domingo, 22 de febrero de 2009

Mexicanos al volante... peligro constante

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
17 de febrero, 2009.

Cuando esta semana una de mis familiares más queridas me contó acerca del pequeño accidente automovilístico que sufrió mientras iba a bordo de un taxi, me sentí sinceramente indignada. No solamente porque se trata de mi familia, sino porque a decir verdad no me cabe en la cabeza que un trabajador del volante haya decidido perseguir a quien había golpeado su vehículo al más puro estilo de las películas de acción, mientras en el asiento trasero una pobre pasajera le pedía aterrorizada que la dejara bajarse del vehículo.

Obviamente el taxista no le permitió descender y por supuesto tampoco se preocupó por su integridad física. No pensó ni por un instante en llevarla a un hospital para verificar que todo estuviera bien. Su única preocupación era detener a quien había golpeado el taxi por detrás y que aún conociendo su responsabilidad se había dado a la fuga.

Al escuchar el relato, no pude menos que recordar mi reciente viaje a México y la terrible situación vial que pude observar. Transitar por las calles de nuestro país es una experiencia terrible, especialmente en ciudades como Toluca, que además de los problemas originados por la pésima forma en que el Ayuntamiento ha organizado la circulación, enfrenta una situación que raya en el caos a causa de la total ausencia de educación vial.

Se trata, para variar, de una cuestión básicamente cultural. Entiendo perfectamente que es muy difícil –si no imposible- cambiar la mentalidad de un país. Comprendo que el mexicano es un pueblo acostumbrado a manejar a la defensiva, a ignorar y desconocer las señales de tránsito, a pasar por encima de los derechos de los peatones y de los usuarios de los servicios públicos y que las condiciones de nuestras calles y carreteras empeoran la situación.

Pero sé que a pesar de nuestra profunda indiferencia y a nuestras pocas ganas de resolver un problema que es más serio de lo que pensamos, es urgente que alguien tome medidas y se comporte con responsabilidad.

Y cuando hablo de hechos, me refiero a cifras concretas, que casi siempre reflejan realidades que no pueden esconderse. Es el caso de los datos dados a conocer por el Instituto de Servicios Periciales del estado de México, que informa que en el año 2008 realizó seis mil 501 autopsias a personas que perdieron la vida en accidentes automovilísticos.

No es poco. Es más: es escalofriante, si se piensa que de acuerdo con el mismo Instituto, el incremento de esta cifra respecto del año anterior fue de un cinco por ciento. Como quien dice, los mexiquenses vamos de mal en peor en materia de seguridad vial.

Es cierto, son numeros. Pero me pregunto qué opinan las familias de esas más de seis mil 500 víctimas, que saben bien que muy probablemente sus seres queridos perdieron la vida en circunstancias que muchas veces rayaban en lo absurdo. Porque queda claro que en muchas ocasiones, los accidentes viales son ocasionados por situaciones fuera de la lógica.

Obviamente no estoy diciendo que se trata de un problema exclusivo de nuestro país. De acuerdo con datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud, cada año en todo el planeta mueren más de un millon 200 mil personas en accidentes automovilísticos y el número de heridos por la misma causa alcanza los 50 millones de personas.

Sin embargo, no obstante que se trata de un problema global, hay que reconocer con toda honestidad que en México no sabemos manejar. Así, con todas sus letras. Simplemente no estamos capacitados para hacerlo, porque además de que ir a una escuela de manejo es un lujo y no una obligación, obtener una licencia para conducir es tan fácil como poner el billete adecuado en la ventanilla correcta.

Y que me perdonen los empleados de Tránsito que se sientan agraviados y que no entren en la categoría de deshonestos, pero no se puede tapar el sol con un dedo. Digamos que es un mal conocido por todos. La licencia es solamente un trámite administrativo que se resuelve sin necesidad de demostrar que realmente se sabe cómo conducir un vehículo.

