Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
22 de septiembre, 2009
La noticia que en esta ocasión deseo comentar es un asunto serio y complicado que sin pecar de pesimista, muy probablemente no será un hecho aislado. Estoy hablando de los lamentables acontecimientos del pasado 18 de septiembre, cuando en la estación Balderas del Metro de la ciudad de México, un hombre identificado como Luis Hernández, de 38 años, disparó varias veces después que se le impidió pintar un muro.
Como se recordará, el individuo abrió fuego con un revólver calibre 38, y mató al policía que lo enfrentó y a uno de los pasajeros que intentó detenerlo. El video es escalofriante. Quedó como testimonio de una situación que -insisto- es de veras preocupante.
Pocos días antes, otro inquietante episodio había llamado la atención de los medios de comunicación del mundo. El extraño secuestro fallido de un avión. El relato que de los hechos hizo en su momento el diario español El país lo dice todo: “un tipo con camisa blanca de manga larga, tez oscura y una biblia en la mano que se paseaba pasillo arriba pasillo abajo es lo único extraño que algunos de los pasajeros de un vuelo de Aeroméxico procedente de Cancún y con destino al Distrito Federal observaron hasta que, ya en tierra, fueron informados de que su avión había sido secuestrado. El caso es que desde que el Boeing 737, con 104 pasajeros a bordo, tomó tierra en el aeropuerto de México hasta que el secuestro fue resuelto por la Policía Federal con el asalto de la nave, esta ciudad que no gana para sustos vivió con el corazón en vilo.”
La verdad es que efectivamente la ciudad de México y la nación entera no ganan para sustos. Y la cosa que hoy me pone a pensar es que hay un elemento común en ambos casos: una tendencia al fanatismo religioso, un comportamiento que seguramente tiene que ver con una especie de psicosis colectiva que se está generando a partir de la crisis económica y de la difusión nunca antes vista de noticias catastróficas.
Vayamos por partes. Un artículo publicado por varios medios on line señala que una socióloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, llamada Gisela Frid Chernitsky, afirma que “la crisis económica podría ser una de las razones de los recientes acontecimientos”, refiriéndose precisamente a los dos desequilibrados que generaron los hechos de los que hago referencia en este espacio.
“El desempleo, la indiferencia, la desensibilización que vivimos a través de una crisis económica hace que haya todo tipo de estallidos de violencia: dañar a otros para hacerse notar”, dice la socióloga.
Por otra parte, como una causa que genera una especie de estrés colectivo, está la difusión inmediata y en ocasiones amplificada de los desastres naturales que se viven en el planeta. En realidad, no es que las catástrofes no hayan existido antes. Inundaciones, terremotos y demás han sido siempre por desgracia motivo de preocupación en todo el mundo.
Pero probablemente se sabía de estos hechos con menos inmediatez y había indudablemente una menor capacidad de mostrar al mundo las consecuencias dramáticas de lo que ocurría. Digamos que incluso había una especie de pudor, una regla no escrita que impedía mostrar la crueldad y que hasta hace poco los medios escritos y electrónicos moderaban sus tonos en lugar de competir como hoy ocurre para ver quién muestra la imagen más cruda.
Hasta hace poco tiempo no había transmisiones en tiempo real de los hechos que sucedían en otros puntos del planeta. Lo que hoy para nosotros es o parece una noticia cercana que nos afecta y nos preocupa, hace algunos años probablemente habría llegado a nuestros oídos con cierto retardo, o habríamos considerado la distancia geográfica como una especie de protección que nos evitaría angustiarnos demasiado por desastres ocurridos objetivamente lejos de nuestro entorno, de nuestra realidad inmediata, no de aquella creada por los medios.
Pero la aldea global nos acerca, nos compromete, nos involucra y nos vuelve solidarios y capaces de compartir penas, preocupaciones y problemas. La realidad ahora es global. Hoy sentimos profundamente lo que pasa en todo el mundo. Literalmente las distancias se han acortado.
El pánico y la angustia generados por los problemas reales y/o amplificados por los medios de comunicación son también el alimento cotidiano de mentes débiles como las de quienes han cometido en poco tiempo los dos graves atentados de los que hoy hablamos.
El problema es serio porque como me he atrevido a señalar al inicio de esta reflexión, muy posiblemente estos casos no serán los únicos, mucho menos si consideramos que desde hace algún tiempo circula por todos lados la información relativa a las profecías mayas, que señalan el fin de una era para diciembre de 2012. Veremos mesías por todas partes, ya empiezan a salir. Lo que preocupa es que empiecen a actuar y que lo hagan como los dos individuos que lo hicieron en México.
Muy posiblemente se multiplicarán por todas partes los personajes mesiánicos como los que han puesto en jaque a las autoridades y sobre todo a los ciudadanos de México en las recientes semanas. Habría que tomar ya muy en serio la posibilidad de iniciar una contracampaña que despierte las conciencias y ayude a reflexionar a las personas.
