Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
08 junio, 2011
Escribo estas líneas mientras en México se celebra el día de la Libertad de Expresión. Sin duda, es un tema importante sobre todo si se considera la caótica situación actual de nuestro país. Es un momento crítico en el cual resulta no solamente necesaria, sino obligatoria la libertad de expresarnos, y como consecuencia, también la libertad de informar y ser informados.
Que quede claro: expresarse no es una libertad exclusiva de los medios de comunicación, sino un derecho fundamental de todos los seres humanos. Sin embargo, queda claro que son precisamente los medios los encargados de evidenciar y ejercer esa libertad.
El problema es cuando se abusa del privilegio de informar. Y la cosa se pone peor si en lugar de informar, se desperdicia la posibilidad de funcionar como contrapeso del poder.
Quiero dar un ejemplo que si bien no puedo mencionar como la situación general de los medios, es significativo. Lo encontré curioseando en la red. Se trata de una nota publicada por el diario online El Universal, que en su sección dedicada al estado de México da cuenta de que el candidato priísta a la gubernatura, Eruviel Avila Villegas, “disfruta de una quesadilla en Toluca”. Y completa: “Tras encabezar un mitin en la Alameda Central de la capital mexiquense, el candidato de la coalición "Unidos por Ti" comió en el puesto de "Doña Ofe" antes de continuar sus actividades de campaña”.
La nota está firmada por la reportera Denise Mackenzie. Y me sigo preguntando quién fue el valiente jefe de redacción que se atrevió a publicarla, olvidando que el espacio -virtual o real, es lo de menos- de un diario o de cualquier medio de comunicación debe ser aprovechado porque es precioso.
Quisiera saber si quienes son responsables de los contenidos en los medios han olvidado los conceptos fundamentales del periodismo. La noticia, definida como “una redacción o un relato que informa al público sobre un hecho novedoso o atípico, ocurrido dentro de una comunidad... es un hecho periodístico y constituye un recorte de la realidad que merece ser informado por su relevancia social.”
Relevancia social. Me gustaría saber realmente cuál es el porcentaje de información publicada que tiene seriamente relevancia social. Supongo que la cantidad es ridícula y que sin duda los periódicos y los noticiarios de los medios electrónicos de llenan de información intrascendente, porque a fin de cuentas se trata de llenar espacios con el fin de continuar a recibir ganancias económicas.
Volvemos al viejo tema: la información es un negocio y así se entiende. Obviamente el comportamiento de los medios responde sencillamente a las necesidades de consumo y venta de espacios.
Resulta difícil pensar en la libertad de expresión como un derecho de quienes en los últimos tiempos se han convertido simplemente en mercenarios de la información. Muy probablemente publicar que el candidato priísta se come una quesadilla en la Alameda de Toluca forma parte de un paquete especial hecho por el diario que obtendrá óptimas comisiones que quién sabe si llegarán a la reportera, que mientras tanto firma y con ello pone su nombre en evidencia como autora de una de las notas más insulsas y sin sentido que hayan sido publicadas.
Y mientras tanto, no se ve claro el ejercicio de la libertad de expresión en la mayor parte de los medios, sobre todo en los que son más populares. Hay una complicidad que se percibe. Yo no hablo de represión.
Checando conceptos he encontrado uno del premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa, que dice que “todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información. Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación".
En México creo que ya pasaron los tiempos de la censura y el chantaje. Hoy cada medio es libre d e publicar lo que se le da la gana. La autoridad ha tenido el cuidado y la capacidad de poner un disfraz de democracia a los medios.
Se puede hablar de presidentes espurios y alcohólicos, se puede decir que hay complicidad con el crimen organizado. Claro que se puede. Mientras no se enteren las mayorías no hay problema. Pero si se trata de medios más importantes por su popularidad, entonces la cosa cambia.
Ahí se nota la complicidad de la que hablo. Y se ve que es el soborno, y no la intimidación la
estrategia que está funcionando.
Es la posibilidad de ganancias económicas la que permite el no-ejercicio pleno de la libertad de expresión en México. Es la asociación en busca el poder que prevalece. Por eso un medio “importante” por sus alcances no puede hacer otra cosa que publicar que el candidato priísta mexiquense es un ejemplo de sencillez y come quesadillas como cualquier hijo de vecino, mientras otras publicaciones mucho menos importantes no encuentran la forma de hacer entender a la sociedad que Eruviel Ávila no es precisamente la mejor solución para gobernar una entidad llena de problemas de todo tipo.
No es que no se pueda expresar lo que se quiere. Es simplemente que no se quiere expresar lo que se puede. Simplemente porque los medios son un negocio y para que un negocio funcione, se mantenga y eventualmente crezca, es necesario ceder.
miércoles, 8 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
Cuando la violencia toca a los más débiles...