Basta ver cómo las mismas autoridades tienen ideas geniales de vez en cuando, como poner a disposición de los ciudadanos unidades móviles donde es posible obtener la licencia sin problemas, simplemente pagando los derechos y tomándose la foto.

Y es que al parecer casi nadie en nuestro país toma en serio el acto de conducir un automóvil.

Recuerdo todavía que en diciembre pasado, en Ixtapan de la Sal vi manejando muy quitados de la pena a muchachos de unos 12 o 13 años. Entiendo que son casos aislados, o al menos así lo espero, pero son un buen ejemplo de la irresponsabilidad de sus padres, que al parecer no saben que dar un auto a los jóvenes es un acto muy serio y que conducir implica una responsabilidad enorme.

Digamos que todos tenemos la capacidad de encender un motor, pero no todos tenemos la aptitud para enfrentar las calles. Y por lo mismo, mientras los incapaces sigan autorizados para conducir, el caos vial seguirá prevaleciendo y los accidentes seguirán provocando desgracias.

Por eso insisto en que alguien tiene que tomar las riendas y mejorar la situación. Por una parte, se requiere aplicar medidas importantes que permitan que quienes obtienen la licencia sean las personas que en realidad están en condiciones físicas y psicológicas para manejar.

Y aquí hablo también de los choferes de autobuses de pasajeros, microbuses y taxis, pues sabemos bien que a más de uno habría que quitarle la licencia de por vida.

Por la otra parte, sería importante que las autoridades se decidieran a actuar con tolerancia cero y se deshicieran de una vez por todas de la mafia llamada organizaciones de autotransportistas. Mejorando el servicio de transporte público, lograrían que los ciudadanos prefirieran utilizarlo, y esto permitiría agilizar la circulación vehicular.

Y sobre todo -y esto también está en manos de las autoridades- es necesario imponer sanciones serias y multas importantes para quienes conduzcan ebrios o bajo el efecto de drogas.

Claro que todas estas propuestas entran en la categoría de sueños guajiros. Pero pensandolo bien, por alguna parte alguien tiene que empezar, sobre todo si se considera prioritaria la seguridad de los jóvenes, que por desgracia son las principales víctimas de accidentes viales.

No he visto en ninguna campaña pasada y probablemente no veré en ninguna futura, un solo aspirante a un cargo de elección popular que incluya entre sus propuestas un programa efectivo de educación vial. No he visto un solo político que abandere la causa. Al parecer el tema no interesa a nadie y sin embargo, es un problema que afecta a todos.

Y lo importante no es prometerlo, que quede claro. Lo importante es idear la forma de mejorar la vida de los ciudadanos. Porque conducir es parte de la vida cotidiana, y son precisamente los actos de todos los días de los simples ciudadanos los que merecen atención. Ojalá por el bien de todos, alguien se preocupe y se ocupe de mejorar la situación.




miércoles, 11 de febrero de 2009

Eluana

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
10 de febrero, 2009.

Los últimos días de la vida política italiana han sido particularmente intensos y llenos de polémica. Seguramente no me ocuparía de hablar del asunto si no se tratase de un problema que por desgracia trasciende la esfera pública y toca directamente el ámbito privado, superando los límites en que racionalmente un Estado puede intervenir en la vida de los ciudadanos.

Se trata de una situación difícil de comprender, complicada de tratar y que aunque parezca lejano a a la vida cotidiana, podría presentarse en cualquier momento, a cualquier persona y en cualquier lugar del mundo. Porque el tema del derecho a una vida y a una muerte dignas es un asunto universal.

El 18 de enero de 1992, una mujer llamada Eluana Englaro, entonces de 20 años de edad, sufrió un grave accidente automovilístico. Como consecuencia, entró en estado vegetativo. Un año después, la parte superior de su cerebro había sufrido una degeneración definitiva. Sin ninguna esperanza de recuperarse, ingresó en una casa de cura donde comenzó a ser alimentada e hidratada a través de una sonda nasogástrica.