Sinceramente, hay que considerar peligrosa la forma indiscriminada en que se está difundiendo tal información en todo el mundo y sobre todo, hay que pensar que se vuelve necesario estar muy alertas, porque la única profecía que podría convertirse en realidad es la del pánico colectivo global que tales afirmaciones, interpretaciones o como queramos llamarlas van a generar en los próximos tres años.
Eso, sin contar con las medidas prácticas que las autoridades mexicanas deberían establecer, especialmente cuando se ha visto que un hombre secuestra un avión armado con dos latas de jugo, mientras otro transita libremente por una estación del metro armado con una pistola. Dos situaciones que honestamente rayan -para variar- en el surrealismo. Atención.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
jueves, 17 de septiembre de 2009
¡Que viva México!
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
15 de septiembre, 2009
Mientras escribo estas líneas, en México es 15 de septiembre, pocas horas antes de que se realice la tradicional ceremonia del Grito de Independencia. Revisando los diarios on line, me encuentro con el mensaje del presidente Felipe Calderón pronunciado durante la ceremonia de fin e inicio de cursos de los planteles militares.
Dice el mandatario que “es la hora de cambiar y es la hora de cambiar a fondo”. No es por pecar de puntillosa, pero sinceramente a los mexicanos la palabra cambio nos está martillando en el cerebro desde hace ya nueve años. Y no son pocos.
Con todo respeto, creo que los políticos han abusado hasta el cansancio del término, volviéndolo no solamente vago y lejnano, sino hasta fastidioso en algunos momentos. Es a decir verdad, es desde el año 2000 que nos siguen tratando de vender la misma baratija: un cambio para quedar igual.
Seamos honestos, señor presidente. Hágame usted el favor de explicarme por qué después de seis años de gobierno de su compañero de partido, Vicente Fox, y tres años de gobierno suyo, sigue insistiendo en que en México se requieren cambios fundamentales. ¿No nos habían prometido que el “cambio” era para “hoy”?
Y que quede claro: no estoy hablando solamente de su partido y de la incapacidad para gobernar que ha demostrado. Estoy hablando de las tristes condiciones en que se vive en nuestro país, gracias a la nula visión de quienes lo han gobernado, sin importar el partido al que pertenezcan.
Por supuesto que estoy de acuerdo con usted, señor Calderón, claro que México necesita urgentemente un cambio real y profundo. Pero a lo largo de los años, usted y sus colegas dedicados en cuerpo y alma a la política han demostrado que no tienen la mínima idea de lo que realmente necesitamos los mexicanos.
Quiero retomar su discurso de este día, señor presidente, palabra por palabra: “así como a la generación de 1810 le tocó luchar por librarse de la opresión, a nuestra generación, la del 2010... nos toca luchar por hacer realidad aquellos principios y valores por los que dieron la vida nuestros héroes.”
Le recuerdo que en 1810 las condiciones de vida de la población de la entonces llamada Nueva España eran extremas. Que la pobreza y la desigualdad resultaban insoportables y que se llegó a tal grado de inconformidad que estalló un movimiento social serio, pero también violento.
Le recuerdo también que miles de personas pagaron con la vida el haberse adherido a la lucha social y que así comenzó la historia de la que hoy llamamos patria. Buscando un cambio, pero un cambio verdadero, se llegó al extremo, porque también eran extremas las condiciones de injusticia social.
Me atrevería a decir que hoy las circunstancias no son muy diferentes y que da rabia y vergüenza pensar que mientras uno de los hombres más ricos del planeta es mexicano, hay millones de compatriotas sumidos en la pobreza.
He buscado algunas cifras y he encontrado que, de acuerdo con estudios realizados por el Banco Mundial, “la pobreza en México se mantiene en niveles inaceptablemente altos... los niveles actuales de pobreza, son similares a los registrados a comienzos de los años 90”.
Para el BM, “más del cincuenta por ciento de los habitantes del país son pobres, debido en gran medida a la gran desigualdad en los ingresos, la décima parte más rica de la población gana más de 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte mas pobre solo obtiene 1.1 por ciento.”
Además -señala siempre el BM- contribuyen a la pobreza “la profunda desigualdad regional y étnica y las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad... alrededor de 53 por ciento de los habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios básicos”.
Y lo más grave, que obviamente sé que usted no desconoce, señor presidente, es que “cerca del 24 por ciento de la población es considerada 'extremadamente pobre', es decir, con un ingreso insuficiente incluso para una nutrición adecuada.”
Así que venir a decirnos este 15 de septiembre que en México se requiere un cambio, es sencillamente aprovechar la ocasión para retomar un viejo discurso y al mismo tiempo es reconocer que todas las estrategias de su gobierno y de los gobiernos anteriores han sido poco menos que inútiles.
Y retomo de nuevo su discurso a la letra: “de nuestras acciones depende transformar a México en un país más seguro, donde impere la legalidad y el estado de derecho; un México más próspero y más justo, donde cada mexicana y cada mexicano, sin distingos de condición social, económica o región del país, tenga las mismas oportunidades de tener acceso a la salud, a la educación, al bienestar, a una calidad de vida conforme a la dignidad humana.”
