sepa, el susodicho ha sido dos veces alcalde de Tecámac. Hasta ahí, no hay problema. Está en su derecho. Lástima que una vez fue abanderado del PAN y otra del PRI. Y si se fue con el blanquiazul, fue simplemente porque los priístas no le cumplieron su caprichito y le negaron la candidatura.
Todo para ser alcalde y poder hacer negocios. Entre la gente de Tecámac despierta pasiones. Hay quien lo idolatra y quien no lo quiere.Durante su administración como panista se despachó con la cuchara grande, y autorizó, en complicidad con su cabildo, ejercer recursos hasta por un millón de pesos diarios sin necesidad de justificación. Entonces se convirtió en el benefactor del municipio y acaparó la simpatía de mucha gente. Obvio, caravana con sombrero ajeno...
Al fin que no era su dinero, ¿verdad? Y como necesitaba recursos para darse sus gustos y comprar voluntades, incrementó 20 por ciento las tarifas por servicio de agua potable. No contento, realizó cobros por manejo de aguas residuales, aunque en el municipio no había plantas de tratamiento.
El próspero fabricante de muebles hizo y deshizo en su municipio, benefició a grandes empresas, a sus amigos, a sí mismo y definitivamente no dejó un lindo recuerdo.
Como diputado tampoco ha tenido un desempeño ejemplar. Basta recordar cómo en el año 2000 fue uno de los grandes arquitectos del desastre de la bancada panista, cuando 13 de los 29 legisladores albiazules se declararon independientes, quitando al PAN la legítimidad ganada en las urnas. Luego volvió al PRI, lo hicieron de nuevo alcalde y así, de salto en salto, hoy se pasea por la Cámara como amo y señor del poder Legislativo.
No se mueve la hoja del árbol sin que lo sepa Urbina Bedolla. Tan es así que decidió por sus pistolas disponer de las plazas de la Legislatura como mejor le parece. Ni el Sindicato Único de Trabajadores de los Poderes, Municipios e Instituciones Descentralizadas del Estado de México los puede defender.
Qué tristeza. Un ejemplo más de que las cosas no han cambiado y que seguramente tampoco cambiarán. Porque de nada sirven las acusaciones a través de los medios. Como pasa con muchos “malosos”, no se les puede comprobar nada y en este país todos somos inocentes mientras no se nos compruebe lo contrario.
martes, 6 de noviembre de 2012
Seguimos en contacto
Publicado en el Diario Electrónico MVT
05/11/2012
Me da mucho gusto recomenzar a colaborar para este diario digital y debo ante todo agradecer a mi amigo y ahora jefe Mario Vázquez de la Torre por su confianza y su apertura.
Regresar a México ha sido una experiencia extraña. No es necesariamente un asunto importante, pero sí quiero poner en antecedentes a quienes tienen la paciencia de leer estas líneas. Estuve fuera de México nueve años, y puedo asegurar que después de un mes y medio de haber regresado, no puedo seguir viendo nuestro país como lo observaba desde afuera.
Lo que es un hecho, es que me ha tocado regresar en un momento importante. Justo cuando el PRI volverá a Los Pinos. Indudablemente en el estado de México hay una cierta agitación. Hay entusiasmos públicos, como el del mismísimo Eruviel Ávila Villegas, que no se cansa de decir que a la entidad le irá bien y se desvive en elogios y aplausos hacia el presidente electo, Enrique Peña Nieto, como sucedió apenas en San Felipe del Progreso.
Lo que no entiendo es si el gobernador mexiquense espera que finalmente el gobierno federal le haga justicia al edoméx en la repartición de recursos. Tampoco tengo idea de cómo le hará Peña para conseguirlo, visto que en teoría no se manda solo y hay un Congreso federal que muy probablemente no le va a seguir la corriente, a pesar de que lo justo sería que el estado que junto con el DF y Nuevo León más contribuye al PIB nacional recibiera aportaciones federales congruentes.
En realidad lo de menos es observar el optimismo público de los mexiquenses. Casi es natural. Lo que preocupa y no poco es saber de los entusiasmos privados. Esos sí que son importantes. Y preocupantes.
Hay quienes ya se preparan para formar parte del futuro gabinetazo o ya de perdida están en espera de un huesito. El que sea. Chico o grande no les interesa. Pero que les resuelva la vida. Y no estoy hablando de salarios. Esos los pueden donar a la beneficencia porque créanme, ya he sabido de algunos que están poniendo a trabajar su mentalidad emprendedora para hacer grandes negocios.
Lo malo es que esos negocitos van a beneficiar a pocos y supongo que esos pocos no se tocarán el corazón para considerar que los que pondremos el dinerito a su disposición somos nosotros, los ciudadanos de a pie.
Yo no le creo mucho a Enrique Peña cuando dice que su gobierno no será de amigos, sino de aliados. ¿Y cómo le va a hacer para tener contentos a quienes lo han apoyado durante los últimos años? No creo que no sepa que la política se teje a partir de compromisos y que así como no recibió solamente sostén moral, estará obligado a corresponder de igual manera.
No me parece que el futuro presidente sea ingenuo. Como tampoco lo son sus amigos (¿o debo decir futuros aliados?).
Ya en el semanario Proceso se habló recientemente de uno de los casos latentes de manejos extraños en el futuro gobierno: Eduardo Sánchez Urrutia, un ex funcionario del deporte que abrió tres empresas que en el próximo sexenio operarían 32 instalaciones deportivas porque desde su punto de vista los gobiernos federal, estatal y municipal no han podido dar espacios de calidad para la práctica del deporte y es necesario que la iniciativa privada los maneje.
No creo que sea el único caso. Como él, hay muchos “emprendedores” que están ahí, listos para saltar en cuanto sea necesario, porque como bien sabemos, en este mundo globalizado hay que pensar en privatizar todo.
Lo que veo es que alrededor de Peña Nieto se están tejiendo ya muchas redes mexiquenses y que en éstas hay personas que no tienen las mejores intenciones. Y no digo que no vaya a haber en el nuevo gobierno federal paisanos que de veras valgan la pena. Seguramente encontraremos personas capaces que han dedicado su vida al servicio público y que tienen una preparación a la altura del compromiso que están por enfrentar. Pero estos últimos no son la mayoría, por desgracia.
Y ese es el punto: que por desgracia el mundo de la política no está poblado de muchas personas con buenas intenciones. Me basta ver por ejemplo cómo está funcionando la recién instalada legislatura mexiquense para darme cuenta de que tenemos motivos serios para preocuparnos. Pero ese asunto (el de la cámara) se merece un espacio aparte.
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