Difícil resumir el verdadero calvario que Beppino Englaro, el padre de la joven debió sufrir en busca de una decisión favorable para su petición de retirar la sonda que alimentaba a su hija, argumentando principalmente que ella misma en alguna ocasión habría expresado su rechazo a vivir en condiciones similares.

Solicitudes rechazadas, revisiones interminables por parte de las diversas instancias jurídicas, hasta que finalmente, en julio de 2008, la Corte de apelación de Milán autorizó que se suspendiera a la paciente la alimentación a través de la sonda.

Durante siete meses, seguida siempre de cerca por los medios de comunicación, que difundieron excesivamente el caso, la familia no encontró las instalaciones donde Eluana pudiera ser recibida para finalizar su vida.
La intervención descarada y represiva del gobierno italiano no se hizo esperar. El Ministro Maurizio Sacconi firmó un documento que indica que las regiones están obligadas a garantizar alimentación e hidratación a las personas diversamente hábiles, pues de lo contrario incurrirían en una acción ilegal. Con esto practicamente cerraba a Eluana las puertas de cualquier institución que estuviera dispuesta a ayudarla.

Finalmente, hace algunos días la casa de reposo La Quiete, de la ciudad de Udine, recibió a Eluana Englaro, con el fin de suspenderle paulatinamente la alimentación y esperar que la muerte llegara, lo que ocurriría, de acuerdo con las previsiones de los médicos, en un lapso mínimo de 15 días.

Por una extraña coincidencia, pocos días antes del traslado de Eluana a Udine, el papa Benedicto XVI durante su homilía dominical, había tocado el tema de la eutanasia, diciendo que “es una falsa solución al problema del sufrimiento y una salida indigna del hombre”.

Para el dirigente católico “la muerte nunca es una respuesta, porque la respuesta se encuentra solamente en el testimonio del amor, y ninguna lágrima se pierde delante de Dios”. Bellas palabras. Sobre todo frente a un hombre como Beppino Englaro, padre angustiado que durante 17 años miró impotente el cuerpo de su hija, sabiendo que ésta no habría podido nunca levantarse y volver a vivir normalmente.

La misma idea del Papa habrá sin duda pasado por la cabeza del presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi. Una vez que la clínica de Udine recibió a Eluana, nuestro diligente premier se dispuso a promulgar en tiempo récord un decreto que obliga a la hidratación y alimentación de las personas no autosuficientes. Con esto, sería detenido el proceso de la muerte de Englaro, le sería colocada de nuevo la sonda y todo volvería a la normalidad.

Berlusconi de la noche a la mañana se transformó en un defensor de las causas justas y emitió junto con sus incondicionales un decreto cuyo objetivo era “salvar una vida humana”, porque según él, Eluana -a quien nunca vio personalmente- tenía todavía un aspecto “fresco” y desde el momento que presentaba el ciclo menstrual, estaba aún “en condiciones de ser madre”.

En una situación sin precedentes, el Jefe de Estado italiano, el presidente Giorgio Napolitano se negó terminantemente a firmar el citado decreto, argumentando entre otras causas que no obstante los temas relacionados con el fin de la vida, el testamento biológico y los tratamientos de alimentación e hidratación mecánicas son desde hace tiempo punto de atención de la opinión pública, no se ha llegado todavía a una reglamentación al respecto por lo delicado de su naturaleza.
Napolitano dijo que no veía otra urgencia para promulgar el decreto que no fuera la de ocuparse de un caso singular que había sido rodeado de “publicidad y dramatismo”.

El enfrentamiento y el desacuerdo entre el presidente del Consejo de Ministros, Berlusconi, y el presidente de la República, Napolitano, demuestra una crisis de poderes sin igual en la historia del país de la bota.

Las polémicas, los enfrentamientos, el empecinamiento del Premier por mostrar su omnipotencia, la influencia inegable de la Iglesia católica, las posiciones encontradas de las diversas fuerzas políticas en las cámaras, la presencia constante de los medios de comunicación y su desesperado empeño por difundir hasta extremos morbosos los detalles de la situación, convirtieron el caso de Eluana Englaro en un espectáculo.