Mire que acabo de cumplir 40 años, señor presidente, y no recuerdo haber escuchado un discurso diferente al suyo de parte de sus colegas de los sexenios anteriores. Desde el que quería ir “arriba y adelante”, hasta el que pretendía “defender al país como un perro”, pasando por la “renovación moral”, la “solidaridad” y el “bienestar para la familia”.
Son años que escucho las mismas palabras y veo sin duda los cambios en México... Lástima que los cambios no siempre son para mejorar. Un país no puede vivir de palabras y de promesas. Uno se cansa, se harta y luego se enoja.
Piense bien, señor Calderón y reconozca que no se puede continuar con esos discursos que los presentes aplauden, todos alaban y que en realidad no le sirven a nadie, porque con el estómago y los bolsillos vacíos a nadie le interesan las palabras bonitas y alentadoras.
Y sobre todo, señor presidente, piense que no se pueden pronunciar esas palabras mientras se aumentan los impuestos, se anuncian recortes hasta en la plantilla de burócratas y se espera una pérdida anual de 200 mil millones de pesos, debida a la caída de los precios del petróleo. Eso, sin contar las condiciones de inseguridad que enfrenta México, producto tanto de las condiciones de miseria y de desigualdad como de una lucha contra la delincuencia organizada que parece no tener fin.
¿El cambio positivo? Lo estamos esperando todos. Desde hace muchos años. Lástima que después de tantos tropiezos, realmente muy pocos puedan o quieran creer en él.
Y a un año del Bicentenario, desde el país de la bota, solamente me resta decir: ¡Que viva México!
15 de septiembre, 2009
Mientras escribo estas líneas, en México es 15 de septiembre, pocas horas antes de que se realice la tradicional ceremonia del Grito de Independencia. Revisando los diarios on line, me encuentro con el mensaje del presidente Felipe Calderón pronunciado durante la ceremonia de fin e inicio de cursos de los planteles militares.
Dice el mandatario que “es la hora de cambiar y es la hora de cambiar a fondo”. No es por pecar de puntillosa, pero sinceramente a los mexicanos la palabra cambio nos está martillando en el cerebro desde hace ya nueve años. Y no son pocos.
Con todo respeto, creo que los políticos han abusado hasta el cansancio del término, volviéndolo no solamente vago y lejnano, sino hasta fastidioso en algunos momentos. Es a decir verdad, es desde el año 2000 que nos siguen tratando de vender la misma baratija: un cambio para quedar igual.
Seamos honestos, señor presidente. Hágame usted el favor de explicarme por qué después de seis años de gobierno de su compañero de partido, Vicente Fox, y tres años de gobierno suyo, sigue insistiendo en que en México se requieren cambios fundamentales. ¿No nos habían prometido que el “cambio” era para “hoy”?
Y que quede claro: no estoy hablando solamente de su partido y de la incapacidad para gobernar que ha demostrado. Estoy hablando de las tristes condiciones en que se vive en nuestro país, gracias a la nula visión de quienes lo han gobernado, sin importar el partido al que pertenezcan.
Por supuesto que estoy de acuerdo con usted, señor Calderón, claro que México necesita urgentemente un cambio real y profundo. Pero a lo largo de los años, usted y sus colegas dedicados en cuerpo y alma a la política han demostrado que no tienen la mínima idea de lo que realmente necesitamos los mexicanos.
Quiero retomar su discurso de este día, señor presidente, palabra por palabra: “así como a la generación de 1810 le tocó luchar por librarse de la opresión, a nuestra generación, la del 2010... nos toca luchar por hacer realidad aquellos principios y valores por los que dieron la vida nuestros héroes.”
Le recuerdo que en 1810 las condiciones de vida de la población de la entonces llamada Nueva España eran extremas. Que la pobreza y la desigualdad resultaban insoportables y que se llegó a tal grado de inconformidad que estalló un movimiento social serio, pero también violento.
Le recuerdo también que miles de personas pagaron con la vida el haberse adherido a la lucha social y que así comenzó la historia de la que hoy llamamos patria. Buscando un cambio, pero un cambio verdadero, se llegó al extremo, porque también eran extremas las condiciones de injusticia social.
Me atrevería a decir que hoy las circunstancias no son muy diferentes y que da rabia y vergüenza pensar que mientras uno de los hombres más ricos del planeta es mexicano, hay millones de compatriotas sumidos en la pobreza.
He buscado algunas cifras y he encontrado que, de acuerdo con estudios realizados por el Banco Mundial, “la pobreza en México se mantiene en niveles inaceptablemente altos... los niveles actuales de pobreza, son similares a los registrados a comienzos de los años 90”.
Para el BM, “más del cincuenta por ciento de los habitantes del país son pobres, debido en gran medida a la gran desigualdad en los ingresos, la décima parte más rica de la población gana más de 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte mas pobre solo obtiene 1.1 por ciento.”
Además -señala siempre el BM- contribuyen a la pobreza “la profunda desigualdad regional y étnica y las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad... alrededor de 53 por ciento de los habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios básicos”.
