Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
15 de diciembre, 2009
Cierro este año dedicando mi espacio semanal a los hechos ocurridos en la Plaza del Domo de Milán el domingo 13 de diciembre. Las imágenes de Silvio Berlusconi con el rostro ensangrentado han dado la vuelta al mundo y obviamente, después de haber nombrado contínuamente al protagonista en muchas ocasiones durante este 2009, sería simplemente ilógico no hablar de lo que le ocurrió hace unos días.
El presidente del consejo de ministros de Italia fue agredido al término de una manifestación. Un hombre de 42 años le lanzó a bocajarro una reproducción metálica de la catedral de Milán, lo que ocasionó al político una pérdida copiosa de sangre, una lesión lacero-contusa interna y externa en el labio superior, así como daños en los dientes y una fractura en el tabique nasal.
Cuando me enteré de lo ocurrido, lo único que pude pensar fue que sencillamente se trataba de una situación casi anunciada. Porque la conseja popular no se equivoca y lo que se siembra, se cosecha.
Que quede claro que estas líneas no pretenden ser una apología de la violencia, porque no es agradable para nadie ver en practicamente todos los diarios del planeta las imágenes del primer ministro italiano en circunstancias tan penosas.
Pero tampoco se trata de ser hipócritas y decir que lo ocurrido es consecuencia de una “campaña de odio” (gratuito) contra el premier. No es coherente contribuir a que la figura de Berlusca se erija como la del nuevo mártir o como una pobre víctima de la intolerancia.
Porque el señor no es una blanca paloma y con todo respeto, se ha ganado a pulso la agresión.
Silvio Berlusconi, de acuerdo con la información que han dado a conocer sus incondicionales, se pregunta el motivo por el que un ciudadano -débil mental, de acuerdo con los reportes de las autoridades- decidió agredirlo.
Y la verdad es casi circunstancial que haya sido Massimo Tartaglia, un hombre de 42 años, residente en Milán quien se atrevió a -literalmente- romperle la cara al Premier.
Como lo hizo él, lo pudo haber hecho cualquiera de los miles de personas que pocos minutos después de los hechos se pronunciaron a favor del agresor en Facebook.
O cualquiera que simplemente esté harto de escuchar las mentiras, burlas y discursos de bajo nivel a los que Berlusconi nos tiene acostumbrados.
No es una cuestión de ser víctimas o aficionados a la famosa “campaña de odio”. Se trata de que digan lo que digan los defensores incondicionales del premier, más de una persona ha deseado verdaderamente que éste desaparezca de la escena política.
Obviamente agredirlo físicamente es un gesto extremo, pero en el fondo, lo ocurrido no es sino una reacción a todas las veces que Sivio Berlusconi le ha roto la cara al pueblo italiano.
Entendámonos bien: las aventurillas sexuales del premier, que incluyen presuntas relaciones con menores de edad y con prostitutas, son solamente una pequeña e insignificante parte de la poco honorable actuación del millonario que tiene en sus manos el destino de los italianos.
Los escándalos sexuales en que se ha visto involucrado no son nada y a decir verdad en un caso extremo hasta podrían pasarse por alto si Berlusconi fuera al menos el hombre justo y el gobernante decente que dice ser.
Pero si consideramos que encima de todo el premier está involucrado en algunos procesos penales, entonces no queda más que pensar que para más de uno resulta sencillamente desagradable que Berlusca siga en el poder.
Recordemos que hace tres meses, precisamente el 7 de octubre pasado la Corte Constitucional italiana declaró ilegítimo el llamado Laudo Alfano, que habría suspendido todos los procesos penales en que pudieran estar involucrados los titulares de los cuatro cargos más altos del Estado: presidente de la República, presidente del Senado, presidente de la Cámara de diputados y presidente del Consejo de Ministros.
Desde entonces Berlusconi no ha parado de atacar a los magistrados simple y sencillamente porque su historial no es lo que se dice limpio y no pudo utilizar la ley a su favor para evitar ser procesado. Basta citar el llamado proceso Mills, que podría significar una sentencia de hasta seis años de prisión en primera instancia contra el premier y que sostiene que éste, en 1997 habría enviado 600 mil dólares al abogado inglés David Mills como recompensa porque éste último no reveló, siendo testigo de dos procesos, la información relativa a sociedades extranjeras que serían la tesorería oculta del grupo Fininvest, propiedad del premier italiano.
Precisamente pocos minutos antes de ser agredido, Berlusca habló mal una vez más del sistema de Justicia italiano que para nada lo favorece. En la Plaza del Domo milanés, dijo que “los magistrados del Tribunal Constitucional se conducen bajo criterios políticos, no legales.”