Nuevamente quedó al margen de todo el show la esencia, la parte más importante, que es el derecho sagrado de todos los seres humanos a elegir y decidir cómo vivir y hasta cómo morir.

Me pregunto qué habría sucedido si en lugar de recurrir a la ley, Beppino Englaro hubiera optado por buscar soluciones menos complicadas, como acudir un médico que en privado solucionara la situación, dando a Eluana la muerte piadosa. Nadie se habría enterado y el proceso habría sido menos doloroso y desgastante para la familia.

A fin de cuentas, el circo mediático terminó antes de tiempo, con la muerte repentina de Eluana. Quizá los medios de comunicación esperaban una agonía más larga para llenar espacios en radio y televisión e imprimir y vender muchos más revistas y periódicos. Tal vez los políticos esperaban lo mismo, para continuar discutiendo, dividiéndose y aprovechando la situación para atraer simpatías entre la dividida sociedad.

Lo cierto es que este caso exacerbado por los medios seguramente quedará como un pésimo reflejo de la realidad italiana, que se divide, discute y sin embargo, no aporta soluciones reales a problemas serios.

Porque difícilmente se llegará a un acuerdo real para legislar seriamente acerca del tema. Sin embargo, en el fondo de la conciencia de quienes han conocido el caso, debe haber una respuesta sincera para una sencilla pregunta: ¿a usted le gustaría vivir 17 años alimentado por una sonda, sin saber lo que ocurre a su alrededor, sin comunicarse con sus seres queridos, sin siquiera ver la luz del sol?


domingo, 8 de febrero de 2009

La Casta a la mexicana,,,

Publicado en el Semanario Punto. Toluca, México.
03 de febrero, 2003.

Cuando hace algunos días tuve la posibilidad de leer en la versión on line del diario Por Esto! de Yucatán la información que señala la posibilidad de que haya sido el extinto secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño el improvisado piloto que provocó el accidente del Learjet 45 el pasado 4 de noviembre de 2008, la primera emoción que me invadió fue una profunda pena, una gran lástima hacia todas las víctimas.

Después, con más calma, comencé a analizar la información publicada y con toda honestidad, no obstante que haya sido desmentida por el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, me quedó una seria duda.

Algunos colegas están haciendo todo lo posible por desmentir lo publicado e incluso los dirigentes del mismo diario Por Esto! -que dicen tener las grabaciones- han decidido que no las van a publicar, con lo que rebajan su información al nivel de la pura rumorología. Sin embargo, personalmente no descarto del todo que algo de cierto pueda haber. Cuando el río suena, agua lleva.

Quiero ser muy cauta al tocar este tema. Aclaro desde este momento que no es mi intención herir susceptibilidades, sobre todo porque se trata de personas que ya no están en el mundo para defenderse.

Sin embargo, quién sabe por qué la duda queda y más de uno dará por cierto lo publicado en Por Esto! Será que ya nos acostumbramos a los excesos del poder. Será que en el fondo muchos pensamos e incluso damos por cierto que cuando se tiene la posibilidad de llegar a las altas esferas gubernamentales se puede facilmente perder la cabeza.

Reconozco que mi humilde experiencia como periodista me ha dado la posibilidad de ser testigo de algunos de los excesos en que incurren quienes ejercitan el poder. Y créanlo, es embarazoso verlo y peor aún relatarlo.

México está lleno de reyezuelos. Diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, funcionarios de primera y hasta de quinta clase. En todos los niveles de gobierno he podido ver algunos personajes comportarse como si ninguno de sus gobernados mereciera siquiera besar el suelo que ellos pisan.