Y lo más grave, que obviamente sé que usted no desconoce, señor presidente, es que “cerca del 24 por ciento de la población es considerada 'extremadamente pobre', es decir, con un ingreso insuficiente incluso para una nutrición adecuada.”
Así que venir a decirnos este 15 de septiembre que en México se requiere un cambio, es sencillamente aprovechar la ocasión para retomar un viejo discurso y al mismo tiempo es reconocer que todas las estrategias de su gobierno y de los gobiernos anteriores han sido poco menos que inútiles.
Y retomo de nuevo su discurso a la letra: “de nuestras acciones depende transformar a México en un país más seguro, donde impere la legalidad y el estado de derecho; un México más próspero y más justo, donde cada mexicana y cada mexicano, sin distingos de condición social, económica o región del país, tenga las mismas oportunidades de tener acceso a la salud, a la educación, al bienestar, a una calidad de vida conforme a la dignidad humana.”
Mire que acabo de cumplir 40 años, señor presidente, y no recuerdo haber escuchado un discurso diferente al suyo de parte de sus colegas de los sexenios anteriores. Desde el que quería ir “arriba y adelante”, hasta el que pretendía “defender al país como un perro”, pasando por la “renovación moral”, la “solidaridad” y el “bienestar para la familia”.
Son años que escucho las mismas palabras y veo sin duda los cambios en México... Lástima que los cambios no siempre son para mejorar. Un país no puede vivir de palabras y de promesas. Uno se cansa, se harta y luego se enoja.
Piense bien, señor Calderón y reconozca que no se puede continuar con esos discursos que los presentes aplauden, todos alaban y que en realidad no le sirven a nadie, porque con el estómago y los bolsillos vacíos a nadie le interesan las palabras bonitas y alentadoras.
Y sobre todo, señor presidente, piense que no se pueden pronunciar esas palabras mientras se aumentan los impuestos, se anuncian recortes hasta en la plantilla de burócratas y se espera una pérdida anual de 200 mil millones de pesos, debida a la caída de los precios del petróleo. Eso, sin contar las condiciones de inseguridad que enfrenta México, producto tanto de las condiciones de miseria y de desigualdad como de una lucha contra la delincuencia organizada que parece no tener fin.
¿El cambio positivo? Lo estamos esperando todos. Desde hace muchos años. Lástima que después de tantos tropiezos, realmente muy pocos puedan o quieran creer en él.
Y a un año del Bicentenario, desde el país de la bota, solamente me resta decir: ¡Que viva México!
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Peña Nieto o la adoración del Tlatoani...
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
08 de septiembre, 2009
Esta semana son muchas las ideas que pasan por la mente de quien esto escribe. Posiblemente porque un lector de este espacio muy gentilmente envió un mensaje al blog y me hizo reflexionar. Comentaba textualmente que “ojala aquí, nuestros problemas fueran similares a los italianos, desafortunadamente no es así”.
Me quedé pensando seriamente. Analizando. La oportunidad que tengo de conocer más o menos ampliamente las dos realidades me lleva a responder que dentro de sus aparentes diferencias, lo que ocurre en México y lo que pasa en Italia no es tan distinto como parece.
Hace unos días miraba atentamente vía Internet la transmisión del informe de gobierno de Enrique Peña Nieto. Primero, el “ritual republicano” -así fue llamado aunque no me queda claro lo que realmente querían decir- de la lectura de los mensajes de las diversas fracciones políticas y la exposición que hizo el gobernador mexiquense ante el nuevo Congreso local.
Ahí escuché cómo el representante del PRD mencionó casi a modo de reproche la cercanía de Peña con el ex presidente Carlos Salinas, mientras el coordinador de la fracción panista hablaba de la necesidad urgente de solucionar los problemas de seguridad que vive el estado de México, donde se han multiplicado los casos de homicidio en los últimos años.
Y de cualquier manera, parecía que no estaban hablando de situaciones serias o verdaderas. El ambiente de adoración hacia el Tlatoani seguía vivo, no obstante alguno estuviera intentando evidenciar sus errores.
Después me tocó ver al coordinador de los legisladores priístas hablar de las maravillas de la coordinación entre poderes y bla bla bla.
Posteriormente, presencié a distancia la ceremonia de unción del gobernador mexiquense. No tengo palabras para describir lo que ví. Creo que a estas alturas ha quedado claro que la carrera de Peña hacia la presidencia ha sido bendecida por sus compañeros de partido y por la clase política y económica del país.
Y no solamente. El acto celebrado en el Teatro Morelos fue exclusivo para la Very Important People y los ciudadanos comunes simplemente no pudieron contarse entre los privilegiados dos mil que en directa gozaron de la presencia del joven y apuesto gobernador., que imagino habrá pasado días enteros ensayando el gesto de agradecer con ambas manos al pueblo que lo aclama, casi como si estuviera impartiendo bendiciones.
Hay fotografías tan curiosas del acto, todas publicadas en Internet, de cada uno de los ademanes del señor del copete, que honestamente vistas desde afuera se antojan casi ridículas.