Y como siempre, usando su particular tono burlón agregó: “me describen como un monstruo, pero no creo serlo, porque soy bello y porque soy lo que se dice un buen muchacho.”
Pocos días antes, en Alemania, había declarado que “la gente lo apoya porque es un superministro con huevos.”
Pero se ve que -algunos- italianos no están muy dispuestos a soportar más al buen muchacho Berlusconi, especialmente cuando continúan a ser bombardeados por insolentes declaraciones, constantes mentiras y en ocasiones hasta ofensas.
Se nota que algo está fallando y no solamente en lo referente al aparato de seguridad del premier. Algo no está funcionando en el sistema italiano mismo, que mantiene en el poder una figura cuya credibilidad y aprobación han definitivamente caído.
No vale la pena rasgarse las vestiduras como los simpatizantes del premier, que ahora se sienten ofendidos porque el centroizquierdista Antonio Di Pietro, del partido Italia de los Valores, y ex fiscal en casos de corrupción, dijo abiertamente que Berlusconi, con su comportamiento, “instiga a la violencia.”
¿Por qué en lugar de escandalizarse no tratan de ser objetivos y entender de una vez por todas que una sola persona no puede ser al mismo tiempo el segundo hombre más rico de Italia, el dueño de la televisión privada más importante del país, de la casa editorial, del equipo de futbol, presidente del consejo de ministros, líder del partido en el poder, etc. etc. etc.?
Berlusconi es lo más cercano al rey Sol que tenemos en pleno siglo XXI. Afortunadamente las monarquías absolutas no funcionan y al parecer la oposición italiana e incluso algunos de los aliados del premier comienzan a comprenderlo.
Esperemos solamente que el desagradable episodio ocurrido en Milán no sirva como pretexto para olvidar los motivos que propiciaron la situación. Es efectivamente impresionante ver a un hombre de 73 años, al líder de un país tan importante como Italia en tan deprimentes condiciones.
Pero lo importante es no perder de vista el papel que este hombre ha tenido en los últimos años en el país de la bota.
Y también es necesario que los gobernantes que como él se equivocan en su modo de actuar, tengan bien presente que no es adecuado rebasar los límites de lo que un pueblo es capaz de tolerar... Te lo digo Juan, para que lo entiendas, Pedro.
¡Felices fiestas!
miércoles, 16 de diciembre de 2009
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Los medios que intoxican...
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
08 de diciembre, 2009
Finalmente estamos terminando el 2009. Mirando hacia atrás, me doy cuenta que realmente no ha sido un año fácil y que más allá de las palabras, los hechos hablan de que los ciudadanos comunes y corrientes hemos soportado día tras día el peso excesivo de una crisis que para los políticos ya está terminando pero para nosotros y nuestros bolsillos francamente parece que no tiene para cuando acabar.
Eso queda claro: el final del túnel lo ven solamente los políticos de todo el mundo, claro está, siempre con esa enorme capacidad qie tienen de mirar al futuro.
Será simplemente porque ellos están más que protegidos y no tienen ninguna necesidad de preocuparse por las pequeñas cosas que son parte de la vida cotidiana de la gente normal.
Leyendo los diarios y escuchando las noticias, no me sorprende que para cerrar el año, tanto en México como en Italia los medios de comunicación insistan en tratar trivialidades y reproducir cualquier tontería que sale de la boca de nuestros queridos representantes populares o que se le ocurre hacer a nuestras super estrellas, la very important people.
Tampoco me causa estupor ver que la radio, la televisión, los diarios y las revistas desperdician la invaluable posibilidad de comunicar y de formar opinión tratando temas tan interesantes como las aventuras del golfista Tiger Woods, la invaluable obra de caridad de Lucero y su nuevo look o el posible matrimonio de La Gaviota con el gobernador mexiquense.
Eso, aparte de la ahora infaltable nota roja, que hasta hace algunos años parecía reservada a las publicaciones especializadas y a algunas transmisiones específicas que se ocupaban de alimentar el morbo de una parte de la población.
Hoy las historias macabras son el pan de cada día y la crudeza y la crueldad de los casos alcanzan niveles casi demenciales. Y no exagero.
Digamos que la experiencia reporteril de quien esto escribe no falla. En diciembre, mientras más se acercan las fiestas de fin de año, aumenta la capacidad de los medios de reproducir todas las notas sin importancia habidas y por haber.