Gente que ejerce el poder solamente para gozar de los privilegios económicos y sociales que éste les otorga, en lugar de pensar en beneficiar a sus pobres gobernados. Son individuos que tienen a su alrededor un montón de siervos que los adulan, los halagan hasta el absurdo y además de darles siempre la razón y no ser capaces de negarles nada, les entregan la vida misma con tal de recibir también migajitas de poder para a su vez utilizarlo con los que están debajo de ellos. Las gallinas de arriba que ensucian a las de abajo en un ruidoso, sucio y confuso gallinero.

Y es que esta triste realidad se vive en los países donde el poder público viene entendido erróneamente. Donde gobernar es sinónimo de abusar.

Me viene a la mente el libro titulado La Casta, publicado en Italia en el año 2007, escrito por los periodistas Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella.

Se trata de una investigación cuyos resultados dan escalofrío. Habla por ejemplo de que el país de la bota es el segundo en el mundo con mayor número de diputados después de la República Popular China. Cierto que un país de mas de un millon de millones de habitantes necesita muchos representantes, pero un Estado que tiene menos de sesenta millones de personas a las cuales gobernar, haría bien en tener menos diputados y senadores que solamente calientan las curules.

El mencionado libro señala también que los diputados italianos reciben un salario anual de alrededor de 200 mil euros netos, algo así como el equivalente a tres y medio millones de pesos mexicanos, lo que convierte a los parlamentarios en los mejor pagados de Europa, pues ganan el doble de sus colegas de Alemania e Inglaterra, el triple de los portugueses y el cuádruple de los españoles.

Y no sólo eso. Los miembros del poder Legislativo italiano tienen un presupuesto de 50 mil euros anuales para pagar a sus “asesores”a los que sin embargo dan salarios mensuales de apenas mil euros y ninguna prestación laboral.

Además, en La Casta se menciona que la presidencia de la República italiana tiene gastos cuatro veces superiores a los de la monarquía en Inglaterra. Eso sin contar los gastos de las regiones, -lo más parecido en México serían nuestras entidades federativas- que por ejemplo se dan lujos absurdos como en el caso de Campania, que en el 2006, para festejar el Columbus Day en los Estados Unidos gastó 680 mil euros para enviar una delegación de 160 personas. O el caso de la región del Veneto, que ha dado a sus consejeros prestaciones tan absurdas como el derecho a un funeral gratuito.

Como he siempre sostenido, en todos lados se cuecen habas y en este caso La Casta, que ha sido uno de los libros más vendidos en Italia en los últimos tiempos, es solamente una recopilación de las bajezas que es capaz de cometer la clase política italiana para favorecerse con el dinero de los contribuyentes. Lo que más ofende es eso precisamente, que somos los ciudadanos quienes tenemos que pagar religiosamente nuestros impuestos para mantener a un montón de haraganes.

Es el exceso de privilegios lo que echa a perder a los gobernantes y arruina a los gobernados. Entender mal la verdadera naturaleza del poder es un serio problema. Digamos que hasta en detalles aparentemente sin importancia como el trato que los hombres poderosos dan a sus subordinados, o en las extravagancias que pretenden les sean cumplidas, por mínimas que sean, se refleja la calidad del gobierno que las naciones tienen.

Por eso sería muy triste y sobre todo vergonzoso que el Learjet 45 se hubiera precipitado a tierra por las ocurrencias de alguien que no estaba calificado para pilotearlo. Muy lamentable. Como también lo sería que un periodista contrario al gobierno en el poder hubiera sembrado la duda con intención de desacreditar.

Una vez más hay que exigir claridad en la información. Porque si hay pruebas serias de lo que se afirma y las grabaciones existen realmente, Por Esto! está obligado a publicarlas. Y por su parte, el gobierno federal tiene el deber de aclarar punto por punto lo ocurrido el cuatro de noviembre de 2008, sin dejar espacio a la mínima duda.

Claro que es difícil creer que la verdad saldrá a la luz, pero es imprescindible que los mexicanos exijamos saber lo que realmente sucedió al menos en este caso. Quizá así tendremos motivos serios y válidos para confiar -o no- en la calidad moral de quienes gobiernan nuestro país