Parecía que empresarios y políticos se hubieran reunido en Toluca como para aprobar con su sola presencia la carrera del mexiquense hacia Los Pinos.
Aparentemente el gobernador va derechito a la candidatura presidencial y todo indica que tampoco tendrá problemas para llegar a ocupar el máximo cargo político si es que los mexicanos deciden votar nuevamente por el tricolor.
Y que Dios nos agarre confesados. Porque si a la silla presidencial llega un personaje que parece salido de un casting de telenovela. Entonces los problemas del país probablemente no tendrán solución.
Entonces, retomando el razonamiento con que he iniciado este espacio, viendo al gobernador mexiquense me viene a la mente que en México se corre el riesgo de caer en las mismas tristes circunstancias que actualmente vive Italia con un presidente del Consejo de Ministros como Silvio Berlusconi.
No digo que de repente Peña se meta en escándalos sexuales del tamaño de los que hoy involucran al premier. Digo simplemente que Italia es un país del que hay que tomar el ejemplo para no caer en el error de llevar al poder a un hombre creado por los medios de comunicación masiva.
Sería interesante ver cómo gobernará Peña Nieto con la mayoría del Congreso local a su favor. Guardadas las proporciones, hay que tener en consideración cómo Berlusca mueve los hilos del Parlamento a favor suyo para librarse de todos y cada uno de los problemas legales que podría tener. Es un maestro en hacer que los diputados hagan y deshagan leyes a medida para beneficio suyo y el de sus amigos.
Por eso vuelvo a pensar que los problemas de Italia no se reducen a los divertidos líos de faldas del premier. Van más allá. Especialmente porque en el país de la bota en este momento se presentan serios atentados contra la libertad de expresión, situaciones que está generando un hombre que salió de la nada y se convirtió en una especie de nuevo dictador que goza del favor de la mayoría encantada por la televisión.
Berlusconi es un hombre carismático, ligado directamente al mundo del espectáculo, cuya popularidad ha sido creada gracias a una perfecta estrategia de comunicación de masas. Y está llevando a Italia a la ruina moral y económica. Cualquier semejanza con la realidad del estado de México no creo que sea pura coincidencia.
Creo que en estos tiempos, ya no nos separan tantos kilómetros y un oceano. Los tiempos han cambiado y hoy Italia y México parecen de verdad vecinos de la aldea global. Las realidades no son tan diversas, aunque tengan distintos matices.
Y como comentario final de estas simples reflexiones, me atrevo a citar un preocupante artículo publicado por El Universal on line, que señala: que “la 'Ndrangheta, la mafia calabresa, podría servir de puerta de entrada para el narcotráfico mexicano en Europa según las recientes investigaciones del fiscal de Regio Calabria, al Sur de Italia, Nicola Gratteri”
También en eso somos vecinos y en esencia compartimos los mismos problemas. Ojalá nada de esto sucediera en ninguno de los dos países, ¿no es verdad?
08 de septiembre, 2009
Esta semana son muchas las ideas que pasan por la mente de quien esto escribe. Posiblemente porque un lector de este espacio muy gentilmente envió un mensaje al blog y me hizo reflexionar. Comentaba textualmente que “ojala aquí, nuestros problemas fueran similares a los italianos, desafortunadamente no es así”.
Me quedé pensando seriamente. Analizando. La oportunidad que tengo de conocer más o menos ampliamente las dos realidades me lleva a responder que dentro de sus aparentes diferencias, lo que ocurre en México y lo que pasa en Italia no es tan distinto como parece.
Hace unos días miraba atentamente vía Internet la transmisión del informe de gobierno de Enrique Peña Nieto. Primero, el “ritual republicano” -así fue llamado aunque no me queda claro lo que realmente querían decir- de la lectura de los mensajes de las diversas fracciones políticas y la exposición que hizo el gobernador mexiquense ante el nuevo Congreso local.
Ahí escuché cómo el representante del PRD mencionó casi a modo de reproche la cercanía de Peña con el ex presidente Carlos Salinas, mientras el coordinador de la fracción panista hablaba de la necesidad urgente de solucionar los problemas de seguridad que vive el estado de México, donde se han multiplicado los casos de homicidio en los últimos años.
Y de cualquier manera, parecía que no estaban hablando de situaciones serias o verdaderas. El ambiente de adoración hacia el Tlatoani seguía vivo, no obstante alguno estuviera intentando evidenciar sus errores.
Después me tocó ver al coordinador de los legisladores priístas hablar de las maravillas de la coordinación entre poderes y bla bla bla.
Posteriormente, presencié a distancia la ceremonia de unción del gobernador mexiquense. No tengo palabras para describir lo que ví. Creo que a estas alturas ha quedado claro que la carrera de Peña hacia la presidencia ha sido bendecida por sus compañeros de partido y por la clase política y económica del país.
Y no solamente. El acto celebrado en el Teatro Morelos fue exclusivo para la Very Important People y los ciudadanos comunes simplemente no pudieron contarse entre los privilegiados dos mil que en directa gozaron de la presencia del joven y apuesto gobernador., que imagino habrá pasado días enteros ensayando el gesto de agradecer con ambas manos al pueblo que lo aclama, casi como si estuviera impartiendo bendiciones.