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
01 junio, 2011
Esta semana sinceramente debo decir que de todas las noticias que he tenido la oportunidad de leer, hay una que me ha conmovido particularmente. Se trata del premio que recibió hace algunos días la profesora regiomontana Martha Rivera.
Todo comenzó cuando a través de Youtube, fue posible ver en un video cómo esta maestra de un Kínder ubicado en Monterrey encontró la forma de mantener en calma a sus alumnos mientras cerca de la escuela había una balacera.
El video lo vi varias veces. Debo ser honesta. Me quedé con la boca abierta al inicio y después no pude contener las lágrimas.
¿Qué fue lo que provocó una reacción emotiva tan fuerte en mi persona? Simplemente el hecho de que no concibo, no imagino, no acepto bajo ninguna circunstancia el hecho que un grupo de niños tan pequeños y su profesora deban estar preparados para afrontar con calma una situación violenta.
Me siento simplemente ofendida por saber que el México de hoy vive un momento particularmente delicado.
Es una realidad dolorosa que posiblemente quienes vivimos en el extranjero y añoramos la patria no podemos aceptar tan facilmente.
Posiblemente quienes habitan en el país se han ido habituando paulatinamente a las circunstancias. A lo mejor se han resignado.
Desde mi humilde punto de vista, la violencia es consecuencia de muchos factores. Yo lo resumo en dos grandes causas: la economía que es un desastre y aumenta las diferencias sociales, por una parte y por otra la guerra contra el narcotráfico que ya no hace diferencia entre los civiles, los criminales y la autoridad.
El problema es que sea cual sea la causa, los mexicanos nos estamos acostumbrando a vivir con el miedo, a prevenir los atentados más inverosímiles a nuestra integridad física y a nuestra serenidad, y esto no es absolutamente aceptable.
Es indignante pensar en un grupo de niños pecho a tierra, cantando junto a su maestra para distraerse, mientras se escuchan disparos en el exterior. Se trata de una escena surreal, pero sobre todo debería ser un motivo más para que la sociedad se despiertara, se movilizara, exigiera, se hiciera sentir con toda su fuerza.
Después de conocer este caso, me parece todavía más ofensiva la declaración reciente del presidente Felipe Calderón, que durante la reciente cumbre mundial de viajes y turismo dijo que “la violencia en México se circunscribe sólo a algunos puntos y el resto del país se encuentra apacible”.
Dijo nuestro presidente “yo vi a miles, miles de spring breakers en México divirtiéndose y tengo entendido que los únicos disparos que recibieron eran de tequila, a muchos de ellos y nada pasó”.
Si el mismísimo titular del Ejecutivo hace como que no ve lo que está ocurriendo, las cosas están mucho más graves de lo que se piensa. Es como si quisiera negar los males que aquejan a la sociedad mexicana, como si de pronto se le ocurriera que es mejor tapar el sol con un dedo.
Y no se vale. O el presidente está mintiendo con alevosía o sencillamente ignora la realidad. O vive y gobierna otro país.
Pienso en los niños y en los adolescentes mexicanos. Acostumbrados a vivir en un clima violento, se están convirtiendo en víctimas de las circunstancias. Están aprendiendo a considerar la violencia como algo natural.
Curioseando en la red encontré algunos datos escalofriantes, siempre hablando de las nuevas generaciones de mexicanos.
“Las organizaciones civiles de México contabilizan aproximadamente 25.mil menores que están vinculados con el crimen organizado. Los niños que trabajan para el narco mexicano son víctimas del agresivo entorno social en el que se desenvuelven, según los expertos.”
De acuerdo con el sitio, investigaciones de algunos centros de estudios superiores arrojan que los adolescentes son víctimas del entorno agresivo en el que viven e ingresan a las organizaciones delictivas por seguir un ideal, por ignorancia o simplemente en busca de empleo.
Nada que ver con la realidad en que vive nuestro presidente, que parece no saber que los jóvenes mexicanos están creciendo antes de tiempo, que se están acostumbrando al miedo y no solamente eso, que muchos de ellos se están involucrando seriamente con la delincuencia.
Siempre en la red se reporta que el profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Víctor Manuel Quintana considera que “los adolescentes enrolados en los carteles pueden cumplir diversas funciones. En primer lugar, son vigilantes que se ponen en las estaciones de gasolina y en las entradas y salidas de las carreteras para avisar a los narcotraficantes quién llega y quién sale de la zona de su influencia, pero el mayor problema es que está incrementándose el empleo de los niños como ejecutores”.
Creo que llegar al punto en que los pequeños se ven despojados de su infancia por culpa de la violencia, saber que desde edad temprana se pueden convertir ya sea en víctimas o protagonistas de la delincuencia debe ser un serio punto de reflexión para la sociedad mexicana, que está pasando por uno de los momentos más negros de su historia.