Lo mismo se explota nuestro espíritu navideño que se habla de trivialidades sin importar que muchas veces es precisamente en los ultimos días del año que se deciden asuntos tan importantes como el presupuesto gubernamental, del que se habla apenas, como si fuera un misterio indescifrable al que tienen acceso unos cuantos, en lugar de tratarse de un asunto que incumbe a todos y que debería ser explicado con puntos y comas.
El caso es que los medios de comunicación cada fin de año -con más frecuencia que de costumbre- demuestran su carencia de contenidos inteligentes, y nosotros, los receptores de sus mensajes caemos irremediablemente en la trampa del conformismo.
No solamente no exigimos, sino que además aceptamos lo que nos dan y seguimos leyendo, viendo, escuchando lo que nos viene propuesto.
Por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con el papa Benedicto XVI, quien en un mensaje reciente señaló que “cada día en los diarios, la televisión y la radio el mal es contado, repetido y amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos más insensibles y de, alguna manera, intoxicándonos, porque lo negativo no es totalmente eliminado y día a día se va acumulando. El corazón se endurece y los pensamientos se ensombrecen ".
Es cierto que estas frases hayan sido pronunciadas precisamente por el líder de la institución que a lo largo de la historia ha manipulado más la información, ha sembrado el miedo y ha ocultado verdades a su conveniencia, pero a pesar de todo, esta vez el pontífice no solamente tiene razón, sino que ha puesto el dedo en la llaga.
Los medios se han vuelto tóxicos. El exceso de información negativa -entendida la negatividad como la difusión de contenidos poco estimulantes para nuestra capacidad de razonar- sencillamente nos está dañando porque nos satura y no nos permite analizar.
No es que los medios hayan sido alguna vez la panacéa, ni que su papel haya sido el de buenos samaritanos.
Reconozcamos que, por ejemplo, en un sistema como el de México, los medios han sido esenciales porque durante muchos años fue necesario a través de ellos mantener la dictadura de partido y tiempo después, siempre con los medios, hubo que convencer a los mexicanos de los múltiples beneficios del cambio democrático.
También en Italia era importante fomentar normas de comportamiento a tono con las condiciones de un país que tenía que ser por necesidad profundamente cristiano. Entonces los medios dictaban las pautas de comportamiento.
Ahora en el país de la bota se precisa de los medios para sostener un gobierno que parece estar transformándose en una extrañísima especie de monarquía, dictadura o régimen.
Pero sea como sea, la basura mediática existe, persiste, nos invade y no podemos -probablemente estamos tan acostumbrados que ni siquiera queremos- hacer nada contra ella. Es parte del sistema mismo.
Es cierto lo que dice el líder católico: "los medios de comunicación tienden a hacernos sentir cada vez más como espectadores, como si el mal afectase solamente a los otros y ciertas cosas jamás nos pudiesen ocurrir a nosotros. Por el contrario, todos somos actores en el bien y en el mal y nuestro comportamiento tiene un influjo sobre los demás”.
Efectivamente, los medios nos hacen pasivos, receptores incapaces de actuar, de decidir, de hacer cambiar la situación. Posiblemente somos víctimas pero también queda claro que no tenemos la intención de protestar o buscar una mejoría.
Posiblemente lo conveniente sería que, así como los medios declaran una especie de tregua en la que nos llenan de más basura de la habitual, nosotros, como consumidores declararamos una huelga personal y por un buen tiempo dejáramos la tele y la radio apagados, y de paso nos olvidáramos de leer diarios y revistas.
Sería quizá un óptimo regalo de fin de año para nuestra mente, que sin duda -especialmente después de un extenuante y crítico 2009- necesita una seria desintoxicación.
08 de diciembre, 2009
Finalmente estamos terminando el 2009. Mirando hacia atrás, me doy cuenta que realmente no ha sido un año fácil y que más allá de las palabras, los hechos hablan de que los ciudadanos comunes y corrientes hemos soportado día tras día el peso excesivo de una crisis que para los políticos ya está terminando pero para nosotros y nuestros bolsillos francamente parece que no tiene para cuando acabar.
Eso queda claro: el final del túnel lo ven solamente los políticos de todo el mundo, claro está, siempre con esa enorme capacidad qie tienen de mirar al futuro.
Será simplemente porque ellos están más que protegidos y no tienen ninguna necesidad de preocuparse por las pequeñas cosas que son parte de la vida cotidiana de la gente normal.
Leyendo los diarios y escuchando las noticias, no me sorprende que para cerrar el año, tanto en México como en Italia los medios de comunicación insistan en tratar trivialidades y reproducir cualquier tontería que sale de la boca de nuestros queridos representantes populares o que se le ocurre hacer a nuestras super estrellas, la very important people.