Hay fotografías tan curiosas del acto, todas publicadas en Internet, de cada uno de los ademanes del señor del copete, que honestamente vistas desde afuera se antojan casi ridículas.
Parecía que empresarios y políticos se hubieran reunido en Toluca como para aprobar con su sola presencia la carrera del mexiquense hacia Los Pinos.
Aparentemente el gobernador va derechito a la candidatura presidencial y todo indica que tampoco tendrá problemas para llegar a ocupar el máximo cargo político si es que los mexicanos deciden votar nuevamente por el tricolor.
Y que Dios nos agarre confesados. Porque si a la silla presidencial llega un personaje que parece salido de un casting de telenovela. Entonces los problemas del país probablemente no tendrán solución.
Entonces, retomando el razonamiento con que he iniciado este espacio, viendo al gobernador mexiquense me viene a la mente que en México se corre el riesgo de caer en las mismas tristes circunstancias que actualmente vive Italia con un presidente del Consejo de Ministros como Silvio Berlusconi.
No digo que de repente Peña se meta en escándalos sexuales del tamaño de los que hoy involucran al premier. Digo simplemente que Italia es un país del que hay que tomar el ejemplo para no caer en el error de llevar al poder a un hombre creado por los medios de comunicación masiva.
Sería interesante ver cómo gobernará Peña Nieto con la mayoría del Congreso local a su favor. Guardadas las proporciones, hay que tener en consideración cómo Berlusca mueve los hilos del Parlamento a favor suyo para librarse de todos y cada uno de los problemas legales que podría tener. Es un maestro en hacer que los diputados hagan y deshagan leyes a medida para beneficio suyo y el de sus amigos.
Por eso vuelvo a pensar que los problemas de Italia no se reducen a los divertidos líos de faldas del premier. Van más allá. Especialmente porque en el país de la bota en este momento se presentan serios atentados contra la libertad de expresión, situaciones que está generando un hombre que salió de la nada y se convirtió en una especie de nuevo dictador que goza del favor de la mayoría encantada por la televisión.
Berlusconi es un hombre carismático, ligado directamente al mundo del espectáculo, cuya popularidad ha sido creada gracias a una perfecta estrategia de comunicación de masas. Y está llevando a Italia a la ruina moral y económica. Cualquier semejanza con la realidad del estado de México no creo que sea pura coincidencia.
Creo que en estos tiempos, ya no nos separan tantos kilómetros y un oceano. Los tiempos han cambiado y hoy Italia y México parecen de verdad vecinos de la aldea global. Las realidades no son tan diversas, aunque tengan distintos matices.
Y como comentario final de estas simples reflexiones, me atrevo a citar un preocupante artículo publicado por El Universal on line, que señala: que “la 'Ndrangheta, la mafia calabresa, podría servir de puerta de entrada para el narcotráfico mexicano en Europa según las recientes investigaciones del fiscal de Regio Calabria, al Sur de Italia, Nicola Gratteri”
También en eso somos vecinos y en esencia compartimos los mismos problemas. Ojalá nada de esto sucediera en ninguno de los dos países, ¿no es verdad?
jueves, 3 de septiembre de 2009
Atentado a la libertad de prensa en Italia
Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
01 de septiembre, 2009
Después de algunas semanas de descanso, aquí estamos reunidos de nuevo, queridos lectores. En realidad parece que el tiempo se hubiera detenido y que Italia se hubiese quedado en una especie de receso de noticias. Así es el verano en Europa.
Ahora finalmente la pausa ha terminado y ha traído consigo una ola de indignación en el país de la bota.
Indignación que quiero y debo compartir con quienes tienen la paciencia de seguir este espacio. Porque lo que está ocurriendo en Italia debe saberse y sobre todo, de alguna forma debe detenerse.
Me refiero nuevamente al personaje cuyas decisiones y posiciones desconciertan y preocupan: el presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi.
Seguramente quedó bien grabado en el recuerdo de quienes se enteraron la historia del premier y su divorcio, solicitado por su aún esposa, Verónica Lario, quien en su momento consideró inapropiada la excesiva cercanía de Berlusca con una jovencita napolitana llamada Noemí Letizia, quien lo llama cariñosamente Papi y a cuya fiesta de cumpleaños éste se presentó, enfureciendo a la esposa a tal grado de enviar una carta abierta a los medios de comunicación informando que habría solicitado el divorcio, entre otras cosas a causa de que su marido “no está bien”.
A partir de ese momento, diarios nacionales italianos encabezados por La Repubblica y otras publicaciones europeas, como El país y el Financial Times, se han ocupado de seguir de cerca las aventuras de Berlusconi, que aparte de organizar fiestas para agasajar a sus jóvenes amigas, resultó aficionado a frecuentar prostitutas de lujo, como Patrizia D'addario, quien desilusionada por una promesa incumplida del premier decidió hacer públicas las grabaciones de conversaciones íntimas que tuvo con éste.