01 junio, 2011
Esta semana sinceramente debo decir que de todas las noticias que he tenido la oportunidad de leer, hay una que me ha conmovido particularmente. Se trata del premio que recibió hace algunos días la profesora regiomontana Martha Rivera.
Todo comenzó cuando a través de Youtube, fue posible ver en un video cómo esta maestra de un Kínder ubicado en Monterrey encontró la forma de mantener en calma a sus alumnos mientras cerca de la escuela había una balacera.
El video lo vi varias veces. Debo ser honesta. Me quedé con la boca abierta al inicio y después no pude contener las lágrimas.
¿Qué fue lo que provocó una reacción emotiva tan fuerte en mi persona? Simplemente el hecho de que no concibo, no imagino, no acepto bajo ninguna circunstancia el hecho que un grupo de niños tan pequeños y su profesora deban estar preparados para afrontar con calma una situación violenta.
Me siento simplemente ofendida por saber que el México de hoy vive un momento particularmente delicado.
Es una realidad dolorosa que posiblemente quienes vivimos en el extranjero y añoramos la patria no podemos aceptar tan facilmente.
Posiblemente quienes habitan en el país se han ido habituando paulatinamente a las circunstancias. A lo mejor se han resignado.
Desde mi humilde punto de vista, la violencia es consecuencia de muchos factores. Yo lo resumo en dos grandes causas: la economía que es un desastre y aumenta las diferencias sociales, por una parte y por otra la guerra contra el narcotráfico que ya no hace diferencia entre los civiles, los criminales y la autoridad.
El problema es que sea cual sea la causa, los mexicanos nos estamos acostumbrando a vivir con el miedo, a prevenir los atentados más inverosímiles a nuestra integridad física y a nuestra serenidad, y esto no es absolutamente aceptable.
Es indignante pensar en un grupo de niños pecho a tierra, cantando junto a su maestra para distraerse, mientras se escuchan disparos en el exterior. Se trata de una escena surreal, pero sobre todo debería ser un motivo más para que la sociedad se despiertara, se movilizara, exigiera, se hiciera sentir con toda su fuerza.
Después de conocer este caso, me parece todavía más ofensiva la declaración reciente del presidente Felipe Calderón, que durante la reciente cumbre mundial de viajes y turismo dijo que “la violencia en México se circunscribe sólo a algunos puntos y el resto del país se encuentra apacible”.
Dijo nuestro presidente “yo vi a miles, miles de spring breakers en México divirtiéndose y tengo entendido que los únicos disparos que recibieron eran de tequila, a muchos de ellos y nada pasó”.
Si el mismísimo titular del Ejecutivo hace como que no ve lo que está ocurriendo, las cosas están mucho más graves de lo que se piensa. Es como si quisiera negar los males que aquejan a la sociedad mexicana, como si de pronto se le ocurriera que es mejor tapar el sol con un dedo.
Y no se vale. O el presidente está mintiendo con alevosía o sencillamente ignora la realidad. O vive y gobierna otro país.
Pienso en los niños y en los adolescentes mexicanos. Acostumbrados a vivir en un clima violento, se están convirtiendo en víctimas de las circunstancias. Están aprendiendo a considerar la violencia como algo natural.
Curioseando en la red encontré algunos datos escalofriantes, siempre hablando de las nuevas generaciones de mexicanos.
“Las organizaciones civiles de México contabilizan aproximadamente 25.mil menores que están vinculados con el crimen organizado. Los niños que trabajan para el narco mexicano son víctimas del agresivo entorno social en el que se desenvuelven, según los expertos.”
De acuerdo con el sitio, investigaciones de algunos centros de estudios superiores arrojan que los adolescentes son víctimas del entorno agresivo en el que viven e ingresan a las organizaciones delictivas por seguir un ideal, por ignorancia o simplemente en busca de empleo.
Nada que ver con la realidad en que vive nuestro presidente, que parece no saber que los jóvenes mexicanos están creciendo antes de tiempo, que se están acostumbrando al miedo y no solamente eso, que muchos de ellos se están involucrando seriamente con la delincuencia.
Siempre en la red se reporta que el profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Víctor Manuel Quintana considera que “los adolescentes enrolados en los carteles pueden cumplir diversas funciones. En primer lugar, son vigilantes que se ponen en las estaciones de gasolina y en las entradas y salidas de las carreteras para avisar a los narcotraficantes quién llega y quién sale de la zona de su influencia, pero el mayor problema es que está incrementándose el empleo de los niños como ejecutores”.
Creo que llegar al punto en que los pequeños se ven despojados de su infancia por culpa de la violencia, saber que desde edad temprana se pueden convertir ya sea en víctimas o protagonistas de la delincuencia debe ser un serio punto de reflexión para la sociedad mexicana, que está pasando por uno de los momentos más negros de su historia.
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