Tampoco me causa estupor ver que la radio, la televisión, los diarios y las revistas desperdician la invaluable posibilidad de comunicar y de formar opinión tratando temas tan interesantes como las aventuras del golfista Tiger Woods, la invaluable obra de caridad de Lucero y su nuevo look o el posible matrimonio de La Gaviota con el gobernador mexiquense.
Eso, aparte de la ahora infaltable nota roja, que hasta hace algunos años parecía reservada a las publicaciones especializadas y a algunas transmisiones específicas que se ocupaban de alimentar el morbo de una parte de la población.
Hoy las historias macabras son el pan de cada día y la crudeza y la crueldad de los casos alcanzan niveles casi demenciales. Y no exagero.
Digamos que la experiencia reporteril de quien esto escribe no falla. En diciembre, mientras más se acercan las fiestas de fin de año, aumenta la capacidad de los medios de reproducir todas las notas sin importancia habidas y por haber.
Lo mismo se explota nuestro espíritu navideño que se habla de trivialidades sin importar que muchas veces es precisamente en los ultimos días del año que se deciden asuntos tan importantes como el presupuesto gubernamental, del que se habla apenas, como si fuera un misterio indescifrable al que tienen acceso unos cuantos, en lugar de tratarse de un asunto que incumbe a todos y que debería ser explicado con puntos y comas.
El caso es que los medios de comunicación cada fin de año -con más frecuencia que de costumbre- demuestran su carencia de contenidos inteligentes, y nosotros, los receptores de sus mensajes caemos irremediablemente en la trampa del conformismo.
No solamente no exigimos, sino que además aceptamos lo que nos dan y seguimos leyendo, viendo, escuchando lo que nos viene propuesto.
Por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con el papa Benedicto XVI, quien en un mensaje reciente señaló que “cada día en los diarios, la televisión y la radio el mal es contado, repetido y amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos más insensibles y de, alguna manera, intoxicándonos, porque lo negativo no es totalmente eliminado y día a día se va acumulando. El corazón se endurece y los pensamientos se ensombrecen ".
Es cierto que estas frases hayan sido pronunciadas precisamente por el líder de la institución que a lo largo de la historia ha manipulado más la información, ha sembrado el miedo y ha ocultado verdades a su conveniencia, pero a pesar de todo, esta vez el pontífice no solamente tiene razón, sino que ha puesto el dedo en la llaga.
Los medios se han vuelto tóxicos. El exceso de información negativa -entendida la negatividad como la difusión de contenidos poco estimulantes para nuestra capacidad de razonar- sencillamente nos está dañando porque nos satura y no nos permite analizar.
No es que los medios hayan sido alguna vez la panacéa, ni que su papel haya sido el de buenos samaritanos.
Reconozcamos que, por ejemplo, en un sistema como el de México, los medios han sido esenciales porque durante muchos años fue necesario a través de ellos mantener la dictadura de partido y tiempo después, siempre con los medios, hubo que convencer a los mexicanos de los múltiples beneficios del cambio democrático.
También en Italia era importante fomentar normas de comportamiento a tono con las condiciones de un país que tenía que ser por necesidad profundamente cristiano. Entonces los medios dictaban las pautas de comportamiento.
Ahora en el país de la bota se precisa de los medios para sostener un gobierno que parece estar transformándose en una extrañísima especie de monarquía, dictadura o régimen.
Pero sea como sea, la basura mediática existe, persiste, nos invade y no podemos -probablemente estamos tan acostumbrados que ni siquiera queremos- hacer nada contra ella. Es parte del sistema mismo.
Es cierto lo que dice el líder católico: "los medios de comunicación tienden a hacernos sentir cada vez más como espectadores, como si el mal afectase solamente a los otros y ciertas cosas jamás nos pudiesen ocurrir a nosotros. Por el contrario, todos somos actores en el bien y en el mal y nuestro comportamiento tiene un influjo sobre los demás”.
Efectivamente, los medios nos hacen pasivos, receptores incapaces de actuar, de decidir, de hacer cambiar la situación. Posiblemente somos víctimas pero también queda claro que no tenemos la intención de protestar o buscar una mejoría.
Posiblemente lo conveniente sería que, así como los medios declaran una especie de tregua en la que nos llenan de más basura de la habitual, nosotros, como consumidores declararamos una huelga personal y por un buen tiempo dejáramos la tele y la radio apagados, y de paso nos olvidáramos de leer diarios y revistas.
Sería quizá un óptimo regalo de fin de año para nuestra mente, que sin duda -especialmente después de un extenuante y crítico 2009- necesita una seria desintoxicación.
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