El asunto ha ido creciendo como un alud y ha provocado que hasta el mismo Vaticano exprese su preocupación por la calidad moral de quien tiene en sus manos el gobierno de Italia. Además, una de las hijas de Berlusconi, Bárbara, señaló durante una entrevista que “un hombre político no puede permitirse distinguir entre la vida pública y la vida privada”.
A los contínuos escándalos se ha sumado una especie de guerra de medios, en que el diario propiedad de Berlusconi, Il Giornale, aparentemente sin la autorización del premier publicó que Dino Boffo, director de Avvenire, que es la publicación oficial de la Conferencia del Episcopado Italiano, -medio que ha criticado repetidamente las historias de Berlusca- no cuenta con la calidad moral para emitir ningún juicio porque está involucrado en un caso judicial porque habría amenazado a la esposa de un hombre con quien mantendría una relación sentimental.
Señores, lo increíble es que en todo este chisme de lavadero en que se ha convertido la política italiana, hasta el mismísimo Benedicto XVI ha intervenido, saliendo en defensa del director de Avvenire.
Dentro de este desfile de incongruencias, no se puede ignorar la desafortunada declaración de Umberto Bossi, líder de la ultraderechista Lega Nord, quien hace algunos días sostuvo que los ataques contra su aliado Berlusca no eran otra cosa que respuestas de la mafia ante el intenso combate al crimen organizado que el premier habría iniciado con más fuerza que nunca.
Pero lo peor, lo más ofensivo, lo que causa verdaderamente una contínua náusea es la nueva puntada de Silvio Berlusconi, quien en un arranque que no sabría esplicar si es de cinismo o de valentía se ha atrevido a lanzar una campaña de acciones legales por difamación contra medios italianos, de España, Francia y Reino Unido.
"El respeto a la vida privada es sagrado. He actuado con determinación frente a lo que en estos meses se ha hecho contra mi persona, utilizando cotilleos fantasiosos relacionados con mi vida privada y presentados de forma falsa", dijo Berlusconi.
Y ante la situación, la única respuesta que se podía esperar es la que están dando los defensores de la libertad de expresión en Italia. Hasta ahora, 190 mil personas se han unido al llamado de tres juristas, Franco Cordero, Stefano Rodotà y Gustavo Zagrebelsky.
El objetivo es denunciar el atentado de Berlusconi a la libertad de prensa, y entre los 95 mil ciudadanos italianos que han firmado, aparecen los nombres del actor premio Oscar Roberto Benigni, del premio Nobel de literatura Dario Fo y del investigador Umberto Eco, quien ha señalado que "cuando alguien tiene que intervenir para defender la libertad de expresión, quiere decir que la sociedad y con ella gran parte de la prensa ya está enferma. En las democracias 'robustas' no hay necesidad de defender la libertad de prensa, porque a nadie le viene a la mente limitarla".
El premier continúa su defensa. Nada le parece mejor que negar todas las evidencias y señalar que no quiere responder un cuestionario de diez preguntas que el diario Repubblica le ha expuesto desde que inició el escándalo de Noemí Letizia, es porque son “insolentes, ofensivas y difamantes" y ha dicho que respondería si el diario Repubblica no fuera “un super partido político propiedad de un editor suizo... claramente un evasor fiscal”.
A decir verdad uno se queda sin palabras cuando se da cuenta de lo que sucede. La guerra de Berlusconi con la prensa sigue no obstante el portavoz de la Unión Europea, Johannes Laitenberger , haya señalado que “la libertad de expresión es un valor fundamental” para las naciones del viejo continente.
Lo cierto es que no queda más que estar de acuerdo con lo expresado por el secretario general de la Federación de periodistas europeos, Aidan White, que ha asegurado que el premier italiano “está poniendo en riesgo la libertad de información tratando de usar la ley para intimidar a los periodistas sofocando sus reportajes”. Es lo que White ha catalogado como una “vendetta mediática”. Si pensamos que tal vendetta ha sido ejecutada por el gobernante de un país democrático, nos podemos dar cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo.
Ojalá que esta tormenta pase y que ningún país tome ejemplo de la situación seria por la cual atraviesa la bota italiana.
01 de septiembre, 2009
Después de algunas semanas de descanso, aquí estamos reunidos de nuevo, queridos lectores. En realidad parece que el tiempo se hubiera detenido y que Italia se hubiese quedado en una especie de receso de noticias. Así es el verano en Europa.
Ahora finalmente la pausa ha terminado y ha traído consigo una ola de indignación en el país de la bota.
Indignación que quiero y debo compartir con quienes tienen la paciencia de seguir este espacio. Porque lo que está ocurriendo en Italia debe saberse y sobre todo, de alguna forma debe detenerse.
Me refiero nuevamente al personaje cuyas decisiones y posiciones desconciertan y preocupan: el presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi.
Seguramente quedó bien grabado en el recuerdo de quienes se enteraron la historia del premier y su divorcio, solicitado por su aún esposa, Verónica Lario, quien en su momento consideró inapropiada la excesiva cercanía de Berlusca con una jovencita napolitana llamada Noemí Letizia, quien lo llama cariñosamente Papi y a cuya fiesta de cumpleaños éste se presentó, enfureciendo a la esposa a tal grado de enviar una carta abierta a los medios de comunicación informando que habría solicitado el divorcio, entre otras cosas a causa de que su marido “no está bien”.
A partir de ese momento, diarios nacionales italianos encabezados por La Repubblica y otras publicaciones europeas, como El país y el Financial Times, se han ocupado de seguir de cerca las aventuras de Berlusconi, que aparte de organizar fiestas para agasajar a sus jóvenes amigas, resultó aficionado a frecuentar prostitutas de lujo, como Patrizia D'addario, quien desilusionada por una promesa incumplida del premier decidió hacer públicas las grabaciones de conversaciones íntimas que tuvo con éste.
El asunto ha ido creciendo como un alud y ha provocado que hasta el mismo Vaticano exprese su preocupación por la calidad moral de quien tiene en sus manos el gobierno de Italia. Además, una de las hijas de Berlusconi, Bárbara, señaló durante una entrevista que “un hombre político no puede permitirse distinguir entre la vida pública y la vida privada”.
A los contínuos escándalos se ha sumado una especie de guerra de medios, en que el diario propiedad de Berlusconi, Il Giornale, aparentemente sin la autorización del premier publicó que Dino Boffo, director de Avvenire, que es la publicación oficial de la Conferencia del Episcopado Italiano, -medio que ha criticado repetidamente las historias de Berlusca- no cuenta con la calidad moral para emitir ningún juicio porque está involucrado en un caso judicial porque habría amenazado a la esposa de un hombre con quien mantendría una relación sentimental.
Señores, lo increíble es que en todo este chisme de lavadero en que se ha convertido la política italiana, hasta el mismísimo Benedicto XVI ha intervenido, saliendo en defensa del director de Avvenire.
Dentro de este desfile de incongruencias, no se puede ignorar la desafortunada declaración de Umberto Bossi, líder de la ultraderechista Lega Nord, quien hace algunos días sostuvo que los ataques contra su aliado Berlusca no eran otra cosa que respuestas de la mafia ante el intenso combate al crimen organizado que el premier habría iniciado con más fuerza que nunca.
Pero lo peor, lo más ofensivo, lo que causa verdaderamente una contínua náusea es la nueva puntada de Silvio Berlusconi, quien en un arranque que no sabría esplicar si es de cinismo o de valentía se ha atrevido a lanzar una campaña de acciones legales por difamación contra medios italianos, de España, Francia y Reino Unido.
"El respeto a la vida privada es sagrado. He actuado con determinación frente a lo que en estos meses se ha hecho contra mi persona, utilizando cotilleos fantasiosos relacionados con mi vida privada y presentados de forma falsa", dijo Berlusconi.
Y ante la situación, la única respuesta que se podía esperar es la que están dando los defensores de la libertad de expresión en Italia. Hasta ahora, 190 mil personas se han unido al llamado de tres juristas, Franco Cordero, Stefano Rodotà y Gustavo Zagrebelsky.
El objetivo es denunciar el atentado de Berlusconi a la libertad de prensa, y entre los 95 mil ciudadanos italianos que han firmado, aparecen los nombres del actor premio Oscar Roberto Benigni, del premio Nobel de literatura Dario Fo y del investigador Umberto Eco, quien ha señalado que "cuando alguien tiene que intervenir para defender la libertad de expresión, quiere decir que la sociedad y con ella gran parte de la prensa ya está enferma. En las democracias 'robustas' no hay necesidad de defender la libertad de prensa, porque a nadie le viene a la mente limitarla".
El premier continúa su defensa. Nada le parece mejor que negar todas las evidencias y señalar que no quiere responder un cuestionario de diez preguntas que el diario Repubblica le ha expuesto desde que inició el escándalo de Noemí Letizia, es porque son “insolentes, ofensivas y difamantes" y ha dicho que respondería si el diario Repubblica no fuera “un super partido político propiedad de un editor suizo... claramente un evasor fiscal”.
A decir verdad uno se queda sin palabras cuando se da cuenta de lo que sucede. La guerra de Berlusconi con la prensa sigue no obstante el portavoz de la Unión Europea, Johannes Laitenberger , haya señalado que “la libertad de expresión es un valor fundamental” para las naciones del viejo continente.
Lo cierto es que no queda más que estar de acuerdo con lo expresado por el secretario general de la Federación de periodistas europeos, Aidan White, que ha asegurado que el premier italiano “está poniendo en riesgo la libertad de información tratando de usar la ley para intimidar a los periodistas sofocando sus reportajes”. Es lo que White ha catalogado como una “vendetta mediática”. Si pensamos que tal vendetta ha sido ejecutada por el gobernante de un país democrático, nos podemos dar cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo.
Ojalá que esta tormenta pase y que ningún país tome ejemplo de la situación seria por la cual atraviesa la bota italiana.
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